Juego
Para incrementar las posibilidades de supervivencia en esta nueva normalidad nos vemos obligados a modificar diversos patrones para desarrollar una mejor convivencia con y en nuestro entorno; durante los años siguientes estaremos hablando sobre qué es lo que hemos modificado de nuestras conductas, carácter y comportamiento, en la medida que analicemos esos cambios iremos descubriendo lo realizado para adaptarnos, para sumarlo en la columna de cosas que creímos jamás habríamos de hacer.
En mi columna de nuncas, uno de los primeros sitios lo ocupa Jugar videojuegos con mi hijo en sesión remota. A pesar de ser de la generación del Atari 2600, después del Pac Man ningún juego me atrajo lo suficiente como para ir renovando mis consolas de juego, así que pude entrar a la madurez con una Nintendo que de tarde en tarde sacaba de su cajón para jugar NFL con mi hermano; no me alcanzó el interés para hacerme de una consola de quinta generación ni para seguir jugando, es mi responsabilidad, mi ludus según la clasificación de Roger Caillois (Los juegos y los hombres) se desenvuelve mejor en la subcategoría del Mimicry (simulacro) que en las de competencia, suerte o vértigo (Agon, Alea, Ilinx).
En la edad madura he tenido que jugar videojuegos para estar cerca de mi hijo, no entiendo mucho, se me dificulta comprender lo del modo creativo o combate, soy torpe y la mayoría de las ocasiones termino muriendo en el juego mientras le digo a mi hijo que él siga. Él me responde con seriedad y entusiasmo que no me dejará atrás o que seguirá por la familia, porque somos equipo. Por las tardes tengo una cita para conectarme y vía remota jugar con él.
El videojuego, sin interesarme, me enriquece escuchar su voz pequeña e imaginarlo dedicado en ganar, mientras construye o me defiende, aprovecho para preguntarle cómo le fue en el día, en sus cursos a distancia, qué comió, si ya acabó el libro que está leyendo, qué está viendo en la tele y cómo se siente. Eso es lo que hace que todos los días me conecte.
A veces lo oigo gritar molesto, cuando lo desaparecen del juego lo he escuchado gritar “asqueroso” y que los odia porque mataron a un niño de sólo siete años, ahí detengo el juego. Le advierto que es sólo eso, un juego, que estamos ahí para divertirnos, que nada justifica que se enoje y que los demás jugadores no saben que es un niño, que en ese campo de batalla todos somos iguales y tenemos las mismas oportunidades, que no hay razón para odiar al resto de los competidores, ni el video, ni en la vida.
Espero un día poder hablarle del libro de Roger Caillois, del Homo Ludens de Johan Huizinga, de la importancia del juego en el establecimiento de las civilizaciones, que si bien es improductivo, sus otras características y en especial su cualidad ficticia le otorgan un poder decisivo en el desarrollo de la humanidad. Hoy, lo que me importa, además de estar cerca de él, es que no odie, que la competencia no lo haga violento, que desarrolle al máximo sus habilidades para jugar en condiciones de igualdad, que considere el enfoque lúdico como un principio para vivir y crear.
Coda. El odio deslumbra, al grado que quienes se definen como bien pensantes, ante la detención de Emilio Lozoya, piden que a los enemigos de sus creencias “los fusilen de espaldas y los entierren boca abajo”, como hizo Tenoch Huerta, ese actor que se define como activista en contra del racismo, el mismo que pide que a los acusados por el exdirector de Pemex, “los dejen libres media hora en un zócalo a reventar de gente”, porque cree que la justicia es igual a la venganza, porque intuye que la masa los destruirá, porque a quienes ven el mundo en blanco y negro, todo lo que no es igual a ellos, merece ser violentamente desaparecido. Cuando hablo con mi hijo de los discursos de odio, elijo no mostrarle lo que hacen en redes el puñado de influencers, cuando llegue la oportunidad le explicaré que el odio es grande y dorado, como bien sabe el poeta Eduardo Lizalde:
Grande y dorado, amigos, es el odio.Todo lo grande y lo doradoviene del odio.El tiempo es odio.
Dicen que Dios se odiaba en acto,que se odiaba con fuerzade los infinitos leones azulesdel cosmos;que se odiabapara existir.
Nacen del odio, mundos,óleos perfectísimos, revoluciones,tabacos excelentes.
Cuando alguien sueña que nos odia, apenas,dentro del sueño de alguien que nos ama,ya vivimos el odio perfecto.
Nadie vacila, como en el amor,a la hora del odio.
El odio es la sola prueba indudablede la existencia.
Y después de leerlo juntos, por supuesto, echaremos una partida en su videojuego o quizá saldremos a caminar para hablar de por qué su mamá sí cree en Dios, yo no, y él, él puede creer lo que quiera.
@aldanBajo presión, mi columna en LJA.MX
Published on July 27, 2020 00:44
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