Capitán Jenny - Capítulo 58

CINCUENTA Y OCHO





Acodado en la baranda de estribor, Nick dejó que su mirada se perdiera en la inmensidad de las aguas. El viento azotaba su rostro, lo despeinaba y se colaba por entre sus ropas, pero no lo sentía.

-Deberíamos recoger velas, milord –recomendó alguien a su lado.

Echó un vistazo al cielo encapotado.

-Aún no, señor Rogers. Aún no.

-No podemos seguir navegando a este ritmo si estalla la tormenta.

-El Bella Melissa aguantará el temporal. Estamos cerca.

George Rogers, el hombre que capitaneaba la nave, puso los ojos en blanco. Luchar contra los sentimientos de un hombre enamorado no entraba en sus planes. Y su patrón lo estaba hasta la médula. Amaba aquella nave como si se tratara de un hijo, pero correría el riesgo de seguir surcando el océano con todo el velamen desplegado, ya lo había hecho otras veces.

Nick le vio hablando con el contramaestre y sonrió. Si alguien era capaz de burlar la tempestad en alta mar y mantener intacta la nave era Rogers. Y él conocía la mejor nave de su propiedad lo suficiente como para saber que no se hundiría. Se sentía tan vivo y lleno de energía que le hubiese gustado gritar su entusiasmo a los cuatro vientos.

Le había costado hacerse a la idea pero, una vez tomó la decisión, no dejaría que nadie, ni siquiera la más feroz de las tormentas, le alejara de su objetivo. Aquella era la vida que le gustaba a Jenny y él iba a unirse a la mujer que amaba aunque tuviera que romperle el cuello.

Una semana sin ella se le había hecho infinita y casi acabó con sus nervios. Pero su madre, y la abuela de Jenny, le habían convencido de que la muchacha necesitaba tiempo. Tiempo para asimilar que era una heredera y despedirse de su vida anterior. Él prometió esperar. Y rompió su promesa tres días después, loco de impaciencia. Tenía que aclarar las cosas y por Dios que las aclararía, le gustase a ella o no.

-Te alcanzaré, Jenny. Maldita sea tu alma corsaria, voy a encontrarte.





A pocas millas de distancia, sobre la cubierta del Melody Sea, otra voz, menos ronca pero igual de rabiosa, repetía palabras similares:

-Condenada sea tu alma, Nick –gimió Jenny, incapaz de olvidar al hombre por el que su corazón sangraba.

-Renegar no ayuda en nada, muchacha.

Ella lanzó una furiosa mirada hacia Potter. Aún no le había perdonado haberla mantenido en la ignorancia durante tanto tiempo.

-¿Por qué, Alex?

Él supo a qué se refería. Encogió un hombro y se acomodó a su lado apoyando los antebrazos en la baranda.

-Deberíamos arriar velas –dijo por toda respuesta.

-¡Vete al infierno! Te he hecho una pregunta y creo que ya es hora de que contestes.

-Tu padre me lo hizo prometer.

-¿Te hizo prometer guardar silencio sobre mi familia?

-Tenía miedo.

-¿De qué?

-De que quisieras saber de ellos. De que ellos te reclamasen. Lady Eleanor fue el gran amor de su vida, no quiso a ninguna otra mujer. Podría habérsela llevado de Inglaterra –se volvió para apoyarse en los codos y elevó la mirada hacia el alto de los mástiles-, pero no quiso arrastrarla a un futuro incierto, a que renunciara a cuanto le pertenecía. Por eso se marchó sin saber que tu madre ya te esperaba. Cuando se enteró de que existías y supo de su muerte, te raptó. Eras lo único que le quedaba de lady Eleanor, lo único por lo que merecía la pena seguir viviendo. Para entonces ya había hecho fortuna más que suficiente y podría darte una vida de opulencia. No contaba con que tú te negarías a separarte de él y acabó por asumirlo.

-Debería haberse sincerado conmigo, Alex.

-No tuvo valor. Muchas veces lo vi llorar, muchacha, atormentado, rompiéndosele el alma entre la necesidad de tenerte a su lado o devolverte a Inglaterra para que gozaras del título que te correspondía.

-Poco me importaba un título, amigo mío. Y sigue sin importarme.

-Lo sé. Pero él, no. Tú eras feliz en el barco y acabó por aceptarlo. Pero me hizo prometer guardar silencio para siempre. No quería que lo maldijeras si te enterabas.

-¡Por Dios! ¿Cómo maldecir al hombre que me dio la vida, Alex? ¿Cómo hacerlo cuando me sentí mimada por él a cada segundo? –se desesperó-. La culpa también fue mía. Muchas veces quise preguntarle quién era mi madre, por qué me había rogado que guardara siempre el camafeo. En cada ocasión que sacaba el tema él se ponía triste y yo desistía.

-Sufría recordándola, muchacha.

-Ahora lo sé. ¡Como sé que el hombre del que me enamoré es un despreciable farsante! –estalló.

-¿No sería mejor decir… el hombre del que sigues enamorada?

-¡Y un cuerno!

Poter sonrió de oreja a oreja viendo que se le subían los colores a las mejillas.

-Me pregunto qué harías si Nick apareciera.

-¡Te juro que lo atravesaría con mi sable!

-¿De veras?

Jenny apretó los dientes escuchando su ronca risa y volvió a maldecir al petulante conde de Leyssen y, de paso, a todos los hombres de la Tierra.


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Published on April 04, 2013 15:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

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