Miguel Murillo Peña's Blog, page 2
December 4, 2015
No entiendo a los líderes, no entiendo qué consiguen cuando se contradicen todo el tiempo, salvo...
No entiendo a los líderes, no entiendo qué consiguen cuando se contradicen todo el tiempo, salvo confundirnos al resto. Cojo de nuevo la Carta de Lu y leo las últimas líneas:
“Golybhe necesita tu ayuda. No sé por qué Voda no ha querido que investigaras las Fosas Oscuras, pero necesitamos que te adentres en ellas y nos informes de lo que encuentres.
Si alguien te lo impide, dile que te lo hemos ordenado los líderes; si Voda te lo impide, dile que lo he ordenado yo. Invéntate una excusa para cuando te pregunten: unos días de descanso, un viaje para conseguir hierbas exóticas…, lo que sea. Pero, ante todo, no le digas a nadie a donde vas.
Ten cuidado con la presión y, por favor, vuelve con vida.
Sedmi, líder de Zelenia.”
Por las palabras del elfo parece un asunto importante, algo que debo hacer en secreto en un lugar prohibido. Solo eso serviría para estresarme, tener que mantener en secreto algo que hago yo, que soy tan torpe que necesitaría ayuda solo para llegar. No sé en qué estaría pensando el líder cuando me escribió el mensaje, pero sé que iba dirigido a mí por lo inquietante de la segunda misiva:
“A Metis, inventora de Plava.
Los líderes de Golybhe nos disponemos a realizar una investigación en las Fosas Oscuras. Sabemos que la presión en esa zona es mucho mayor que en el resto del reino y por ello debes desarrollar algún mecanismo que nos permita sobrevivir ahí abajo, tanto a las oceánides como a cualquier otro golybheño.
Por ello te damos permiso para acceder a las proximidades de las fosas, acercándote tanto como te sea posible para realizar tus investigaciones pertinentes para el invento, recordando siempre que no puedes entrar en su interior, bajo ningún concepto.
Esperamos recibir cuanto antes noticias tuyas con tus progresos para con el invento para poder realizar nuestras investigaciones antes de la nueva luna.
Voda, líder del reino de Plava.
P.S. El agua lo conoce todo.”
Este segundo mensaje es más bien una orden, acompañada de una clara amenaza que encima se contradice con el mensaje de Sedmi. Todo es fabuloso, en lo que tarden en decidirse los líderes o me toque tomar una decisión, voy a preparar el invento que necesitan. Aunque podrían morirse, más de uno.
Enrollo ambas cartas y las coloco en uno de los estantes, busco entre los cuadernos de bocetos hasta encontrar uno con varias páginas en blanco y comienzo a pensar en el invento. Necesito algo que proteja el cuerpo de la presión de las profundidades pero que no sea muy engorroso para nadar; tampoco puede ser muy complejo y pesado para poder deshacerse rápido de él en un accidente y evitar terminar hundidos sobre el lecho marino.
—Tiene que recubrir todo el cuerpo, Erik dijo que las alas que diseñé servían para volar y podrían usarse para aprovechar las corrientes, las puedo colocar en la parte trasera del traje o acoplarla en él. —Los bocetos son tan homogéneos como siempre, con una misma idea dando vueltas en mi cabeza y representándose sobre el papel. Una oceánide con una burbuja en torno a ella para protegerla y un triángulo detrás representando las alas—. Tiene que haber otra alternativa —me digo, completamente segura de que estoy pasando por alto una parte importante—, algo que ya haya inventado la naturaleza y pueda copiar. —Trazo una segunda burbuja sobre la primera y una tercera sobre las anteriores. Al dibujar la cuarta me doy cuenta de que los círculos no han salido perfectos unos sobre otros sino que parecen varias capas en torno al cuerpo central y con algunas zonas que se conectan entre sí dando un aspecto membranoso.
Una luz se enciende en mi cabeza al pensar en esa palabra, “membrana”, la clave está en ellas. Me levanto y me acerco a la estantería; busco entre el montón de libros hasta encontrar uno más grueso que el resto y con el lomo protegido. Lo saco con cuidado y soplo para apartar la suciedad que se ha acumulado en la cubierta, paso la mano por encima con delicadeza para apartar los restos que quedan y poder leer el título sin problemas: “Ensayos de los misterios”, la guía que contiene los conocimientos más audaces que tenemos hasta el día de hoy, codificados para mantenerlos en secreto y en el anonimato. Por desgracia no sé descifrarlos y me tengo que limitar a observar las ilustraciones y tratar de entenderlas.
Soy una inventora, todos creen que mi trabajo consiste en inventar y diseñar cosas nuevas, pero la base, mi motor de ideas, está en todo aquello que la naturaleza y otros seres ya han hecho y pueda copiar y mejorar. Los conocimientos secretos son un motor más que eficaz para desarrollar ideas en base a los pensamientos y teorías de otros inventores.
Busco en el índice hasta encontrar la letra ß que representa la sección de animales, paso las páginas hasta dar con ella y observo las ilustraciones mientras decenas de símbolos bailan sobre el papel. Veo peces con múltiples aletas y escamas; seres aún más pequeños con pequeñas antenas o mecanismos para alimentarse, con cuerpos muy finos, sin rigideces para soportar la presión de las profundidades. Estos son los que me interesan, saber cómo son sus cuerpos para copiarlos. Anoto en el cuaderno las características de estos seres y continúo con el libro.
Veo dibujos de minotauros remarcando la forma de sus cuernos, me fijo en los detalles de los pies de los elfos, similares a las garras de las aves para poder moverse sin problemas por los árboles. Un caballo de agua con las pezuñas palmeadas y un pequeño roedor volador con una capa de piel que va desde las extremidades delanteras hasta las traseras. Eso necesito: muchas capas de piel que traten de igualar la presión del interior y el exterior, con la más interna más resistente para proteger a la persona y una fuente de oxígeno para que pueda respirar. Para que se muevan sin problemas colocaré las alas desde las manos a la cintura y así poder aprovechar las corrientes solo al estirar el cuerpo.
Tengo que pensar en el material que vaya a utilizar, los más resistentes están hechos con resinas de árboles derretidas y combinadas con ciertos metales. Creo que si lo combino con oro puro puedo conseguir un material resistente, transparente y capaz de tomar cualquier forma. El único problema es que el oro puro es muy difícil de encontrar en Plava. Posiblemente tenga una alternativa o secreto en el libro, pero no sé leerlo.
Me levanto y comienzo a dar vueltas por el taller, repasando mentalmente todos los materiales que conozco y pueda usar, descartando los más frágiles como las algas o la madera cuando se presiona hacia su interior. Descarto también el oro y los minerales que no puedo encontrar en el mar. Viene a mi cabeza una roca marina con mucha materia metálica en su interior; bauxita. Su metal puede sustituir al oro sin problemas de resistencia, aunque separarlo de la piedra es lo más difícil, necesito que caiga un rayo sobre ella. Y no creo que sea factible.
¿Es demasiado pronto para decir que mi cometido es imposible? Tengo que investigar un lugar prohibido por mi reino y tengo que desarrollar un traje con materiales que solo puedo conseguir si quemo resinas y las combino con el material resultante de una piedra a la que le haya caído un rayo… Todo esto en el mar, o arriesgándome a subir a la superficie.
No sé qué puedo hacer, este trabajo es muy agobiante cuando ocurren cosas así. Decido irme a dormir y tomar una decisión por la mañana, con la mente más despejada.
El día amanece extraño, con una atmósfera muy tensa. No me gustan este tipo de días, dan la sensación de que algo malo va a ocurrir y lo mejor sería no salir de la cama hasta que anochezca. Miro a través de la ventana de mi cuarto, el mar está demasiado quieto, miro hacia arriba, hacia la superficie, mucha distancia por encima de mi cabeza, adivino unos nubarrones ocultando la luz del sol y dando un carácter sombrío al nuevo día.
Salgo de la habitación y nado hacia la salida del coral. Paso de largo las caballerizas y los corales; nado en una dirección fija, hacia el bosque marino que hay cerca de Zelenia. Nado cerca del lecho marino rozando con las yemas de los dedos la tierra en una búsqueda rápida de bauxita; no encuentro ninguna piedra, pero tendré más tiempo para buscar cuando llegue a mi destino. Aún no sé cómo voy a hacer el traje, pero necesitaré primero los materiales para ver cuánto puedo avanzar bajo el mar. Continúo nadando durante media mañana sin descansar, de vez en cuando el sol consigue abrirse paso entre las nubes y atravesar la distancia que nos separa para iluminar mi camino.
Cuando llego al bosque me doy cuenta de algo que he pasado por alto durante todo el trayecto: no me he cruzado con nadie, no he visto peces nadando alrededor de los corales ni tortugas ni caballos de mar comiendo algas.
Hay demasiado silencio. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo con una intensidad inusual. «No es un buen día para salir de la cama», vuelvo a pensar.
Me acerco al árbol más cercano, compruebo que tiene suficiente resina y comienzo a raspar la corteza para guardar pasta en el zurrón. Me interno poco a poco en el bosque, recogiendo los trozos de corteza con resina y tanteando de vez en cuando el lecho en busca de la bauxita. Por suerte la búsqueda está siendo productiva, las rocas las encuentro con facilidad ya que, al golpearlas, dejan escapar pequeñas burbujitas ocluidas en su interior y casi todos los árboles tienen suficiente resina.
Decido no descansar a comer hasta no haber llenado del todo el zurrón, pero mi vista comienza a emborronarse y enrojecerse poco antes de terminar.
Me siento junto a las raíces de un árbol sorprendida por lo que me está pasando y cierro los ojos. Cuando los abro, todo a mi alrededor tiene una tonalidad rojo sangre que impresiona. «No es un buen día para salir de la cama», vuelvo a repetirme. Cierro el zurrón y me levanto apoyándome en el tronco del árbol, la sustancia roja se mueve a mi alrededor, con zonas más o menos transparentes que se desplazan siguiendo mis movimientos.
—Contaminación —murmuro. No es ningún problema de mi vista ni fruto del cansancio, es una sustancia contaminando el agua—. O tal vez… —una idea pasa rápidamente por mi cabeza, pero la desecho rápidamente. Él ha desaparecido, muchos le dan por muerto. En cualquier caso, debería volver lo antes posible al coral, si la guerra ha comenzado, prefiero no estar en mitad de la nada, desprotegida.
Recojo el zurrón y comienzo a nadar aprovechando al máximo las corrientes para llegar cuanto antes a mi cuarto. «No es un buen día para salir de la cama», resuena en mi mente cada vez que el vertido rojo se espesa a mi alrededor. Por si acaso, voy distribuyendo el líquido por el que paso, llevando la sustancia de las zonas más opacas a las más transparentes para que todos se enteren.
Por suerte no tardo mucho en llegar, las corrientes que me dificultaban el avance por la mañana me lo facilitan ahora y consigo llegar en poco tiempo. El coral es una fuente de actividad, veo oceánides entrando y saliendo constantemente de él, ascendiendo cargadas con bultos para llevarlos a la superficie, estelas rojizas marcando cada uno de sus movimientos y un ambiente mucho más agitado que de costumbre.
Según me acerco, la actividad es mayor, en las caballerizas están equipando a los caballos de mar y cogiendo las armas a gran velocidad. Los hipocampos nadan de un lado a otro llevando mercancías y alimentos y de la sala de entrenamiento no dejan de salir animales.
—Esto es un imprevisto, pero así tendrás más tiempo para investigar —grita una voz a mis espaldas. Me doy la vuelta despacio, asustada porque alguien se haya podido enterar de mi misión y me encuentro con Voda junto a la entrada de uno de los corales.
—¿Qué ha pasado? —pregunto— Necesito que alguien lleve esto a la superficie y lo deje en la orilla —le digo, tendiéndole la bolsa y sin darle tiempo a responder. Hay mucho metal ahí dentro, difícil sería que cayese un rayo en las proximidades y no le diese.
—Alguien ha activado la alarma al Eurus. No sabemos qué ha pasado, aunque los ojeadores dicen que ha sido un antiguo —Eso no es una buena noticia, ya tuvimos una guerra, fue breve y salió bien, pero él desapareció. Sé que el ejército de Golybhe se estaba preparando, pero aún necesitan más tiempo y ánimos para combatir; la parte buena es que la alarma que diseñé todavía funciona. El líder mira el zurrón y me pregunta—. ¿Qué llevas?
—Resina y piedras, lo necesario para preparar mi invento —respondo entregándole la bolsa. Asiente con lentitud, se despide de mí y se marcha nadando.
Me quedo en el sitio mientras las oceánides pasan junto a mí, preparadas para marchar a la guerra. Espero mucho tiempo después de que la última oceánide haya salido del coral y, cuando considero que ya se han alejado lo suficiente, me relajo sobremanera.
Al fin sola.
Me dirijo rápidamente al taller, cojo el recipiente con la mecha en su interior y salgo de la habitación, cierro con llave por primera vez en primaveras y me dirijo por los tentáculos hasta mi cuarto. Recojo las dos cartas y las meto en el recipiente antes de salir, cerrar, también con llave, y volver a salir del coral. «No es un buen día para salir de la cama», pienso mientras nado en un mar con un tono sanguinolento hacia las profundidades.
No quiero mirar atrás, no quiero ver los bultos que están transportando mis compañeras ni quiero arrepentirme de lo que voy a hacer. Nado siempre hacia abajo, buscando las zonas más profundas por las que avanzar, con una única idea en la cabeza.
Aminoro la velocidad cuando comienzo a sentir una fuerza apretándome la cabeza. Llego a una pequeña colina submarina y me detengo, miro a mi alrededor y me siento pequeña. Todo es agua, mire a donde mire solo hay agua… y silencio; necesito agudizar la vista para poder ver la superficie y la luz del sol iluminándola. Debajo de mí no hay nada; solo hay oscuridad…
Ha llegado la hora. Ha llegado mi hora. Activo el mecanismo del recipiente y veo cómo el oxígeno enciende la mecha.
Ya puedo iluminar mi camino.
Es arriesgado, lo sé. Puede salir mal y terminar con mi cuerpo dejándose llevar por las corrientes, inerte… Pero mi curiosidad de inventora puede conmigo y estoy dispuesta a investigar sitios que nadie ha visitado jamás. Me acerco al borde del abismo y cierro los ojos, asomo el cuerpo y me dejo caer.
La cabeza cada vez me duele más, comienzo a sentir un pitido en mi mente, cuando abro los ojos para ver dónde estoy la vista se me emborrona, pero consigo distinguir un hueco recorriendo una de las paredes del abismo.
Nado hacia allí con todas las fuerzas y concentración que la presión me permite. Siento cómo mis brazos golpean la pared y poco después es mi cuerpo quien choca contra ella. Siento cómo mi cuerpo comienza a caer, con ligereza, sin tener dominio sobre él, noto cómo se me escapa el recipiente de las manos y pierdo la consciencia poco después. Solo escucho un fuerte pitido y mucha agua en mis oídos.
Lo último que veo es una llama apoyada en el suelo; la entrada a las Fosas Oscuras.
November 20, 2015
Portada de la segunda novela de Las Crónicas de Golybhe. La...

Portada de la segunda novela de Las Crónicas de Golybhe. La ilustración la ha vuelto a hacer Abel Fernández.
November 16, 2015
Te vi
Te vi cuando eras desconocida,
cuando pocos se fijaban en ti,
cuando eras menuda y delicada.
Te conocí, despacio, sin prisas,
como se conoce un idioma
extraño, maravilloso, nuevo.
Te sentí, al principio con dudas
sin que supiésemos qué sentir
hasta ser los dos una persona.
Te quise como a una hermana,
como si fueses de la familia
y llevases la vida junto a mí.
Te perdí al tratar de acercarme a ti
y ver cómo rompías tus promesas
cuando ya no eras desconocida.
Te soñé feliz, alegre, bella
como cuando veía tus sonrisas
y yo estaba siempre ahí contigo.
Te vi y me eras desconocida
ya no sabía que buscar en ti
Lo perdimos todo pero te vi.
September 14, 2015
Bett
“Con los rayos del sol hicieron mi cabello,
con auroras verdes mis ojos fueron hechos.
Solo en mi cuerpo sobrevive el universo.”
Levanto la mirada y cojo aire, coloco el violín bajo mi barbilla y murmuro los versos de nuevo. Paso el arco por las cuerdas y comienza el espectáculo. «Mi, re, mi, re, mi, si, re, do, laa», susurro las primeras notas a la vez que hago sonar el instrumento. No necesito pensar para continuar la melodía, muevo mi brazo como una autómata dejando que las cerdas del arco rocen las cuerdas y desprendan el resto de la canción que me enseñó mi madre.
Una chica pequeña se acerca a mí y deja una moneda de cobre a mis pies, se aleja un par de pasos y me mira con los ojos muy abiertos, la sonrío y se vuelve corriendo junto a un señor que, supongo, es su padre. La sigo con la mirada hasta que termino de tocar la canción y comienzo una nueva.
Hay más personas que se acercan a mí y dejan caer sus monedas, algunos con prisas, otros deteniéndose a escucharme un rato antes de continuar con sus vidas. Echo un rápido vistazo a mis pies para ver cómo son las monedas; la mayoría son monedas de cobre, aunque también unas cuantas plateadas y una de oro. Miro a la gente que me rodea sorprendida, ¿quién ha podido dejar una moneda de oro? Un par de niños se acercan un poco y comienzan a bailar al son de la música, pruebo con un trémolo y acelero el ritmo de la canción; no puedo evitar reírme, miden poco más de cuatro palmos y se mueven como locos.
Cuando termino la gente comienza a aplaudirme entusiasmada, veo cómo se alejan, aunque hay alguno que se acerca para dejarme monedas. Hoy he conseguido lo suficiente para comer durante toda la semana; aun así, esta noche volveré a tocar en la posada. Recojo el violín y las monedas, guardo las de cobre y las de plata en una bolsita, cojo la moneda de oro y la muerdo. Es de verdad.
Un niño se acerca a dejarme algo y se marcha corriendo. Miro al suelo y recojo la pieza metálica que ha tirado el pequeño al suelo; es un anillo, un anillo con un pergamino enrollado en su interior. Los bordes están oscurecidos, como si los hubiesen pasado junto al fuego para quemarlo, lo desdoblo y leo la única frase escrita: “Te espero en la fuente del diablo”. Recuerdo las palabras que me dijo mi madre antes de marcharse “No te fíes de nadie…”, me gustaría hacerla caso e ignorar el mensaje, pero los bordes quemados me indican quién puede ser la persona. Aparte, un anillo significa compromiso, tengo que devolverlo.
Arrugo la nota antes de guardarla en un bolsillo de mi vestido y camino entre los árboles hasta llegar a la fuente del diablo; nunca me ha gustado esta fuente, está siempre rodeada de gente extraña y la propia estatua me resulta repulsiva. Retrocedo asustada al ver una repentina llamarada rodeando el diablo, un sonoro grito de sorpresa seguido de una lluvia de aplausos me tranquilizan, probablemente sea Vivi con alguno de sus espectáculos de fuegos, probablemente sea él quien mandase al crío dejarme el anillo.
Me siento junto a la fuente y espero a que aparezca la persona misteriosa; mientras tanto decido observar al tragafuegos: es bastante alto superando con creces las dos varas de altura, tiene los músculos muy desarrollados y la espalda ancha; la tez oscura, una cabellera rubia que le llega hasta la cadera y dos ojos de un color azul hielo le dan un toque de misterio perfecto para sus espectáculos. Hace malabares con las llamas y juega con ellas con la misma facilidad que un niño jugando con una pelota, la gente se acerca y se aleja de él según la intensidad del fuego, aplauden siguiendo el ritmo de los movimientos y dejan monedas cuando el fuego pierde fuerza.
Termina el espectáculo escupiendo fuego por la boca hacia la fuente del diablo, dejando consumirse unas pequeñas llamas en los ojos de la estatua. Se acerca a mí y me saluda con unos cuantos malabares.
—¿Cuántas veces te has quemado el pelo? —pregunto, ignorando sus juegos. Llevar el pelo suelto y jugar con fuego no es algo que, posiblemente, no recomienden en ninguna parte—. Por cierto, creo que esto es tuyo —añado lanzándole el anillo al pecho.
—El meu amor —responde él, inclinándose levemente en un intento de reverencia para burlarse de mí—, me alegro de que hayas venido… Quería ofrecerte un nuevo espectáculo —«No te fíes de nadie… aunque si te proponen participar en espectáculos novedosos, no desperdicies la ocasión», las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza; el problema es que Vivi y yo no congeniamos demasiado… y trabajar junto a él significaría perder mi puesto en la posada—. Solos tú y yo. Viajando por las Tierras Antiguas con un espectáculo de música, fuego y arte inédito hasta ahora. El anillo puedes quedártelo… —dice antes de lanzármelo de vuelta—, así recordarás siempre este día.
—¿Qué quieres de mí?, ¿en qué consiste tu brillante idea?
—No te alteres artista, no creas que voy a confiar mis ideas a cualquiera —le miro con mala cara, con motivo: he pasado de ser su meu amor a ser una cualquiera con la que habla; no está haciendo méritos para convencerme—, o tal vez sí. La situación es esta: a la gente en esta ciudad no le sobra el dinero, últimamente solo vienen a ver mis espectáculos para pasar el rato y entretenerse, pero casi ninguno suelta su dinero; lo mejor para nosotros es buscar otra ciudad o preparar otro espectáculo que no hayan visto nunca. Ahí entras tú tocando tu instrumento como lo has hecho hasta ahora y entro yo jugando con mi fuego al ritmo de tu música.
—¿Eso es todo? —pregunto, incrédula; tantas tonterías para decirme que la gente no le da dinero y quiere hacer su espectáculo en el mismo sitio que yo, los dos a la vez—. Pensaba que ibas a proponer que tocase mientras tú prendías fuego al arco de mi violín o me quemases el pelo. Aparte, has mencionado la palabra “arte”, y luego solo la he visto en mi espectáculo.
—Esa idea me gusta —perfecto, encima le doy ideas para su espectáculo—. La parte de arte no te la pensaba contar hasta que no aceptases, pero al darme tú ideas, te daré yo la mía. Pretendo quemar esculturas en mis espectáculos, estatuas reales o hechas en madera. Tú…, ¿Tú puedes tocar tu violín con los dedos?
—Antes de aprender a tocar el violín con el arco, aprendí a tocarlo solo con los dedos.
—Perfecto —dice interrumpiéndome—. Yo quemaré las esculturas y haré malabares con mis fuegos mientras tú tocas el violín con un arco en llamas, cuando te quedes sin él continúas tocando con los dedos. Es perfecto.
—Ni lo sueñes —respondo—. Mi arco no lo toca nadie más que yo y no voy a permitir que se queme.
—Pero… —comienza a decir, aunque se calla; en sus planes no debía entrar la opción a una negativa por mi parte.
—Lo siento, pero no —me doy la vuelta y me alejo. A trabajar de nuevo.
En la posada el espectáculo es limitado, toco durante más de una hora mientras los clientes cenan. Toco sin tener que pensar en los movimientos del arco para conseguir que la música brote del instrumento. Toco pensando en la proposición de Vivi. Toco pensando en los meses que pasó mi madre enseñándome a tocar el violín. Toco recordando el día que cumplía primaveras y ella me regaló su violín con su arco, un par de piezas únicas en el mundo. Toco… con una lágrima asomando por mis pupilas.
Termino la melodía y comienzo la última de la noche, una canción para mí. Dejo el arco en la mesa y comienzo a tocar con los dedos, igual que hacía cuando aprendí: «Re, re, mii, ree, sool, faaaa…».
August 16, 2015
Y mi corazón seguirá y seguirá latiendo más rápido al verte, desde el primer día que te vi, igual...
Y mi corazón seguirá y seguirá latiendo más rápido al verte, desde el primer día que te vi, igual que los días que hablábamos o nos picábamos, igual que aquella noche casi estival en la que corriste a hablar conmigo y declararme tu amor.
Pasaron los días, los meses y los años; viajamos juntos a tierras tan antiguas como la civilización, tierras repletas de arte y tierras donde la magia se sentía en la atmósfera, fortalecimos nuestro amor entre las rocas de las primeras, los arcos de las segundas y las olas y bosques de las terceras. Pasamos horas cocinando en las frías tardes de invierno, comiendo y aprendiendo juntos en un local similar donde nos conocimos; se me pasa por la cabeza la representación que organizaste para mí y todas las tardes que hemos pasado entre maderas trabajándolas, abrazándonos o, simplemente, pasando el rato.
Ahora, frente al altar, con todos los nobles y reyes de las Tierras Antiguas y Golybhe esperando mi respuesta, pasan por mi mente todos esos momentos.
Estoy nerviosa, no sin motivos. Tanta gente esperando una respuesta que puede cambiar la historia y las relaciones políticas entre los dos imperios. Comienzo a sentir algo de frío y un pequeño temblor recorre mi espalda; busco tu mano con la mía para reconfortarme con el calor y cariño que irradias. Te miro y me devuelves la mirada, cualquiera que te mirase ahora mismo vería un hombre impertérrito, sin mostrar ningún sentimiento, casi como si te hubiesen drogado. Yo sé que eso no es así; hemos compartido tantos momentos juntos que sé dónde mirar para saber que estás nervioso: mueves tu lengua con lentitud recorriendo cada rincón de tu boca, desde fuera solo se aprecia un movimiento, casi imperceptible, de la piel que cubre tu mandíbula. Los músculos del cuello se te han tensado, estás deseando que pase rápido el momento para poder hacer algún movimiento estúpido y descargar toda la tensión, te miro a los ojos y me puedo imaginar lo que estás pensando: esa noche en la que me volvía a mi casa y tú corriste tras de mí, esa noche en la que empezó todo.
Una lágrima comienza a dificultarme la vista, miro al frente y respondo— Sí, quiero… Henario.
August 15, 2015
Estás segura en mi corazón. Ahora que por fin he vuelto a ver tu rostro no pienso olvidarte nunca....
Estás segura en mi corazón. Ahora que por fin he vuelto a ver tu rostro no pienso olvidarte nunca. Han pasado casi 16 años desde entonces, yo tenía solo dos años y, como comprenderás, no recordaba ningún momento contigo.
Otro fogonazo de luz y veo un balón golpear una cabeza antes de entrar en la portería. La luz antecede a una procesión con montones de brocados de color carmín y el escudo de España.
Estoy en el instituto, apoyado sobre las vallas que delimitan el parque infantil de la entrada, con varias cámaras de televisión grabando el nombre del instituto y la entrada.
Un montón de niños en distintas filas en un patio de arena. Esto no es el instituto, es el colegio. Todos hablando y vestidos de uniforme; un profesor me acompaña y me guía hasta mi nueva clase.
Luz antes de una piscina, estoy hablando con ella, sentados en el bordillo con los pies a remojo. Vemos a los compañeros marujeando mientras dos amigos se apartan de nosotros para hablar a solas. De alguna forma, nos terminan tirando al agua.
Después de la luz apareces tú. Vuelvo a estar en el instituto; veo un gorro y dos besos, dos libros distintos aparecen en nuestras manos, te doy un billete y salgo de clase.
Mucha gente rodeándome, estoy enfrente de una amiga, con un micrófono en la mano y cantando la canción de Titanic mientras los chicos hacen los coros. Los dos nos sonrojamos sobremanera mientras te cito la mejor frase de mi libro favorito y terminamos abrazados.
El último fogonazo de luz me devuelve al pueblo. Es de noche y estoy junto a mi prima en un parque. Hemos dejado de columpiarnos para mirar al cielo y ver las estrellas. Dos estrellas fugaces cruzan el firmamento bajo nuestra mirada, sonreímos inocentemente y pedimos nuestros correspondientes deseos.
Mis primeras estrellas.
August 14, 2015
Permaneceremos así para siempre, juntos en nuestros sueños, recordando ese restaurante cada noche y...
Permaneceremos así para siempre, juntos en nuestros sueños, recordando ese restaurante cada noche y buscando un lugar en el mundo donde encontrarlo.
Los doctores me miran sonrientes, uno de ellos se acerca y me dice que la electroencefalografía ha salido correctamente y que van a empezar con la segunda prueba:
—Te hemos introducido unos nanobots en el organismo, contienen proteínas que iluminarán tus neuronas haciéndote recordar distintos momentos de tu vida.
Asiento, algo atemorizada por lo que pueda ver y espero mientras los doctores observan una pantalla que hay a mi lado y pulsan los botones de un monitor. Poco a poco vuelvo a quedarme dormida.
Siento un fogonazo y me encuentro viendo las noticias; mejor dicho, la misma noticia, repetida y ampliada continuamente, en la televisión aparecen largas colas a las afueras de los hospitales, un número de emergencia y poco más. Este recuerdo es menos vívido que mi sueño anterior, y mucho más lúgubre.
Un segundo fogonazo retira de mi mente las imágenes para sustituirlas por unas nuevas: estoy levantándome una mañana para ir al colegio, algo no va bien en casa, la televisión está sonando cuando tendría que estar apagada, mis padres comentan con tristeza las noticias que están dando pero no logro enterarme, ni entender nada. Llegamos al colegio y veo a los padres llorando y con miedo de dejar a mis compañeros solos. Mientras la profesora trata de tranquilizarles, un tercer fogonazo me lleva de vuelta a mi primer colegio:
Estoy saliendo del colegio, una tarde de verano con apenas seis años, camino junto a mi padre de vuelta a casa, masticando un chicle que acabo de comprar mientras observo el boquete que hay en la calle donde vivo; están cambiando las tuberías y hay más agujero que calzada. Al llegar a casa, mi madre llama a mi padre y sube el volumen de la televisión. Veo una torre con mucho humo. Recuerdo ese día, recuerdo todos los días que han aparecido y otros, menos traumáticos. Tengo miedo a un nuevo fogonazo.
El cuarto fogonazo me lleva a un hospital, en la cama está mi madre, con mi padre llorando a su lado mientras le coge de la mano. Yo veo como suben y bajas las líneas de la pantalla, hasta que el aparato comienza a sonar y la línea deja de moverse.
Me levanto llorando, he visto el rostro de mi madre.
August 13, 2015
Nacimos a la vez. El mismo día, a la misma hora y en el mismo momento. La medicina de la época no...
Nacimos a la vez. El mismo día, a la misma hora y en el mismo momento. La medicina de la época no era capaz de determinar si las madres iban a tener un hijo o varios; las ancianas y los métodos caseros podían deducir si iban a nacer un niño o una niña —dice Sirc con la mirada fija en las tazas que hay sobre la mesa, según Delia contienen nata fría con galletas negras y caramelo líquido. Alza la vista para mirar a la escritora y espera a que termine de apuntar lo que ha escuchado—. Pero nuestro caso fue diferente; la tripa de nuestra madre creció igual que el de otra embarazada más, los doctores estaban satisfechos con los progresos pensando que iba a nacer un solo bebé, pero observar la posición de la tripa o nuestros movimientos no sirvió a las ancianas para determinar nuestro sexo; éramos dos, no una, y los métodos caseros no funcionan en estos casos.
—No entiendo —dice Delia interrumpiendo a mi hermana, esta me mira con un rastro de tristeza en la cara y asiente.
—En las zonas rurales las personas mayores, sobretodo las que han sido madres, suelen predecir si la futura madre tendrá un hijo o una hija. Para ello se fijan en la posición y los movimientos de la barriga, si se mantiene elevada, se cae por su propio peso, está ladeada, la cantidad de golpes que da el bebé desde dentro y demás. Lógicamente, no es un método eficaz, pero suelen acertar casi siempre y a las familias les es muy útil saber si esperan un niño o una niña —digo, acerco la mano al platito colocado entre las tazas y cojo un puñado de las grageas de colores rellenas de cacao; están ricas. Cojo aire con lentitud y espiro aún más despacio, viene lo complicado—. Nuestro nacimiento se complicó demasiado, durante toda la noche el ciego estuvo llorando fuego, el extraño fenómeno sorprendió a todo el pueblo, hubo varios ataques de pánico y el doctor que tenía que atender nuestro nacimiento tuvo que irse al pueblo a ayudar. Nacimos solas, nuestra madre solo pudo tumbarse en el suelo y esperar, con sufrimiento, a que naciese su hija… o hijo. Mientras se esforzaba por traernos al mundo observó las lágrimas del cielo: eran de fuego tal y como había dicho el médico antes de abandonarla, y cruzaban la oscuridad de la noche cada pocos instantes. Su sorpresa llegó tras dieciocho lágrimas de fuego, cuando consiguió que naciese su hija y se encontró con dos y no con una.
Delia termina de escribir y se levanta, desaparece tras la puerta de la cocina y vuelve con una copa con un líquido de color ambarino y un plato con ramas rosadas. Vuelve a sentarse y pregunta:
—¿Cuándo decidisteis ser matronas?
—Años más tarde, cuando el jefe del pueblo nos contó esa historia. Decidimos que no permitiríamos que ninguna mujer volviese a tener un bebé sin ayuda de nadie y que este naciese solo —responde Sirc—. Aprendimos medicina acompañando al médico para ayudarle con cada paciente y los secretos de los embarazos nos los enseñaron las ancianas tras muchas preguntas.
Hemos terminado de contar nuestra historia, Delia nos acompaña a la puerta con el plato en la mano y nos ofrece las ramas para probarlas. Después de coger una cada una dice:
—Es una especie distinta de regaliz, la raíz de la planta no es oscura como sería normal, sino que es rosada y tiene unas vetas blancas en su interior. Está rico.
Tiene razón, está muy rico. Salimos del hogar comiendo el regaliz y nos alejamos mirando al cielo. “Ella… no superó aquella noche”, murmuro. Agarro de la mano a mi hermana para consolarla y veo, junto a ella, cómo una lágrima de fuego interrumpe la oscuridad de la noche. “Como el día que nacimos”, me dice Sirc en voz baja. Asiento y continuamos andando.
Detrás nuestro, Delia dice:
—Feliz cumpleaños, Sirc, Anit.
Y sé que mi corazón seguirá latiendo mientras duermo, ajeno a lo que ocurra en el resto de mi...
Y sé que mi corazón seguirá latiendo mientras duermo, ajeno a lo que ocurra en el resto de mi organismo.
Poco a poco comienzan a formarse imágenes en mi mente: estoy en un restaurante acompañado de montones de jóvenes, mis compañeros de instituto, esperamos en fila, hablando entre nosotros antes de servirnos la comida. Me fijo en el restaurante, parece un autoservicio, con la vajilla y los cubiertos a un lado y una barra con un montón de platos a continuación. Detrás de cada plato hay un cartelito indicando el nombre de la comida que contiene, en inglés y en griego.
La fila comienza a moverse, avanza con lentitud, deteniéndose cada pocos segundos. Estás a mi lado, hablando conmigo cosas banales, junto a nosotros hay un gran ventanal que permite ver el paisaje exterior. Entretenidos como estamos todos, parece ser que a ninguno se le ha ocurrido mirar a través del cristal y observar un atardecer sobrecogedor. Tú sí, como siempre, mirando a todos lados y captando cada detalle que nos rodea; has comenzado sorprendiéndote por el tamaño del ventanal y la calidad en los detalles decorativos de las cortinas, de un blanco puro, que cuelgan del techo, pero te ha sorprendido más lo que ocurría delante tuyo:
Las olas del mar golpean rítmicamente los postes sobre los que se levanta el restaurante, dos grandes bloques de hielo flotan en el mar a ambos lados de un sol a punto de desaparecer en el ocaso. Dos colinas flanquean los bloques de hielo, imponentes en el horizonte, redirigiendo los rayos de luz hacia nosotros y el mar; sobre cada colina pende una estrella y la luna, creciente, brilla tenuemente por encima del sol.
Todo reflejado sobre un mar en calma hacen que abra mi mochila para sacar la cámara de fotos e inmortalizar el momento. Me detienes, dices que es mejor dejarlo grabado en nuestras mentes y volvemos a observar el atardecer juntos. Buscas mi mano con la tuya y, tras tocarnos levemente, aparto la mano y sonrío. Por el rabillo del ojo te veo sonreír y te cojo de la mano. Una estrella fugaz cruza el cielo delante nuestro, sorprendiéndonos a ambos.
—Rápido, pide un deseo —dices mientras piensas el tuyo.
—Ya está, ¿qué has deseado? —pregunto.
—Estar siempre contigo… —respondes apretando ligeramente nuestras manos.
Una levísima descarga eléctrica recorre mi cuerpo, despertándome y devolviéndome al mundo real.
August 12, 2015
Estás aquí, no hay nada que me asuste, extiendo mi brazo para acariciar tu cuerpo peludo y...
Estás aquí, no hay nada que me asuste, extiendo mi brazo para acariciar tu cuerpo peludo y tranquilizarme con tu contacto. Llevo años contigo, desde que un amigo me trajo un paquete una noche de Navidad y en la caja venías tú, una pequeña cría de husky. He estado contigo todos estos años, abrazándote cuando me sentía insegura, contándote mis problemas aunque me respondieses con ladridos, solo por la tranquilidad de contarlo.
Ahora, con los doctores colocándome en la cabeza, te necesito más que nunca. Dejo que mi brazo asome y cuelgue por el extremo de la cama, escucho tus pasos acercándote y siento tu lengua perruna lamer la palma de mi mano para mostrarme tu cariño.
No puedo evitar sonreír, aunque sigo estando muy nerviosa. Los doctores tratan de tranquilizarme asegurándome que todo va a salir bien, explicándome en qué consiste la electroencefalografía y la prueba que me van a hacer para terminar. Lo único que saco en claro es que voy a estar dormida.
Uno de los doctores se acerca con un vaso de plástico relleno de un líquido transparente, me lo ofrece y bebo. Parece agua, no sabe a nada, aunque estoy seguro que lleva alguna sustancia disuelta, o nanorrobots dispuestos a operar en mi organismo.
—¿Cómo te encuentras? —pregunta el doctor. «¿Cómo estoy?, ¿nerviosa?, ¿con miedo?, ¿cansada?», pienso; ni yo misma me aclaro en estos momentos.
—Un poco nerviosa —respondo mientras se me cierran los ojos. Hago un esfuerzo por volverlos a abrir y seguir hablando con el doctor y añado—. También estoy cansada, pero no sé por qué.
—Eso es bueno, significa que la anestesia está haciendo efecto —explica antes de darse la vuelta y hacer una seña a uno de sus ayudantes—; cuando te duermas, comenzaremos a investigar tu cerebro. No vas a sentir nada, no te asustes —dice, tratando de tranquilizarme.
El problema ahora es que sé cuándo van a empezar, y depende todo de mí; cuanto más tarde en dormirme, más tardarán ellos. Cierro los ojos para intentar dormirme y escucho los pitidos que indican mi pulsación. El sonido va ralentizándose, poco a poco hasta que no vuelvo a escucharlo porque me he quedado dormida.


