«Lucerna» y «Albert»
«Lucerna» y «Albert». Lev Tolstói. Trad. Selma Ancira. Barcelona: Acantilado, 2024
ContrastesLucerna es como un aplique de escayola en la cornisa del interior de un palacio renacentista: es ordenada, es tranquila, tiene armonía con el río que la surca y el paseo de madera con jardineras a ambos lados, no le faltan comercios pequeños en donde venden relojes, hoteles grandes, ni limpieza, ni tampoco silencio aunque en el cuento de Tolstói, precisamente, Lucerna tiene música.
A Mark Twain le parecía que el león esculpido en piedra que hay en Lucerna era algo así como «lo más conmovedor» que había visto nunca; ese león homenajea a los miembros de la Guardia Suiza que murieron en el asalto a las Tullerías de París, durante la Revolución francesa, pero Tolstói no lo menciona en su cuento porque prefiere centrarse en la diferencia de clases, en la soberbia y el cinismo de los ricos y en el talento de algunas personas, sean aristócratas o mendigos.
El hotel Schweizerhof en donde arranca el cuento de Tolstói existe todavía, cualquiera puede pasar por delante durante una visita a la ciudad, comprarse un reloj y conmoverse como Twain al observar el famoso león de piedra.
O puede no hacerlo.
Después de leer «Lucerna» a nadie sorprende la visión que su autor da de los turistas y de algunos suizos, de la maldad humana y del egoísmo, porque él mismo vivió obsesionado con la diferencia de clases, mortificado por sus orígenes pudientes y privado de todo hasta el día de su muerte sin embargo, lo más llamativo de este relato es tal vez la sensibilidad a la hora de plasmar, sencillamente, la belleza.
«Albert», por su parte, conduce al lector hasta el momento crítico en que un músico loco es juzgado por los demás y salta de un punto de vista a otro con la maestría de los grandes narradores. De nuevo el arte, la música que interpreta el andrajoso violinista Albert conmueve a su audiencia y alguien se apiada de él, pero el tormento mental, el peso del recuerdo y también (por qué no: estamos en el invierno de San Petesburgo) las inclemencias meteorológicas interfieren en el buen discurso de los acontecimientos y todo se tuerce.
Dos relatos musicales que ensalzan el poder del arte y de los artistas para mejorar (en la medida de lo humanamente posible) las injusticias de una sociedad condenable.


