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January 16, 2018
No lo glorificamos al ser muy fuertes; lo glorificamos, dice la Biblia, al gloriarnos «gustosamente» en nuestras debilidades «para que el poder de Cristo more en [nosotros]» (2 Cor. 12:9).
Una de las maneras más hermosas en que Su poder y presencia operan en nosotros, santificándonos, es por medio de la amistad viva de los hermanos y hermanas que saben con exactitud quiénes somos, las cosas con las que luchamos, dónde hemos fallado y cómo a veces todavía temblamos ante nuestros viejos temores y malos hábitos.
parte de Dios, dicho a través de la voz amorosa de nuestros amigos, de que Él está peleando nuestras batallas por nosotros en todos los frentes, que Él está aquí con nosotros, haciendo todo lo necesario para darnos la capacidad de ser obedientes.
no segar con ligereza nuestros pecados y no mantenerlos tapados, fuera de la vista del público.
La primera parada es un territorio muy conocido: la culpa y la vergüenza.
Las partes que solemos tratar de cambiar primero (la ira, el abuso, la lujuria, las cuales abordaremos en este capítulo) solo representan el fruto que crece al final del tallo. En realidad, si lo arrancas, no lo has matado porque de inmediato comenzará a crecer otro fruto donde solía estar el anterior.
Lo que a menudo encontrarás allá abajo en las raíces, cuando vayas a cavar, es tanto un hambre de inocencia como un hambre de honor. La culpa (que nos roba la inocencia) y la vergüenza (que nos roba el honor) son la doble hélice que crea el ADN de nuestra peor conducta.
Es por eso que a veces podemos sentir culpa sin ser en realidad culpables de nada (culpa falsa)
La verdadera culpa no es en realidad un sentimiento; es una condición del ser.
Pero tenemos que reconocer cuándo el estándar que aparentemente hemos violado, el que nos está haciendo sentir culpables, tal vez no sea el estándar de Dios, ni de la Biblia.
la culpa puede explotar en cualquiera de estos puntos de partida –desobediencia verdadera, tú mismo u otros.
¿Por qué estamos tan avergonzados de nosotros mismos, de esas cosas?
La vergüenza está profundamente arraigada en la identidad.
Pero ¿de dónde viene esa presión? ¿Quién alimenta y dirige esos deseos?
Una de las principales razones por las que la gente se desvía hacia el flirteo sexual, las aventuras amorosas y la pornografía es que la culpa y la vergüenza han devaluado la imagen que tienen de sí mismos; pierden la capacidad de contemplar el verdadero valor en otra persona, personas que han sido creadas por Dios con un valor intrínseco, no para darnos placer a nosotros, sino para que encontremos placer en Él.
La pregunta de Jesús es relevante aquí: «¿Dónde está vuestra fe?». En lugar de mirar todo el tiempo nuestras faltas o seguir sin esperanzas en nuestro pecado, podemos volvernos a Él y encontrar de nuevo nuestros deseos de inocencia.
¿Por qué deberías hacerlo? Porque la verdad es que no hay secretos. Incluso si nadie, excepto Dios, sabe algunos secretos sobre ti, el peso de esos secretos es la raíz debajo de toda tu depresión, tu repugnancia de ti mismo, tu frialdad hacia la adoración, tu obsesión con mantenerse tapado y misterioso, difícil de arrinconar, difícil de ser conocido.
por medio de la naturaleza adoptiva del evangelio, se han dado cuenta de que son plenamente conocidos por un Padre que se deleita por completo en ellos. No se jactan de su vergüenza, se jactan de un Dios que es mayor que su vergüenza. No están minimizando el pecado, se glorifican en la suficiencia de Cristo.
La paz y la prosperidad que existían en la vida de Adán y Eva antes de la Caída no eran metas que ellos habían procurado para sí mismos y de alguna manera no habían logrado alcanzar. La comodidad y la abundancia no eran su destino final: una búsqueda intencional de circunstancias y condiciones de vida. No, la fuente de su confiada certeza era solo Dios, Dios mismo.
Es por eso que Él optó por presentarse a Sí mismo en la Escritura como el «Dios de toda consolación» (2 Cor. 1:3).
Abba. Es un término que en realidad no significa «Papito», como dice mucha gente. (Los judíos que vivían en aquel momento y lugar históricos no soñarían nunca con usar una manera tan informal para dirigirse al padre. Hubiera sido muy irrespetuoso). Porque a pesar de que «Abba» sí tiene la connotación de cierto nivel de intimidad familiar, más bien comunica la idea de que «mi papá le gana a tu papá», que a nuestro Padre nadie lo toma por sorpresa ni lo mueve nada que parezca demasiado grande para nosotros, sea lo que sea.
cada uno de esos temores, tanto los reales como los imaginarios, nos dan cierta información instructiva sobre nosotros mismos.
Pero todo lo que existe a nuestro alrededor en la tierra, desde los electrodomésticos hasta nuestras posesiones, pasando por la gente y las relaciones, incluso los hijos que viven justo debajo de nuestro techo, todo ello se puede convertir en un ídolo que drena nuestra confianza en la suficiencia y soberanía de Dios.
nosotros, ni siquiera estamos convencidos de que Él nos ama y haría las cosas mejor si pudiera. Dudamos de Su grandeza y dudamos de Su bondad.
para confesar que la razón por la que tenemos temor es que no creemos que Su gobierno sobre nuestra vida es más compasivo y completo que nuestro propio control personal obsesivo-compulsivo, nunca podremos avanzar más de ahí.
Entonces, pregúntate: ¿Por qué no confías en Él después de todo lo que Él hizo para salvarnos de situaciones que, desde el punto de vista de la eternidad, son mucho más difíciles de desenredar que cualquier temor que podamos enfrentar hoy?
Tal vez tu corazón ha sido gravemente herido por personas que te traicionaron en el pasado. Quizás tantas cosas salieron mal en tu vida que tiendes a ser más cauteloso y escéptico, y no estás dispuesto a tener esperanza con facilidad.
No digo ni por un minuto que temores como los míos o como los tuyos no estén basados en la realidad. A veces sí lo están. Este cáncer me puede matar, yo lo sé. Y hay momentos en los que me aterra, días cuando preferiría no estar escribiendo sobre la ansiedad, sino regodeándome entre la autocompasión y la vil desesperación, entregado por completo al pánico.
Eso no le resta nada a los problemas de hoy, a las pérdidas que sufrimos mientras vivimos bajo la maldición de la Caída. Pero nos afligimos en los amorosos brazos del Padre, en la esperanza del regreso de Cristo, en medio de las sombras que ya comienzan a verse de los nuevos cielos y la nueva tierra.
Lo peor que puedes hacer con el temor y la ansiedad es pretender que eres demasiado fuerte para sentirlos. Lo mejor que puedes hacer es dejar que Dios se encargue de ellos. Porque de todas formas, Él está a cargo. Y en Él, tú estás en Su paz. Y eso no solo es bueno, sino fantástico.
No estamos aquí para ser el personal publicitario de Dios ni para ser anunciantes que no dicen nada más que cosas agradables y suaves, hablando de cheques de 1000 dólares que llegan por correo.
evangelio se renueva en ti «de día en día» (2 Cor. 4:16). Queremos tomar todas las verdades poderosas que hemos descubierto hasta ahora, así como las verdades incómodas que hemos descubierto acerca de nosotros y clavar una estaca en el suelo que diga: «Estoy comprometido con este proceso que Dios sabe que es lo mejor para mí. Me rindo a largo plazo a cualquiera de las tácticas de Dios que puedan acercarme por completo a Su amor y victoria…
(1) renunciar a lo que es viejo, (2) volver a arraigar lo nuevo y (3) pedir ayuda a Dios todo el tiempo para continuar con la transformación en marcha.
Él se mantiene a la espera, hasta que ellos lleguen, finalmente, a un callejón sin salida tan estrecho y desesperado que clamen pidiendo auxilio.
quiere que tú seas completamente libre para disfrutar y explorar lo que sea que venga después, para experimentarlo todo como una parte conectada de tu vida con Él, no para estar atado a obstáculos y secretos que te impiden ser plenamente tú mismo y estar vivo por completo a cada momento.
Renuncia a la raíz, pero no al Jardinero. Y vuelve a sembrarte en el suelo del evangelio, donde puedan crecer raíces nuevas y santificadas que se conviertan en un fruto mucho más delicioso.
Repetimos, para aclarar, que esas raíces son los deseos de nuestro corazón. El problema no es que estén presentes y que tengamos deseos. El problema es dónde procuramos sembrarlas, dónde las estamos arraigando. Si las arraigamos en el reino del mundo, en cosas terrenales y metas que no pueden satisfacernos, esas raíces no tienen más opción que brotar como fruto malo (adicciones, ansiedad, depresión, abuso, ira que lleva al pecado, etc.). Pero si arraigamos esos mismos deseos en el reino de los cielos, en las verdades y las promesas de Dios, producirán más bien el fruto del Espíritu dentro de
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Entonces, mientras tanto, empleamos la ética constante de renunciar a quienes fuimos una vez, esos rasgos y reflejos que todavía pueden ser tan naturales y justificables para nosotros, al tiempo que volvemos a enraizarnos de continuo en la promesa del evangelio de que «somos hechura suya» (en realidad, se podría leer, «somos su poesía»), «creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef. 2:10); que «os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos» y en su lugar «… que seáis renovados en el
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Instrucciones para llegar
Día a día, una ética continua. No una bala de plata, sino una verdadera relación.
Entonces, las peticiones se convierten en una experiencia diaria y constante también, admitiendo nuestra necesidad y estando con Él; arrepintiéndonos y recibiendo, confesando y cambiando. No nos quedamos empantanados en las luchas del año pasado, ni preocupados por saber cuánto tiempo seguiremos tan sujetos a las mismas tentaciones (las cuales, a propósito, no son pecado, pero se sienten como si lo fueran).
Porque la verdad del asunto es que la vida va a ser dura de todas formas. Lamento tener que decírtelo así. Ya sea con Cristo o sin Cristo, a pesar de los abundantes buenos momentos y las razones para celebrar, hay muchas cosas en el futuro que no son para celebrar.
Por ejemplo, si estamos obstinados en poner toda nuestra energía en crear mejores versiones de nosotros mismos, en volvernos tan fuertes como para que pensemos que tenemos éxito en la vida, ¿no estamos casi obligados a usar a los demás como palanca para que nos ayuden a llegar allí? ¿No es necesario usar a otras personas como materia prima que ensamblamos y empleamos para nuestros propios propósitos? Tal vez logremos que nos digan lo fantásticos que somos, que hagan lo que queremos que hagan. Pero ¿es esa una forma verdadera de cultivar amistades? ¿Es esa una manera sana y útil de dirigir una
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Corrección de la visión
Cuando pecamos contra los demás y creamos discordia, perdemos la capacidad de determinar la profundidad de la herida que infligimos.
1. Podemos asumir la responsabilidad.
Pero con el evangelio sobre nuestras espaldas, podemos asumir la total responsabilidad de todo lo que hicimos.
2. Podemos evitar todas las acusaciones.
En lugar de ello, debemos mencionar específicamente lo que hicimos, reconociendo el dolor y la dificultad que causamos en sus vidas y dejando la pelota suavemente en su cancha, entendiendo que pueden tomar el tiempo que sea necesario para aceptar nuestras disculpas, esperando que nos ayuden a reconstruir lo que nosotros contribuimos a derribar.
si a pesar de nuestra limpia conciencia e intenciones auténticas, la persona con la que intentamos hacer las paces no nos cree o no desea participar en la reconciliación que estamos buscando, la Escritura nos deja una única y santa alternativa: bendecirlos y seguir adelante… y seguir orando y asegurarnos de ser coherentes y auténticos con ellos.

