Crítica: FLORENCE FOSTER JENKINS
Con 19 nominaciones y 3 Oscar en su haber, cualquier película en la que Meryl Streep aparezca es digna de verse. Si además explota su calidad dándole a las cuerdas vocales y en clave de comedia, se convierte en una de las actrices más versátiles de nunca. Esta vez le toca ser la peor cantante del mundo, y lo consigue. Esta semana hemos visto: FLORENCE FOSTER JENKINS.
Stephen Frears (Philomena), nos trae una comedia en clave musical en la que Meryl Streep reina y domina como siempre desde hace cuarenta años. Esta vez es Florence Foster Jenkins, una acaudalada mujer con aspiraciones de soprano que es un desastre pero que, con dinero San Pedro canta también, consigue dar conciertos y salir por la puerta grande. Eso es gracias a su atento marido (Hugh Grant), casado con ella espiritualmente pero cuyo lecho calienta otra mujer. Él se desvive a la sombra de Florence y la protege contra todo mal, véase las malas críticas.
Para su profesor de canto, Florence canta como los ángeles. Coge el dinero y correA finales de siglo pasado, Florence Foster Jenkins consiguió cantar incluo en el mismísimo Carnegie Hall de Nueva York. Como ella misma dijo, y resume muy bien su estilo de vida: "La gente puede decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté". Fundó el Club Verdi e hizo de la música algo importante en la época, vendió muchísimos discos y llenaba sus auditorios. Sin embargo, su falta de ritmo y el desastre vocal hizo que la crítica le machacara, algo que su marido, Bayfield, trató de ocultar mediante sobornos a los críticos que acudían a sus espectáculos. Florence Foster Jenkins era un personaje que creía en ella misma y tenía la firme convicción de que cantaba como los ángeles. Al fin y al cabo, lo que la película trata de decirnos es que "querer es poder". Y con eso hay que quedarse.
FLORENCE FOSTER JENKINS es una comedia, sí, pero roza lo dramático y es intimista, sobre todo cuando Meryl Streep canta y el espectador sufre por las reacciones de la gente que lo escucha. De igual manera, su relación con Hugh Grant alcanza otro nivel de romanticismo, quizás de las mejores actuaciones del galán inglés, desvivido y acongojado a la vez por que Florence no sufra. Interesante, pues, que Meryl Streep no sea la principal función de la obra (algo a lo que nos suele acostumbrar, pues su luz destella con gran fuerza siempre), y es que los secundarios, empezando con Hugh Grant y acabando por el soprendente Simon Helberg (Wolowitz de The Big Bang Theory).
El amor que sienten el uno por el otro lo siente el espectador. Brillante Hugh GrantDe Hugh Grant podemos decir que se ha reconvertido en un galán por el que no pasan los años, pero su tacto y contención, dejando atrás tics de los años noventa, así como su amor real y místico por Florence hace que el espectador sienta real empatía por su personaje. Bien por él, esperamos verle más en la pantalla grande. Por otra parte, sorpresa y robaplanos en cada una de las escenas en las que aparece, tenemos el primer gran papel de Simon Helberg, inolvidable Howard Wolowitz que, precisamente, nos hace olvidar su papel en The Big Bang Theory y se convierte en Cosmé McMoon, el pianista que acompaña a Florence en sus conciertos. Su gestualidad, sosiego y dulzura cautiva cómicamente. Bien por él.
Pero, lógicamente, no podemos hablar de Florence sin Meryl Streep, a la caza de su vigésima nominación, sí 20, que demuestra que sabe hacer mal lo que hace bien. Y es que la capacidad vocal de la actriz de 67 años se manifiesta en películas como Mamma Mía!, Into the Woods o Ricki. En este caso, su trabajo es hacerlo mal, y consigue ser la mejor peor cantante de ópera de la historia. Lo que no haga esta mujer no puede hacerlo nadie, y es así. Por lo demás, FLORENCE FOSTER JENKINS es una película bien rodada que sabe entrelazar lo cómico y lo triste (por lo patético) con maestría. Se recrea a la perfección el vestuario y escenarios del Siglo XX y la música de Alexandre Desplat es brillante.
Simon Helberg, la sorpresa de la película, en una gran actuación que le abrirá muchas puertasFLORENCE FOSTER JENKINS es una película que gustará a los amantes de la comedia y los biopics. De cómo la peor cantante de ópera del mundo consiguió llenar auditorios y vender miles de discos. De cómo la tenacidad y el amor se abre paso ante los obstáculos y de que Meryl Streep es la más grande en una película en la que también brillan los secundarios. Echadle un vistazo.

Stephen Frears (Philomena), nos trae una comedia en clave musical en la que Meryl Streep reina y domina como siempre desde hace cuarenta años. Esta vez es Florence Foster Jenkins, una acaudalada mujer con aspiraciones de soprano que es un desastre pero que, con dinero San Pedro canta también, consigue dar conciertos y salir por la puerta grande. Eso es gracias a su atento marido (Hugh Grant), casado con ella espiritualmente pero cuyo lecho calienta otra mujer. Él se desvive a la sombra de Florence y la protege contra todo mal, véase las malas críticas.

FLORENCE FOSTER JENKINS es una comedia, sí, pero roza lo dramático y es intimista, sobre todo cuando Meryl Streep canta y el espectador sufre por las reacciones de la gente que lo escucha. De igual manera, su relación con Hugh Grant alcanza otro nivel de romanticismo, quizás de las mejores actuaciones del galán inglés, desvivido y acongojado a la vez por que Florence no sufra. Interesante, pues, que Meryl Streep no sea la principal función de la obra (algo a lo que nos suele acostumbrar, pues su luz destella con gran fuerza siempre), y es que los secundarios, empezando con Hugh Grant y acabando por el soprendente Simon Helberg (Wolowitz de The Big Bang Theory).

Pero, lógicamente, no podemos hablar de Florence sin Meryl Streep, a la caza de su vigésima nominación, sí 20, que demuestra que sabe hacer mal lo que hace bien. Y es que la capacidad vocal de la actriz de 67 años se manifiesta en películas como Mamma Mía!, Into the Woods o Ricki. En este caso, su trabajo es hacerlo mal, y consigue ser la mejor peor cantante de ópera de la historia. Lo que no haga esta mujer no puede hacerlo nadie, y es así. Por lo demás, FLORENCE FOSTER JENKINS es una película bien rodada que sabe entrelazar lo cómico y lo triste (por lo patético) con maestría. Se recrea a la perfección el vestuario y escenarios del Siglo XX y la música de Alexandre Desplat es brillante.

Published on October 19, 2016 13:06
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