WIFI RALPH: DEMOLIENDO PREJUICIOS

En la batalla entre el guión y el mensaje, en Wifi Ralph (Ralph Breaks the Internet) el mensaje gana por varios cuerpos de distancia. Es cierto que la tuvo fácil, ya que el guión es de lo más predecible y lineal que se haya hecho en años. Ralph mete la pata y el juego de su amiga Vanellope entra en riesgo de ser apagado definitivamente. Para salvarlo, deciden viajar a internet y ahí, de nuevo, siendo fiel a sí mismo, Ralph mete la pata y la internet entra en riesgo de colapsar definitivamente. Y como internet sigue estando aquí, ya sabemos qué es lo que pasa y qué es lo que no pasa. Punto y aparte.
A primera vista, la película parecería ser un artefacto propagandístico para Oh My Disney, el sitio web real en donde conviven todas las licencias del Tío Walt (incluidos Marvel, Star Wars, Los Muppets y, por supuesto, las Princesas Disney) en cada una de las variables mercadotécnicas que la industria del entretenimiento haya inventado y/o esté por inventar (parques, TV, cine, juegos online y, próximamente, plataforma de streaming, entre otras). Por suerte, esta acertada primera impresión está profundamente incompleta.
Lo excelso de Wifi Ralph descansa en el manejo comunicacional de los metamensajes. Una delicada cornucopia de links emocionales que hermanan consumos culturales (para chicos, grandes y más grandes) con valores morales que uno, como padre de chicos chicos en esta contemporaneidad de vértigo, intenta inculcar a capa y espada. En el primero de los rubros (consumos culturales), se agradece la mirada nada romántica sobre la naturaleza adictiva e invasora de internet. Entre la superabundancia de buscadores, plataformas, sitios de subastas y spams omnipresentes, aparecen bien delineadas las posibilidades ilimitadas para lo bueno y lo malo, lo legal y lo ilegal, que caracterizan a esta red de comunicación interconectada. Y además, se verbalizan algunas herramientas que apuntan al empoderamiento de las personas ante el avance de la hostilidad anónima que campea tan libremente por las redes sociales.
En el medio, un poco por aquí y otro por allá, algo más concentrados sobre la segunda mitad del metraje, se imponen los cameos de personajes Marvel (homenaje a The Man incluido), LucasFilms, los Muppets, Winie the Pooh, Toy Story y demás propiedades de la factoría. Y hasta una referencia nostálgica a un superhéroe de la DC que no se podría haber hecho antes de la compra de Fox por parte de Disney. Un festinazo digno del Dr. Sax, donde también se cuela el King Kong de Willis O'Brien.
En el segundo rubro (valores morales), se destaca el deseo de aggiornar a las Princesas Disney a los tiempos que corren, desarticulando los estereotipos femeninos construidos desde una mirada machista, paternalista y conservadora. De la manera más irreverente que le permite el respeto al legado cultural y comercial de la empresa, Wifi Ralph reposiciona a las Princesas de cara al siglo XXI, haciéndolas partícipes de las demandas por igualdad de oportunidades y trato entre géneros que tan bien representan el #MeToo y el Ni una menos. Y lo mejor de todo es que este ejercicio de reacomodamiento se construye e instala desde lo narrativo, con la misma naturalidad con que hasta hace cinco minutos se venía reproduciendo un modelo de desigualdad y sometimiento. Lo último: No se vayan antes de que termine. La escena post-créditos finales es de lo más gracioso que tiene la película. Fernando Ariel García
Published on January 02, 2019 13:08
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