Redención: Cómo cambiar: una perspectiva saturada por el evangelio (Spanish Edition)
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ser seguidor de Cristo no significa que nunca pequemos
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Pero sí significa que nos ha dado, al salvarnos, un corazón que desea regresar a Él… cuando pecamos.
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solo el cristiano ha recibido lo que él o ella necesita para aborrecer de verdad y por completo su pecado, deseando la verdadera justicia de dentro hacia fuera y desafiando lo malo en ellos hasta el punto de tener un diagnóstico claro.
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¿cómo podemos saber si nuestro arrepentimiento es genuino, la clase de arrepentimiento que realmente te dirige al cambio?
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La tristeza horizontal
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La tristeza emocional
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La tristeza pasiva
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Pero ¡vamos!, no es tan fiero el león como lo pintan. Si lo observamos con más cuidado, podremos mantenerlo bajo control. No hay problema. No volverá a suceder. Si lo manejamos un poquito mejor, vamos a estar bien.
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Pero el pecado no se puede amaestrar, es necesario matarlo. No va a orinar solo sobre el papel, sino que va a arruinar la casa por completo. La única manera de cambiarlo es deshaciéndose de él, no limpiando lo que ensucia y tratando de enseñarle a tenerte consideración. La tristeza viene por tratar el pecado con ligereza; el cambio se produce cuando tomamos en serio el pecado.
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La tristeza mal...
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Escúchame, en resumidas cuentas, nadie puede obligarte a hacer nada, excepto tú mismo. Las demás personas y las situaciones externas pueden ponerte mucha presión y, claro, pueden ejercer una gran influencia. Pero a la larga, tú eres el responsable de tus pensamientos y de tomar las decisiones.
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Incluso como creyentes, podemos comportarnos de manera «mundana» con nuestra tristeza, así como podemos ser mundanos en muchas otras áreas.
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Pero fíjate en esto: solo los cristianos tienen la posibilidad de «entristecerse» de una forma que produzca un cambio verdadero y duradero.
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los cristianos no estamos confinados a respuestas penosas que no pueden hacer nada más que matarnos un poquito cada día: esforzándonos tanto en actuar como si no fuéramos pecadores o como si nuestro pecado no fuera gran cosa; al menos, no tan malo como parece cuando estamos más decepcionados por ello. Pero sí, lo es. Es malo, muy malo.
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La tristeza piadosa tiene una visión clara
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Dios nos quita las vendas de los ojos para que podamos ver nuestros razonamientos y justificaciones, y nos da claridad para reconocer con exactitud lo que estamos haciendo.
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En realidad la Biblia dice que es la persona malvada la que «… en sus propios ojos la transgresión le engaña en cuanto a descubrir su iniquidad y aborrecerla» (Sal. 36:2). Pero fue el hijo pródigo –el que se había alejado de su padre y, sin embargo, mantuvo su derecho de heredero producto de su relación familiar—, el que «volvió en sí» en la pocilga y se dio cuenta de que había pecado, no solo contra su padre, sino también «contra el cielo» (Luc. 15:17-18).
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Si alguna vez sientes que la Escritura te sujeta la espalda al asiento mientras la escuchas en la iglesia, cuando oras en casa o cuando lees en el bus que te lleva al trabajo, no te alejes ni intentes cambiar la estación para evitar la exposición. No. Escucha. Absórbela. Recíbela. Aprópiate de ella. Luego, ofrécela a Él en arrepentimiento. Tu Redentor, el único que puede restaurarte, está presente para liberarte del peso condenatorio de la palabra.
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2. La tristeza piadosa produce dolor
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La tristeza piadosa confiesa pronto
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Después de ver tu pecado y haberte dolido con él, lo peor que puedes hacer es tratar de tapar tu pecado con la esperanza de que nadie averigüe quién eres tú en realidad. Pues resulta que la mejor manera de evitar ser descubierto como una persona falsa es no serlo,
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Porque incluso si somos conocidos en un 99 % (o mucho menos, lo cual suele ser el caso) por nuestro cónyuge, nuestros amigos, nuestra familia y la gente que nos rodea, todavía no somos conocidos por completo. Todavía nos ocultamos. Todavía nos cubrimos. No queremos que lo sepan todo. Sin embargo, la tristeza verdadera por el pecado suplica que la den a conocer, tanto de manera vertical, ante Dios, como horizontal, ante los demás.
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no tienes probabilidad de experimentar un cambio real en tu vida si te empeñas en proteger tu imagen, hacerle publicidad a tu marca espiritual y dar la impresión de que tú eres mucho más impasible a la tentación de lo que sugiere la realidad que vives y conoces.
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La tristeza piadosa nos hace ruborizar
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Pero de cualquier manera, el fruto de acudir a Dios antes de pecar, después de pecar, incluso justo en medio de nuestro pecado, es donde los cristianos experimentamos a qué sabe el honor que teme a Dios, la gratitud, la dependencia, la adoración, la seguridad, la confianza, la libertad y el avivamiento.
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tal vez estuviste pensando que tu trabajo es mantener a Dios impresionado o si estás tan harto de lo que has llegado a ser que casi perdiste la esperanza de intentar alguna vez cambiar a esa persona, date cuenta de que hay «más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan [o creen que no necesitan] arrepentimiento» (Luc. 15:7). Sí, hasta la lucha es algo para celebrar.
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Dios llegó a nuestra vida para redimirnos, incluso de padres buenos, de padres fieles, que hicieron lo mejor posible, pero que incluso, al amarnos, no pudieron hacerlo de la manera en que nos ama nuestro Padre.
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Ahora bien, si no hay deseo, si no hay interés en seguir a Dios, no hay respeto por Él como Padre, no hay una verdadera inclinación a hacer lo que Él dice, entonces sí es justo cuestionar si en realidad tú confiaste en Él para salvación.
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Porque (¡cuidado!, ahí viene una verdad dura) Dios no es Padre de todos. No todos somos Sus hijos.
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La familia de Dios es grande, pero no es universal. Dios es el Creador de todos, comprende eso, pero solo es el Padre de los que fueron redimidos por medio de Su evangelio, aquellos a quienes Él adoptó por gracia en esa relación familiar única, tierna, eterna e inalterable.
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lo que es mejor todavía, mejor incluso que darnos el cuerpo que siempre hemos deseado, mejor que vivir en el lugar más hermoso y perfecto que podemos imaginar, nos va a dar a Sí mismo.
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Deberíamos alegrarnos de que la Biblia no evita hablar de las realidades sucias, difíciles y dolorosas de la vida en este quebrantado planeta. La Palabra de Dios es honesta. Él siempre dice la verdad. Claro, incluso Sus hijos tienen que lidiar con algunos recuerdos difíciles de su pasado y con nuevos desafíos en su presente y futuro.
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tu Padre celestial no está satisfecho con solo saber que tu fundamento y tu futuro están asegurados por la eternidad. Lo que Él busca, lo que sabe en Su infinita sabiduría, es la explosión de gozo y aire fresco más satisfactoria que Sus hijos puedan experimentar jamás en la tierra. Esto es, la creciente realidad de una vida santa, transformada, que gira hacia lo correcto. No solo una santidad posicional, sino una santidad manifiesta:
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La santificación está compuesta, para decirlo brevemente, de estos dos elementos: vivificación y mortificación.
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La Biblia dice que tú recibiste la autoridad para poner tus pensamientos «en cautiverio» (2 Cor. 10:5), para supervisar lo que piensas, de forma que en lugar de ser «adapt[ados] a este mundo», con su amplia selección de variedades de pecado y valores miopes, tu vida pueda ser de verdad «transforma[da] mediante la renovación de [tu] mente» (Rom. 12:2).
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Si puedes pensar en la vivificación como el alimento fertilizante que da vida a las plantas que tienes en tu jardín, la mortificación es el proceso agotador de arrancar la mala hierba.
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Lo que debe quedar claro es que no puedes hacer lo uno sin lo otro. Porque si lo único que haces es echarle agua a tu suelo espiritual con más lecturas bíblicas y notas de sermones, pero no limpias de manera activa las actitudes y conductas espinosas y densas que no deberían estar ahí; entonces, lo único que logras es dejar el suelo abarrotado de más cosas de las que puede soportar, secando todos sus nutrientes. En resumen, garantizando que nunca vas a estar contento con lo que crece allí.
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El único pecado saludable es el pecado muerto.
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no hay ningún versículo bíblico que prohíba dormir hasta las 10:00 de la mañana los sábados, ni comprar un billete de lotería, ni escuchar música que te recuerda tu vida desordenada, ni comprar dos bolsas grandes de palitos de queso cuando están en descuento. Pero por la razón que sea, para ti, esas cosas de manera evidente te restan tu celo por Cristo cuando las haces, cuando las miras o cuando juegas cerca de ellas o te acercas a ellas.
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La vivificación y la mortificación son, de forma bastante literal, cuestión de vida o muerte. Es lo que viene en el plan de estudios del entrenamiento de Dios para ayudarte a transmitir el evangelio desde el estudio teológico hasta tu misma sala.
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Pero podemos retrasarlo y restringir nuestro progreso si insistimos en hacerlo a nuestra manera.
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Uno de los retrasos que interfiere con el paso de la santificación es lo que nosotros llamamos «segar» nuestro pecado; es decir, tratar solo los síntomas peores, pero sin cavar profundo para erradicar las raíces que continúan produciendo toda esa mala hierba y son el origen de todos esos problemas.
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El conflicto que tú tienes no es principalmente acerca de ellos; Dios obra en ese conflicto para revelar algo acerca de ti.
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Sin embargo, en la mayoría de los casos, mientras profundizamos en lo que esa persona o personas hicieron para herirnos y hacernos la vida difícil, no vemos la necesidad de cavar mucho en nuestra propia parte del terreno.
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Y la verdad es lo que Dios siempre quiere que tú veas. Porque cuando estás lidiando con la verdad es cuando puedes trabajar de manera activa hacia el verdadero cambio.
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Es hora de que la santificación se convierta en un proceso personal para ti, no solo una asignación personal para alguien más.
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nunca te vas a curar de la enfermedad que padeces tomándoles radiografías a otras personas.
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Pero si los que luchamos con las adicciones tratamos solo los problemas superficiales, los síntomas visibles y no trabajamos para entender qué es lo que en realidad produce el dolor en lo profundo del interior, estamos condenándonos a lo que el profeta Jeremías llamó: «“Paz, paz”, pero no hay paz» (Jer. 6:14). Una abstinencia forzada donde no hay sanidad.
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Dios quiere de nosotros más que un simple «sentirnos bien por ahora». Nos quiere libres para siempre. Él ya hizo todo lo necesario para posicionarnos con cantidades eternas de santidad e identidad. Fuimos justificados y adoptados por completo.
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¿no es la idea de la santificación el hecho de que no hemos alcanzado la meta?, ¿que todavía estamos creciendo y llegando a ser algo?, ¿que todavía estamos aprendiendo a poner en práctica el evangelio? Entonces ¿por qué esa obsesión de pretender ser algo para otras personas que están fingiendo ser algo para nosotros? Es una locura. Te das cuenta, ¿no?