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«la economía es la ciencia que calcula los resultados de determinada política económica, simplemente planeada o puesta en práctica, no sólo a corto plazo y en relación con algún grupo de intereses especiales, sino a la larga y en relación con el interés general de toda la colectividad».
si la economía se encarga de estudiar las implicaciones de la acción humana y, muy en particular, las causas y las consecuencias de la cooperación humana —la cataláctica de la que hablaba Mises—, habrá por fuerza que plantearse cuáles son todas las consecuencias derivadas de una alteración en el esquema de cooperación social que es la división del trabajo y del conocimiento.
si adaptáramos nuestros razonamientos a nuestros intereses personales, la economía dejaría de ser una ciencia para pasar a convertirse en un ariete político.
aeconómico
antieconómico.
tras la tragedia humana y económica que supuso el tsunami del Índico, Alastair Corera, vicepresidente de la agencia de calificación Fitch, hoy felizmente desacreditada, sostenía que: «El tsunami es una oportunidad de crecimiento para Sri Lanka».
Poco después de la devastación de Nueva Orleans por el Huracán Katrina, el economista jefe del banco estadounidense Wachovia, hoy felizmente quebrado y absorbido por Wells Fargo, se descolgaba con las siguientes declaraciones: «Generalmente es bueno para la economía cuando tienes que reconstruir a gran escala como sucede ahora».
El objetivo no es el pleno empleo, sino aumentar nuestra producción:
zloty polaco o la de la corona islandesa, aunque también cabría mencionar la petición casi generalizada de que China revaluara el yuan para así devaluar el dólar.
Política Agraria Común (PAC).
Las decisiones empresariales deben estar basadas en el ánimo de lucro:
los mercados se mueven en forma de manadas, lo que puede dar lugar a descoordinaciones sociales: si cuando todos venden se reducen demasiado los precios, se producirán quiebras empresariales que elevarán los precios futuros. Por ello, se razona, el Estado tiene que evitar las reducciones excesivas de precios, absorbiendo los excedentes invendibles o fijando precios mínimos.
los mejores precios y salarios no son ni los más altos, ni los más bajos, sino aquellos que, al determinarse en el mercado, permiten maximizar la producción disponible para todos.
deudora neta,
no es necesario provocar inflación, pues el poder adquisitivo, en última instancia, lo constituye la propia producción (como perspicazmente comprendió Jean Baptiste Say y sintetizó en su famosa Ley de Say).
de hecho, durante la Gran Recesión, el único momento en seis décadas donde se percibía una tímida deflación, la Reserva Federal no dudó en multiplicar por tres sus pasivos para tratar de generar inflación en medio del aplauso generalizado de la práctica totalidad de economistas y políticos.
la igualación entre ahorro e inversión no es casual, sino consecuencia del ajuste del tipo de interés; y que la causa de los ciclos económicos no cabe buscarla en el excesivo ahorro sino en las manipulaciones de los tipos de interés de mercado.
desconstruccionismo,
freudismo
psicoanálisis freudiano.
el primer artículo de Hazlitt, «The Fallacies of the N.R.A.»,
«Águila Azul»,
Pero Times se estaba deslizando hacia la izquierda y aprobó los acuerdos de Bretton Woods, incluido el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
argumento de Hazlitt es que las intervenciones de los gobiernos sólo tienen en cuenta las consecuencias que saltan a la vista, pero ignoran las que no se ven, es decir, sólo contemplan los resultados inmediatos, sin preocuparse por las repercusiones a largo plazo, entre las que se cuentan la riqueza no creada o incluso destruida por las regulaciones, la inflación y los impuestos.
The Failure of the New Economics, extraordinaria refutación, línea a línea, de la Teoría general de John Maynard Keynes.
The Critics of Keynesian Economics,
Su último libro completo vio la luz en 1984, cuando había alcanzado los 90 años de edad. Se trataba de una colección —la única impresa por aquel entonces— de los mejores escritos de los filósofos estoicos Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.
«Nos incumbe el deber de hablar cada vez con mayor claridad y más coraje, de trabajar duro y no ceder en esta batalla mientras tengamos fuerzas... Ni siquiera aquellos de entre nosotros que hemos cumplido o ya rebasado los 70 años podemos permitirnos el lujo de dormirnos sobre los laureles y destinar el resto de nuestros días a sestear bajo el sol de Florida. Los tiempos nos exigen valor. Los tiempos nos exigen trabajo duro. Son exigencias elevadas, pero la apuesta es más alta aún. Se trata nada menos que del futuro de la libertad humana, es decir, del futuro de la civilización.»
Y sabemos bien por qué: porque tenía razón: razón acerca del New Deal, razón acerca de Keynes, razón acerca de los ataques a la razón, razón acerca del Estado de bienestar, razón acerca de la inflación y razón acerca de la moralidad del capitalismo.
Trata más bien de evidenciar cómo muchos de los que hoy pasan por brillantes avances e innovaciones son, de hecho, mera resurrección de antiguos errores y prueba renovada del aforismo según el cual quienes ignoran el pasado se ven condenados a repetirlo.
falsedades, una vez pasan al dominio público, se hacen anónimas, perdiendo las sutilezas o vaguedades que puedan observarse en los autores que más han cooperado a su propagación.
existe un segundo factor que a diario engendra nuevas falacias económicas. Es éste la persistente tendencia de los hombres a considerar exclusivamente las consecuencias inmediatas de una política o sus efectos sobre un grupo particular, sin inquirir cuáles producirá a largo plazo no sólo sobre el sector aludido, sino sobre toda la comunidad. Es, pues, la falacia que pasa por alto las consecuencias secundarias.
En ello consiste la fundamental diferencia entre la buena y la mala economía. El mal economista sólo ve lo que se advierte de un modo inmediato, mientras que el buen economista percibe también más allá. El primero tan sólo contempla las consecuencias directas de la medida a aplicar; el segundo no desatiende las indirectas y más lejanas. Aquél sólo considera los efectos de una determinada política, en el pasado o en el futuro, sobre cierto sector; éste se preocupa también de los efectos que tal política ejercerá sobre todos los grupos.
«A la larga, todos muertos».
Hoy es ya el mañana que nos aconsejaba despreciar el mal economista de ayer.
El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o medida política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores.
Nueve décimas partes de los sofismas económicos que están causando tan terrible daño en el mundo actual son el resultado de ignorar esta lección. Derivan siempre de uno de estos dos errores fundamentales o de ambos: el contemplar sólo las consecuencias inmediatas de una medida o programa y el considerar únicamente sus efectos sobre un determinado sector, con olvido de los restantes.
una luna de vidrio rota.
Se confunde necesidad con demanda.
La verdadera demanda económica requiere no sólo necesidad, sino también poder de compra correspondiente.
surge un nuevo sofisma que de ordinario esgrimen los mismos que sostenían el anterior. Consideran la «capacidad adquisitiva» meramente en su aspecto monetario y añaden que actualmente para disponer de dinero basta con imprimir billetes.
La imposibilidad de producir automóviles, radios y frigoríficos durante la guerra acumulará una demanda posbélica para estos determinados productos.
Siempre que se incrementen los negocios en una dirección han de reducirse correlativamente en otras, excepto en la medida en que las energías productivas sean, en general, estimuladas por el sentido de necesidad y urgencia.
Ello es inevitable si se considera que demanda y oferta son sólo dos caras de una misma moneda; son la misma cosa vista desde ángulos distintos. La oferta crea demanda porque en el fondo es demanda. La oferta de lo que se tiene es de hecho lo que puede ofrecerse a cambio de lo que se necesita.
La demanda posbélica en muchos países, repitámoslo, disminuirá en valor absoluto en relación con la de la preguerra porque la oferta posbélica habrá disminuido.
la propia inflación no es más que una manera particularmente viciosa de tributar.
de una manera inmediata o remota cada dólar que el gobierno gasta procede inexcusablemente de un dólar obtenido a través del impuesto.
otras regiones serán por ello relativamente más pobres. De todas formas, lo que «el capital privado no podía construir» ha sido construido, de hecho, por el capital privado; por aquel capital extraído mediante la exacción fiscal,
La argumentación que justifica su injerencia se basa en que el poder público facilitará anticipos a quienes no lo conseguirían de los prestamistas privados. Lo que equivale a decir que los prestamistas estatales asumirán con el dinero ajeno (del contribuyente) mayores riesgos que los prestamistas privados asumen con el suyo.
es de notar que lo realmente prestado no es dinero, mero instrumento de cambio, sino bienes de capital

