EN ROJO AYER (8). En colaboraci�n con Juan Miguel Aguilera

Si hay algo peor que un lunes de trabajo, es cuando ese lunes de trabajo es adem�s el primer lunes del a�o, la indicaci�n de que el espejismo de la navidad y los deseos de cambio han sido flor de invierno. De mala gana, tras una noche de mal dormir y discusiones conyugales, Alberto entr� en la redacci�n y, al escuchar tan fuerte la radio, supo que el Ogro no estaba. Como el locutor indicaba el final de una huelga general, comprendi� que no hablaba de Espa�a, y cuando nombr� a los barbudos que segu�an pegando tiros en Santo Esp�ritu, donde se hab�an atrincherado los �ltimos reductos del antiguo r�gimen mientras un tal doctor Urrutia llegaba a la capital para ser presidente del pa�s, ya supo que hablaban de Cuba.


Se quit� el abrigo y la bufanda, se sopl� las manos y sacudi� la cabeza. Fidel Castro. Nadie ten�a claro a qu� atenerse con aquel hombre. �Un h�roe, un villano, un patriota, un aprovechado? El tiempo lo dir�a. Urrutia, eso estaba claro, iba a durar menos que un pirul� en la puerta de un colegio. Un hombre de paja de Fidel, lo mismo que Batista lo hab�a sido de los pu�eteros yanquis.


Molesto por el zumbido de la voz del locutor, baj� el volumen de la radio. Casi inmediatamente, del cuarto de ba�o, sali� Josete Guill�n, todav�a vestido como un colegial con su pajarita y su chaqueta de cuadros a pesar de sus treinta a�os largos. A sus espaldas, en la redacci�n lo llamaban Jaime Olsen. Algo engre�do, de movimientos muy veloces, Josete Guill�n se las daba de conquistador, y hasta fardaba de haber pasado una noche loca con Ava Gardner. Como medio Madrid, por otra parte. A Alberto le hac�a gracia, y como hab�a visto en persona a la Gardner un par de veces, con Mario Cabr� y con Domingu�n, una vez en Lardis y otra en Chicote, ten�a muy claro que Josete exageraba de algo imposible de cerciorar, o que la actriz iba m�s cocida que de costumbre, cosa que siempre entraba dentro del reino de lo probable.


—Vaya, ahora que iban a hablar de los sputniks vas y me apagas la radio.


—No la he apagado. Est�n diciendo que va a llover. �D�nde est� todo el mundo?


—A m� que me registren. El Ogro est� en Barcelona. Para lo del premio Nadal. Dice que lo va a ganar una amiga suya y quiere estar ma�ana presente.


—Si el premio es ma�ana, �c�mo sabe lo que ha ganado una amiga suya?


—Porque para eso es el Ogro y tiene sus contactos. Marchena vino, cogi� dos recados y se fue corriendo a no s� qu� de un robo con escalo en Fuencarral. Mat�as llam�, que tiene gripe. Huertos llam� que est� investigando el caso de la lotera fantasma, y Rubio dice que le sent� mal la cena de anoche y que se va de vareta por culpa de unos mejillones.


—Pues anda que est� bien el panorama.


—T� y yo solos vigilando el fuerte.


—�No ha llamado Lib�lula?


—S�, me olvidaba. Que tiene que ir con su madre a comprar los reyes. O que le faltaban los reyes de su madre. Algo as�. Ant�nez sali� con la moto a recoger algo que ten�a que enviar. Unas fotos, seguro.


—Unas fotos, claro. �Silvia no ha llamado?


—�Qui�n es Silvia? �Uno de tus ligues? Te recuerdo que est�s casado, Alberto. A cadena perpetua, macho.


—Menos lobos que a ti te gusta una falda m�s que a m�, Josete. Mi pupila.


—�Te duele un ojo?


—No el que te va a doler a ti, gracioso. El Ogro me la ha encasquetado. Le tengo que ense�ar a ser periodista de sucesos.


—Te acompa�o en el sentimiento.


—Bah. La chica vale. �Algo en el teletipo que merezca la pena? �Han llamado Ceballos o alg�n otro de la mad�n?


—La mad�n estar� hoy como para llamarnos a nosotros. Tienen Madrid tomado, por eso de la cabalgata. �Has visto las carrozas que tienen preparadas para esta noche?


—A ver si te vas a creer que soy Eugenio. Si las carrozas son esta noche, �c�mo quieres que las haya visto, alma de c�ntaro?


Josete sonri� con picard�a, se sent� en una de las mesas, hizo un gesto para acomodarse las mangas de la chaqueta de cuadros y silb� entre dientes. Los ten�a demasiado separados, pero no le faltaba ning�n hueso.


—Uno, que tiene sus contactos tambi�n, no te vayan a creer. Hay unas cuantas aparcadas en un bajo de La Castellana, y como saqu� al guardia en un art�culo, me dej� verlas. Hay una alucinante. �Un cohete espacial! �Qu� te parece?


Alberto se sent� tras su escritorio, le quit� la funda a la m�quina, rebusc� entre el pu�ado de papeles y repas� por d�nde hab�a dejado sin terminar los art�culos en curso. No fue capaz de aclararse.


—�Es que me tiene que parecer algo?


—�Pero si es el tema de moda, Alberto, hombre!


—�Qu� tiene que ver un cohete espacial con los Reyes Magos? �Me lo explicas? Al paso que vamos, en las carrozas acabar� saliendo ese gordo barbudo del pijama rojo. Pap� Noel.


—Santa Claus.


—�Le han cambiado el nombre?


—Es como lo llaman los yanquis.


—Pu�eteros yanquis –rezong� Alberto, e introdujo un folio en blanco en el carro de la m�quina—. Qui�n les habr� dado vela en este entierro.


—Son los due�os del mundo. Como antes lo fueron los alemanes. Y lo mismo ma�ana lo son los rusos. �Sabes qu� hacen por la fiesta de Todos los Santos?


—Comer�n pavo. Y yo qu� s�, Josete. �Se matan unos a otros?


—El pavo lo comen en noviembre. En Acci�n de Gracias. En Todos los Santos, me lo ha contado un compadre que trabaja en Torrej�n, disfrazan a los ni�os de vampiros y los mandan a pedir caramelos.


—Ser� que se han quedado sin chicle. Tontos del culo, ya te digo. Menos mal que esas cosas nunca las veremos aqu�.


—Cualquiera sabe. Ahora todo el mundo quiere fumar rubio, beber Coca Cola y usar camisas “Ike”. No hablemos ya del whisky.


—El whisky lo invent� un escoc�s, listo.


—Me da igual. Tengo que hablar con el jefe cuando vuelva de Barcelona. Quiero hacer una serie de art�culos sobre el tema.


—�Sobre los ni�os vampiros? –pregunt� Alberto, arrancando la hoja en blanco de la m�quina sin haber tecleado ni una l�nea. Josete estaba especializado en tocar temas extra�os y algo esot�ricos, desde rituales en cementerios a manchas en la pared con la cara de Mar�a Goretti o Fray Escoba, pero a �l ese tipo de periodismo no le hac�a la menor gracia.


—No, hombre. La carrera espacial. Los rusos colocaron aquella perrita en �rbita, �lo recuerdas? Y ahora los americanos est�n acojonados, no vaya a ser que los puedan bombardear impunemente con sus naves en �rbita.


—�Los rusos van a bombardear con perros a los americanos?


—No, joder, que no te enteras de nada. Estamos a las puertas de un nuevo tipo de guerra. La guerra espacial, ah� queda eso. Rusos y americanos parti�ndose los morros encima de nuestras cabezas. �C�mo te quedas? �Qu� pasar� con las naves derribadas? Caer�n en cualquier sitio. �Nadie estar� a salvo!


—A ver, Josete, que tengo cosas que hacer y no me concentro contigo dando la alarma. �Vas decirme de una pu�etera vez ad�nde quieres ir a parar?


—Me han dicho que ya no est�s con lo de Jarabo.


—No –gru�� Alberto—. Ya no estoy con lo de Jarabo.


—Pues ya somos dos. Llegamos los �ltimos a la cola. Necesito ayuda para proponerle al jefe una serie de art�culos sobre la pr�xima guerra espacial. Es algo que me apetece hacer. Todo documentado y cient�fico, �eh? Con entrevistas a expertos en el tema. Pero no lo veo muy receptivo.


—Pues ins�stele.


—Pero es que me pone nervioso, Alberto. Lo veo all�, jugueteando con la pistola, y me dan ganas de hac�rmelo encima. Valoro mucho mi vida.


—Una cosa es que se entretenga pegando tiros a la pared, y otra cosa es que le pegue un tiro a un periodista. No lo ha hecho todav�a, creo.


—No quisiera ser el primero. Mira, t� tienes mano con �l. Combatisteis juntos en lo de la Divisi�n Azul y yo…


—Combat� yo. A �l lo devolvieron a casa m�s amarillo que un chino.


—Es igual. Sois viejos camaradas. A ti te tiene respeto y si me apoyas…


—No.


—�Por qu� no?


—Porque todo este asunto me parece una chorrada monumental, Josete. Por eso. Deja de escuchar esos seriales de Diego Valor y ded�cate a otra cosa, anda.


Josete, picado, fue a replicar cuando sucedieron dos cosas al mismo tiempo. Una muchacha rubia y elegante, con un abrigo blanco y los ojos muy verdes, entr� en la redacci�n. Y son� el tel�fono.
















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Published on March 14, 2016 02:46
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Rafael Marín Trechera
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