Ojos de botón

Anoche, a mi hija le dio mucho miedo este dibujo que tengo en un póster:

Mi hija no sabe nada de Gorillaz, pero sí de Coraline. Confundidilla, de inmediato se tapó la cara y me dijo: “No me gusta ese niño porque tiene ojos de botón”. Me dediqué a calmarla y a pensar en una solución. El potente mensaje de los ojos de botón en Coraline ha sido tema en mi casa durante los últimos meses. En unos ojos “normales”, la pupila y el iris proveen esa sensación de calma, de profundidad. De que hay alguien allá adentro. Un sensei en la universidad decía, en plena clavadez kantiana y heideggeriana, que los ojos de las aves se movían tanto y tan rápidamente porque su cerebro (su “red cognoscitiva”) no era capaz de darle orden al mundo: la lámpara en el buró esquinado es eso, una lámpara en el buró esquinado, pero quizá para el ave sea una forma grotesca o monstruosa donde se une la madera del buró con la sombra de la pared y la luz del bulbo de la lámpara. Mi sensei decía que los ojos de las aves todo el tiempo exhiben el terror. Lo cual es particularmente cierto (e irónico) en Los pájaros de Hitchcock.

Ahora vean los ojos de Toshiro Mifune. Anoche vi de nuevo The Hidden Fortress (隠し砦の三悪人 o Kakushi toride no san akunin) de Kurosawa, editada bellamente hace unos años en la siempre competente Criterion Collection. Kurosawa era un maestro de los planos “mudos”, tomas largas de acción sin diálogo donde pasaban muchas cosas. Y también era un dios del close up. De nuevo vean los ojos de Toshiro Mifune. Es la mirada del samurái de Kurosawa, perfectamente enfocado en su tarea –no es la “mirada noble” a la que se refiere la princesa Yuki en la cinta– y con ese aire raro que al occidental podría parecernos como… permanentemente encabronado.

Sergio Leone era otro dios del close up. Supongo que él fue quien le fabricó a Clint Eastwood su mirada despiadada y de acero característica (que luego intentaron copiar, sin éxito, cabrones como Bruce Willis o Tom Cruise… o Derek Zoolander). Leone sabía poner un close up como el hombre sin nombre sabía poner una bala, sin CGI ni dollys hidráulicos. Ya no hacen close ups como esos, igual que ya no hacen flashbacks como estos.

Volviendo a Coraline, admiro cuando alguien (en este caso, Neil Gaiman) pone dos ideas simples y muy preconcebidas y las hace girar. Los ojos. Los botones. Es una película que genuinamente impresionó (y obsesionó) a mi hija. Cuando se enoja con su mamá, mi hija le dice que ella no es su mamá, que tiene ojos de botón y que su mamá verdadera tiene ojos normales. Mi hija ha tenido varias pesadillas al respecto, pero también un muy particular morbo por el tema que le hace buscarlo y buscarlo y buscarlo. No hay semana que no juegue a ponerle ojos de botón (con el objeto que sea, mientras sea más o menos circular) a sus muñecas y muñecos, o a nosotros. Ayer estábamos cenando y tomó dos pedazos de tortilla y me los acercó a los lentes. “Tienes ojos de botón.” Y se cagó de la risa. En cuanto al pobre 2D, que nada tiene que ver con Coraline, la solución fue ponerle una post-it en la cara, y que mi hija le dibujara un boceto de carita feliz:

Nos reímos mucho, finalmente nos sentamos en el sillón, vimos Transformers un rato y después la llevé a dormir.
Originally published at ruyxoconostle.wordpress.com on June 6, 2009.

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