Comentarios al libro “¿La rebeldía se volvió de derecha?” de Pablo Stefanoni

Rafael Uzcátegui

La Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung en Venezuela tuvo la cortesía de invitarme a comentar el libro de Pablo Stefanoni «¿La rebeldía se volvió de derecha?». Estas fueron las palabras que dije:



Buenas tardes. Agradezco la invitación del ILDIS a conversar sobre las ideas que mi amigo Pablo ha expresado en su libro “¿La rebeldía se volvió de derecha?

Anais tuvo la gentileza de regalarme una copia del libro, que leí a los pocos días dado que el título interpelaba mis intereses intelectuales recientes. Uno lee un libro desde un lugar y un momento, a partir de una historia personal desde la cual se interpreta el texto. Entonces, leo el libro de Pablo desde la Venezuela del año 2022, a partir de las angustias y deseos personales generados por el conflicto en nuestro país en los últimos años. No podía ser de otra manera.

El triunfo electoral de la extrema derecha en Italia, y que esté aumentando la posibilidad que Donald Trump sea de nuevo el candidato por el partido republicano en Estados Unidos, y con ello la posibilidad que repita como presidente de ese país, nos obliga a intentar entender, como lo hizo Pablo, las mutaciones y evoluciones de eso que hoy se califica como la “derecha alternativa”. Y de por qué algunos de sus postulados pueden hacerse mayoría y ganar elecciones. Los resultados plebiscitarios recientes en América Latina, la derrota aplastante de la Constituyente en Chile así como la perdida de la propuesta de acuerdo de paz en Colombia por los votos, parecen confirmar que las ideas conservadoras pueden congeniar perfectamente con la consulta popular. Stefanoni hace una inmersión en esa Dimensión Desconocida, cuyas expresiones si bien son embrionarias o marginales, como él mismo destaca, tienen la potencia de ser expansivas en un futuro signado por la incertidumbre. Intelectualmente es un desafío, los descubrimientos no tengo ninguna duda que son interesantes, y abren una veta para la investigación y discusión en los próximos años.

Sin desmeritar lo anterior, y como soy un venezolano que ha sufrido, como todos, las consecuencias del chavismo realmente existente, sin embargo para mi realidad me he venido haciendo la interrogante contraria a la de Pablo: ¿Por qué la rebeldía dejó de ser de izquierda? ¿Qué ha hecho posible que en Venezuela una gestión de izquierda haya profundizado todos y cada uno de los males que propuso superar, transformando a sus promotores en quietistas y pacatos? Hace poco leía el artículo de una joven ex ministra chavista, ligada a los movimientos juveniles bolivarianos, hoy en Europa y de quien uno pudiera esperar que fuera parte de la renovación del chavismo. Su artículo planteaba que como la revolución era “irreversible”, y a pesar de los evidentes cambios en el proyecto original de Hugo Chávez, había que hacer todo lo posible para que Nicolas Maduro continuara en el poder a corto y mediano plazo. La defensa, e incluso justificación, del actual estado de las cosas. Hasta donde yo se esa es la caracterización de una persona “reaccionaria”.

Aunque respeto a quien piense que no es así, para mí el gobierno chavista es genuinamente de izquierda, con todas sus letras y vocales. No comparto quien sostiene que representa la traición o desviación: Nicolás Maduro es tan progresista como Hugo Chávez. Entonces, ¿por qué la rebeldía dejó de ser de izquierda en Venezuela? Por supuesto, no soy el primero que se hace esta pregunta. Ustedes me dirán que se ha discutido bastante, de manera privada, en ambientes progresistas. Sin embargo, en la arena pública, que es lo que como sociólogo me interesa, la literatura que de cuenta de ese debate sigue siendo escasa y menor frente a lo que demandaría las consecuencias prácticas de las izquierdas revolucionarias en el poder. En este momento estoy leyendo un libro maravilloso del escritor uruguayo Carlos Liscano, ex preso político Tupamaro, llamado “Cuba, de eso mejor ni hablar”, donde palabras más y menos, dice que durante muchos años silenció sus críticas al castrismo para no perder a sus amigos, que eran todos de izquierda. Y que en los intentos de conversarlo la respuesta unánime que consiguió fue el título de una canción de la banda argentina Sumo:“Mejor no hablar de ciertas cosas”. Efectivamente este silencio se explica no sólo por argumentos lógicos y racionales, también hay que incluir otros de naturaleza psicológica y emocional. Y sí, hay algunos textos fundamentales, que brillan incluso por su excepcionalidad, como los de Teodoro Petkoff, pero la suma total de los libros no llena un estante acá en La Poeteca.

Para no monopolizar la conversación haré sobre este tema, por qué las izquierdas dejaron de ser rebeldes, tres precisiones, siguiendo la lógica de la pregunta a pesar que el escritor francés Albert Camus hizo una distinción entre “rebelde” y “revolucionario” con la que estoy de acuerdo.

La primera es la supuesta “superioridad moral” de la noción del “hombre nuevo”, que desde Cuba ha influido a todo el pensamiento de izquierda de la región. Voy a usar el mismo recurso que uso Pablo al inicio de su libro, y es basarme en una metáfora cinematográfica con fines pedagógicos. No sé si todas han tenido la oportunidad de ver la serie “Cobra Kai”, que como sabemos, es una secuela de la franquicia cinematográfica Karate Kid. En esta comedia dramática, los dos personajes principales se encuentran 30 años después teniendo su conflicto interpersonal intacto. Para no arruinar la historia para quienes no la hayan visto, sólo diré que uno de ellos es Daniel Larusso, el Karate Kid original, que para nuestros efectos es la metáfora perfecta del militante disciplinado de izquierdas: Un tipo de buenas intenciones y que le va muy bien en su vida, luego de haber internalizado las enseñanzas de un Carlos Marx que no vino de Alemania sino de Japón. Sus problemas empiezan cuando debe cohabitar con su antónimo, Johnny Lawrence, un descarriado, con ideas políticamente incorrectas, intentando redimirse a pesar de no tener la altura de los principios morales de Larusso. Si tenemos que ubicarlo en un lugar del espectro ideológico, Johnny es un ciudadano promedio de derechas. A lo que voy con este ejemplo es que a diferencia de las películas originales, en Cobra Kai el rol negativo termina siendo el personaje estelar de la serie. Y esto tiene que ver por que a diferencia de 1984, cuando se estrenó la primera de Karate Kid, los personajes complejos, los que no son por naturaleza “buenos”, son aquellos con los que más se identifica la audiencia. No solamente porque la pretendida superioridad moral de los izquierdistas frente al resto de los mortales siempre fue falsa, sino porque la gente se identifica con personas tan imperfectas y contradictorias como ellos. El hombre nuevo, como hoy sabemos, era la pretensión de construir entes robotizados por la ideología, lo que les quitaba precisamente lo que le da singularidad a su humanidad. Los militantes de izquierda ven a los demás por encima del hombre, y si lo sé fue porque por un buen tiempo yo mismo lo fui. Y cuando me vi reflejado en el espejo del chavismo, me espanté con lo que vi.

Un segundo punto, vinculado a lo anterior, tiene que ver con la normalización del doble rasero, o el doble estándar, entre los y las izquierdistas. Defienden el derecho a la manifestación en países gobernados por la derecha, y denuncian furiosamente si hay heridos o asesinados en las protestas. Cuando ocurren bajo gobiernos afines ideológicamente, los manifestantes tienen intereses oscuros, son manipulados por fuerzas ajenas y es hasta loable que sean neutralizados, simbólica o físicamente. Se ventilan principios según convenga. Y las causas que decimos defender son un trampolín para la conquista del poder propio y la erosión del poder ajeno. Esta actuación hipócrita es percibida nítidamente por el resto de la población y ha contribuido a lo que hoy calificamos como el descrédito de la actividad política.

Finalmente, a diferencia de Pablo, yo no quiero “explorar algunas vías de salida a los dilemas de la izquierda”, sino contribuir a que Venezuela vuelva a un estado de cosas que permita que la actividad política, en sentido amplio, vuelva a ser de nuevo posible. Y este terreno lo permite un funcionamiento democrático, con todas sus debilidades e imperfecciones, que no ilegalice las organizaciones independientes de la sociedad, como las más de 1.800 que ya existen en Nicaragua, o que obligue a las personas a huir de su país ante la persecución y falta de oportunidades para tener una vida digna. Entonces, pongo a ese concepto llamado “Venezuela”, con todo lo difuso, ambiguo y contradictorio que pueda ser, sobre cualquier ideología, incluido la mía, que era el anarquismo. Y para poder dialogar con todos esos venezolanos que son diferentes a mí, debo hacerlo desde un lugar no constreñido por la ideología. No sólo por razones morales sino prácticas. Luego de más de 20 años de ser reprimidos por un gobierno que ha usado toda la narrativa y simbología de izquierda a su favor, para torturar a los disidentes políticos y empobrecer a la mayoría de la población para favorecer a la nueva élite, los venezolanos experimentan una suerte de stress post-traumático con todo lo que les recuerde el progresismo y todos esos sectores internacionales que le dieron la espalda en su ansia de dignidad y que se colocaron de lado del gobierno que los oprime. Desde esos lentes, la mayoría, para no decir todos los migrantes venezolanos, son conservadores y derechistas. Y si quiero ser parte de la recuperación del país debo sumar esfuerzos con esos venezolanos realmente existentes, con todas sus virtudes y sus imperfecciones. Lejos, precisamente, del ideal totalitario de “hombres” y “mujeres” nuevas. Por eso creo que quienes aspiran una “salida por la izquierda” de la crisis venezolana están condenados a la soledad. Para decirlo así, yo apuesto por recuperar un país y no por salvar una etiqueta ideológica. Y aunque trato de pensar fuera de la dicotomía, me gustaría que las insurgencias por venir no fueran influidas por el pensamiento conservador, por lo que yo apelaría no a la defensa de las etiquetas sino a principios, en mi caso los de derechos humanos, como el que todas las personas, sin distingo de ningún tipo, tienen los mismos derechos. Sin embargo, si de algo estoy seguro hoy es que, en Venezuela, cualquier rebeldía será, entre otras cosas, contra la izquierda.

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Published on September 29, 2022 11:56
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