Capitán Jenny - Capítulo 44

CUARENTA Y CUATRO


Bajo las impetuosas acometidas de Russell, atacando en aspa, Benson fue retrocediendo dejando que se confiase. Una estratagema que le había dado buenos frutos en otras querellas. Cuando menos lo imaginaba Russell realizó un giro inesperado y adelantó su brazo. Nick saltó a tiempo de evitar que el sable se alojase en su pecho y pugnó, con más tesón, obligando al otro a retroceder nuevamente. Comenzó entonces un toma y daca de golpes donde ambos midieron sus fuerzas, sudorosos, enajenados y arropados por la expectación más absoluta.

A Jenny el corazón se le escapaba por la garganta porque, minutos después, lejos de ver vencedor a Nick, se daba cuenta de que él empezaba a parar los embates de su enemigo con menos agilidad. Tenía la manga de la camisa empapada en sangre y, aunque seguía peleando valientemente, ella tuvo la certeza de que la herida lo estaba debilitando. Dio un paso adelante, pero la mano de Potter sujetó su brazo impidiéndole interferir.

Jenny estaba en lo cierto: Russell comenzaba a sentir un ligero vahído y la fuerza de su brazo lastimado disminuía a cada segundo que pasaba. Pero estaba lejos de encontrarse vencido. Echó mano de cuanto recurso pudo: de sus múltiples clases de esgrima a que su tutor le obligara y que ahora agradecía, de su experiencia y, sobre todo, del odio ciego que gobernaba cada uno de sus movimientos. Una finta hábil, un ataque, una defensa inmejorable… A pesar del dolor que se iba adueñando de sus cansados músculos, se le escapó una sonrisa viendo que su enemigo comenzaba también a perder fuelle.

Pensó tener la batalla ganada.

Y entonces, Leonard…



Benson estaba acostumbrado a las riñas sucias. Él no había estudiado esgrima entre caballeros, sino aprendido el manejo de las armas en los peores tugurios y contra sujetos deleznables que nada entendían de honor. Simuló que resbalaba sobre cubierta y dejó, por un momento, bajas sus defensas.

Nick, a pesar de su rabia, reaccionó como el hombre intachable que era y, en lugar de acabar con él, se reprimió, dándole la posibilidad de rehacerse.

Desde la cubierta superior, Jenny dejó escapar una exclamación y Potter una sonora blasfemia. A su lado, una dama en la que nadie había reparado, ocupados como estaban todos en el fragor del desafío, apretaba con los dedos blancos por la tensión una daga enjoyada de pequeñas proporciones, atónita, observando pelear a muerte a uno de sus más allegados y estimados nobles.

Viendo que su artimaña había surtido efecto, Leonard atacó y su sable colisionó con tal fuerza en el de Russell que el arma voló por los aires y se estrelló en cubierta, unos metros más allá.

Nick se hizo cargo de su precaria situación en un segundo. El otro no iba a tener la misma deferencia que él le demostrara momentos antes. No lo pensó dos veces: se lanzó en picado al suelo, resbaló sobre la cubierta húmeda de agua y sangre, estiró la mano para recuperar su sable y…

De los labios de Benson salió un grito de frustración. De dos zancadas llegó hasta su rival y alzó el brazo armado para ensartarlo traicioneramente por la espalda.

También Nick clamó, pero fue cuando sus dedos se engarfiaron por fin en la empuñadura de su sable. Giró sobre sí, desesperado, sujetándolo con ambas manos, en el mismo instante que el arma enemiga se disponía a darle muerte.

El acero quedó alojado en el pecho de Benson.

El falso Cook abrió mucho los ojos. Los clavó primero en el arma que lo atravesaba y en el flujo rojo que empezaba a manchar sus ropas. Luego, lentamente, los desvió hacia la mirada helada y gris del hombre que acababa de mandarlo a los confines de Lucifer. Sus miembros perdieron fuerza, dejó caer su sable y su cuerpo se dobló hacia delante.

Nick se hizo a un lado, levantándose con cierto esfuerzo, dolorido, extenuado y próximo a perder la consciencia, dejando que su enemigo se estrellase contra el suelo.

Hubo un momento de tensión y después estalló una algarada de gritos por parte de los corsarios de Jenny y la tripulación de William White. Se encontró rodeado por sus compañeros y por hombres que lucían uniforme. Todos le felicitaban y palmeaban su espalda, satisfechos de su triunfo. Pero sus ojos empezaban a velarse. En medio de la mortaja que comenzaba a envolverlo, buscó el rostro de Jenny. Ella le miraba, desde la cubierta superior, con una sonrisa henchida de orgullo y amor. No necesitaba nada más. Junto a ella, otra mujer, vestida como una dama, le regalaba también una mirada complacida, pero ya no pudo distinguir sus facciones. Se le doblaron las piernas y ni se enteró de que cayó desmayado en brazos de Potter.

A cierta distancia, el capitán White, que lo había reconocido, exclamó en voz alta:

-¡Nada menos que el co…!

-Que el corsario que ha terminado con una amenaza para Inglaterra, capitán –le interrumpió a tiempo la propia Isabel, evitando que descubriese su identidad.

White se asombró al verla allí, a su lado, mirándole con severidad y armada con una daga. Comprendió lo que ella le ordenaba sin palabras y guardó silencio.

Nick tampoco supo que Jenny llegó hasta él abriéndose camino a codazos, y se encargó personalmente de que fuera llevado a un camarote, hecha un mar de lágrimas.
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Published on March 15, 2013 16:03
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

https://florecilladecereza.blogspot.c...
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