Todos a la calle
La Presidenta Michelle Bachelet está realizando un promedio de más de tres actividades diarias en terreno, además de aquellas de carácter público que tienen lugar en La Moneda. Este inusitado ritmo de exposición es el producto de una convicción convertida en estilo: para la Presidenta, la gestión de gobierno no es concebible sin el roce continuo de las máximas autoridades con “la calle”, los muchos públicos a los cuales se deben. Hay en esto una idea subyacente acerca de la democracia y el servicio hacia las mayorías.
Sin embargo, en las últimas semanas, este activismo se ha convertido también en una estrategia de respuesta ante el deterioro de las expectativas económicas y lo que parece estar asociado a ese fenómeno, el declive del nivel de aprobación del gobierno en las encuestas”.
Entre ambas cosas se ubica también el clima de confusión e incertidumbre política creado por las sucesivas polémicas dentro del oficialismo y del propio gobierno.
De seguro, la Presidenta es consciente de que el único factor �de unidad de su coalición es ella misma, y no el programa -como tanto se dijo en los primeros meses-, lo que significa que su presencia en todos los temas es determinante para conservar el rumbo y la propia viabilidad del gobierno.
Por ahora, sin Bachelet no hay Nueva Mayoría, aunque, al mismo tiempo, también es cierto que sin Nueva Mayoría no hay proyecto Bachelet. Ese equilibrio precario sólo puede ser sostenido por ella. No hubo gobierno más personalizado en los pasados 24 años”.
Para hacer frente a la desaceleración económica, la Presidenta ya había impartido la instrucción de “des-reformizar” la agenda pública, esto es, quitar el énfasis puesto en los primeros meses sobre los megaproyectos de cambio para concentrarse en las medidas microeconómicas de reactivación. Pero esta operación se ha mostrado problemática.
Por un lado, porque las reformas ya lanzadas llevan su propio ritmo, como se pudo ver el miércoles en la sanguínea votación del primer proyecto educacional en la Cámara de Diputados, que puso en evidencia no ya las conocidas disensiones dentro de la Nueva Mayoría, sino la voluntad de emplear los mecanismos legislativos para tomar desquite contra los discrepantes. Eso no había ocurrido ni siquiera en las fases más problemáticas del proyecto de reforma tributaria, y lo que en ese caso fue una solución -la negociación en el Senado- parece ahora un anatema que algunos rechazan repetir. Por el momento, antes de la discusión constitucional, la reforma de la educación se perfila como la más seria amenaza contra la integridad del oficialismo.
Por otro lado, porque a pesar del esfuerzo de contención del reformismo “estructural”, las proyecciones de las cifras económicas se han seguido deteriorando, en una escalada de reducción del crecimiento combinada con aumento de la inflación. En poco más de un semestre, las estimaciones de aumento del Producto han bajado desde tres puntos hasta menos de dos en los pronósticos más optimistas, mientras que la inflación pasa del 3% presupuestario a un temible potencial del 5%. Por mucho que un sector del gobierno desconfíe de la poca colaboración de los empresarios, ya no puede desconocer que ella ha sido estimulada por algunos de sus dirigentes.
De allí que “la calle” ha pasado a ser también una manera urgente de restaurar la confianza social.
El caso es que La Moneda está claramente insatisfecha con el desempeño de varios de sus ministros en este plano. Desde el inicio del gobierno, el Palacio ha mantenido una atenta vigilancia sobre las decisiones de comunicación de los ministerios, que determinan su conocimiento, presencia y adecuación al programa.
Ahora último se ha añadido un seguimiento de las actividades en terreno y las respuestas de los ministros ante las demandas de la Presidencia para acompañar a la Jefa de Estado en esas actividades, aun a costa de alterar sus propios compromisos”.
No es preciso tener gran imaginación para captar el nivel de estrés que esto introduce en la gestión ministerial y la dificultad que introduce para el ejercicio de pensar en lo que está pasando. Es un asunto delicado para un gobierno donde no abundan los intelectuales y los principales funcionarios han sido concebidos como ejecutores de ideas no siempre precisas.
El resultado momentáneo es el extendido rumor de que antes de fin de año habría un ajuste de gabinete -la especulación favorita del periodismo político-, sólo que en función no de las capacidades políticas o técnicas de los ministros, sino de sus aptitudes para ajustarse al activismo presidencial”.
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