Los hermanos Karamázov
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Expresaré desde el principio mi parecer sin reservas: era sencillamente un filántropo precoz y, si se había adentrado en la senda de la vida monástica, eso se debía tan solo a que era en aquel tiempo la única que le había impresionado, la única en la que veía, por así decir, un ideal, una salida para su alma, ansiosa de abandonar las tinieblas del mal del mundo y ascender hacia la luz del amor. Y esa senda le sedujo por la sencilla razón de que había encontrado en ella a un ser que, en su opinión, resultaba excepcional: el célebre stárets8 Zosima, a quien se ató con todo el fogoso primer amor ...more
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«Una auténtica nariz romana –decía–; junto con la nuez, tengo una genuina fisonomía de antiguo patricio romano de la época de la decadencia». Por lo visto, le hacía sentirse orgulloso.
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En el realista la fe no nace del milagro, sino el milagro de la fe. Una vez que cree, precisamente en virtud de su realismo ha de admitir sin falta el milagro.
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si se adentró por ese camino fue exclusivamente porque en aquel tiempo fue lo único que le impresionó, y porque se le presentó, súbitamente, como un ideal, como una salida para su alma, que ansiaba abandonar las tinieblas y ascender hacia la luz.
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Después de haberlo meditado seriamente, impresionado por la convicción de que existe la inmortalidad y existe Dios, se dijo sin tardanza, con toda naturalidad: «Quiero vivir para la inmortalidad, no estoy dispuesto a aceptar un compromiso a medias». Exactamente del mismo modo que, si hubiera llegado a la conclusión de que ni la inmortalidad ni Dios existen, se habría hecho enseguida ateo y socialista (ya que el socialismo no consiste únicamente en la cuestión obrera, o del llamado cuarto estado, sino que consiste, ante todo, en la cuestión del ateísmo, la cuestión de la encarnación ...more
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Sí, él comprendía perfectamente que para el alma humilde del pueblo llano de Rusia, agotado por el trabajo y la amargura y, sobre todo, por la injusticia incesante y el pecado incesante, tanto propio como del mundo, no hay mayor necesidad ni consuelo que hacerse con una reliquia o tener acceso a un santo, caer a sus pies y venerarlo: «Aunque el pecado, la mentira y la tentación habitan entre nosotros, no deja de haber en la tierra, en algún lugar, un hombre santo, un ser superior; al menos en ese hombre reside la verdad; al menos él conoce la verdad; así pues, la verdad no ha muerto en la ...more
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«De todos modos, es un santo; en su corazón se oculta el misterio de la renovación para todos, el poder que instaurará, finalmente, la verdad en la tierra, tras lo cual todos seremos santos, todo el mundo amará al prójimo, no habrá ni ricos ni pobres, ni exaltados ni humillados; todos seremos como hijos de Dios y llegará el verdadero reino de Cristo».
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la puntualidad es la cortesía de los reyes4...
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Precisamente, siempre que me acerco a la gente, me da la sensación de que yo soy más canalla que nadie y de que todo el mundo me toma por un bufón, de modo que me digo: «Venga, vamos a hacer el bufón; no tengo miedo de vuestra opinión, porque todos, todos sin excepción, ¡sois más canallas que yo!».
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Quien se engaña a sí mismo y escucha sus propios embustes acaba por no discernir la verdad, ni en su fuero interno ni a su alrededor, y deja en consecuencia de respetarse a sí mismo y de respetar a los demás.
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Acaso no sabes lo osados que son estos pequeños cuando están ante el trono de Dios? No hay nadie más osado en el reino de los cielos: Tú, Señor, nos has dado la vida, le dicen a Dios, y apenas empezábamos a entreverla cuando nos la volviste a arrebatar. Y piden y preguntan con tanto atrevimiento que el Señor les otorga de inmediato el rango de ángeles. Así pues, alégrate tú también, mujer, y no llores más, pues tu pequeño se encuentra ahora junto a Dios en compañía de sus ángeles».
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No hay ni puede haber en toda la tierra un pecado tal que Dios no se lo perdone a quien se arrepienta de verdad. Y el hombre no es capaz de cometer un pecado tan grande que agote el infinito amor de Dios. ¿Puede haber acaso un pecado que supere al amor divino?
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Pues los hombres han sido creados para la felicidad, y aquel que es plenamente feliz tiene todo el derecho de decirse a sí mismo: «He cumplido la voluntad de Dios en esta tierra». Todos los justos, todos los santos, todos los mártires, han sido felices.
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–Mediante la experiencia del amor activo. Intente amar al prójimo activamente y sin descanso. A medida que progrese en el amor, se irá convenciendo de la existencia de Dios y de la inmortalidad de su alma. Y, si llega a la completa abnegación en el amor al prójimo, creerá usted sin reservas, y no habrá duda capaz de penetrar en su alma. Es cosa probada y segura.
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cuanto más amo al género humano en general, menos aprecio a los hombres en particular, o sea, tomados de uno en uno, como individuos.
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Evite, sobre todo, la mentira, cualquier mentira, y evite en especial mentirse a sí misma. Vigile su mentira y esté pendiente de ella sin descanso, hora a hora, minuto a minuto. Evite asimismo la sensación de repulsión, la repulsión de los demás y la repulsión de sí misma: aquello que descubra en su interior y le parezca malo, ya solo por haberlo descubierto se volverá más puro. También debe evitar el miedo, si bien el miedo no es más que una consecuencia de la mentira. No tema nunca su propia cobardía con vistas al logro del amor; ni siquiera debería temer en exceso los malos actos que, en ...more
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–Si todo fuera Iglesia, ésta excomulgaría al criminal y al rebelde, pero no se cortarían cabezas –prosiguió Iván Fiódorovich–. Yo le pregunto: ¿adónde iría el excomulgado? Pues se vería obligado a apartarse no solo de los hombres, como ocurre ahora, sino también de Cristo. Porque con su crimen no solo se habría levantado contra la gente, sino igualmente contra la Iglesia de Cristo. En sentido estricto, eso ya ocurre ahora, desde luego, aunque no se proclama, y la conciencia del criminal de hoy con extraordinaria frecuencia llega a un trato consigo misma: «He robado –dice–, pero no voy contra ...more
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dos. Si hay algo que protege a la sociedad, incluso en nuestro tiempo, y que puede corregir al propio criminal, haciendo de él otro hombre, es únicamente la ley de Cristo, que se manifiesta en el conocimiento de la propia conciencia. Solo después de haber asumido su culpa como hijo de la sociedad de Cristo, es decir, de la Iglesia, el delincuente adquiere asimismo conciencia de su culpa ante la sociedad misma, es decir, ante la Iglesia. Así pues, solo ante la Iglesia es capaz el criminal contemporáneo de asumir su culpa, no así ante el Estado. Por
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que no hay ley natural que lleve al hombre a amar al género humano; y que, si hay amor en la tierra y lo ha habido en el pasado, eso no obedece a ninguna ley natural, sino únicamente a que la gente creía en la inmortalidad. Iván Fiódorovich añadió, entre paréntesis, que a eso se reduce toda la ley natural, de modo que, si privamos a la humanidad de la fe en su propia inmortalidad, no solo se secará en ella el amor de forma inmediata, sino también, de paso, toda fuerza viva capaz de prolongar la vida en la tierra. Es más, en tal caso ya nada sería inmoral, todo estaría permitido, hasta la ...more
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–Allí eres más necesario. Allí no hay paz. Servirás la mesa y así serás útil. Si se levantan los demonios, recita una plegaria. Y debes saber, hijo mío –al stárets le gustaba llamarlo así–, que en el futuro tu sitio tampoco estará aquí. Recuerda mis palabras, joven. En cuanto Dios haya dispuesto que entregue mi alma, sal del monasterio. Vete para siempre.
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Cristo está contigo. Consérvalo, y Él te conservará a ti. Descubrirás un dolor inmenso, y en ese dolor serás feliz. Éste es el precepto que te anuncio: busca la dicha en el dolor. Trabaja, trabaja sin descanso.
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Todas esas personas tan honradas, pero inclinadas a la lujuria, tienen un límite, y ni se te ocurra pasar de ese límite.
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Pushkin, cantor de los piececitos femeninos, los ensalzó en sus versos; otros no los ensalzan, pero no pueden mirarlos sin sufrir un espasmo. Y no se trata solo de los pies...
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Otro Karamázov. Todo el problema vuestro de los Karamázov radica en lo mismo: ¡sois unos lujuriosos, unos codiciosos y unos chiflados!
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Iván tiene un alma tempestuosa. Su mente está cautiva. Hay en él una idea grandiosa, aún por desentrañar. Es de esas personas que no necesitan millones, sino aclarar su pensamiento.
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«Sin la inmortalidad del alma, tampoco puede haber virtud, de modo que todo está permitido».
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«Y han empezado a hablar de mí, y han dicho muchas cosas, algunas de ellas malas. Mas yo, habiendo oído todo eso, me he dicho: ésta es la medicina de Jesús, el cual me la ha enviado para sanar la vanidad de mi alma».
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«Sufre con resignación y alegría la infamia inmerecida que sobre ti pesa, y no te aflijas ni odies a tu infamador».
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Aliosha estaba seguro de que nadie en el mundo quería ofenderlo nunca, y no solo es que no quisieran ofenderlo, sino que tampoco podían. Eso, para él, era un axioma, definitivamente aceptado, sin discusiones, y con éstas siguió adelante, sin la menor vacilación.
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Pero enamorarse no significa amar. Uno puede enamorarse incluso odiando.
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Y cuando me encontraba sumido en la más profunda, en la más honda vergüenza (y eso era lo único que me sucedía), siempre leía este poema sobre Ceres y el hombre. ¿Me servía para corregirme? ¡Nunca! Porque soy un Karamázov. Y cuando me precipito al abismo, me precipito derecho, con la cabeza abajo y los talones arriba, incluso me siento satisfecho de caer en una posición tan humillante y considero que para mí eso es la belleza.
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»Yo, hermano, soy ese insecto, y esas palabras fueron pronunciadas especialmente para mí. Y todos nosotros, los Karamázov, somos así; ese insecto también vive dentro de ti, Aliosha, que eres un ángel, y engendra tormentas en tu sangre. ¡Tormentas, porque la lujuria es una tormenta, más que una tormenta! ¡La belleza es una cosa terrible y pavorosa! Terrible porque es indefinible, nadie la puede definir, porque Dios solo nos ha dado enigmas.
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Lo terrible es que la belleza no solo es espantosa, sino también un enigma. Es la lucha entre el diablo y Dios, con el corazón del hombre como campo de batalla.
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Me gustaba la depravación, me gustaba también por su misma abyección. Me gustaba la crueldad: ¿acaso no soy una chinche, un insecto maligno? En una palabra, ¡soy un Karamázov!
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No me he ruborizado por tus palabras, ni siquiera por tus actos, sino porque soy como tú.
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–No, demasiado lejos no –replicó Aliosha con ardor. (Por lo visto, esa idea habitaba en él hacía mucho tiempo)–. Los peldaños son los mismos. Yo estoy en el más bajo, y tú, más arriba, pongamos en el decimotercero. Así es como lo veo, pero de todos modos es lo mismo, es exactamente igual. Quien ha puesto el pie en el peldaño más bajo seguramente acabe subiendo sin falta hasta arriba.
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pero el destino se cumplirá, el digno permanecerá en su sitio, mientras que el indigno se esconderá en su callejón para siempre, en su sucio callejón, en aquel callejón que le gusta y es tan propio de él, y allí, en el fango y el hedor, perecerá de buen grado y con placer. Estoy delirando, todas mis palabras están gastadas, como si las soltara al azar, pero tal como acabo de definirlo ocurrirá. Yo me hundiré en el callejón y ella se casará con Iván.
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¿Para qué, entonces, he de dejar, por encima de todo y sin provecho alguno, que me desuellen vivo? Pues, aunque me hubiesen despellejado ya la mitad de la espalda, esa montaña seguiría sin moverse ante mis palabras y mis gritos. En un momento así, no solo pueden asaltarlo a uno las dudas sino que incluso puede perder la cabeza del miedo. Por tanto, ¿de qué sería especialmente culpable si, al no ver provecho ni recompensa aquí ni allí, al menos pusiera a salvo mi piel? Y por eso, confiando mucho en la misericordia de Dios, alimento la esperanza de ser completamente perdonado, señor...
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–¿Por qué no va a quererlo? –siguió diciendo en un susurro Iván, con el rostro contraído por la rabia–. Un reptil devorará a otro reptil, ¡ni más ni menos lo que se merecen!
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–No, es posible que la ames eternamente, pero quizá no seas siempre feliz con ella.
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se golpeaba el pecho con el puño y con un aire muy extraño, como si la infamia se encontrara y la guardara justamente ahí, en su pecho, en algún lugar, quizá en un bolsillo o cosida y colgada de su cuello–.
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En su ardiente plegaria no pedía a Dios que resolviera su confusión, solo tenía sed de una humildad gozosa, de esa humildad que antes siempre visitaba su alma después de haber alabado y glorificado a Dios, y en eso consistía por lo general su plegaria nocturna.
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Pues habéis de saber, amados hermanos, que cada uno de nosotros es culpable, incuestionablemente, por todos y por todo cuanto hay en la tierra, no solo en virtud de la culpa colectiva del mundo, sino personalmente por todos y cada uno de los hombres de la tierra.
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Y os digo una vez más: no os sintáis orgullosos. No os sintáis orgullosos ante los pequeños, no os sintáis orgullosos tampoco ante los grandes. No odiéis ni a quienes renieguen de vosotros, a quienes os difamen, a quienes os insulten ni a quienes os calumnien.
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Aliosha sentía, de manera instintiva, que una mujer con el carácter de Katerina Ivánovna necesitaba a toda costa ejercer su autoridad, pero ella podía dominar únicamente a alguien como Dmitri, jamás a un hombre como Iván. Pues solo Dmitri (aunque a largo plazo, admitámoslo) podría someterse a ella finalmente, «por su propia dicha» (cosa que Aliosha hasta habría deseado), pero Iván no, Iván sería incapaz de someterse, aparte de que semejante sumisión a él nunca le daría la felicidad.
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No podía amar pasivamente: en cuanto sentía amor, inmediatamente se mostraba dispuesto a ayudar. Pero para eso tenía que fijarse una meta, tenía que saber con certeza qué era lo que le convenía a cada uno, cuáles eran sus necesidades; de ese modo, como es natural, una vez establecido con precisión el objetivo, podría ayudar a los dos. Pero allí, en lugar de un objetivo preciso, lo único que había era enredo y confusión. ¡Se había hablado de «desgarro»!
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Seré su dios, un dios al que podrá rezar; eso es lo menos que me debe en pago por su traición y por todo lo que ayer me hizo pasar. Y que vea durante toda su vida que yo siempre voy a serle fiel, a él y a la palabra que una vez le di, a pesar de que él me haya sido infiel y me haya engañado. Yo voy a ser... Me convertiré solo en un medio para su felicidad o, cómo decirlo, en un mero instrumento, una máquina para su felicidad, y así toda la vida, toda la vida, ¡y que él lo tenga presente hasta el fin de sus días! ¡Eso es lo que he decidido! Iván Fiódorovich me apoya sin reservas.
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en lugar de la pobre muchacha ofendida que había estado llorando hasta entonces, reflejando el desgarro de su alma, apareció de improviso una mujer que hacía gala de un perfecto dominio de sí misma y se mostraba incluso visiblemente satisfecha, como si, de pronto, se hubiese llevado una enorme alegría–.
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En todo este tiempo no he hecho otra cosa que oírle hablar de su amor por él. Ahora me marcho, pero debe saber, Katerina Ivánovna, que a quien usted quiere realmente es a él. Y, cuanto más la humilla, más y más lo quiere usted. De ahí su desgarro. Usted lo quiere tal cual es: lo quiere en la medida en que la humilla. Si él se enmendara, usted lo abandonaría de inmediato y dejaría de quererlo. Pero usted lo necesita para recrearse en su abnegada fidelidad y para reprocharle a él su infidelidad. Y todo por orgullo.
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Yo soy demasiado joven y la he amado con demasiada intensidad. Sé que no debería decirle esto, que sería más digno por mi parte apartarme sencillamente de usted; no le resultaría tan insultante. Pero lo cierto es que me marcho lejos y no voy a regresar nunca más. Es algo definitivo... No quiero sufrir este desgarro... La verdad es que no sé qué decir, ya está todo dicho... Adiós, Katerina Ivánovna, no tiene usted por qué enfadarse conmigo, porque yo he sufrido un castigo cien veces mayor que el suyo: ya es suficiente castigo no volver a verla nunca más. Adiós. No necesito su mano. Me ha ...more
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