Dos mil y pico cristianos. Cuentos de Navidad.
La Navidad ha llegado antes de tiempo a mi colegio. La profe se apresuró con los ensayos de la función para que estuviera lista el día de la visita del monseñor. Me tocó el papel de pastorcilla. Mamá me cosió un traje con cortinas viejas, el zurrón era un chal de mi abuela y el abuelo me dejó su bastón para que arreara a mi amigo Rafi que hacía de oveja metido en una bolsa de basura blanca.
La representación salió de maravilla. La luz se fue cuatro veces, pero como eso aquí es lo habitual, nos quedábamos congelados en el escenario hasta que volvía. Suerte que al monseñor le habían advertido y también lo llevó con calma. Aplaudió mucho, pero que mucho, cuando terminamos y creo que lloró, igual que mi padre, porque ambos parpadeaban muy seguido y les brillaban perlas en las pestañas. Mi madre y la madre de Rafi lloraron tanto que podrían haber secado todos los maceteros del cole. Se emocionaron porque es Navidad y no podemos celebrarlo como nos gustaría, por eso vino el monseñor, para alentarnos, porque estamos encerrados en una cárcel sin techo donde pocos saben que hay cristianos.
Suerte también que, cuando al anochecer tomamos el chocolate caliente y los bizcochos en el patio, el techo de nuestra cárcel lo iluminaba el brillo de las estrellas y no el resplandor de los bombardeos. Además, pusieron los villancicos a todo volumen para que ningún ruido pudiera asustarnos; desde que un misil destrozó el gimnasio mientras hacíamos multiplicaciones de una cifra, con cualquier sonido nos tiemblan las piernas y los pequeños se mean encima.
Belén nos queda a una hora en coche, me refiero al Belén de verdad, no a esos nacimientos de figuritas, pero ni por estas fechas podemos ir, nos prohíben salir de aquí. El monseñor dice que nuestra situación es vergonzosa, que el mundo nos ha olvidado y que ningún dios debería permitir esta agonía, le escuché susurrárselo a mi maestra. Yo no creo que esto sea cosa de Dios. No. No creo que Dios se haya olvidado de Gaza. Aunque solo somos dos mil y pico cristianos y no podemos celebrar la Navidad como se merece, estoy segura de que Dios nos quiere igual que a los demás.
Con este relato participo en el Cuarto concurso de Cuentos de Navidad de Zenda.
Laura Urcelay
Como lectora puedo leer casi de todo mientras no esté escrito de forma petulante, rimbombante, fatua. Disfruto de la narrativa sencilla, li Este blog es un espacio para compartir lecturas y escritura.
Como lectora puedo leer casi de todo mientras no esté escrito de forma petulante, rimbombante, fatua. Disfruto de la narrativa sencilla, limpia y clara, la más difícil de escribir. Me apasionan las historias realistas con personajes creíbles y tengo preferencia por el drama.
Como escritora me interesa contar la vida y sus inconvenientes, las situaciones complicadas, poner a mis personajes en circunstancias adversas y hacer que reaccionen cada una a su manera. Me considero una narradora realista, fascinada por los personajes femeninos que protagonizan todas mis historias.
Si tienes los mismos intereses que yo y te apetece compartir opiniones, no dudes en hacerlo.
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