More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
Imagino que repetir mil veces «lo siento» en ocasiones no hace que algo cambie, que un error deje de serlo.
Dijiste… que todos tenemos un ancla, que daba igual si era un lugar, una persona, un sueño o cualquier otra cosa. Pues… ella es mi ancla.
Pero era solo eso. Una fantasía.
«Para el chico que puede volar hasta la luna incluso aunque no tenga alas.»
soy la rosa. Nunca fui el Principito, ni el protagonista, ni mucho menos el zorro. No. Era la jodida rosa. Caprichosa, egoísta, orgullosa y llena de espinas.
Uno se acostumbra a estar perdido. Es algo así como vagar por el espacio y flotar en medio de la nada. Al principio aturde, buscas desesperadamente tocar tierra firme, encontrarte, pero supongo que en algún momento dejas de sentir vértigo y piensas que en realidad no se está tan mal viviendo en un inmenso y oscuro vacío, porque puedes cerrar los ojos, puedes olvidar cómo era la sensación de estar anclado a algo, a alguien o al mundo. Puedes, sencillamente, dejar de ser.
El corazón… siempre tomando decisiones. Siempre traicionando al olvido.
Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante.
Al mirarlo, solo pude pensar que hay emociones más peligrosas que armas cargadas.
Pero no había dudado. Ni un segundo. Nada. Y eso a veces daba más miedo que lo contrario.
Todo lo que se pierde se puede encontrar.
La sonrisa más bonita. Esa que había seguido aferrada a mi memoria después de tanto tiempo.
estaba apenas a unos metros de distancia. Tan cerca… Tan lejos a la vez…
O como la luna, Rhys. —¿Qué le pasa a la luna? —Está llena de cráteres, pero son bonitos, ¿no? Mucho más que si fuese una superficie completamente lisa. Tú eres como la luna.
Todos somos imperfectos. Todos tenemos agujeros. ¿Y qué? Podemos vivir con eso. Debemos vivir con eso.
«Es sentir un cosquilleo en la tripa cuando la ves. Y no poder dejar de mirarla. Echarla de menos incluso teniéndola delante. Desear tocarla a todas horas, hablar de cualquier cosa, de todo y de nada. Sentir que pierdes la noción del tiempo cuando estás a su lado. Fijarte en los detalles. Querer saber cualquier cosa sobre ella, aunque sea una tontería. En realidad, creo que es como estar permanentemente colgado de la luna. Boca abajo. Con una sonrisa inmensa. Sin miedo.»
Supongo que no entendió mi silencio. Quizá, en el fondo, quise que lo hiciera.
No podemos cambiar lo que fue.
Sonaba perfecto. Sonaba mágico. Sonaba lejano.
No quiero perder otro momento.
eres mi ancla. Tardé en entenderlo.
entonces creces, y todo se complica. Y luego está el orgullo.
no importaba cuánto tiempo pasase, qué cambios hubiese en sus vidas o incluso en ellos mismos, porque el lazo siempre seguía intacto. Era un hilo que se zarandeaba, temblaba, sufría tirones…, pero nunca llegaba a romperse.
«Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya».
Podríamos haber sido una de esas tantas ocasiones en las que dos personas dejan de hablarse por un cúmulo de cosas, de circunstancias, pero que al final nunca retoman el contacto.
Nada había cambiado, aunque todo lo hubiese hecho.
Atacar antes de que la punta del cuchillo roce algún órgano vital. Conocía bien esa táctica de defensa. Y solo me había traído problemas, errores, desengaños.
Todo ese dolor asentándose en algún rincón que evité mirar desde entonces, porque sentía que me hacía débil, pequeño. Que no era nadie. Que no me pertenecía ningún pedazo de mundo.
Tengo dos opciones: meterme en la cama y echarme a llorar o levantarme e intentar disfrutar del tiempo que nos queda juntos, aunque no sea en las mejores condiciones.
los lugares no cambiaban, la memoria tampoco, ni siquiera los sucesos, tan solo éramos nosotros los que lo hacíamos, moldeándonos, resurgiendo, cayendo, convirtiéndonos en otros por dentro y por fuera.
¿Sabes esa sensación de darle tantas vueltas a algo en tu cabeza durante años que terminas haciéndolo grande, casi inmenso? Y luego no es para tanto. O es más fácil de lo que dabas por hecho.
si no puedes predecir algo, si te contradices tanto que ni siquiera puedes fiarte de tus propias ideas y valores, ¿cómo se es capaz de confiar en esa persona?
Porque la confianza a veces es así, a ciegas, por instinto. Y otras veces llega incluso aunque no sepas cómo va a reaccionar esa persona, tan solo porque tienes la certeza de que haga lo que haga será lo correcto, a pesar de los errores, de las caídas.
No recordaba lo que era sencillamente «estar conmigo mismo», sin nada que me distrajese, sin algo que me animase o me adormeciese. Parecía fácil estando lejos del ruido. En el silencio podía escucharme.
Qué cosas tiene la vida. —Sería muy aburrido de otra manera.
tengo esa sensación ahí… clavada… La sensación de haberme perdido cosas importantes e irrepetibles. ¿Y para qué? Para nada.
He cometido errores. Todos desearíamos a veces meternos en una máquina del tiempo para modificar decisiones.
Una voz que hablaba de anclas, de rosas en asteroides solitarios, de kilómetros, de Peter Pan, de lunas compartidas, de una chica enredada y de un chico que terminó bajo un montón de escombros mientras ella rompía esos hilos, se liberaba y se convertía en una mariposa.
Quizá si no hubiese compartido aquel verano contigo, si no supiese exactamente cómo era vivir colgada de la luna, enamorada, me habría parecido «lo normal», como lo que tienen gran parte de las parejas.
No eres solo sombras, también luz.
no importa cuándo nos demos cuenta de algo, lo importante es hacerlo en algún momento.
Todo pasa, Rhys. A veces es cuestión de tiempo.
Algunos «lugares» son más complicados que otros. Por el terreno, supongo. Sobre todo si has subido muy arriba, si llevas tiempo escalando una pendiente pronunciada, porque la caída puede ser más dolorosa…
A veces vale la pena arriesgarse.
Quizá no esté tan mal. Quizá sea justo lo que necesitamos en este momento. Quizá dejemos pasar mil años más si seguimos buscando la situación perfecta, que se alineen todos los planetas
«Solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos».
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy en este mundo? Esas son las preguntas que todos deberíamos hacernos alguna vez en la vida. Y después la crucial, la que más peso tiene: «¿De verdad encontrar esas respuestas es tan importante? ¿Necesitamos saberlo para ser felices?».
Un día decidí que no. Un día dejé de buscar.
Y estar conmigo. Estar con ella.
No solo somos lo que hacemos, sino también lo que no hacemos. Somos lo que decimos, casi tanto como lo que callamos. Somos las preguntas que no nos atrevemos a pronunciar, en la misma medida que esas respuestas que nunca llegarán y permanecerán eternamente flotando entre remolinos de miedo e incertidumbre. Somos la sutilidad de una mirada, la intimidad de una caricia suave, la curva de una sonrisa sincera. Somos momentos bonitos, instantes agridulces, noches tristes.

