Base lunar

Edwin Charles Tubb (E. C. Tubb) fue uno de los autores más relevantes en la configuración de la ciencia ficción británica moderna, post Segunda Guerra Mundial. Su carrera se inició en 1950 y pronto alcanzó un tremendo volumen de producción, publicando mayoritariamente en las revistas pulp británicas con toda una variedad de pseudónimos, algunos de los cuales adquirieron su propia popularidad. Fue, igualmente, uno de los fundadores de la British Science Fiction Association en 1958.

Sus dos series más famosas son la de Dumarest, un terrestre perdido en una galaxia pintoresca, en busca del camino de retorno a su planeta, lo que le llevó treinta y tres novelas, publicadas sobre todo entre 1967 y 1985, y la de Cap Kennedy, una especie de agente independiente de la Federación Terrestre, que resuelve problemas a su discreción durante diecisiete novelas, publicadas casi todas ellas entre 1974 y 1975. Esta enorme producción fue su principal característica. Al finalizar una carrera que se extendió por más de cinco décadas, había publicado ciento veinte novelas y un número doble de relatos.

Sus planteamientos, como se puede adivinar, no eran precisamente innovadores y tampoco su estilo resultaba especialmente destacable, por lo que su impacto a nivel internacional fue bastante reducido. Prueba de ello es que solo tiene tres novelas traducidas al castellano, aunque dos de ellas son de sus títulos más reconocidos: «Rumbo a las estrellas» (publicado en el volumen «Pistas del espacio 12») y la que nos ocupa, «Base lunar» («Moon base», 1964).

En realidad, la historia había debutado en una versión ligeramente más corta el año anterior, serializada en las páginas de la revista pulp británica New Worlds of Science Fiction (en aquel momento la publicación líder del sector en el país), bajo el título «Window on the moon».

Como no resulta difícil imaginar, el tema de la novela corresponde al interés sobre nuestro satélite suscitado por la Carrera Espacial, que para 1963 ya había entrado en su fase final, el programa Apolo. El siguiente paso lógico (o eso se pensaba entonces) tras el primer alunizaje sería el establecimiento de bases permanentes en la Luna y en ese hipotético futuro se ambienta la historia. Más específicamente, se trata de la base lunar británica, una de las cuatro existentes (siendo las tres restantes de estadounidenses, rusos y chinos, lo que viene a indicar una expansión de la guerra fría y sus alianzas al espacio).

La historia arranca con la llegada por sorpresa a la base de una delegación oficial que, según nos enteramos luego, acude a anunciar el relevo del actual comandante debido a un cambio en la política defensiva que se quiere implementar (con una mayor colaboración con las fuerzas americanas). En esa misma nave llega Félix, un supuesto técnico que va a encargarse de las comprobaciones finales in situ para la instalación de un sistema de láseres defensivos. En realidad, Félix es un agente de inteligencia, enviado de incógnito para investigar una vaga amenaza sugerida por el informador permanente, del que no se sabe nada desde hace semanas.

Así, a medio camino entre una novela de detectives y una de espías, la acción se circunscribe casi por completo al interior de la estación, un ambiente muy similar al que más adelante se vería en Star Trek (1966-1969), con cierta concesión a la noción de una gravedad más reducida a la terrestre, aunque sin una auténtica comprensión de lo que significa ese sexto de g (simplemente, obliga a los selenitas a moverse más despacio para avanzar lo mismo).

Desde el principio hay cosas que le escaman, como una actitud excesivamente distendida entre todos los habitantes de la base (que, en teoría, son también militares) o la ventana del título original, que se encuentra al final de un largo e innecesario túnel ascendente (la base en sí es subterránea, para evitar problemas de despresurización). Sus temores parecen confirmarse cuando la nave con la delegación resulta destruida al poco de abandonar la Luna, un increíble golpe de mala suerte afecta al comandante estadounidense, que ha acudido a alertarlos de una potencial brecha de seguridad, y él mismo sufre un accidente mientras se encuentra realizando tareas propias de su tapadera en la superficie.

Así, a medida que va profundizando y relaciona estos hechos con las investigaciones que se están llevando a cabo en la estación, un patrón comienza a insinuarse en su mente, y de ser ciertas sus sospechas, el peligro, ya no solo para la base lunar, sino para toda la Tierra, podría alcanzar proporciones apocalípticas.

Como se puede ver, no es una mal planteamiento. Un tema de moda, hibridación con otros géneros populares y las gotas necesarias de especulación para mantenerlo todo firmemente anclado en la ciencia ficción. El propio Isaac Asimov se había prodigado en esa misma fórmula durante toda la década anterior. Claro que para 1963 tal vez ya estaba un poco gastada, con un nueva ola que empezaba a interesarse en otros recursos y planteamientos.

Desde luego, eso por si solo no significa que deba descartarse de primeras una narración un poco retro. Al fin y al cabo, incluso hoy en día seguimos leyendo (con mayor o menor interés, según inclinaciones) las buenas historias de ciencia ficción de todas las décadas. El problema de E. C. Tubb, al menos en «Base lunar», es que su habilidad narrativa es más bien justita. Incluso dejando de lado un machismo difícil de tragar incluso para los años sesenta (presente en toda la novela, pero especialmente impactante en una escena que culpabiliza de forma harto chocante a la víctima en un caso de lo que hoy llamaríamos violencia de género), reparte las cartas del misterio con tanta cicatería que las sorpresas casi brillan por su ausencia (y por ello me he abstenido también de mencionar algunos detalles de la historia).

Ni la ambientación, ni los personajes, ni el misterio, ni la especulación (bastante forzada y, a la postre, fantasiosa) hacen memorable una historia muy anclada en una época muy concreta, que poco tiene que ofrecer hoy en día que justifique su lectura (salvo por motivos puramente históricos… y como homenaje a un auténtico currante del género).

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Published on March 05, 2025 02:05
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