Multitud no es bulto: es opinión
Rafael Uzcátegui
Parece perogrullo pero un movimiento democrático sólo puede construirse democráticamente. Y si este axioma es así en situaciones normales, es mucho más pertinente cuando tras haber participado durante más de 100 días en protestas, ha emergido un actor social colectivo que hoy exige opinar y participar en la toma de decisiones. Aunque algunos voceros políticos no se enteren ha corrido mucha agua bajo el puente. Hoy, la gente exige más que un Periscope o tres tuits para delinear una nueva estrategia de confrontación a un gobierno dictatorial.
Estimulada por el liderazgo partidista, la gente salió a protestar de manera masiva en todas partes de l país. Desarrolló niveles de autoorganización para resistir los embates de la represión, generó canales propios de comunicación, aprendió a autoregular los contenidos que circulaban por redes sociales y articular respuestas de solidaridad concreta al calor de los acontecimientos. Y además, en ese espacio público efímero que generaban las manifestaciones, discutía y se ponía de acuerdo con otros sobre qué hacer en el corto plazo. Esta indignación masiva, el liderazgo compartido entre la multitud en movimiento y las vocerías políticas, hicieron sinergia durante tres meses obligando al gobierno a sacrificar su último elemento positivo simbólico, la Carta Magna de 1999, promoviendo una fraudulenta Asamblea Constituyente para apaciguarla, momentáneamente.
A partir del 31 de julio Venezuela se encuentra en un escenario diferente. La discusión sobre qué hacer, al tener tantas dimensiones a sopesar, no se puede banalizar ni resolver a través del espacio espectacular -el sentido planteado por Guy Debord- de redes sociales. Necesita espacios de deliberación reales, con la gente, cara a cara. Es cierto que la protesta tuvo logros, pero todos sentimos la impostura Constituyente como una amarga derrota. La frustración, impotencia y desesperación seguro hará que las discusiones sean acaloradas, pero si un líder desea serlo debe lidiar con los adjetivos y convencer -no imponer- a los otros de sus puntos de vista. Lo peor que se puede hacer, como parece que apuntan las primeras reacciones, a negar la crisis de representatividad y descalificar a quien exprese su descontento.
Si aseguramos que el madurismo-chavismo ha dejado de ser un movimiento democrático, tenemos la posibilidad de construir mecanismos de deliberación democráticos, equilibrando lo urgente con lo importante. Si algo demostró el 16 de julio es el deseo de expresar su opinión y que esta forme parte de la decisión final sobre el camino a recorrer. Y creo, que la gente se lo ha ganado. @fanzinero


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