Por qué reciclar debería ser la "R" que menos usemos en la moda (y todo!)

Reciclar ropa... mmm mejor cuando sea la última, pero la última opción
Para 2030 se espera que, en conjunto, estemos desechando más de 134 millones de toneladas de textiles al año. Chile, lamentablemente es testigo de esta tendencia debido a los vertedores ilegales de ropa del desierto, que han transformado a comunas como Alto Hospicio en zonas de sacrificio de la moda.
Para cualquiera que recién se aventura por el terreno de cambiar el verbo al vestir, podría decir que una solución a este grave problema ambiental (dejando de lado lo social y económico por un momento) es reciclando todas esas prendas. Pero ¿realmente es una solución o estamos "apagando el fuego con bencina"?
Reciclar siempre será mejor que botar la ropa a la basura o quemarla, no obstante, es tan poco lo que mueve la aguja en términos de cambiar el paradigma de sobreproducción de la industria de la moda, que se transforma casi en "la salida de emergencia", que esperamos nunca tener que tomar.
Seamos sincerxs para evitar esas escenas dantescas, no necesitamos reciclar, sino reducir. Detener nuestro consumo impulsivo (convulsivo) y comprar o poseer ropa que nos dure para no alimentar la oferta de prendas de mala calidad y con obsolescencia programada (tan mal hechas que están pensadas para que se rompan o deformen).
Lo anterior es urgente, porque tenemos que tener claro que reciclar NO es una acción innocua, es decir, tiene un impacto ambiental del que no se habla, pero que supone un alto gasto de energía y emisiones, que no siempre pueden "compensarse" con el producto final. Ello debido a que para lograr la elaboración de productos de ciclo cerrado, es decir, de telas de buena calidad que se transformen en nuevos insumos para la moda se necesita que los textiles a reciclar sean de materiales al 100% y no mezclas.

Sin embargo, la mayoría de la ropa que se vende en el mercado y que pertenece a grandes marcas de moda ropa son mezclas de textiles (sintéticos) o 100% poliéster (= plástico), cuyo costo de reciclaje y externalidades negativas asociadas a su uso y lavado (microplásticos que llegan al mar), no lo transforman en la "fibra más competitiva del futuro". A ello se suma que los cierres, botones, hilos y adornos varios (tachuelas, lentejuelas entre otras) de las prendas no pueden reciclarse, y su fin más obvio es la basura.
Según un reportaje de la BBC, la falta de pureza de los textiles que componen nuestra ropa "hacen que sea difícil separarlos para que puedan reciclarse de manera efectiva. La clasificación manual de textiles en diferentes fibras y tipos de materiales requiere mucha mano de obra calificada y es lenta. A ello se suma el uso de telas modernas que también dificulta hacer el proceso mecánicamente", enfatizan.
Si bien se han ido desarrollando diversas tecnologías en torno al reciclaje textil (todavía muy caras de implementar), en términos generales existen dos técnicas extendidas: el reciclaje mecánico y el químico.
En el caso del reciclaje mecánico, las telas se trituran y tiran para transformarlas en fibras de menor longitud. Los textiles mezclados son los que mejor funcionan con esta técnica que produce fibras cortas que no sirven para crear telas, pero si como relleno de colchones, por ejemplo.
Por su parte, el reciclaje químico supone múltiples procesos y productos químicos adicionales, lo que hace que tanto el proceso como el hilo o tejido resultante sean costosos. De hecho implica un proceso en el que los polímeros se despolimerizan (poliéster) o se disuelven (algodón y viscosa), dando como resultado fibras de la misma calidad que las vírgenes.
Además, el reciclaje de textiles se puede clasificar en upcycling (donde el producto resultante es de mejor calidad que el original), downcycling (el producto resultante es de peor calidad que el original), circuito o ciclo cerrado (el producto resultante es muy similar al original) y ciclo abierto (el resultado del reciclaje se utiliza en otro tipo de producto).
En Chile las opciones en torno al reciclaje de ropa en gran escala son muy limitadas: Ecofibra para convertirlos en paneles aislantes de la construcción; Ecocitex para transformarlos en tejido multifibra, Rembre para crear eco-relleno de cojines.
Ninguna de las tres atacan el problema de fondo -la sobreproducción y sobreconsumo- solo minimizan el impacto de ambiental de que esas prendas se quemen o vayan a la basura. Por lo tanto, optar por ellas debería ser la última alternativa de una gran lista en la que el primer verbo debería ser usar (intensamente), reparar, personalizar, reusar, suprareciclar, entre otros.
Pero ¿qué es más fácil: cambiar nuestra relación con el vestir o mantenernos igual y saber que el reciclaje subsidiará mi consumismo? La respuesta la encontramos en las excesivas expectativas que hay en la inclusión de los textiles y la ropa en la ley REP, así también en noticias que nos recuerdan que el ultra fast fashion está liderando todos los ranking bursátiles del mundo.
En esa línea, más que poner todas las esperanza en el reciclaje, hoy es urgente que cuestionemos las razones de nuestro consumo, que nos preguntemos ¿realmente lo necesito? ¿por qué compro? ¿qué vacío intento llenar con tanta ropa? ¿se lo que tengo en el clóset? ¿esa ropa realmente dice algo sobre mi?
Estoy segura que la reflexión que surja de ello, te llevará a otras "R" y/o a otras dimensiones -tal vez hasta desconocidas-, donde el reciclaje ni siquiera será opción.
¿Probamos?
Sofía Calvo Foxley's Blog
