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El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo. Cada vez que hemos despertado del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí. Como dice Umberto Eco, pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor.
Lo curioso es que aún podemos leer un manuscrito pacientemente copiado hace más de diez siglos, pero ya no podemos ver una cinta de vídeo o un disquete de hace apenas algunos años,
la visión que la gente común y corriente tenía de la Alejandría de su época: la ciudad de los placeres y de los libros; la capital del sexo y la palabra.
Alejandría no hay solo una. Un reguero de ciudades con ese nombre señalan la ruta de Alejandro Magno desde Turquía hasta el río Indo.
el triunfo es un pasaporte al que nadie pone objeciones.
La Biblioteca de Alejandría no nació solo para ofrecer un refugio al pasado y su herencia. Era también la avanzadilla de una sociedad que podríamos considerar globalizada, como la nuestra.
Creo que el tatuaje es una supervivencia del pensamiento mágico, el rastro de una fe ancestral en el aura de las palabras.
Preferimos ignorar que el progreso y la belleza incluyen dolor y violencia. En consonancia con esa extraña contradicción humana, muchos de esos libros han servido para difundir por el mundo torrentes de palabras sabias sobre el amor, la bondad y la compasión.
Es un hecho comprobado que toda copia siembra errores en el texto que reproduce.
Homero está envuelto en el misterio. Es un nombre sin biografía, o tal vez solo el mote de un poeta ciego —el nombre «Homero» se puede traducir como «el que no ve»—.
La Ilíada narra la historia de un héroe obsesionado por la fama y el honor. Aquiles puede elegir entre una vida sin brillo, larga y tranquila, si se queda en su país, o una muerte gloriosa, si se embarca hacia Troya. Y decide ir a la guerra, aunque las profecías le advierten de que no regresará. Aquiles pertenece a la gran familia de las personas deslumbradas por un ideal, valientes, comprometidas, melancólicas, insatisfechas, empecinadas y propensas a tomarse muy en serio a sí mismas.
Ulises valora intensamente la vida, con sus imperfecciones, sus instantes de éxtasis, sus placeres y su sabor agridulce. Es el antepasado de todos los viajeros, exploradores, marinos y piratas de ficción —capaz de afrontar cualquier situación, mentiroso, seductor, coleccionista de experiencias y gran narrador de historias—.
Ulises es una criatura luchadora y zarandeada que prefiere las tristezas auténticas a una felicidad artificial. El regalo que le ofrece Calipso es demasiado parecido a un espejismo, a una huida, al sueño de una droga alucinógena, a una realidad paralela. La decisión del héroe expresa una nueva sabiduría, alejada del estricto código de honor que movía a Aquiles. Esa sabiduría nos susurra que la humilde, imperfecta y efímera vida humana merece la pena, a pesar de sus limitaciones y sus desgracias, aunque la juventud se esfume, la carne se vuelva flácida y acabemos arrastrando los pies.
Un canto antiquísimo, anterior a la Ilíada y la Odisea, estaba protagonizado por el guerrero Memnón, nacido en Etiopía. Si las conjeturas sobre su antigüedad son ciertas, significaría, sorprendentemente, que el cantar de gesta más antiguo que conocemos en Europa narraba las hazañas de un héroe negro.
A diferencia de nosotros, los habitantes del mundo antiguo creían que lo nuevo tendía a provocar más degeneración que progreso.
después he aprendido que todos los paraísos son así, humildes y transitorios—.
En los versos homéricos no habla un individuo rebelde y bohemio que exprese su originalidad, sino la voz colectiva de la tribu.
también en Egipto, la India y China. El arte de escribir tuvo, según las teorías más recientes, un origen práctico: las listas de propiedades. Estas hipótesis afirman que nuestros antepasados aprendieron el cálculo antes que las letras.
El ejemplo más remoto de escritura alfabética, aunque incompleto, es un verso sensual y evocador: «El bailarín que dance con mayor destreza…».
En torno al siglo VI a. C., nació la prosa y, con ella, los escritores propiamente dichos,
Será, por tanto, la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que la escritura dará a los hombres; y, cuando haya hecho de ellos entendidos en todo sin verdadera instrucción, su compañía será difícil de soportar, porque se creerán sabios en lugar de serlo».
Sócrates temía que, por culpa de la escritura, los hombres abandonasen el esfuerzo de la propia reflexión.
bajo el aluvión de datos, ¿dónde queda el saber?
¿Somos en el fondo más ignorantes que nuestros memoriosos antepasados de los viejos tiempos de la oralidad?
Borges, que pertenecía al grupo de los que piensan de la segunda manera, escribió: «De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio y el telescopio son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación».
Cuando llegaban a la adolescencia, entre los trece y los dieciocho años, aprendían el arte de la guerra de sus amantes adultos —la pederastia griega tenía función pedagógica—. Aquella sociedad consentía el amor entre combatientes maduros y sus jóvenes elegidos, siempre de alto rango. Los griegos creían que la tensión erótica incrementaba el valor de ambos:
Al borde de la violencia, nos debatimos entre extremos opuestos: la globalización y la ley de la frontera; el mestizaje y el miedo a las minorías; el impulso de acogida y la furia de expulsar; el ansia de libertad y el sueño de construir refugios amurallados; el afán de cambio y la nostalgia de la grandeza perdida.
Su nombre maldito era Eróstrato. En su memoria, el deseo patológico de popularidad ha venido a llamarse síndrome de Eróstrato.
¿Por qué un hombre cualquiera no puede hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué una determinada lámpara o una casa pueden ser obras de arte y no puede serlo mi vida?».
La instrucción es la única de nuestras cosas que es inmortal y divina. Porque solo la inteligencia rejuvenece con los años y el tiempo, que todo lo arrebata, añade a la vejez sabiduría.
plagio y los escándalos son tan antiguos como los propios concursos literarios —tal vez por eso llamemos «fallos» a las decisiones de los jurados—.
Creo que la gran originalidad de los sabios de la Biblioteca de Alejandría no tiene que ver con su amor por el pasado. Lo que los hizo visionarios fue entender que Antígona, Edipo y Medea —esos seres de tinta y papiro amenazados por el olvido— debían viajar a través de los siglos; que no se podía privar de ellos a millones de personas todavía por nacer; que inspirarían nuestras rebeldías, que nos recordarían lo dolorosas que pueden ser ciertas verdades, que revelarían nuestros pliegues más oscuros;
«de todos los condimentos, el más importante en la cocina es la fanfarronería».
hace falta querer a tus alumnos para desnudar ante ellos lo que amas; para arriesgarte a ofrecer a un grupo de adolescentes tus entusiasmos auténticos, tus pensamientos propios, esos versos que te emocionan, sabiendo que podrían burlarse o responder con cara de piedra e indiferencia ostentosa.
El primer autor del mundo que firma un texto con su propio nombre es una mujer. Mil quinientos años antes de Homero, Enheduanna, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de himnos cuyos ecos resuenan todavía en los Salmos de la Biblia.
Atenas, la capital de los experimentos políticos y la osadía intelectual, fue tal vez la ciudad griega más represiva con las mujeres.
Según Platón, en la isla de Creta, «a la patria la llamaban matria».
Safo escribió: «Dicen algunos que nada es más hermoso sobre la negra tierra que un escuadrón de jinetes, o de infantes, o de naves. Pero yo digo que lo más bello es la persona amada». Estas palabras sencillas esconden una revolución mental. Cuando se escribieron, en el siglo VI a. C., rompieron los esquemas tradicionales.
Según Safo, quien ama crea la belleza; no se rinde a ella como suele pensar la gente.
Paradojas de la historia, en Grecia inventaron las drag queens, pero a ninguna mujer se le permitía ser actriz.
Los escritores antiguos comprendieron muy pronto que los caminos más fascinantes son aquellos que nacen en las grietas, en los puntos ciegos y en las manipulaciones del relato. ¿Penélope esperó fielmente a Ulises o lo engañó en su ausencia? ¿Helena estuvo o no estuvo en Troya? ¿Abandonó Teseo a Ariadna, o fue raptada? ¿Orfeo amaba a Eurídice más que a su vida o fue el primer pederasta?
Queda poco, poquísimo de aquellas obras escalofriantes (siete tragedias de Esquilo, siete de Sófocles y dieciocho de Eurípides).
Salamina ha dejado de ser solo una pequeña isla del mar Egeo, a dos kilómetros del puerto del Pireo y, más allá de los mapas, existe en cualquier lugar donde alguien, en inferioridad numérica, se rebela contra una agresión avasalladora.
Heródoto se esforzó por derribar los prejuicios de sus compatriotas griegos, enseñándoles que la línea divisoria entre la barbarie y la civilización nunca es una frontera geográfica entre diferentes países, sino una frontera moral dentro de cada pueblo; es más, dentro de cada individuo.
Milenios antes del multiperspectivismo contemporáneo, el primer historiador griego comprendió que la memoria es frágil, evanescente, y que cuando alguien evoca su pasado deforma la realidad para justificarse o encontrar alivio.
Muchos siglos más tarde, un pariente intelectual de Heródoto, el filósofo Emmanuel Levinas —lituano, francés adoptivo y judío—, que sobrevivió a un campo de concentración alemán tras perder a toda su familia en Auschwitz, escribiría: «Mi acogimiento del otro es el hecho decisivo por el cual se iluminan las cosas».
En realidad, la leyenda del rapto de Europa es un símbolo. Detrás de la historia de la princesa arrebatada de su hogar, late un lejano recuerdo histórico: el viaje del conocimiento y la belleza oriental desde el Creciente Fértil hacia Occidente y, en particular, la llegada del alfabeto fenicio a tierras griegas. Por tanto, Europa nació al acoger las letras, los libros, la memoria. Su existencia misma está en deuda con la sabiduría secuestrada de Oriente.
se convirtió en un defensor fervoroso de la libertad y la democracia, y enemigo del despotismo, la autocracia y la tiranía. Pensaba que solo en el primer sistema puede el individuo comportarse dignamente.
«Si a todas las personas se les diera a elegir entre todas las costumbres, invitándoles a escoger las más perfectas, cada cual escogería las suyas; tan sumamente convencido está cada uno de que sus propias costumbres son las más perfectas.
En el fondo, lo que las comunidades humanas tienen en común es aquello que inevitablemente las enfrenta: la tendencia a creerse mejores.

