Miguel Murillo Peña's Blog, page 4
August 1, 2015
El amor nos puede tocar una vez y hacernos felices; podemos verlo de cerca dos veces y tener dudas o...
El amor nos puede tocar una vez y hacernos felices; podemos verlo de cerca dos veces y tener dudas o verlo varias veces y seguir siendo felices cada vez. Yo lo vi de cerca dos veces; lo vi con Amoch y lo vi contigo. Dos momentos completamente distintos, dos personas tan distintas como la noche y el día y dos relaciones con sentimientos contrarios cuyo único nexo era el amor.
Entras al interior de tu hogar delante de Delia, le indicas el camino hasta la sala central y le ofreces asiento. Después de preguntarle por lo que quiere tomar, te internas por un pasillo hasta llegar a la cocina y vuelves con una taza de kahvi y una copa de la bebida exótica con olor a frutas y madera.
Te sientas junto a la escritora y sigues contándole tu huída de Notialimpri:
«Corrí durante horas; los días sucedían a las noches y yo no me detenía ni para comer. Dos almas resisten el esfuerzo físico más que una sola.
Terminé cayendo exhausto junto a un lago. Acerqué el morro a la orilla y bebí agua.
Cuando me hube saciado, contemplé mi reflejo en la superficie cristalina; una cabeza pequeña y felina, oscura y con dos ojos amarillentos como el sol.
Mi cuerpo despertó; descabalgué de Iram y estiré mis entumecidos músculos. Contemplé mi reflejo en el agua, una joven pálida, cansada por el esfuerzo de haber usado la magia durante tanto tiempo, asustada ante lo que había vivido pero con una sonrisa en el rostro.
Me lavo la cara con el agua del lago y acaricio la cabeza del felino. Le doy las gracias por todo el trabajo que ha hecho para salvarnos y vamos a buscar algo de comida para recuperar fuerzas.
Tras alimentarnos y descansar, monto sobre su lomo y continuamos cabalgando hacia el Boreas, huyendo de los desastres de Notialimpri y buscando un lugar donde vivir en las Tierras Antiguas.»
July 31, 2015
Y mi corazón seguirá y seguirá latiendo durante siglos, igual que lo ha hecho hasta hoy. He visto...
Y mi corazón seguirá y seguirá latiendo durante siglos, igual que lo ha hecho hasta hoy. He visto nacer ciudades, desarrollarse hasta ser las más poderosas de su época y luego caer ante otras nuevas ciudades. He visto gente muriendo de hambre por las guerras mientras otros morían por atracones de comida, gente aferrándose a la vida con todas sus fuerzas mientras otros querían huir de ella a toda costa. Gente peleándose entre sí con maldad, por cualquier motivo. Pero también gente ayudando a otras personas a poder vivir, ayudando a desconocidos dándoles alimentos, ayudándoles a moverse o, simplemente, ayudarles a sonreír y poder pasar un nuevo día. Gente más o menos anónima, cada uno diferente del anterior pero con una cosa en común: todos estaban dispuestos a ofrecer su ayuda cuando ocurrían accidentes.
He visto despedidas más o menos sinceras, lágrimas de amor y amistad, de tristeza por la pérdida de alguien querido o de alegría al haber conseguido algo muy ansiado. De todas los momentos que he vivido, en los que más me costaba mantener la compostura era en los accidentes, los desastres naturales o los accidentes humanos. Todas las personas que no tenían oportunidad de despedirse de alguien, todas las personas que dejaban este mundo cuando menos se lo esperaban. Esas personas que conseguían unir a toda la población durante unas horas para llorar su pérdida, para ofrecer su ayuda desinteresada y poder salvar a los que quedasen con vida. Esas personas, amigos, vecinos, rivales o desconocidos, que actuaban en una misma dirección y con un mismo objetivo.
He estado con gente que luchaba en sociedad por sus derechos, gente que actuaba en conjunto con alegría y paz para representar a su tierra con orgullo.
Ellos conseguían que volviese a creer en la especie humana; la gente que actuaba buscando el bien ajeno me hacía pensar que aún había esperanza para conseguir un mundo sin guerras. Pero me equivocaba.
July 30, 2015
Y estás aquí, en mi corazón y en el resto de mi ser, igual que lo has estado desde el primer día que...
Y estás aquí, en mi corazón y en el resto de mi ser, igual que lo has estado desde el primer día que te vi. Estoy seguro de que todavía queda algún recuerdo tuyo en mí, tu rostro acompañándome en sueños, tu aroma y sabor tan dulces viniéndose a mi mente cuando salgo a pasear por Meta y me acerco mucho a los campos de flores, tu sonrisa o la calidez de un abrazo tuyo.
A pesar de todo el tiempo que ha pasado, a pesar de que hayan tratado de separarme de ti, hacerme olvidar tu existencia y poner mil trabas para que no pudiese recordarte durante décadas, nunca me quité el colgante que me regalaste, siempre llevé encima ese recuerdo tuyo, aunque mi edad y la vida no me permitiesen disfrutar el recuerdo tan vívidamente como me hubiese gustado.
Llegas por fin a la puerta de tu hogar y continúas hablando mientras buscas las llaves para entrar:
«Al rugido de mi voz, le respondieron el sonido de un trueno y un relámpago cayendo en la ciudad.
Continué la ascensión hasta llegar a uno de los túneles que se internaban en la montaña. Avancé por él hasta llegar al corazón de la montaña. Ahí estaba mi cuerpo, inerte sobre el libro.
Me acerqué y ronroneé con cariño, acaricié mi mano con la cabeza y lamí mi palma en un intento de despertarme del trance. Nada. No conseguía moverme.
Tumbé mi cuerpo sobre el suelo y lo cogí con la mandíbula; tras zarandearlo terminó cayendo sobre mi lomo. Me interné rápidamente por uno de los túneles y lo recorrí hasta salir de la montaña. Con un segundo rugido formulé el segundo hechizo y descendí por la loma de la montaña opuesta a mi ciudad.
Mientras la tierra temblaba y se cerraban los túneles de acceso al interior de la montaña, yo corría hacia el Boreas, fundiéndome en el campo con la oscuridad de la noche y cargando con mi propio cuerpo.»
July 29, 2015
Una vez más abres la puerta de nuestros corazones; llevaba mucho tiempo sin pensar en esa tarde de...
Una vez más abres la puerta de nuestros corazones; llevaba mucho tiempo sin pensar en esa tarde de primavera en la que te abracé y, con un “Sí” que podía ser una pregunta o una afirmación, acerqué mis labios a los tuyos y nos fundimos en uno solo.
Te sonrojas sobremanera mientras se lo cuentas a Delia, le hablas de las rosas que te di y los cientos de abrazos que nos dimos aquel primer día. Le hablas de la lluvia que refrescó nuestros rostros cuando volvíamos caminando de un local de pergaminos, de las hojas que cayeron de aquel castaño mientras observábamos tumbados cómo los azules y los verdes de la naturaleza se unían formando un solo color o cómo nos teníamos que sentar en aquel tronco para poder hablar y abrazarnos a la vez.
Mientras te escucho, no puedo evitar reírme al recordar las contorsiones de nuestros cuerpos sobre el tronco.
Decides cambiar de tema, excusándote por haber dejado incompleta la historia de Notialimpri; Delia busca en el pergamino los escritos que ha ido apuntando según hablabas, asiente cuando los encuentra para que continúes hablando y dices:
«Veía todo desde una posición más baja, el filtro amarillo dificultaba un poco la percepción de los distintos objetos, aun así pude ver pequeñas luces ascendiendo rápidamente a la noche oscura y descendiendo como si se tratasen de hojas. No podía quitar los ojos del objeto que emitía luces, fuese cual fuese; parecía una llama encerrada en una pequeña linterna.
Una vez superadas las murallas, ver el interior era escalofriante. Como si de un pebete gigante se tratase, los bárbaros habían incendiado la ciudad hasta los cimientos. Los gritos de dolor y pánico conseguían recorrer la distancia que nos separaba y darme deseos de olvidar para siempre aquella noche.
Comencé a andar hacia la parte superior de la montaña, me detuve y abrí la boca para ejecutar el primero de los hechizos.»


