El Deseo. Parte II: Turbado
Como pudo se puso los pantalones y salió trastabillando a toda velocidad de la casa, sin alcanzar a ver el rostro de ese inesperado marido que apareció como un verdadero fantasma para arruinar lo que hubiera sido el comienzo de una relación genital larga e inolvidable.
Lo primero que se le ocurrió cuando salió a la calle fue refugiarse en el primer taxi que pasaba. Nuestro infame le suplicó al taxista que lo sacara del barrio a toda velocidad y ya cuando iba más calmado le pasó la dirección donde vivía su desventurada novia: aquella a la que subestimaba y a la que había mandado al diablo por insulsa y por histérica-maternal.
Al llegar al edificio de ella, se arregló un poco la camisa y el pelo. Pasó por la recepción sin anunciarse. El portero lo conocía de sobra y supuso que quizás había salido de viaje.
Nuestro perrazo inmundo llegó al apartamento de la desdichada y tocó con propiedad. Ella le abrió y enseguida se sintió dueño y le pidió posada:
- - Hola. No nos vamos a poner con dramatismos de por qué te he dejado olvidada ni quiero escuchar que te la has pasado llorando por mí. Simplemente quiero que entiendas que así es la vida y que en estos momentos tengo un problema – le dijo a la mujer que lo veía impávida a los ojos.- - Yo quisiera decirte…- - ¡Espérame y déjame hablar, carajo! – le interrumpió la nutria de la nada- ¿No te das cuenta de que la estoy pasando mal? Ojo: pero no mal por ti- aclaró. Lo que ocurre es que no puedo estar en mi casa porque tengo una vieja detrás de mí que se obsesionó conmigo y me le quiero perder un momento. Así que quería saber si me puedes dar posada aquí en tu apartamento. Yo duermo en el cuarto que tienes para las visitas y no me demoro más de un mes, ¿vale?
Ella tomó fuerzas y le dijo seria:
- - No me has dejado hablar. - - ¿Y qué tienes que decir?- le dijo, desganado, el recipiente de las tonterías- ¿Qué pasa? - - Yo no puedo ni quiero saber más de ti en la vida. Eso pasa. - - Ay, no me digas que sigues resentida conmigo. Ya terminamos y tienes que superarlo.- - No se trata de eso. Yo ya superé lo nuestro hace rato. No puedo recibirte en mi casa, simplemente porque mi novio no lo va a permitir. - - ¿Tu qué? – respiró entrecortado el subnormal. - - Y además, el cuarto de visitas lo estamos remodelando para la llegada del bebé- remató.- - ¿Del…?- - Estoy embarazada y en marzo nace mi hijo. El pendejo tartamudeó:
- - ¿Quieres de-de-de-cir que-que-que…?- - Sí. Lo siento- complementó. Hasta nunca.
Y le cerró la puerta.
Nuestro bueno para nada tragó un gordo buche de su propia saliva y se fue. Había sido un golpe duro e inesperado para su ego.
Pero seguía teniendo un grave problema con su vecina y sobretodo con el marido de ella, a quien imaginaba un asesino.
Y a causa de sus miedos, no se volvió a aparecer por el barrio. Se martirizaba, metido en un hotel de mala muerte, pensando que en una noche cualquiera iba a entrar ese esposo cornudo (al que nunca le vio la cara) y le iba a arrancar la garganta a mordiscos, para después escupírsela en su propia cara.
De su vecina, esa irresistible, nunca supo nada. Y tampoco quiso contactarla.
Pero transcurrieron unos seis meses hasta que el pavor se le disipó y decidió regresar a su barrio, sin saber que lo que iba a encontrar, le iba a cambiar la vida.
LA PRÓXIMA SEMANA ESPERE LA ÚLTIMA PARTE DE ESTA MICRO HISTORIA.
Lo primero que se le ocurrió cuando salió a la calle fue refugiarse en el primer taxi que pasaba. Nuestro infame le suplicó al taxista que lo sacara del barrio a toda velocidad y ya cuando iba más calmado le pasó la dirección donde vivía su desventurada novia: aquella a la que subestimaba y a la que había mandado al diablo por insulsa y por histérica-maternal.
Al llegar al edificio de ella, se arregló un poco la camisa y el pelo. Pasó por la recepción sin anunciarse. El portero lo conocía de sobra y supuso que quizás había salido de viaje.
Nuestro perrazo inmundo llegó al apartamento de la desdichada y tocó con propiedad. Ella le abrió y enseguida se sintió dueño y le pidió posada:
- - Hola. No nos vamos a poner con dramatismos de por qué te he dejado olvidada ni quiero escuchar que te la has pasado llorando por mí. Simplemente quiero que entiendas que así es la vida y que en estos momentos tengo un problema – le dijo a la mujer que lo veía impávida a los ojos.- - Yo quisiera decirte…- - ¡Espérame y déjame hablar, carajo! – le interrumpió la nutria de la nada- ¿No te das cuenta de que la estoy pasando mal? Ojo: pero no mal por ti- aclaró. Lo que ocurre es que no puedo estar en mi casa porque tengo una vieja detrás de mí que se obsesionó conmigo y me le quiero perder un momento. Así que quería saber si me puedes dar posada aquí en tu apartamento. Yo duermo en el cuarto que tienes para las visitas y no me demoro más de un mes, ¿vale?
Ella tomó fuerzas y le dijo seria:
- - No me has dejado hablar. - - ¿Y qué tienes que decir?- le dijo, desganado, el recipiente de las tonterías- ¿Qué pasa? - - Yo no puedo ni quiero saber más de ti en la vida. Eso pasa. - - Ay, no me digas que sigues resentida conmigo. Ya terminamos y tienes que superarlo.- - No se trata de eso. Yo ya superé lo nuestro hace rato. No puedo recibirte en mi casa, simplemente porque mi novio no lo va a permitir. - - ¿Tu qué? – respiró entrecortado el subnormal. - - Y además, el cuarto de visitas lo estamos remodelando para la llegada del bebé- remató.- - ¿Del…?- - Estoy embarazada y en marzo nace mi hijo. El pendejo tartamudeó:
- - ¿Quieres de-de-de-cir que-que-que…?- - Sí. Lo siento- complementó. Hasta nunca.
Y le cerró la puerta.
Nuestro bueno para nada tragó un gordo buche de su propia saliva y se fue. Había sido un golpe duro e inesperado para su ego.
Pero seguía teniendo un grave problema con su vecina y sobretodo con el marido de ella, a quien imaginaba un asesino.
Y a causa de sus miedos, no se volvió a aparecer por el barrio. Se martirizaba, metido en un hotel de mala muerte, pensando que en una noche cualquiera iba a entrar ese esposo cornudo (al que nunca le vio la cara) y le iba a arrancar la garganta a mordiscos, para después escupírsela en su propia cara.
De su vecina, esa irresistible, nunca supo nada. Y tampoco quiso contactarla.
Pero transcurrieron unos seis meses hasta que el pavor se le disipó y decidió regresar a su barrio, sin saber que lo que iba a encontrar, le iba a cambiar la vida.
LA PRÓXIMA SEMANA ESPERE LA ÚLTIMA PARTE DE ESTA MICRO HISTORIA.
Published on September 25, 2014 18:02
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