Iriarte a las piñas

Una tardecita del verano de 1821, Carlos María de Alvear (31 años) y Tomás de Iriarte (26, cuyo retrato publicamos) resolvieron aprovechar el horario en que cede la alta temperatura, para pasear por las afueras de Montevideo, más allá de la muralla que protegía la ciudad. Camino al portón, pasaron por el Café del Fuerte. Alvear tuvo la idea de entrar para ver a Hilarión de la Quintana, militar veterano de las Invasiones Inglesas, del Ejército de los Andes, edecán y pariente político de San Martín, y asiduo cliente del boliche.


Quintana estaba enfrascado en una discusión con su antiguo camarada Juan Ángel Michelena, uno de los principales jefes realistas a partir de 1810, cuando cada uno tomó partido por una causa. La pelea tenía que ver con esas diferencias. Se decían de todo, se insultaban y se agredían. Pero tantos años de amistad les habían dado la confianza para confrontar de esa manera.


A Iriarte no lo entusiasmó la conversación en voz alta de estos hombres, ni sus argumentos. En sus memorias se refirió al episodio: “Se denostaban con palabras, las más groseras e insultantes”. Mortificado, le hizo una seña a Alvear para que se fueran, pero el militar estaba muy entretenido y soltaba carcajadas. Michelena, concuñado de Rivadavia -los dos estaban casados con hijas del finado virrey del Pino-, había intentado bombardear Buenos Aires en 1811. Diez años más tarde, el hombre seguía empecinado en criticar a los revolucionarios.


En su argumentación de aquella tarde, dijo que los americanos deberían reconocer que los verdaderos dueños de la tierra eran los nativos. Iriarte no tuvo mejor idea que interponerse y responder que entonces los españoles deberían ceder su territorio a los fenicios, a los romanos, a los cartagineses y a los moros. ¡Para qué! Michelena reaccionó: “Usted es un niño que todavía no sabe dónde tiene la mano derecha”. Iriarte se enojó y le advirtió que no lo insultara. El realista lo interrumpió: “Le repito, usted es un niño, es un mocoso” y le lanzó la taza de café. Iriarte la esquivó, se fue encima de Michelena y empezaron las piñas.


Como el realista quedó debajo de su contrincante, Iriarte lanzaba las mejores trompadas. Tenerlo dominado por las piernas, ser más joven y estar más sobrio fueron determinantes para la victoria. Luego de un round largo, ambos contendientes se sentaron en la misma mesa, agitados. Alvear pronunció un pequeño discurso invitándolos a batirse a duelo. Pero Michelena, ferviente religioso, no aceptó. Alvear e Iriarte prosiguieron su paseo. Michelena y Quintana retomaron la discusión. Y las copas.

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Published on April 21, 2014 06:22
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Daniel Balmaceda
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