Alma en Llamas (Maya- parte 3)

Maya * Parte 3
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Se levantó del piso alterada, no sabía si perseguir a los guerreros de la Estirpe Draco o avisar al pueblo lo que había ocurrido. Le tomó unos minutos decidirse por la mejor opción; tratar de buscar ayuda. Comenzó a correr por entre los árboles, saltando cada obstáculo que se le atravesaba en el camino. No dejaba de pensar en Axel y en lo que podría estar pasando en esos momentos. Llegó al Bohío donde vivía y entró golpeando la puerta con fuerza. Entonces su madre la miró con los ojos abiertos de par en par.
– ¿Qué sucede? ¿por qué arrojas la puerta de esa forma? – la regañó.
– ¡Se llevaron a Axel!
– ¿Qué estás diciendo? – la miraba sorprendida, pero al ver la cara de angustia de su hija se serenó inmediatamente. – Tranquilízate un poco … Toma asiento.
– Los Draco … Se lo llevaron – no la escuchaba y aún se mantenía de pie frente a la puerta.
– Que yo sepa, no ha entrado ningún guerrero al pueblo.
– No fue allá – Maya negaba mientras hablaba. –Estábamos en el bosque …
– ¿Qué hacían en ese lugar? no te he dicho que …
– ¡MAMÁ! … Escúchame, tenemos que ir a buscar a su papá … Tenemos que hacer algo para recuperarlo.
– Claro que no … Ese no es problema nuestro.
Fue como si la rabia comenzara a subir hasta su cabeza, así como el agua sube a través de un pote cuando hierve, no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Dónde estaba su mamá? la persona dulce que ella conocía.
– ¿Te vas a quedar aquí sin hacer nada? – le espetó mientras había comenzado a rascarse su antebrazo izquierdo, como siempre lo hacía cuando estaba alterada. – ¿No me estás escuchando? esos gorilas se llevaron a mi amigo.
– Te escucho Maya, pero es mejor que no intervengamos … Son asuntos de la Estirpe Draco – hablaba de forma afable mientras se acercaba para tratar de calmarla.
Maya tenían un temperamento volátil. Nadie la conocía mejor que ella.
– ¿Fue así cómo se llevaron a papá? – le soltó con voz gruesa.
Allen retrocedió. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
– ¿Qué has dicho? ¿Quién te dijo semejante cosa?
– ¿Por qué me ocultaste la verdad? – estaba furiosa. No podía controlarse y de sus manos comenzaron a aparecer pequeñas llamas de fuego.
– Tu no lo comprenderías, eres muy pequeña para entender lo que pasó.
– Ya no soy una niña mamá … ¡Mírame! tengo doce y puedo comprender muchas cosas, como el hecho de que me has mentido toda la vida.
– ¿De qué hablas? tu papá no está … se fue, punto final. Yo solo quería protegerte, por eso te dije que había muerto pensé que sería más fácil para ti aceptarlo de esa manera.
– ¿Así como me ocultaste que hay otros como yo? … ¿También querías protegerme? – se movió hacia la salida, estaba tan molesta que sus manos ardían.
– ¡Cálmate! … mira tus manos, no puedes salir así – Allen hizo una pausa mientras buscaba las palabras adecuadas. Le aterraba que alguien pudiera ver lo que podía hacer. – No todos los mestizos tienen dones como los Draco … y yo sólo quería protegerte – repitió.
Maya cerró sus puños y las llamas se esfumaron. La miró largamente sin hablar. Esa conversación debía aplazarla, ahora necesitaba rescatar a Axel. Se giró en redondo y se fue.
– ¡MAYA ESPERA!
No la escuchó, salió corriendo en dirección a la casa de su mejor amigo. Cruzaba los pasillos que daban a las cuevas sin detenerse. En ocasiones, chocaba con algún poblador y tenía que disculparse constantemente. Cuando llegó, entró apresuradamente sin pedir permiso, pero todo estaba vacío. Le pareció raro porque el abuelo de su amigo nunca se movía de allí. Comenzó a caminar de un lugar a otro mientras pensaba qué debía hacer.
Salió a buscar a Jens y Erika, entre todos podían ir hasta el Bosque Dorado y recuperarlo. Aún era temprano y todavía tenían muchas horas de sol. Se escurrió entre la muchedumbre que caminaba entre los pasillos para llegar a la cueva de Jens. Después de saludar a su madre, preguntó por él. Minutos después, salió adormilado rascándose la cabeza.
Le contó lo que había pasado en el bosque con los guerreros y su plan para ir hasta el Bosque Dorado.
– La Estirpe Draco nunca secuestra a nadie, estás exagerando – mencionó Jens como si no le hubiera creído una sola palabra.
– Pues, esta vez sí lo hicieron.
– No creo que debamos meternos en problemas.
Maya abrió sus ojos ¿Es que a nadie le importaba Axel?
– Es nuestro amigo y necesita que lo ayudemos – insistió.
– Estoy ocupado en este momento …
– ¿Haciendo que? ¿durmiendo? – le respondió, sus ojos brillaban y comenzó a rascarse su antebrazo izquierdo.
– Mira, mañana iremos a su cueva y averiguaremos lo que pasó.
Lo miró apretando la boca, al parecer nadie entendía la gravedad de lo estaba ocurriendo. Así que, si quería hacer algo, no tendría el apoyo de nadie. Había perdido el tiempo yendo al pueblo.
Comenzó a caminar en dirección al Bosque Dorado. Nunca había estado allí porque solo el líder del pueblo y algunos comerciantes tenían derecho, y ella era solo una joven que acababa de cumplir los doce.
El trayecto lo hizo bordeando la arboleda donde habían secuestrado a Axel. Llegó al límite sur y pasó saliva, porque había muchos guerreros circulando por todos lados. El Bosque Dorado era enorme, con árboles altos de colores ocres, naranjas y dorados, y caminos en piedra. Los sonidos de los insectos y aves inundaban el lugar con cantos diversos. Respiró profundo porque sentía la tranquilidad que emanaba de la naturaleza.
Estaba embebida y levantó la vista para observar las copas de los árboles que cubrían gran parte de un cielo azul intenso. Entonces se relajó. Después de suspirar para llenarse de valor, se adentró entre la muchedumbre, era pequeña y tal vez no la verían como una amenaza, así que avanzó lentamente mientras se internaba en el pueblo de los Draco. El pueblo de Kato, su padre.
Observó un brillo intenso a la derecha y giró su cabeza para mirar, estaba casi enfrente del Árbol de Fuego. Su madre le había contado que junto con los dragones, los Draco habían creado aquel árbol sagrado que alimentaba las tierras del sur con la energía de Yamhuy. Era lo único que sabía de esa historia. Al parecer la conexión entre el árbol, los dragones y la Estirpe Draco era fuerte.
Apresuró el paso porque solo le quedaban una o dos horas de luz, así que se internó entre los bohíos. Estos eran mucho más espléndidos que el suyo, con dimensiones gigantescas y espacios amplios. También aprovechaban las alturas y si mirabas hacia arriba podías encontrar más edificaciones entre las ramas de los árboles. Por poco tropieza con un tronco y eso le hizo regresar la mirada a tierra. Fue en ese momento, cuando lo vio.
“¡Axel!” pensó.
Estaban enfrente de un grupo de personas que se encontraban sentadas y lo rodeaban. Dos guerreros lo mantenían fuertemente custodiado y lo amenazaban con espadas largas. La que parecía ser la líder de la Estirpe Draco estaba junto a él. La llamaban la Cacique Nakawé, era una mujer madura de contextura delgada y cabello corto, estaba hablándole mientras se movía de un lado a otro. Entonces, Maya comenzó a avanzar con rapidez, pero una mano sobre su pecho la detuvo.
– No está permitido el ingreso de menores – le espetó con voz grave.
Ella giró su cabeza para observarlo, era un guerrero Draco demasiado alto y corpulento como para tratar de pelear con él. No le contestó y siguió mirando lo que ocurría en el fondo.
– ¿Dónde están tus padres? – preguntó.
Seguía sin contestar, mientras pensaba cómo hacer para escabullirse y salvar a su amigo.
– Te estoy hablando jovencita …
Maya, estática, solo percibía a su corazón que latía con fuerza. Había visto como uno de los guerreros que estaban sentados con la cacique, levantaba su espada y se dirigía a Axel.
“Lo van a matar” pensó y sus tripas ardieron de rabia.
– ¡NO! – espetó a todo pulmón, fue como si algo en su interior se hubiera despertado.
Empujó al guardia con todas sus fuerzas y en menos de un segundo sus manos y luego sus brazos se llenaron de llamas. Sin pensarlo y obedeciendo más a la opresión de su pecho, lanzó sobre el guerrero que amenazaba a su amigo, una llamarada tan intensa como la de un dragón.
El impacto resonó por todo el bosque. La onda envió a los estaban allí volando por todos lados. Daban vueltas por el suelo mientras se golpeaban unos a otros. El silencio se instauró de pronto y mesuradamente los guerreros que se encontraban tumbados reaccionaron. Se levantaban aturdidos sin entender quién los había atacado, y el sujeto que había recibido todo el impacto permanecía inerte.
Todos voltearon a mirarla, incluyendo Axel que abría sus ojos con perplejidad por lo que había sucedido.
– ¡DETÉNGANLA! – gritó la cacique con voz de mando y Maya no pudo escapar.
Esta historia hace parte de la Estirpe Dorada
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