Capitán, Jenny - Capítulo 26


VEINTISÉIS

¿Celosa? ¿Aquel engreído pensaba que ella estaba…?

Pero lo estaba, reconoció. No podía explicar el motivo, pero era exactamente lo que sentía. Lo que sintió cuando la amante de Lampierre le había procurado a Russell demasiada atención.

-Estáis borracho –dijo, sin atreverse a enfrentarlo.

Nick paseó su mirada por el cabello oscuro de la muchacha. Deseaba hundir sus dedos en esa melena rizada. Luego, dejó que sus ojos vagaron por sus pechos, su estrecha cintura, sus caderas, sus largas piernas enfundadas en calzones masculinos.

La tomó del brazo haciendo que se volviera hacia él y en sus ojos adivinó la misma duda que le corroía. ¿Qué estaba pasando entre ambos?

-No estoy bebido, capitán. Estoy hecho un mar de dudas.

Antes de que ella pudiese reaccionar, la atrajo hacía sí para besarla. Una caricia leve, un roce ligero, apenas nada, temeroso de su respuesta.

Jenny tembló de pies a cabeza. Le gustaba ese hombre, negarlo era inútil. Nunca se había engañado y tampoco iba a hacerlo ahora. Lo deseaba. Era una mujer adulta que sabía lo que quería, y ahora quería a Russell.

-Nick, hazme el amor –le pidió.

El conde de Leyssen sintió una sacudida. Pensó que había oído mal, que ella se burlaba, pero la muchacha le echó los brazos al cuello y dijo:

-Es una orden, marinero.

Nick mandó al infierno sus temores. Se olvidó de la posible traición de aquella mujer, e incluso de que podía acabar colgado del palo mayor del Melody Sea. Había deseado tenerla desde que la viese por primera vez y ahora tenía vía libre. La envolvió en sus brazos para buscar de nuevo su boca y, en esa ocasión, su beso fue voraz, demostró el deseo largo tiempo reprimido, su necesidad imperiosa de tenerla.

Jenny, a pesar de todo, carecía de experiencia. Acarició los hombros masculinos y sus dedos volaron hacia la camisa que los cubría para abrirla.

Nick la detuvo tomándola de las muñecas y ella le miró con una pregunta en sus ojos.

-Por esta vez, capitán –dijo él-, déjame llevar el timón.

A ella se le escapó una sonrisa. ¿Por qué no? Hasta podía resultar encantador que alguien tomara el mando por una vez, y Russell parecía un experto. Hasta entonces no se había sentido como una verdadera mujer. Cuando él comenzó a abrir los cordones de su camisa, se dejó hacer. El corazón le latía desbocado bajo la caricia de esos dedos largos que acariciaban su piel según le iba quitando la prenda. Se sonrojó cuando Nick le sacó la camisa y la dejó caer al suelo. No llevaba nada debajo y los ojos masculinos se pasearon con deleite por sus hombros desnudos, por sus pechos pequeños y altivos, haciéndola temblar de nuevo. Cruzó los brazos para cubrirse, pero él la tomó de las muñecas para impedirlo.

-No, Jenny –su voz le llegaba en un susurro-. Déjame que te vea.

Gimió al sentirse alzada en los fuertes brazos de Russell y volvió a entregarle su boca mientras la levaba a la cama. La depositó en ella con delicadeza, sin dejar de recrearse en su cuerpo. Luego, le quitó el sable y las botas con parsimonia, como si quisiera alargar el momento. Tragó saliva mientras él se tomaba su tiempo para quitarle los calzones. Su rostro estaba ya escarlata para cuando acabó de desnudarla y le entró el pánico. ¿Qué estaba haciendo? ¿No sería acaso una locura? Pero la voz de Nick la envolvía en el deseo escuchándole decir:

-Tan hermosa…

Russell se irguió un momento para deshacerse de sus ropas sin dejar de observarla. Sonrió viendo que ella adoptaba una postura pudorosa, pero que sus ojos, lagos verdes, no disimulaban que le agradaba su cuerpo.

-Tú sí eres hermoso… -murmuró ella.

A Nick se le cortó la respiración cuando Jenny se sentó en el lecho y alargó sus manos para acariciarle el pecho. El contacto fue como una descarga, pero la dejó hacer. Sintió como fuego sus manos paseándose por su cintura, por su vientre y sus muslos. Ella no se atrevió a ir más allá, aunque en sus pupilas apareció un brillo de picardía.

-¿Debo armarme, marinero?

Nick se mordió los labios. El descarado comentario a su masculinidad hizo que su sangre circulase más aprisa por las venas. Le dolía cada músculo por la tensión. Quería ir despacio, adorarla, saborear cada milímetro de su piel, pero estaba demasiado excitado. La hizo tumbarse y fue besando su cuello, sus hombros, bajó hasta sus pechos enhiestos, agasajó sus caderas mientras sus manos acariciaban las rodillas y subían por los muslos. No podía esperar mucho más. Ella, a su vez, paseaba sus manos abiertas por su espalda deleitándose con el poder de sus músculos, bajaban hacía sus nalgas…

Fue Jenny quien guió su miembro dolorido, instándole a poseerla. Y la que pujó contra su cuerpo cuando se acoplaron, amarrándose a él y uniéndose a sus embestidas.

La explosión de placer les llegó como una ráfaga de fuegos artificiales haciéndoles gemir, boca contra boca, piel contra piel, para envolverlos en un mundo ajeno a todo donde solo existían ellos dos.

Momentos después Jenny, satisfecha, apoyó su cabeza en el pecho de Nick cuando él se tumbó a su lado. La suave brisa que entraba por el balcón acarició sus cuerpos desnudos y ella se sumió en el sopor, sintiéndose plena y protegida.

Nick permaneció despierto, preguntándose qué pasaría ahora. Porque si al final se demostraba que Jenny Cook era quien abordaba a los barcos ingleses, ¿cómo iba explicar a la reina Isabel que se había enamorado locamente de su enemiga?





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Published on February 19, 2013 15:01
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Reseña. Rivales de día, amantes de noche

Nieves Hidalgo
Preciosa la que ha hecho Lady Isabella de Promesas de amor.

https://florecilladecereza.blogspot.c...
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