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by
Paul Johnson
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September 13 - September 25, 2018
Simón fue el último de los hermanos Macabeos. Los Macabeos eran hombres valerosos, desesperados, fanáticos, obstinados y violentos.
Llegaron al poder al frente de una entusiasta banda guerrillera; terminaron rodeados de mercenarios. Su reino, fundado en la fe, se disolvió en la impiedad.
Herodes era íntimo amigo de Agripa, el general en jefe de Augusto, y esta relación permitió extender la protección especial de Roma sobre las grandes comunidades judías, dispersas y a veces amenazadas, que estaban en la órbita romana. Los judíos de la diáspora veían en Herodes a su mejor aliado.
hecatombe (cien
Pero la principal fuente permanente de ingresos era un impuesto de medio siclo aplicado a todos los varones judíos mayores de veinte años.
Así pues, la muerte de Herodes el Grande terminó con la última fase del gobierno judío estable en Palestina hasta mediados del siglo XX. El periodo
Por lo tanto, es importante comprender que la aparente rebelión judía contra Roma en el fondo era un choque entre las culturas judía y la griega.
Los textos griegos, a partir de Homero, fueron guías de la virtud, el decoro y los modos de pensamiento; pero los textos hebreos mostraban una notoria tendencia a convertirse en planes de acción.
El Bautista creía en lo que los judíos denominaban el Mesías, cuya misión se explicaba en dos libros: Isaías y Enoc. No
Isaías parece haber sido, de todos los libros de la Biblia, el más difundido y admirado, y en todo caso el mejor escrito.
Pero parece que la mayoría supuso que el Mesías sería un jefe político-militar, y que su llegada inauguraría un estado terrenal y físico.
Una escuela, encabezada por Shammái el Viejo (hacia 50 a. C.-hacia 30 d. C.), adoptaba una posición rigorista, sobre todo en las cuestiones relativas a la limpieza y la suciedad, un tema explosivo, pues estorbaba gravemente la capacidad de la gente común y pobre de alcanzar la santidad.
A juicio de Shammái, la esencia de la Torá estaba en su detalle; a menos que uno puntualizara exactamente el detalle, el sistema carecía de sentido y no se sostenía.
Pero por supuesto, tomada literalmente, la afirmación de Hillel acerca de la Torá es falsa. Proceder como desearías que procedieran contigo no es toda la Torá.
Cuanto más se examinan las enseñanzas y las actividades de Jesús, más evidente parece que atacaban al judaísmo en una serie de aspectos fatales, que hicieron inevitable su detención y proceso por decisión de las autoridades judías.
Para la mayoría de los judíos cultos, ésta era una doctrina falsa, porque Jesús estaba desechando la Torá como algo sin importancia al insistir en que, a medida que se aproximaba el Juicio Final, lo que se necesitaba para salvarse no era la obediencia a la Ley, sino la fe.
Lo que Pablo dijo fue que las obras buenas eran la condición que permitía ser elegido para participar en la Nueva Alianza, pero que en sí mismas no bastaban para asegurar la salvación, que se obtiene mediante la gracia.
Lo que Jesús cuestionó y Pablo negó taxativamente fue el proceso fundamental de salvación del judaísmo: la elección, el pacto, la Ley. Eran elementos inoperantes, superados, acabados. El complejo proceso teológico puede resumirse sencillamente: Jesús inventó el cristianismo, y Pablo lo predicó.
El monoteísmo ético era una idea cuyo tiempo había llegado. Era una idea judía. Pero los cristianos la llevaron a todo el mundo, y así despojaron a los judíos de su primogenitura.
Las dos grandes rebeliones judías contra el dominio romano no deben interpretarse como meros alzamientos de un pueblo colonizado que responde a la inspiración del nacionalismo religioso, sino como un conflicto racial y cultural entre judíos y griegos.
Desde la Antigüedad más temprana los «hijos de Abraham» habían sido «extraños y viajeros», y se habían visto a ellos mismos en ese papel.
En 133 a. C., el gobernante seléucida Antíoco Evergetes Sidetes recibió de sus asesores la recomendación de que destruyese Jerusalén y aniquilase al pueblo judío, porque era el único pueblo sobre la tierra que rehusaba asociarse con el resto de la humanidad.
La revuelta misma comenzó en 66 d. C., no en Jerusalén, sino en Cesarea, después de una disputa legal entre griegos y judíos, que fue ganada por los griegos.
La gran sublevación de 66 d. C. y el sitio de Jerusalén constituyen uno de los episodios más importantes y terribles de la historia judía.
Entonces, Roma se hizo cargo de la situación y reaccionó con enorme fuerza, y concentró por lo menos cuatro legiones (la V, X, XII y XV) en Judea, al mando de Tito Flavio Vespasiano, uno de los más experimentados generales del imperio.
Pero la razón principal de su cambio de enfoque consistió en que él era un paradigma de un fenómeno judío que llegó a ser muy común en el curso de los siglos: un joven inteligente que, en la juventud, aceptó el modernismo y el refinamiento contemporáneos, y después, al alcanzar la edad madura, retornó a sus raíces judías. Comenzó su carrera de escritor como apologista de Roma y la terminó en una postura que se acercaba
Después de la caída de Jerusalén quedaban sólo tres centros judíos de resistencia: Herodio, que fue ocupada poco después; Maqueronte, tomada en 72 d. C.; y Masada, el espectacular peñasco de cuatrocientos metros de altura, al borde del desierto de Judea, convertido por Herodes en una gran fortaleza en 37-31 a. C.
La ocupación del lugar era esencialmente un problema de estrategia militar, algo en lo que Roma destacaba.
Dos mujeres y sus cinco hijos sobrevivieron ocultándose en una cueva.
Después del sitio, Jerusalén era una ciudad en ruinas, con el Templo destruido y las murallas reducidas a escombros.
Cuando la ruptura entre el cristianismo y el judaísmo llegó a ser insalvable, la única forma de relación entre ellos fue la polémica. Los cuatro evangelios, que pronto se convirtieron en la Torá del cristianismo, incorporaron la tradición judía polémico-sectaria.
En la diáspora, las dinámicas comunidades cristianas no sólo se apoderaron de las mejores ideas teológicas y sociales judías, y por lo tanto del papel de «luz de los gentiles», sino que avanzaron cada vez más entre las propias masas judías, de modo que los judíos de la diáspora fueron una de las fuentes principales de conversos
En adelante, los judíos formaron una catedrocracia: fueron gobernados por la cátedra del maestro. Esto siempre había sido un aspecto inherente al judaísmo, ¿acaso los profetas no eran instrumentos mediante los cuales Dios enseñaba a su pueblo? Pero ahora se convirtió en algo explícito. La tradición afirma que el rabino fariseo
La academia de Yabné, que se ocupaba de realizar los cálculos anuales del calendario judío, completó la canonización de la Biblia. Dictaminó que, pese a la caída del Templo, debían realizarse regularmente ciertas ceremonias, entre ellas la comida solemne de Pascua.
Durante todo este tiempo, las comunidades judías, distribuidas por todo el territorio de Oriente Próximo y el Mediterráneo, y más tarde por la mayor parte de Europa central y oriental, resolvieron la mayoría de sus problemas legales mediante sus propios tribunales religiosos, de modo que este cuerpo de varios estratos de escritos fue no sólo una obra de investigación permanente sobre el verdadero sentido de la Biblia, sino un cuerpo vivo de derecho comunitario, referido a casos reales y personas concretas.
no existe en la historia del mundo un sistema que haya tratado durante tanto tiempo de combinar la enseñanza moral y ética con el ejercicio práctico de la jurisprudencia civil y penal.
La idea del carácter sagrado de la vida humana, porque ha sido creada a imagen de Dios, fue el precepto fundamental de la ética judía y, como hemos visto, determinó las cláusulas de los códigos penales judíos desde los tiempos más antiguos.
No obstante, el judaísmo rabínico de la corriente principal rechazó la dicotomía de cuerpo y alma, del mismo modo que rechazó los poderes del bien y el mal del gnosticismo.
La idea cristiana de que al debilitar el cuerpo mediante la mortificación y el ayuno se fortalecía el alma fue anatema para los judíos.
Los sabios dictaminaron que un hombre no tenía derecho a salvar su vida provocando la muerte de otro y tampoco se le exigía sacrificar su vida para salvar otra.
Cuando se trataba de la vida humana, los factores cuantitativos carecían de valor. Así, un individuo inocente no podía ser sacrificado para salvar la vida de un grupo.
Un principio importante de la Mishná era que cada hombre es un símbolo de toda la humanidad, y quien destruye a un hombre destruye en cierto sentido el principio de la vida, del mismo modo que, si salva a un hombre, rescata a la
El fallo provenía de la mayoría, y en los casos capitales se exigía por lo menos una mayoría de dos personas. El mismo principio de la mayoría se aplicó a la interpretación de la Torá. Una razón por la cual el judaísmo se mantuvo unido a lo largo de siglos fue su adhesión a las decisiones de la mayoría y la gran severidad con que castigó a quienes se negaban a acatarlas una vez que se habían decretado con justicia.
«Si un hombre hiere a su semejante, por eso mismo es culpable de cinco faltas: la herida, el dolor, la curación, la pérdida de tiempo y la indignidad infligida.» Pero la pérdida de dignidad era evaluada jerárquicamente
el concepto del derecho fundamental del hombre a desplazarse libremente tenía raíces muy profundas en el judaísmo, otro de los motivos por los cuales fue la primera sociedad antigua que rechazó la esclavitud.