La Gracia de los Draco (Maya*Parte 2)

Maya * Parte 2
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Su madre la miraba fijamente mientras la joven permanecía sentada al lado de la ventana pensando en Axel y en lo que había sucedido. Se sentía normal, como siempre y sin embargo, su muñeca le ardía. Volteó a mirarla para encontrar algo que le hiciera suponer que todo había sido real, pero aparte del dolor no había nada.
“Tal vez lo soñé” pensó. Comenzó a jugar con sus manos, en ellas había una pequeña llama de fuego que viajaba a través de sus dedos.
– Debes dejar de hacer eso – la regañó.
– Nadie está mirando … solo estamos tu y yo.
– No importa, me pones nerviosa.
La joven cerró su mano y la llama se desvaneció, luego giró su cabeza para mirarla.
El interior de su bohío era sencillo, había un gran espacio que les servía a las dos para todo, y un cuarto que quedaba en el fondo donde dormían. Mientras la veía cocinar, pensaba en lo bella que era; tenía más de cuarenta años y su piel era clara, contrastaba con su cabello oscuro que caía hasta la cintura y tenía unos ojos grandes de color azul que reflejaba una mirada tranquila detrás de unas largas pestañas. En cambio, ella era más parecía a su padre, o bueno eso le decían porque murió cuando apenas tenía cinco, por lo que no se acordaba mucho de él, decían que tenía el mismo color de piel canela, ojos cafés y cabello liso, era totalmente opuesto al rizado de Allen, su madre. Ella acababa de cumplir los doce años, y su nombre era común en el pueblo de Kato, su padre, pero no en el de su madre.
– Deja de perder el tiempo y ven a ayudarme – le dijo Allen.
Maya se levantó y caminó hasta la pequeña cocina que tenían en el bohío.
– ¿Por qué estás tan nerviosa mamá?
– Escuchaste lo que andan diciendo en las cuevas … parece que hay problemas otra vez con los Draco y no quiero que venga a molestarnos nuevamente.
Después de comer salió de la casa en busca de Axel porque necesitaba hablar con él. Entonces comenzó a caminar por entre los pasillos que abrían paso a las diferentes cuevas del pueblo. No era difícil encontrar a alguien en aquel lugar, ya que era un sitio pequeño y todos se conocían.
Los ancianos contaban que sus abuelos habían llegado allí del oeste, huyendo de la guerra, pero al ser un pueblo nómada, su estancia debió haber sido por poco tiempo. Sin embargo, con el pasar de los años, habían preferido habitarlas, ya que era un lugar con inmensos recursos. El lugar tenía ríos subterráneos donde brotaba abundante agua pura, también estaban al lado del mar Njord y hacia el sur, los territorios estaban cubiertos por bosques espesos donde se podía cazar y abastecerse.
Encontró a Axel al lado de su cueva, sentado con un libro en las manos. Él apenas la vio se levantó apresuradamente mientras la miraba llegar. Vivía solo con su padre y su abuelo, Maya había tratado de preguntarle sobre su mamá, pero él siempre evadía ese tema de conversación, así que con el tiempo había dejado de insistir.
– Necesitamos hablar – le dijo Maya.
– Si, te estaba esperando, pero vámonos de aquí, hay demasiados oídos cerca – respondió entre murmullos.
El día era caluroso y el cielo estaba completamente azul, así que comenzaron a sudar mientras caminaban.
– ¿A dónde vamos?
– A dónde no nos puedan escuchar – dijo Axel con voz seria.
Llegaron a un árbol que tenía un tronco grueso y se sentaron sobre una de las raíces que sobresalía entre la vegetación. Maya comenzó a hablar inmediatamente.
– Sé lo que hiciste ayer con tus manos – le dijo con voz serena. Tenía recuerdos borrosos, pero estaba segura de haber visto luz que salía de Axel.
– No sabes lo que viste … no te sentías bien en ese momento.
– Tus manos – mientras hablaba las señalaba – se iluminaron … Yo sé lo que vi.
Axel apretó la boca y la miró fijamente.
– No debes decírselo a nadie … por favor – le suplicó.
– ¿Por qué? … ¿por qué no podemos decirle a nadie? – no entendía que ocurría, siempre había pensado que solo ella tenía ese “problema con sus manos” y ahora…
– Sabes lo que ocurrió la última vez – Maya negó con la cabeza mientras lo miraba con ansiedad. – Lo que pasó cuándo éramos pequeños … lo de tu padre.
Abrió los ojos y Axel se dio cuenta por la expresión de su cara, que ella desconocía todo aquello.
– ¿Tu madre no te lo ha contado?
– ¿Decirme qué? … qué sucede, no te estoy entendiendo nada.
– Tu padre se fue para protegerte, al igual que mi madre.
Maya ladeó un poco la cabeza y pasó saliva.
– ¿No está muerto?
– No … – hizo una pausa – hace unos años la Estirpe Draco decretó que estaba prohibido relacionarse con otros pueblos y tu padre … bueno él, mamá y otros más, violaron la ley.
– ¿Por qué los Draco hicieron eso? y ¿dónde está mi papá?
– Mi abuelo dice que los llevaron a Isla Dragón y que están en prisión.
Maya bajó su cabeza mientras reflexionaba, tenía que hablar con su madre sobre esto y comenzó a sentirse muy molesta con ella por habérselo ocultado; toda su vida había pensado que estaba muerto. Luego alzó su rostro para seguir preguntando.
– ¿Qué pasó ayer en la cueva?
– Estaba al lado del arroyo cuando observé que Jens y Erika salían corriendo muertos de la risa, pero no te vi y me preocupé, así que regresé a buscarte y te encontré inconsciente en el suelo.
Lo miraba, sabía que no le estaba contando toda la verdad, juraría que él también había sentido aquella cosa, pero no le insistió. Lo conocía y sabía que él se enojaba con facilidad.
– Quiero ver lo que haces con tus manos.
Axel respiró profundo y mientras la observaba, sus manos se iluminaron, era como si sostuviera una lámpara de luz.
– ¡Wow! – exclamó y él sonrió tímidamente.
– ¡QUIETOS AHÍ! – espetó con voz gruesa un hombre que aparecía entre la maleza.
Maya y Axel se colocaron de pie rápidamente para disponerse a correr, pero detrás de ellos aparecieron más guerreros con armas en sus manos y los amenazaban. Entonces, los dos levantaron sus manos como señal de rendición.
– Tendrás que acompañarnos mestizo – dijo el que parecía el líder, señalando a Axel y luego lo tomó del hombro con fuerza.
– ¡NO! – gritó Maya. – ¡Suéltalo! no tienes derecho.
– ¿También eres uno de ellos? – preguntó una guerrera.
– Si – respondió Maya.
– No – refutó Axel inmediatamente. Hablaba más fuerte que ella y le tapaba la voz.
El guerrero los miró por un momento y luego comenzó a caminar llevándose a Axel consigo. Este forcejeaba, pero no había forma de luchar contra aquellos gigantes y después de varios minutos, en los que Maya pateó y mordió a los guerreros, estos la empujaron para dejarla sentada sobre la hierba, mientras veía impotente cómo raptaban a su amigo.
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