PHANTOM: EL OTRO EN SU MEJOR VERSIÓN


No soy un fanático de los musicales. No logro conectar con ese tipo de propuestas. Me parece antinatural que la gente vaya por ahí cantando en vez de hablando. No me resulta creíble. No me atrae. Es más, suelo irme de esos espectáculos (física o mentalmente) poco después de que arranquen. Y, sin embargo, contra todos mis pronósticos más agoreros, me quedé sentadito en mi butaca del Teatro del Globo hasta que terminó la representación de Phantom, puesta argentina del espectáculo de Broadway parido por Arthur Kopit y Maury Yeston (la dupla creativa tras Nine, nada menos), en base al clásico folletín de Gaston Leroux, El Fantasma de la Ópera.

La obra no las tiene todas consigo, reflexiono mientras tipeo estas palabras. Porque aunque haya sido pensada y elaborada (que no estrenada) antes del suceso británico de Andrew Lloyd Webber, la fama, la trascendencia y el nivel de producción que exhibe con desparpajo el otro Fantasma de la Ópera le juega en contra a este Phantom, porque lleva a comparaciones injustas y odiosas de las que, indefectiblemente, sale perdiendo. Además, los parlamentos originales son (por momentos) demasiado maniqueístas, pomposos y huecos; y dichos en argentino suenan (para la París del siglo XIX) algo falsos.

No soy especialista en musicales; y no tengo idea si Phantom nació pensada como drama o como farsa, o si amaneció un tanto fracturada en su propuesta. Pero el hilvanado de los cuadros pretendidamente serios y las escenas cómicas fluye un tanto forzado; y en el balance general me parece que la elección de un tono satírico le hubiera sentado mucho mejor al conjunto. El problema principal, creo, viene dado porque la hondura existencial de la tragedia que se desarrolla en el escenario es alcanzada y transmitida por las voces y los cuerpos que la transitan (notables, en ese sentido, resultan las actuaciones protagónicas de Juan Rodó, Eluney Zalazar y Manuela Perín), pero no por las palabras que ellos dicen y cantan.

Me queda claro que ésta es la mejor versión posible que pueda montarse de Phantom. Hay momentos de sublime belleza en el ensamble de voces, luces y música, que nos permiten avistar el horroroso abismo que se abre cuando la crueldad y el amor se dan la mano; y el silencio tiende un manto de piedad sobre la incomprensión. Hasta que cae el telón y queda flotando en el aire ese mudo reclamo de perdón, pedido cuando ya era demasiado tarde. Fernando Ariel García
Published on January 28, 2015 15:13
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