Sobre Stephen King, Richard Bachman, J.K. Rowling, Galbraith y los seudónimos
Hace años aparecieron en Estados Unidos unas novelitas firmadas por un tal Richard Bachman al que nadie conocía de nada. Años después, un avezado periodista descubrió que el autor de las mismas no era otro que Stephen King, escribiendo bajo seudónimo.
Lógicamente, la popularidad de esas novelitas creció como la espuma y fueron publicadas de nuevo, esta vez con el nombre su autor real bien grande y el del seudónimo más pequeñito y entre paréntesis.
En estas nuevas ediciones, King se disculpaba afirmando que había cometido esa pequeña travesura porque por lo visto era demasiado prolífico para lo que su editor estaba dispuesto a consentir ("me sentía como un marido permanentemente cachondo casado con una mujer frígida", fueron sus palabras, siempre tan fino el tío Steve). Publicar más de un libro por año significa que las ventas de tu segundo libro canibalizan las del primero, y eso, claro, desde el punto de vista de una editorial no puede consentirse.
Así que King, afirmaba en esos prefacios, se había decidido a publicar dichas "obras menores" bajo seudónimo.
Sin embargo, ¿estaba siendo sincero el autor de Maine?
¿Era sincero King o se reía de nosotros? ¿Vosotros qué creéis?
En mi opinión, no, no era sincero.
Para empezar, en su libro autobiográfico Mientras escribo, King menciona de pasada varias obras escritas en sus inicios, mucho antes de escribir Carrie, la novela que lo catapultaría a la fama. Algunas de esas obras son, oh, sorpresa, las que mucho después publicaría con el seudónimo de Richard Bachman.
Así que no, Stephen King no estaba siendo sincero cuando afirmaba que La larga marcha, El fugitivo y demás novelas de Bachman eran fruto de su increíble ritmo creativo. Se trataba de obras menores, escritas muchos antes.
Entonces, ¿por qué hizo lo que hizo? ¿Por qué publicarlas como Richard Bachman y mantener en secreto su autoría?
Bueno, mi teoría es la siguiente.
Es posible (aunque qué sé yo) que King quisiera comprobar si aquellas obras merecían la pena. Si lo que aquel joven que escribía después trabajar durante turnos interminables en una lavandería, o mientras iba a la universidad realmente tenía posibilidades. ¿Habría podido publicarlos si hubiera conocido el mundillo como lo conocía quince años después?
Es decir, si hubiera sabido cómo enviar un manuscrito a un agente, con qué carta acompañarlo, cómo presentarse...
Bueno, si ésta era su duda, imagino que la respuesta le dejó más que satisfecho: sí, habría podido. Las novelas de Richard Bachman (casi todas) son capaces de defenderse a sí mismas, como así se demostró cuando se publicaron, ya que tuvieron un considerable éxito para un escritor novel y desconocido como era Bachman cuando aparecieron.
Bachman no es el único seudónimo que ha aparecido en la familia King, una familia cuyos miembros son todos escritores (excepto Naomi King, que es reverenda, y aun así supongo que escribirá sus propios sermones). Joe Hill, autor de El traje del muerto, una novela de terror que estaba teniendo bastante éxito, resultó ser el hijo mayor de Stephen King y Tabitha King, que había decidido ocultar el parentesco al publicar su primera novela. ¿Honestidad o una hábil estrategia de marketing? Quién sabe...
Más cercano en el tiempo es el caso de J.K.Rowling quien publicó su novela de misterio The Cuckoo's Calling bajo el seudónimo de Robert Galbraith, quizá decepcionada por la tibia acogida que su novela anterior, The Casual Vacancy, había recibido por parte de público y crítica tras terminar la exitosa saga de Harry Potter.
Las explicaciones de la Rowling al respecto fueron:
De lo que dice me quedo con:Experiencia liberadora.Escribir sin expectativa.Escribir por puro placer.Porque es algo que entiendo muy bien.
Está claro que no puedo considerarme ni la MILLONÉSIMA parte de lo conocidos que son J.K. Rowling o Stephen King, y sin embargo sí que siento a veces ese peso, esa responsabilidad a la hora de escribir.
Mucho o poco (más bien poco, a quién quiero engañar), para bien o para mal (para bien, desde luego), hay gente que me conoce por los relatos de El hombre divergente , unos relatos que mezclan humor negro, terror y mala leche. Amargos, muy amargos.
Porque los escribí en una época muy, pero que muy amarga de mi vida. Una época que, por fortuna, dejé atrás hace más de seis años.
Lo que significa que, me guste o no, no creo ser capaz de volver a escribir así. No soy la misma persona, no tengo las mismas preocupaciones ni obsesiones.
Sin embargo, mis lectores no saben esto, y es lógico que esperen que cuando publique un libro, este libro siga la estela, el camino marcado por el anterior. Al menos, qué demonios, que sea de terror.
Pero, a fuer de sincero, he de confesar que veo esto muy difícil: como lector, no me siento atraído por el terror. Ni siquiera como espectador. Hace años que no veo una película de terror. ¿Cómo se puede esperar que escriba terror?
Cuando terminé de escribir
Largas noches de lluvia
me sentí muy satisfecho. El resultado era, en mi opinión, lo mejor y más sincero que había escrito hasta la fecha: una historia en la que volcar parte de las emociones que había sentido al vivir casi toda mi vida en un pueblo pequeño. Y además, joder, la semilla de algo mucho más grande.
Sin embargo, la novela breve permaneció en el cajón durante más de un año. ¿Por qué? Porque sentía que la gente esperaba que yo escribiera más relatos de terror o (ojalá, ya me gustaría) incluso una novela larga, también de terror.
Finalmente, el editor de Viaje a Bizancio me convenció de sacarla en solitario (mi idea era incluirla en la antología que más tarde publicó Saco de Huesos bajo el título Todo muere ). Me resistí. Fuera de esa antología, Largas noches de lluvia no era más que una novelita de misterio, y se supone que yo no escribo misterio. Los lectores (por pocos que sean) esperarán leer una novela breve de terror, no una historia de crímenes en un pueblo aislado.
Me planteé publicarla como "Marc Rodríguez Soto", en lugar de como "Marc R. Soto" (tiene gracia que me planteara hacerlo con mi nombre real en lugar del "comercial", que casi podría considerarse un seudónimo), pero al final desistí.
El resultado fueron unas sorprendentes nominaciones a los Ignotus y a los Premios Hache... como novela breve de terror, por supuesto (razón por la que he decidido, qué demonios, colocarla en la categoría de terror Amazon ).
Lo gracioso es que durante todo ese tiempo en que Largas noches de lluvia estuvo en el cajón, me empeciné en terminar otro relato largo, de unas 15000 palabras, que sí fuera de terror. La premisa era muy sencilla: un ladrón es sorprendido por el dueño de la casa, quien lo ata a una silla en el sótano y pretende "zombificarle" practicándole una trepanación casera con ayuda de un taladro, tal y como llevaba tiempo haciendo Jeffrey Dahmer con sus víctimas cuando lo descubrieron.
Me costó Dios y ayuda escribirlo (el resultado lo podéis leer en Voces en la niebla, incluido en la antología
Todo muere
de la que os hablaba antes) y aunque a día de hoy no me parece un mal relato, lo cierto es que dista mucho de ser brillante y que las escenas que más logradas me parecen son las que presentan a los personajes ANTES de que comience la historia de terror. Es decir, cuando no parece ser otra cosa que un thriller.
Y aunque finalmente logré que la historia conectara con mis miedos y obsesiones de la época ("lo que implica formar una familia", si bien mis sentimientos al respecto no podrían ser más opuestos a los que se dejan ver en la historia), no puedo dejar de pensar que es menos personal, menos mía, que Largas noches de lluvia .
Y que todo el tiempo que invertí en arreglar el desaguisado de esa historia debería haberlo invertido en otras que me hubieran llenado más.
Lo que me lleva de vuelta a los géneros y los seudónimos.
Como os comentaba en mi anterior post ( mis propósitos para 2014 ), este año espero terminar tres novelas. Tres. Y ninguna es de terror.
La primera de ellas, escrita a cuatro manos con Miguel Puente, es un thriller con todas las de la ley. Miguel muchas veces la compara con una temporada de 24, una serie a la que él es adicto pero que yo no he visto, así que no os puedo decir hasta qué punto es acertado su análisis. Lo cierto es que, si bien el thriller tiene alguna escena desagradable (incluso gore, si es que no decidimos suavizarla), NO es terror.
La segunda, El bibliotecario de la calle Libreros , es una fábula con un alto contenido fantástico, y es una historia de amor (de amor a una mujer desaparecida y, sobre todo, de amor por la literatura) y si bien contiene algún elemento terrorífico (por ejemplo, el demonio, un bibliotecario muerto que, apenas ya un esqueleto andante,sigue cuidando su biblioteca...), no da miedo ni pretende darlo.
Y la tercera ( Malas influencias ) es una novela de misterio de las de toda la vida sin ningún elemento terrorífico, muy ligera y fácil de leer, que no descarto que acabe siendo una serie de novelitas con la misma protagonista, habida cuenta de que tengo perfilados los argumentos de la segunda y la tercera entrega.
Mientras termino de escribir todo esto, he decidido que cuando se publiquen, aparecerán con seudónimo. La única que tiene posibilidades de ir firmada como "Marc R. Soto" es la del bibliotecario, porque aunque no sea terror, sí que tiene el estilo, el ritmo y la forma de narrar a la que la gente que ha leído El hombre divergente o Largas noches de lluvia están acostumbrados y, supongo, esperan de mí.
Las otras dos, irán firmados con otros nombres, aunque no engañaré a nadie ni lo mantendré en secreto. Todos los que seguís este blog seréis puntualmente informados...
Porque creo que los nombres de los autores son útiles y odiosos al mismo tiempo, del mismo modo que lo son las etiquetas y los géneros.
Útiles porque ayudan a los lectores a saber de antemano si un libro les va a gustar o no, ya que todos los agrupados bajo un autor o un género determinado contienen elementos que han probado en el pasado ser capaces de proporcionarles unas buenas horas de disfrute.
Y odiosos porque una vez conocido por ellos, te quedas encasillado.
Así que, diferentes géneros, diferentes autores. Es decir, diferentes seudónimos. Parece lógico, ¿no?
¿Qué opináis vosotros de los seudónimos y los géneros? ¿Os habéis sentido decepcionados alguna vez al comprar un libro (La historia de Lisey, por ejemplo) de un autor de terror (Stephen King) y descubrir de terror nada de nada? ¿Hubierais preferido que lo hubiera sacado con otro nombre, como si fuera otra "línea"?
La zona de comentarios es vuestra...
Lógicamente, la popularidad de esas novelitas creció como la espuma y fueron publicadas de nuevo, esta vez con el nombre su autor real bien grande y el del seudónimo más pequeñito y entre paréntesis.
En estas nuevas ediciones, King se disculpaba afirmando que había cometido esa pequeña travesura porque por lo visto era demasiado prolífico para lo que su editor estaba dispuesto a consentir ("me sentía como un marido permanentemente cachondo casado con una mujer frígida", fueron sus palabras, siempre tan fino el tío Steve). Publicar más de un libro por año significa que las ventas de tu segundo libro canibalizan las del primero, y eso, claro, desde el punto de vista de una editorial no puede consentirse.
Así que King, afirmaba en esos prefacios, se había decidido a publicar dichas "obras menores" bajo seudónimo.
Sin embargo, ¿estaba siendo sincero el autor de Maine?

En mi opinión, no, no era sincero.
Para empezar, en su libro autobiográfico Mientras escribo, King menciona de pasada varias obras escritas en sus inicios, mucho antes de escribir Carrie, la novela que lo catapultaría a la fama. Algunas de esas obras son, oh, sorpresa, las que mucho después publicaría con el seudónimo de Richard Bachman.
Así que no, Stephen King no estaba siendo sincero cuando afirmaba que La larga marcha, El fugitivo y demás novelas de Bachman eran fruto de su increíble ritmo creativo. Se trataba de obras menores, escritas muchos antes.
Entonces, ¿por qué hizo lo que hizo? ¿Por qué publicarlas como Richard Bachman y mantener en secreto su autoría?
Bueno, mi teoría es la siguiente.
Es posible (aunque qué sé yo) que King quisiera comprobar si aquellas obras merecían la pena. Si lo que aquel joven que escribía después trabajar durante turnos interminables en una lavandería, o mientras iba a la universidad realmente tenía posibilidades. ¿Habría podido publicarlos si hubiera conocido el mundillo como lo conocía quince años después?
Es decir, si hubiera sabido cómo enviar un manuscrito a un agente, con qué carta acompañarlo, cómo presentarse...
Bueno, si ésta era su duda, imagino que la respuesta le dejó más que satisfecho: sí, habría podido. Las novelas de Richard Bachman (casi todas) son capaces de defenderse a sí mismas, como así se demostró cuando se publicaron, ya que tuvieron un considerable éxito para un escritor novel y desconocido como era Bachman cuando aparecieron.
Bachman no es el único seudónimo que ha aparecido en la familia King, una familia cuyos miembros son todos escritores (excepto Naomi King, que es reverenda, y aun así supongo que escribirá sus propios sermones). Joe Hill, autor de El traje del muerto, una novela de terror que estaba teniendo bastante éxito, resultó ser el hijo mayor de Stephen King y Tabitha King, que había decidido ocultar el parentesco al publicar su primera novela. ¿Honestidad o una hábil estrategia de marketing? Quién sabe...
Más cercano en el tiempo es el caso de J.K.Rowling quien publicó su novela de misterio The Cuckoo's Calling bajo el seudónimo de Robert Galbraith, quizá decepcionada por la tibia acogida que su novela anterior, The Casual Vacancy, había recibido por parte de público y crítica tras terminar la exitosa saga de Harry Potter.
Las explicaciones de la Rowling al respecto fueron:
"Yo esperaba guardar este secreto durante un tiempo más porque ser Robert Galbraith ha sido una experiencia liberadora. Ha sido maravilloso publicar sin bombo o expectativa, y por puro placer para obtener una respuesta con un nombre diferente"(Fuente: J.K.Rowling escribe en secreto una novela negra bajo seudónimo -20minutos-)
De lo que dice me quedo con:Experiencia liberadora.Escribir sin expectativa.Escribir por puro placer.Porque es algo que entiendo muy bien.
Está claro que no puedo considerarme ni la MILLONÉSIMA parte de lo conocidos que son J.K. Rowling o Stephen King, y sin embargo sí que siento a veces ese peso, esa responsabilidad a la hora de escribir.
Mucho o poco (más bien poco, a quién quiero engañar), para bien o para mal (para bien, desde luego), hay gente que me conoce por los relatos de El hombre divergente , unos relatos que mezclan humor negro, terror y mala leche. Amargos, muy amargos.

Lo que significa que, me guste o no, no creo ser capaz de volver a escribir así. No soy la misma persona, no tengo las mismas preocupaciones ni obsesiones.
Sin embargo, mis lectores no saben esto, y es lógico que esperen que cuando publique un libro, este libro siga la estela, el camino marcado por el anterior. Al menos, qué demonios, que sea de terror.
Pero, a fuer de sincero, he de confesar que veo esto muy difícil: como lector, no me siento atraído por el terror. Ni siquiera como espectador. Hace años que no veo una película de terror. ¿Cómo se puede esperar que escriba terror?

Sin embargo, la novela breve permaneció en el cajón durante más de un año. ¿Por qué? Porque sentía que la gente esperaba que yo escribiera más relatos de terror o (ojalá, ya me gustaría) incluso una novela larga, también de terror.
Finalmente, el editor de Viaje a Bizancio me convenció de sacarla en solitario (mi idea era incluirla en la antología que más tarde publicó Saco de Huesos bajo el título Todo muere ). Me resistí. Fuera de esa antología, Largas noches de lluvia no era más que una novelita de misterio, y se supone que yo no escribo misterio. Los lectores (por pocos que sean) esperarán leer una novela breve de terror, no una historia de crímenes en un pueblo aislado.
Me planteé publicarla como "Marc Rodríguez Soto", en lugar de como "Marc R. Soto" (tiene gracia que me planteara hacerlo con mi nombre real en lugar del "comercial", que casi podría considerarse un seudónimo), pero al final desistí.
El resultado fueron unas sorprendentes nominaciones a los Ignotus y a los Premios Hache... como novela breve de terror, por supuesto (razón por la que he decidido, qué demonios, colocarla en la categoría de terror Amazon ).
Lo gracioso es que durante todo ese tiempo en que Largas noches de lluvia estuvo en el cajón, me empeciné en terminar otro relato largo, de unas 15000 palabras, que sí fuera de terror. La premisa era muy sencilla: un ladrón es sorprendido por el dueño de la casa, quien lo ata a una silla en el sótano y pretende "zombificarle" practicándole una trepanación casera con ayuda de un taladro, tal y como llevaba tiempo haciendo Jeffrey Dahmer con sus víctimas cuando lo descubrieron.

Y aunque finalmente logré que la historia conectara con mis miedos y obsesiones de la época ("lo que implica formar una familia", si bien mis sentimientos al respecto no podrían ser más opuestos a los que se dejan ver en la historia), no puedo dejar de pensar que es menos personal, menos mía, que Largas noches de lluvia .
Y que todo el tiempo que invertí en arreglar el desaguisado de esa historia debería haberlo invertido en otras que me hubieran llenado más.
Lo que me lleva de vuelta a los géneros y los seudónimos.
Como os comentaba en mi anterior post ( mis propósitos para 2014 ), este año espero terminar tres novelas. Tres. Y ninguna es de terror.
La primera de ellas, escrita a cuatro manos con Miguel Puente, es un thriller con todas las de la ley. Miguel muchas veces la compara con una temporada de 24, una serie a la que él es adicto pero que yo no he visto, así que no os puedo decir hasta qué punto es acertado su análisis. Lo cierto es que, si bien el thriller tiene alguna escena desagradable (incluso gore, si es que no decidimos suavizarla), NO es terror.
La segunda, El bibliotecario de la calle Libreros , es una fábula con un alto contenido fantástico, y es una historia de amor (de amor a una mujer desaparecida y, sobre todo, de amor por la literatura) y si bien contiene algún elemento terrorífico (por ejemplo, el demonio, un bibliotecario muerto que, apenas ya un esqueleto andante,sigue cuidando su biblioteca...), no da miedo ni pretende darlo.
Y la tercera ( Malas influencias ) es una novela de misterio de las de toda la vida sin ningún elemento terrorífico, muy ligera y fácil de leer, que no descarto que acabe siendo una serie de novelitas con la misma protagonista, habida cuenta de que tengo perfilados los argumentos de la segunda y la tercera entrega.
Mientras termino de escribir todo esto, he decidido que cuando se publiquen, aparecerán con seudónimo. La única que tiene posibilidades de ir firmada como "Marc R. Soto" es la del bibliotecario, porque aunque no sea terror, sí que tiene el estilo, el ritmo y la forma de narrar a la que la gente que ha leído El hombre divergente o Largas noches de lluvia están acostumbrados y, supongo, esperan de mí.
Las otras dos, irán firmados con otros nombres, aunque no engañaré a nadie ni lo mantendré en secreto. Todos los que seguís este blog seréis puntualmente informados...
Porque creo que los nombres de los autores son útiles y odiosos al mismo tiempo, del mismo modo que lo son las etiquetas y los géneros.
Útiles porque ayudan a los lectores a saber de antemano si un libro les va a gustar o no, ya que todos los agrupados bajo un autor o un género determinado contienen elementos que han probado en el pasado ser capaces de proporcionarles unas buenas horas de disfrute.
Y odiosos porque una vez conocido por ellos, te quedas encasillado.
Así que, diferentes géneros, diferentes autores. Es decir, diferentes seudónimos. Parece lógico, ¿no?
¿Qué opináis vosotros de los seudónimos y los géneros? ¿Os habéis sentido decepcionados alguna vez al comprar un libro (La historia de Lisey, por ejemplo) de un autor de terror (Stephen King) y descubrir de terror nada de nada? ¿Hubierais preferido que lo hubiera sacado con otro nombre, como si fuera otra "línea"?
La zona de comentarios es vuestra...
Published on January 17, 2014 04:00
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