Los Cármatas

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De los diversas sectas ismailitas que aparecieron durante el siglo IX d.C. en tierras del califato abasí, entre ellas los Fatimíes a los que dediqué una entrada anterior, pocas tan fascinantes como los Cármatas. Su origen puede situarse en el establecimiento de una especie de base de operaciones ismailí en Salamiyeh (en la actual Siria) desde la que comenzaron a enviar en secreto misioneros por todo el Islam propagando sus creencias.


Uno de los lugares donde estas semillas hallaron arraigo fue  el sur de Irak. Allí un campesino de Kufa llamado Hamdan al-Qarmat (En árabe qarmat significaba “caminar” o “dar pasos cortos”) fue convertido al ismailismo y a su vez comenzó a convertir a los campesinos y tribus de la zona, preparando el retorno del Mahdi. Debió sorprenderle bastante recibir una carta años después firmada nada más y nada menos que por el mesías prometido. Hamdan envió a uno de sus lugartenientes a Salamiyeh para investigar este suceso y aquel regresó con la noticia de que al-Mahdi, el futuro califa fatimí en el norte de África , había reclamado para sí el imanato.


A Hamdan no le hizo ninguna gracia la noticia y el resultado fue una escisión dentro del ismailismo. Se desvinculó por completo de Salamiyeh e inició una guerra por su cuenta contra los Abasíes, desapareciendo poco después. Su desaparición no supuso el fin de los Cármatas, ni mucho menos. Tras ser derrotados en Irak se desplazaron a Bahrein, donde los debilitados Abasíes ya no ejercían ningún control. Y en Bahrein fundaron un estado propio, tratando de crear una sociedad utópica en la que algunos han querido ver una suerte de comunismo primitivo.


A partir de ese momento, y sobre todo durante el tiempo en que su lider fue el sanguinario Abu Tahir, los Cármatas se convirtieron en el terror de Arabia. Puesto que consideraban la peregrinación a La Meca una superstición atacaban las caravanas de peregrinos, asesinando a miles de ellos. Estuvieron a punto de tomar Bagdad y en el año 929 d.C. conmocionaron al mundo musulmán saqueando La Meca. Además de cegar el pozo de Zamzam con los cadáveres de sus víctimas, destrozaron la puerta y el velo que cubría la Kaaba y se llevaron consigo la Piedra Negra, que conservaron en su poder durante veintidos años hasta que la devolvieron a cambio de un jugoso rescate, fragmentada en siete pedazos.


Abu Tahir aún tendría que dar una muestra más de su peculiar forma de ser durante su periodo como líder de los Cármatas. En el año 931 d.C. llegó a la conclusión de que un muchacho persa era el esperado Mahdi e hizo que le sustituyera al frente de la secta. Por desgracia el joven no debía estar en sus cabales, pues su conducta fue tan extravagante que solo ochenta días más tarde Abu Tahir se vería obligado a asesinarlo.


Los años siguientes serían también exitosos para los Cármatas. Lucharon contra Abasíes y Fatimíes, conquistaron Damasco y poco faltó para que conquistasen también El Cairo. Pero su época había pasado. Comenzaron a sufrir derrota tras derrota y a partir del año 988 d.C. perdieron casi toda su importancia. Aún sobrevivirían cien años más como un poder local sin apenas importancia hasta que los Abasíes consiguieron acabar con ellos por completo, vengándose por fin de las tremendas humillaciones que les habían inflingido en el siglo anterior.



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Published on November 24, 2013 12:48
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Ramón Muñoz Carreño
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