Adiós a Juan Gelman
Cuando un reconocido escritor muere, en estos tiempos en usual que surjan hordas de lectores apesadumbrados que declaran su duelo en redes sociales. Algunos releen la obra del recién desaparecido, otros se aventuran a descubrirlo pues sólo lo conocían de oídas y otros se olvidan del asunto. Algo diferente ocurrió con Juan Gelman.
Apenas se comenzó a correr la noticia de la muerte del poeta de origen argentino afincado en México, las manifestaciones de pesar fueron brotando a borbotones aunque con una particularidad. Se les leía sinceras y continuaron durante días y días. En algunos casos iban acompañadas de anécdotas con el autor o con la obra. Eso las dotó de aquella sinceridad.
Juan Gelman (1930-2014) era un poeta cercano no sólo por lo conmovedor y estrujante de su obra, sino porque se le podía ver en eventos, se le podía hablar y se le podía notar emocionado.
Hablar de una poética extraordinaria que inventaba su propio lenguaje y hacía del español una fuente inagotable de posibilidades de escritura sería reiteración. Detallar la convergencia del dolor, la tristeza, la justicia, la solidaridad, el amor y la humanidad en su poesía también.
Hablar de su labor como poeta, periodista, activista y abuelo al que la dictadura militar argentina le arrebató a su hijo y su nuera embarazada y que buscó a su nieta durante más de dos décadas hasta hallarla en Uruguay sería repetir la conmovedora historia conocida.
Juan Gelman no sólo era cercano porque no se movía como un autor inalcanzable, sino porque compartía sus trajinares y se permitía emocionarse y emocionar. El autor murió y de inmediato se le recordó como un poeta descomunal, pero también como un abuelo amoroso, como un hombre solidario al grado de acoger en su casa a amigos en malas rachas, como a un defensor de causas justas, como a un sabio que compartía sus conocimientos y que, además, no temía llorar o reír.
Se fue Juan Gelman y con él una de las voces más potentes, adoloridas y amorosas de la poesía latinoamericana actual. Se fue, dicen, una de las grandes probabilidades de un Nobel de literatura para Argentina. Para la familia, lectores y amigos se fue un hombre entrañable, pero su obra continúa vitalísima. Trabajó hasta el último día.
En vida ganó el Premio Cervantes (2007), el Reina Sofía (2005), el Juan Rulfo (2000). Dejó obras como “Valer la pena”, “País que fue será”, “Mundar” y “De atrásalante en su porfía”. Su obra se puede encontrar en editoriales como Era y el Fondo de Cultura Económica. Es decir, mientras andaba en este mundo fue reconocido como merecía y ahora que se fue lo ha sido también.
Las cenizas del poeta fueron esparcidas desde un viejo puente ferroviario en Nepantla, Estado de México, junto a lo que hoy es el museo-casa de Sor Juana Inés de la Cruz. Un sitio íntimo, hermoso, introspectivo. Como aquel grande que ahora fluye en el arroyo que por ahí pasa y que reverdece en aquel bosque tan, vaya casualidad, nostálgico.
Ahora continuemos leyendo la poesía de Juan Gelman.


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