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Idiotes en la izquierda

Idiotez es noción de origen griego. Idiotes era quien vivía ocupado de sus asuntos y dejaba de lado la polis. Hay una idiotez privada, del egoísta codicioso o el indiferente, expresada, incluso, en un discurso economicista. Pero también hay una idiotez de lo público, manifestada en cierto discurso de izquierda. La nueva izquierda recoge acertadamente un motivo aristotélico y rehabilita el significado de la deliberación pública. Al deliberar reconocemos al otro como par, acogemos la posible validez de sus argumentos, admitimos la comunidad en la que nos hallamos con él. Si la deliberación persiste, nos vamos educando recíprocamente y el reconocimiento se intensifica. Nos dice Atria que en la deliberación dejamos la lógica del “mundo de Caín”, donde el otro no importa, y no puedo ya decir: “¿Soy acaso yo el guardián de mi hermano?”

El problema está en que la nueva izquierda le otorga a la interacción deliberativa alcances absolutos. En la deliberación se encarnaría la idea de humanidad. Ella es la forma de la plenitud.

Puesta la vista en el mercado como institución que resguarda el interés individual, la izquierda lo considera como dañino. Él es inmoral, toda vez que allí sí estamos en el mundo de Caín, donde el otro no importa. Además, corrompe la deliberación pública, pues introduce en ella el egoísmo.

Entonces, se propone la solución simple de desplazar al mercado de áreas enteras de la vida social, eventualmente de todas. El mecanismo para hacerlo es prohibir el mercado mediante la acción coactiva del Estado, que instaura derechos sociales universales. Sólo así se alcanzaría la plenitud de la deliberación pública.

El asunto, sin embargo, no es tan simple. La nueva izquierda no repara con rigor en los límites de la deliberación, ni ve la importancia y las condiciones de una esfera privada fuerte.

La deliberación pública no coincide con la plenitud. William Blake advertía: “Generalizar es ser un idiota; particularizar es la distinción propia del mérito”. La deliberación pública es generalizadora: considera sólo las creencias admisibles para todos o la mayoría. Tiende, por tanto, a excluir lo particular, lo nuevo, la singularidad, la profundidad abismal de cada individuo. Elevarla a la forma de la plenitud significa pretender abolir esa singularidad y terminar reduciendo al ser humano a sus aspectos genéricos.

Se vuelve exigible, en consecuencia, la presencia de una dimensión privada fuerte, como condición de la diversidad y libertad de la vida individual.

Ella es también condición de una existencia no banal. La dimensión privada permite abrigar una vida interior compleja y honda; recién cuando se la alcanza, se puede contribuir en la esfera pública con más que la reiteración de “lo que se dice”.

Aquí adquiere relevancia el mercado. Es cierto que, sin límites, él es también dispositivo generalizador que impone formas de trabajo y consumo embrutecedoras. Por eso debe existir una esfera pública y estatal fuerte, que suspenda esas dinámicas destructivas.

Pero el mercado, en tanto que limitación del aparato deliberativo y del poder del Estado, es condición de una existencia privada dotada de recursos independientes del favor estatal. El mercado permite dividir el poder social. Hace posible que los individuos se aparten de la deliberación política y los límites generalizadores que impone. Bien organizado, él da sustento material a lo privado, a la espontaneidad individual, a vivencias afectivas, estéticas e intelectuales de las más intensas que podamos experimentar, más allá de las fronteras de lo “políticamente correcto”. Permite así escapar a la idiotez de lo público.

La nueva izquierda acierta al denunciar que el exceso de mercado produce daños. Sin embargo, también el exceso de Estado y política son un exceso de generalidad y pueden causar daño; un estado que concentre la política y la economía en sus manos es una amenaza para la libertad.

Sólo un equilibrio entre ambos -mercado y Estado- logra neutralizar los efectos más perniciosos del uno y el otro. Hace posible escabullirse, a la vez, de la idiotez de lo privado y lo público. La nueva izquierda no parece advertirlo.


La entrada Idiotes en la izquierda aparece primero en La Tercera.

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Published on November 25, 2017 21:24
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Óscar Contardo
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