Armonía en el hogar (1931)


En julio de 1931, la revista Para Ti ofreció entre sus innumerables consejos, ideas para mantener la armonía en casa. Bajo el título:  “La Tranquilidad en el Hogar”, decía:


“Muy a menudo vamos a buscar demasiado lejos las causas que pueden llegar a ensombrecer la dicha del hogar. Se acusa frecuentemente al modernismo, a la nueva educación que reciben las jovencitas, a la falta de comprensión de los hombres, a su egoísmo, a su carácter ligero y a su insaciable sed de placeres.


“Y también se acusa la falta de cualidades de buena ama de casa de las jóvenes. Todas estas razones pueden tener cierto valor, pero en general, creo que depende mucho de las mujeres saber asegurar la paz en el interior de su hogar; de conferir esa dulce alegría y tranquilidad que debe ser su verdadero ambiente, para que la paz de su interior y los lazos matrimoniales puedan ser siempre satisfactorios y duraderos.


“En muchos casos es la joven esposa la que por su negligencia destruye ese encanto que le fue propio y que sedujo y atrajo el cariño del que llegó a ser su esposo. Es evidente que la vida en común significa toda clase de deberes, de los cuales pueden algunos ser menos seductores que otros, siendo, sin embargo, igualmente necesarios. Se precisa, pues, de un gran tino para cumplir con ellas discretamente, con el fin de hacerse ver siempre de su marido bajo su aspecto moral más favorable.


“Y, por supuesto, que también el aspecto material debe cuidarse grandemente; muchas mujeres no aciertan a comprender la gran verdad de esto. Y muchos hombres tampoco, pues tampoco ellos deben olvidar que en manera alguna quedan eximidos de la obligación de cuidar de su aspecto y de sus modales para que el disgusto y la aversión no puedan instalarse en el hogar. Es difícil que el amor resista a todo aquello que pueda despoetizarlo.


“Debe, pues, la mujer, velar muy escrupulosamente sobre todo lo que le procure encanto; tanto física como moralmente, no deberá olvidar ni por un momento que de ella especialmente depende que la intimidad siga siempre siendo algo exquisito y delicioso. Esta regla es absoluta, pero existe también otra no menos importante: la alegría. La mujer se dará cuenta de que es ella la reina del hogar. El hombre trabaja fuera de casa; tiene toda clase de preocupaciones; entra con ellas a las cuatro paredes de su casa, y muchas veces de bastante mal humor por los disgustos pasados.


“Y precisamente entonces aquella hada del hogar podrá hacer ver su mágico poder para ahuyentar las penas de la frente de su marido, y ejercerá este poder con tanto tino y con tanta gentileza que poco a poco recuperará él su serenidad y su buen humor.


“Al lado de esa encantadora criatura que es su mujer olvidar sus disgustos de fuera de casa; se sentirá reanimado, fortalecido al verse rodeado de la simpatía y del cariño de su esposa. Las nubes se disiparán de su frente, y nuevamente sentirá su corazón lleno de optimismo y de alegría. Toda la amargura de sus eventuales derrotas o contratiempos huirá vencida por la ternura y la encantadora comprensión de su mujer, siempre también prolijamente acicalada y en medio de su hogar igualmente prolijamente tenido.


No es bastante, sin embargo, que la esposa le recuerde, por medio de esta actitud, como por su gracia personal, a la deliciosa novia de antaño con la que cambió dulces juramentos de amor.”


“No; ahora será preciso que toda la atmósfera que supo crear sea todo lo más agradable, que la vida pueda deslizarse allí llena de encanto, y que todo el carácter del hogar sea como para encontrarse completamente a gusto en él, por ese cachet de discreta elegancia y de tibia intimidad que toda mujer debe saber comunicarle.


“La decoración en la vida común entra para mucho en la felicidad de este vida. Una mujer de gusto sabrá, con poca cosa, aumentar la encantadora comodidad de su interior, dándole ese algo de que se desprenderá una impresión de bienestar, íntima tranquilidad y de alegría, que no podría experimentarse en otro ambiente más frío y descuidado.


“Disponiendo cada uno de su rincón favorito, de su sillón cómodo que invite al descanso, a las conversaciones llenas de franqueza y sencillez, sentirán tanto él como ella fortificarse los lazos de amor que los unen y llenar su corazón con las delicadas alegrías que confieren las confidencias mutuas. Un interior [se refiere a la sala de la casa] bien dispuesto sonriente, donde pueda uno sentirse feliz lejos del mundo y de sus trivialidades; en donde sea permitido también entregarse al silencio contemplativo o a la lectura, cuando no a sus pensamientos, es algo tan precioso en un siglo en que sólo parecen sentirse bien la mayoría de las personas estando fuera de su casa, que sabrá apreciar en todo lo que vale. Y la esposa que supo crear un nido así, lleno de ternura y de constantes cuidados, indudablemente se verá recompensada por el imperio que tanto aquel ambiente como ella misma podrán ejercer sobre un marido, un tanto despreocupado y aun egoísta”.


En resumen, la nota de 1931 apunta a controlar los humores del señor cuando vuelve de trabajar, a partir de que encuentre la casa en orden y una comprensible y sonriente compañera. Señores del siglo XXI: no lo intenten en sus casas.

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Published on April 17, 2014 12:16
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Daniel Balmaceda
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