Capitán Jenny - Capítulo 27


VEINTISIETE



El cambio que se operó entre Nick y Jenny fue un bálsamo para Potter y el resto de la tripulación, que habían sufrido en los últimos tiempos el carácter levantisco de su capitana.

Jenny quería entregar las ganancias a la Corona, así que navegaron en calma, sin buscar nuevas presas, hacia Inglaterra. Estarían en Londres el tiempo mínimo y luego viajarían hacia las islas Caimán, donde no habían estado desde hacía año y medio.

Repostaron en Las Azores y continuaron viaje de inmediato, al anochecer, con un firmamento que presagiaba tormenta. El Melody Sea cabeceaba sobre la cúspide de las olas, cada vez más encrespadas, y Jenny se hizo cargo del timón.

Nick se encontraba eufórico después de dos vasos de ron y haber ganado unas cuantas manos a los dados. Apenas salir a cubierta la vio y se acercó a ella, que lo recibió con una sonrisa.

-¿Perdió Potter?

Russell se echó a reír recordando el gesto hosco del segundo de a bordo cuando le ganó la última partida. Se situó tras ella, rodeó su talle y la besó en la nuca.

-Soy yo el que ha perdido –contestó con voz ronca-. He perdido mi orgullo, porque me lo has arrebatado.

A ella se le hinchó el pecho escuchándolo. Se sentía feliz teniendo a Nick a su lado, pero no quería hacerse demasiadas ilusiones. Se las había hecho tres años atrás y el recuerdo de lo que sucedió le traía un amargo sabor de boca. Sin embargo, estaba dispuesta a disfrutar del momento porque sabía que, en su azarosa vida, todo podía acabar de un plumazo. En cualquier confrontación, una bala y el filo de un sable podían acabar con su vida. No se llamaba a engaño. No era una damisela que podía esperar a su hombre mientras cuidaba de sus niños. Era una corsaria y, como tal, se enfrentaba con demasiada frecuencia al peligro. Recostó la cabeza en el pecho de Nick y dejó al Melody Sea navegar casi a su antojo.

-¿Cansada?

-Un poco.

Las manos de Nick comenzaron a masajear su cuello y sus hombros intentando relajarla. Pero le quemaban. Cada vez que él la tocaba sentía el fuego extenderse por cada partícula de su ser. Había sido así desde la primera vez que se besaron.

A él le pasaba otro tanto y sus manos se volvieron más atrevidas.

-Déjame.

No era una orden, era una súplica.

Nick adivinó que ella estaba tan excitada como él. La hizo volverse, la apoyó en el timón y la besó.

-Jenny…

-Ahora no –suspiró ella, enredando sus dedos en su cabello oscuro-. He de gobernar el barco.

-Al demonio con eso. Buscaré alguien que te sustituya y haremos el amor.

Ella se rio bajito mientras le veía alejarse para bajar a las bodegas, de donde subió poco después acompañado de uno de los marineros. Abandonó el timón en manos del otro y se dejó abrazar por la cintura siguiéndole como una niña.

No llegaron al camarote. Al pasar por al lado de uno de los botes, Nick alzó la lona que lo cubría, la tomó en brazos y la colocó dentro. Luego, saltó él al interior y volvió a cubrirlo.

Se buscaron en la oscuridad del refugio elegido, acuciados por la necesidad de volver a tenerse. Nick la hizo tumbarse en el fondo del bote, lo hizo a su lado y la abrazó. Durante un momento, permanecieron en silencio, escuchando la bravura del mar a su alrededor. De pronto, Nick se echó a reír y ella se ladeó intentando ver su rostro en la oscuridad.

-¿Qué es tan divertido?

-Solo pensaba en el asombro que produciría a algunas personas mi proceder. Nunca he hecho algo semejante.

-¿Qué cosa?

-Hacer el amor en un bote salvavidas.

-Tampoco yo –repuso ella con una carcajada.

Nick la abrazó con más fuerza y se quedó silencioso. Al cabo de un momento, Jenny presintió que pasaba algo.

-¿Qué pasa?

-Nada.

-Vamos, suéltalo.

Nick volvió a guardar silencio, pero acabó haciendo la pregunta que le quemaba desde hacía días.

-¿Cuántos hombres han pasado por tu vida, Jenny?

La muchacha se puso tensa. Así que era eso. Él no era distinto al resto de los varones. No había dudado en meterse en su cama, pero ahora le preocupaba si se había entregado a otros. ¡Hombres! Se deshízo de su abrazo y se sentó.

Sin embargo, se equivocaba. Cierto era que Nick había pensado en el asunto después de hacerle el amor y comprobar que no era virgen, pero ella se le había metido tan dentro que le importaba un comino si había entregado su cuerpo a otro hombre. La quería como era. Y ahora era suya.

-Abre la lona, Nick.

-¿Por qué? Creí que te apetecía estar conmigo.

-Ni por todo el oro del mundo –quiso ponerse en pie, pero los brazos masculinos la retuvieron.

-No seas niña.

-¡Suéltame!

-Ni por todo el oro del mundo –se hizo eco de la frase de ella.

-Nick…

La tumbó de nuevo y buscó su boca. A su pesar, Jenny respondió a la caricia.

-Vamos, chiquilla. Era solo curiosidad. No trataba de echarte nada en cara.

-¡Habrías de hacerlo, mulo engreído! ¿Acaso te he preguntado yo con cuántas mujeres te has encamado?

-Bueno… No es lo mismo.

-Ya entiendo. Tú eres un hombre y yo solo una estúpida hembra. ¿Es eso? El macho puede saltar de cama en cama, pero una mujer es una furcia si lo hace –se le enfrentó con furia.

-No me gusta que pongas palabras en mi boca, Jenny.

-Solo digo en voz alta lo que estás pensando.

-¡Por todos los…! –se irritó él.

-¡Está bien! Voy a complacerte. Voy a enumerarte todos y cada uno de los hombres con los que he…

Nick la hizo callar tapándole la boca. Ella estaba enfurecida de veras. Abrió la lona y sus ojos se clavaron en los de Jenny, que refulgían de cólera.

-Me importa un bledo con cuántos te hayas acostado –le confesó, malhumorado consigo mismo por haber echado al garete el momento de placer.

Ella perdió un poco de fuelle al escucharle. Parecía sincero.

-Fue uno –le dijo muy bajito.

-No quiero saber…

-Solamente uno, Nick. Y fue mi esposo.

-Jenny, no…

-Hace tres años, cuando era una chiquilla, me enamoré de un joven dulce y apasionado que conocí en Tortuga, solo Dios sabe qué le condujo allí y… No, déjame continuar, por favor –pidió cuando él quiso interrumpirla-. Se llamaba Frank y era galés. Accedió a embarcarse en el Melody Sea, aunque no era su tipo de vida. Era un estudioso. Ni siquiera sabía manejar un sable.

-Cariño…

-Nos casamos en la isla el día antes de zarpar. La semana que estuve con él fue maravillosa. Pero nos dimos de frente con un galeón español. Hubo lucha –siguió contando con los ojos cuajados de lágrimas-. Debí haberle prohibido que subiera a cubierta. Debí haberle atado en el camarote incluso. No lo hice. Él creyó que debía estar a la altura, que por ser mi esposo debía comportarse con valentía. No duró ni dos minutos. Le atravesaron el corazón –se le escapó un sollozo-. Ni siquiera pudo morir en mis brazos, Nick, cuando llegue a él, después de la pelea, estaba…

-Jenny…

-Una semana. Mi matrimonio duró una semana. Aún me duele el corazón recordándole. Juré que nunca volvería a casarme, que jamás volvería a caer en las redes del amor, que…

Nick la besó para hacerla callar, bebiéndose sus lágrimas. Se maldijo por haberla hecho rememorar hechos tan dolorosos para ella y quería hacerla olvidar de nuevo. La arrastró consigo sin dejar de besarla y sus manos iniciaron un cortejo que alejara los fantasmas del pasado.

Jenny necesitaba la paz que le ofrecían los brazos de Nick y se entregó a él. Porque era cierto que había jurado no volver a enamorarse, pero no contaba con que el corazón traza su propio camino y en él se había cruzado el hombre que ahora le prodigaba caricias que la hacían estremecer.




[image error]
 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 20, 2013 15:01
No comments have been added yet.


Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

https://florecilladecereza.blogspot.c...
...more
Follow Nieves Hidalgo's blog with rss.