En DT de El Comercio

Escribo una breve crónica dedicada al fútbol y en la cabecera también se anuncia ‘Bajo la sombra’.


Cristal Racing


(TEXTO)


CRISTAL vs. RACING, 1997-2015


Mi hermano Christian, el tercero y último de nosotros, nació en el 97. Muchas veces le he contado que una noche de julio o agosto de ese mismo año fui testigo del mejor partido que le he visto jugar al Sporting Cristal. Christian me escucha aunque todo lo que digo sea repetido para él. Le gusta imaginar esa noche a partir de mis recuerdos y de lo que ha visto en los videos de televisión. Frente a esos videos también se sienta Martín, el segundo de nosotros. Recuerdo que en aquella noche fría del 97 él estaba junto a mí y a nuestro padre en la tribuna sur del Nacional, pero en ese entonces Martín apenas tenía ocho años. Él también escucha paciente lo que cuento una y otra vez porque trata de reconstruir en su memoria los detalles de esa noche mágica en la que él, niño aún, se impresionaba con los fuegos artificiales que se elevaban con cada uno de los goles celestes.


El último diez de marzo, horas antes del partido de visita contra Racing en Avellaneda, volvimos al 97 en la pantalla del televisor. Regresamos al partido en que Cristal, de local, le dio vuelta a la derrota que había sufrido de visitante. Comenté otra vez el encuentro en Lima, el preciso tiro libre de Solano, las veces que Julinho bailó a McAllister, los cabezazos de Bonnet, el mejor gol que el Coyote marcó en su carrera. Y al volver a ver con mis hermanos ese partido ya tan lejano en el tiempo suspiré nostálgico y les dije que no guarden esperanzas, que si Cristal no había podido con Racing cuando lo visitó en Avellaneda en la Libertadores del 97, ahora la hazaña sería imposible. Con voz del que todo lo sabe comenté que un empate era el mejor resultado al que podíamos aspirar en Argentina. Les informé que Racing venía de golear en sus dos primeros partidos de copa, que tiene al máximo anotador del campeonato y que, en cambio, Cristal ni siquiera sabía lo que era ganar en este 2015. Dije todo esto y ellos me miraron incrédulos. Martín me contó que apostó con un colega suyo a favor de Cristal y yo sonreí con un tono de burla. Christian me dijo, tímidamente, que tal vez podríamos ganar si jugábamos todo el partido frente a Racing como lo habíamos hecho durante los primeros setenta minutos contra el Guaraní, una semana antes, en Paraguay. Yo negué eso inmediatamente diciéndole que era demasiado joven, que no había visto suficientes partidos, que hay que saber cuándo ilusionarse y cuándo no. Mencioné todo eso sin imaginar que horas después estaría viendo a Lobatón a punto de patear el penal que nos pondría adelante en el marcador. Lobatón, frente al balón, a diez minutos del final y con el estadio en contra, calló a todo el Cilindro de Avellaneda y borró, con una ejecución elegante, fría, genial, todo lo que aquella tarde yo les había dicho a mis hermanos. Minutos después, frente al triunfo en Argentina, acepté mi equivocación y pensé que tal vez sería mejor volver a ver el fútbol con los ojos del adolescente que alguna vez fui, porque así los goles se gritan con más fuerza. Debería volver a ver los partidos con ilusión irracional, como lo hice esa noche de invierno limeño en el 97, cuando era un joven de catorce años y creía firmemente que mi equipo podría llegar a ser el mejor del mundo.


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Published on April 21, 2015 09:18
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