Recuerdo una vez que iba en el coche con mi familia. Pasábamos por sembradíos de maíz. En el camino nos cruzamos por una casita solitaria en medio del campo. Yo dije en voz alta, siendo un adolescente, que quería vivir en una casa así. Imagínense un sitio sencillo en medio de la naturaleza. Me acuerdo que mi madre me dijo que debía aspirar a más. Con ese comentario de unos segundos logró transformar mi rumbo. Ahora comprendo que quería decir que debía conocer el mundo antes de decidir dónde asentarme. Dónde echar raíces. Hoy, después de haber alcanzado con suerte y perseverancia lo que siendo joven me planteé, retomo ese deseo de vivir en medio de un bosque. O mejor aún: en una casita frente al mar donde pueda estar tranquilo. Escribir, beber café o mezcal, trabajar. Estar solo o quizá con una familia. Con un hijo y un perro. Con un esposo o un amante. Con una horda de amigos. Pero apacible. Feliz.
Published on September 12, 2015 20:25