Pedro Cayuqueo's Blog, page 188

April 29, 2017

Culpas históricas

ENTRE LOS numerosos problemas que padecemos como país, el hacer efectiva la responsabilidad de los poderosos nos aqueja desde hace rato. Dos presidentes se han suicidado probablemente porque temieron un tongo de juicio tras sus caídas políticas. Otro terminó sus días acusado, aunque impune, sobreseído definitivamente, no sería raro que gracias a un acuerdo. Mucho antes, tuvimos el caso de O’Higgins convenientemente exiliado, y el más paradigmático, el de “La Quintrala”, que colgaría de un pelo, suspendida de un hilo a las puertas del infierno, ¿en espera de un dictamen divino, por falta de instituciones competentes, o endosada, la muy tal por cual, a la Historia en calidad de tribunal, para que se haga justicia?


Suena algo peregrina esta última sacada de pillo. No son capaces de procesar al vivo, y endilgan el muerto a historiadores y comentaristas, y ello a sabiendas de que nunca los juicios históricos producen cosa juzgada. Además que si no les gusta da lo mismo, se les descarta por parciales y prejuiciados. El juego con dados cargados es evidente. Las responsabilidades históricas existen, pero el rayado de cancha para hacerlas valer no ofrece garantías. Lo hemos visto con Pinochet y Aylwin, e incluso con el Lagos “estadista”, como también con una figura compleja, fácil de condenar pero difícil de intentar entender, como Agustín Edwards. De ahí las diatribas airadas o las impermeabilizaciones, cuando no los homenajes devotos, a fin de que se les toque apenas.


Si lo que se propone la historia es comprender, iluminar, y contextuar, enfocar a estos personajes dialécticamente recurriendo a envasados escuchados hasta el cansancio, no sirve de mucho. Volvemos a lo de siempre, al “¡Viva la Cordillera de los Andes!/ ¡Muera la Cordillera de la Costa!” de Nicanor Parra. Con la particularidad que de esa forma el personaje queda relegado a un limbo seguro en que ataques y alabanzas empatan y reducen el asunto a subjetividades opuestas. Puede ser también que sirvan de pararrayos o chivos expiatorios; se culpa a Pinochet pero al Estado y Ejército se les salva. No se avanza así en el conocimiento.


Un competente juicio histórico sobre Edwards exige, desde luego, ponderar qué tan decisivos son los personajes. Ni los más poderosos son tan poderosos a la larga; un poco de relativismo, mal no hace, a no ser que se quiera seguir mitificando a modo de sucedáneo histórico. Tampoco se puede confiar en dudosas historias oficiales; sería lamentable que a Agustín Edwards le escribieran una biografía equivalente a la que él mandó a hacer de su abuelo Edwards MacClure. Al contrario, hay que esperar que aparezca el historiador idóneo que logre poner las cosas en su debido lugar, dé justo crédito a alegaciones, o si no que se las deseche porque aburren, además de rescatar al personaje del limbo en que convenientemente está. Y ya que estamos por complejizar, alguien podría escribir una historia de El Mercurio que hace mucha falta, y no se explica que no exista. Ese sí que es tema clave.


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Published on April 29, 2017 01:35

Terremoto en Francia

EL RESULTADO de las elecciones francesas del pasado 23 de abril ha traído calma. El riesgo principal ha sido conjurado. El triunfo presidencial de la extrema derecha encabezada por Marine Le Pen aparece ahora más como pesadilla que como posibilidad real. Se salvó la República.


Pero no hay que equivocarse. No se trata de la vuelta a la normalidad.


Aunque aportan tranquilidad frente a la posibilidad del cataclismo que generaría un triunfo de la extrema derecha, estos resultados representan un terremoto de gran intensidad para el sistema político. La eliminación de las dos principales fuerzas del país de la competencia presidencial, marca un deterioro violento del esquema de representación vigente durante los últimos 50 años. En conjunto, republicanos y socialistas apenas reúnen un 26 % del electorado.


Para el socialismo el balance es devastador. Benoit Hamon, el candidato electo en primarias, apenas obtuvo un 6% de la votación. La lucha al interior de la izquierda fue cruenta y la ganó ampliamente Jean-Luc Mélenchon, líder de la France Insoumise. Reconocidamente, este último fue un gran protagonista de la campaña generando entusiasmo y deslumbrando a muchos con su oratoria y enorme bagaje cultural. Pero, al final del día lo que cuenta es que Mélenchon llegó cuarto y el candidato socialista quinto, en consecuencia que una candidatura común de la izquierda habría permitido pasar a segunda vuelta y ganar la presidencia.


No siento ninguna simpatía especial por Macron. Desconfío de los tecnócratas y de los que ven en la política el espacio para hacerse una “pasada” aprovechando condiciones favorables. Me inclino por los líderes que son parte de proyectos de largo alcance, construidos durante años de trabajo silencioso y paciente con muchas idas y venidas.


Pero, hay que reconocerlo: Macron acaba de demostrar audacia y talento para abrirse paso desde la nada a la Presidencia de Francia. El Eliseo está ahí a la vuelta de la esquina. Contará para ello con el voto favorable de más del 60% de los franceses. Su preocupación principal es hoy día otra: ¿cómo hacer para generar una mayoría parlamentaria que lo respalde? Las elecciones legislativas que tendrán lugar entre el 11 y el 18 de junio próximos serán su prueba de fuego. El éxito de su estrategia pasa por generar una nueva configuración política, en la cual se constituya una “mayoría de ideas” que permita sacar a Francia del estancamiento y reimpulsar la construcción europea. Una mayoría así construida no es una alianza partidista al viejo estilo. El énfasis en el programa podría permitir dejar de lado los intereses burocráticos, siempre subalternos.


Francia es un gran país. En muchos momentos su historia ha alcanzado dimensión universal. En las próximas semanas sabremos si la elección de Macron constituyó un cambio mayor o fue simplemente la manera de evitar una catástrofe.


Francia está tratando de encontrar la luz. Por de pronto le ha dado la espalda a las fuerzas que alternadamente la gobernaron durante las últimas décadas. Pero, no se puede quedar allí. Tiene que generar algo nuevo, distinto.Y no le pidamos demasiado. De la noche a la mañana no emergerá una nueva fuerza política armada de toda una concepción del mundo y sus alrededores. En las condiciones tan precarias que enfrenta la política en la actualidad sería un progreso enorme la constitución de una mayoría nueva en torno a un número limitado pero significativo de ideas que permitan salir de la parálisis y recuperar oxígeno.


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Published on April 29, 2017 01:25

Primarias: ¿para qué?

LAS PRIMARIAS se originaron a finales del siglo XIX en los Estados Unidos, consolidándose en el XX, siendo hoy en día una práctica regulada en diversas materias (financiamiento y elegibilidad de los votantes, etc.). Si bien fueron una reacción contra la manipulación de las cúpulas de los partidos en la selección de candidatos, también respondieron a las demandas por democracia interna de partidos.


Las primarias permiten a las directivas políticas resolver el problema de selección de candidatos. Esto exige que sean creíbles. Esto supone cierto grado de incertidumbre de resultados, y competencia real. Pero, si la adhesión a un precandidato es muy alta (80%) ella termina siendo una profecía auto cumplida. Una primaria en la que todos los precandidatos, excepto uno, son de adorno, no parece muy creíble. Una colección de candidatos con bajas o nulas esperanzas de ganar no asegura competencia. Ello podría estar reflejando el interés de dichos candidatos de emplearla como plataforma electoral o simplemente darse un gusto. Lo que en principio no parece objetable, sin embargo, no es el propósito de una primaria.


Ahora bien, a diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos, en Chile se las ha empleado para elegir el candidato de una coalición de partidos. Si bien a priori no parece problemático, ello genera algunos inconvenientes dado los incentivos que genera. ¿Qué mejor ejemplo que lo que sucede en la Nueva Mayoría? En efecto, el Partido Socialista en vez de haber empleado una primaria para decidir un candidato de sus filas (Lagos, Atria o Insulza), optó por una decisión más cupular que de base y, aunque no se diga, las encuestas fueron la principal herramienta para tomar la decisión. Y, como era de esperar, se prefirió no hacerla.


Es en este punto en que la lógica de partido y coalición no coinciden, puesto que los dirigentes de partido están más interesados en ser parte del entorno de poder del candidato “puntero”, incluso aunque no sea del partido que de la selección de un candidato propio. Así, se pierden autonomía e identidad, pues el desarrollo de los acontecimientos en la coalición se torna más relevante. Así, al igual que una bola de nieve va quedando en evidencia lo que las encuestas muestran y por lo tanto las primarias internas se hacen innecesarias.


No obstante lo anterior, las primarias generan otro tipo de beneficios, v.g. cumplen en ser un instancia de legitimación y movilización política. Pero esto tiene límites, pues si el resultado, como se indicó, lo sabemos a priori, es un ejercicio de ciudadanía un tanto sobreactuado. Particularmente, con un sistema de dos vueltas electorales, como el caso chileno, en que el voto “sincero” se expresa en la primera vuelta para en la segunda ser mas bien estratégico.


En general, hacer o no primarias no es un asunto de principios. El poseer un sistema de dos vueltas permite que los procesos de negociación de los partidos se resuelvan mediante la expresión de la voluntad popular.


Sin embargo, la realización de una primaria puede ser después de todo un asunto táctico, con el propósito de mostrar las diferencias de orden y compromiso democrático de un partido o coalición respecto de su contrincante. Y es ese el caso de Chile Vamos. La realización de una primaria, con un candidato que concentra más del 70% de las preferencias, puede ser innecesaria, pero puede ser una señal muy poderosa para la opinión pública. Una señal de gobernabilidad y ejercicio democrático, una decisión táctica correcta, pero que no está exenta de costos si los participantes no se atienen a reglas de competencia leal y que constantemente miren la elección general y no la ambición de corto plazo.


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Published on April 29, 2017 01:20

Primarias: el bono electoral

SI BIEN las primarias no son el único mecanismo de selección de candidatos, suelen considerarse como el más inclusivo. Sorprendentemente, en las primarias presidenciales de 2013 votó un 22%, en circunstancias de que algunas encuestas pronosticaban -cuando mucho- un 10%.


La participación fue mayor en la primaria de la NM, una elección sin incertidumbre y donde Bachelet se impuso con el 73%. Ahí votaron más de 2 millones cien mil personas, mientras que en la primaria de la Alianza solo lo hicieron 800 mil. ¿Qué gana la coalición que hace primarias?


Un primer argumento pasa por la doble legitimidad del ganador, quien logra la lealtad de los militantes y adherentes del partido en la primaria, y luego del resto del electorado en la primera vuelta. Adicionalmente, aumenta la movilización de los partidos, lo que también contribuye a preparar la legislativa. Esto será particularmente desafiante para Chile Vamos, pues sus partidos lograron reficharse a última hora.


Un segundo argumento es que las primarias miden la lealtad de los diputados y senadores con la candidatura presidencial de su partido. Si esos legisladores abandonan a su candidato en la primaria -como sucedió con el PDC en 2013- entonces no hay buenas razones para pensar que la decisión de competir directamente a la primera vuelta sea la más adecuada. ¿Qué hace pensar que esos legisladores no hagan lo mismo en la primera vuelta?


Es posible que prefieran hacer su campaña de la mano del candidato presidencial favorito y no con el candidato de su partido. Cada candidato al legislativo velará por sus propios intereses, y si ve que una fotografía con el favorito le trae más beneficios, no vacilará en cruzar la frontera. Ante esa duda sobre la lealtad de los candidatos al legislativo, la primaria se constituye en una buena instancia para evaluar cuán comprometido está ese partido con su figura presidencial.


Un tercer argumento pasa por la construcción de coaliciones, lo que aplica especialmente para la NM. Una primaria da más tiempo para sanar heridas y construir coaliciones estables. Esto es crítico en sistemas presidenciales con mandatarios que no cuentan con contingentes legislativos mayoritarios. Entre la primaria y la primera vuelta hay casi cinco meses. Entre la primera y la segunda vuelta, un mes. Para Chile Vamos la primaria es aún más necesaria, pues permitirá que Piñera rearme la coalición luego de derrotar a Kast y Ossandón. Tendrá tiempo suficiente para fidelizar las bases electorales de esos candidatos, lo que también favorecerá su lista parlamentaria.


Un cuarto argumento corresponde al “bono electoral” que tienen los candidatos ganadores de la primaria para la elección general. Esto ha sido estudiado en América Latina. Si bien existe discusión en torno a la magnitud de ese bono, lo cierto es que pasar por primarias genera mayores probabilidades de triunfo.


En Chile, y con datos de las primarias de alcaldes 2012 de la Concertación – no utilizo las de 2016 porque no hubo incumbentes como candidatos a esas primarias- un 71,8% de los incumbentes que ganaron la primaria, también ganaron posteriormente la alcaldía. Ese porcentaje baja a 64,8% en aquellos incumbentes que no fueron a primarias.


En el caso de los candidatos desafiantes, un 49,1% de los que ganaron la primaria, también ganaron la alcaldía, cifra que cae al 31,4% en los desafiantes que no pasaron por una primaria.


En consecuencia, la primaria genera cuatro efectos positivos: moviliza a los partidos, mide la lealtad de sus líderes con el candidato presidencial, contribuye a la formación de coaliciones, y aumenta las chances de triunfo del ganador de esa primaria gracias al “bono electoral”.


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Published on April 29, 2017 01:15

Ricardo Arjona: Realismo mágico

I. Como Cerati, Arjona estudió publicidad. Como Mon Laferte, tocó en bares y calles de una capital lejana, en su caso Buenos Aires, y así se abrió paso construyendo una de las carreras más impresionantes del pop hispanoamericano. Como Bon Jovi es a Bruce Springsteen, Arjona es a Silvio Rodríguez, mientras en el firmamento del pop en español equivale a lo que Isabel Allende representa en la literatura.


II. Arjona se levanta de un estudio en CNN porque no han escuchado su último disco Circo soledad y se enoja con razón. Al mismo tiempo esquiva la magnífica oportunidad de revelar qué se siente provocar pasión y desprecio, desencajado ante la interrogante. Arjona es exitosísimo y conquistadas esas alturas -lo mismo ocurría con Cerati-, la disidencia apenas se tolera.


III. Arjona prometió a través de la App de Circo soledad que sería su mejor título. Otros datos promocionales advirtieron sobre lecturas sociológicas, que Arjona suele trabajar con resabios de realismo mágico. En el último tema que da nombre al disco, pieza orquestada de aire solemne, es más explícito y habla de “bufones como plagas en la tele”, “elefantes dirigiendo ministerios”, “el alma muere si eres marioneta”. El resto tiene que ver con las temáticas románticas de siempre.


IV. Aunque registrado en Londres, Nueva York, Miami, Nashville, Guatemala, Los Ángeles y Colombia, Arjona asegura que las ciudades no tienen protagonismo. Curioso. Como sea, Circo soledad exuda clase mundial. Con sonido extraordinario, se desplaza canchero entre pop rock, ritmos caribeños, mexicanos y elegantes toques sinfónicos. No son secciones colmadas de notas para fingir sensibilidad y clase, como antaño pasaba con clarinetes y violines.


V. Las letras persisten en las paradojas, su fórmula favorita: “Yo quise la verdad tú la mentira, lujo y pesadilla, quien tiene dignidad no se arrodilla” (El que olvida); “La que busca a Superman termina con un pendejo” (Porque puedo); “Caminar con los ojos en el piso y perder lo que no habías encontrado” (Vivir). Entre otros recursos arjonísticos infaltables, la canción dedicada al amor tarifado (Señorita), y la historia haciendo rimas hasta por si acaso, como pasa en Remiendo al corazón: “Dividió los platos y hasta el ajedrez, fotos y zapatos sin que hubiese un juez, cambió cerradura, lo bloqueó en el Face”.


VI. Las canciones pop rock con forma de power ballad son lejos las más sólidas, y se instalan entre lo más consistente de la última década, incluyendo El que olvida, Remiendo al corazón y Vivir, grandilocuentes y aceitadas con la imagen de tipo con experiencia que gusta proyectar. Los cortes inclinados hacia el cliché de lo latino como Sixto Pérez (link al insufrible álbum Galería Caribe) y ritmos de fusión –Dime tú, Hasta que la muerte los separe-, son menos afortunados pero tampoco desentonan en un disco que no es el mejor de la carrera de Ricardo Arjona -sus primeros títulos ganaron ese espacio-, pero si confirma un talento expuesto con mayor mesura y gusto.


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Published on April 29, 2017 01:10

Un país descentrado

El centro puede aludir a una especie de promedio. Se identifican las preferencias, se les asigna una unidad de medida, se las suma y se las divide. Ese es el “medio” matemático. Se trata, en principio, de una banalidad, pues las intensidades de las preferencias y su cualidad son simplemente cuantificadas, de tal suerte que son pasadas por un rasero que no nos dice nada aún sobre el significado de ese valor cuantitativo.


Pero cabe pensar al centro, también, como una especie de cúspide cualitativa, una cierta armonía en la tensión de los extremos. Entre el extremo del activismo irreflexivo y de la pasividad desinteresada; entre el cínico individualismo y el colectivismo superficial; entre el desasimiento apátrida y el atavismo de lo autóctono. Centro aquí alude a la clásica concepción aristotélica de la virtud como un medio entre extremos viciosos. Así el generoso es el que se ubica entre el dilapidador y el avaro; el ser humano sensato, entre el fanático de las reglas y el caprichoso que no está dispuesto a seguir ninguna.


El centro cualitativo tiene relevancia en todos los asuntos humanos. En la vida social, ética, económica, estética, jurídica y política existe eso que llamamos el justo medio, el medio virtuoso o cualitativo. En la posición que ocupa entre los extremos se trata de un centro. Pero es también radical: en la medida en que consiste en una actitud que se sobrepone a extremos perniciosos, puede alcanzar la excelencia.


Muchas veces se habla del centro político en su sentido más banal o de promedios. Entonces la noción de centro político queda purgada de significado, se transforma en un mero dato estadístico que no importa demasiado, salvo, por ejemplo, la alusión a una cierta inercia o a un caudal electoral al cual cabe volver objeto de los cálculos de los estrategas o publicistas. A ese “centro” se refieren las candidaturas cuando hablan de “conquistar el centro”, de “moverse hacia el centro”, de “hacer una campaña orientada hacia el centro”. Simple guerra de posiciones en los superficiales ejercicios del marketing y afán de poder.


En cambio, la noción de centro en el significado cualitativo de la expresión, tiene una importancia fundamental en la conformación y estabilidad de los regímenes políticos. Les dota de capacidades de vencer las crisis y remontarse a un porvenir por rumbos pertinentes. La presencia de una posición centrista bien asentada y como resultado de un gran contingente de ciudadanos capaces de compartir una visión aplomada de la existencia, dotados además de medios suficientes para llevar vidas moderadas, auténticas y dignas, lo que se entiende usualmente como una clase media, en sentido cultural y social, es condición de una existencia política madura en grado requerido para valorar la tradición y los cambios, desarrollar una consciencia responsable sobre el pasado y el futuro, una visión reflexiva que, sin dejar de considerar la importancia de la esfera íntima, se extienda allende los asuntos puramente individuales.


Ese centro político en sentido cualitativo, cultural y social, es el que se está vaciando en nuestra época. Los factores son diversos. Relatos abstractos, de una derecha economicista y de una izquierda de la asamblea y la deliberación; el desasimiento respecto del drama de quienes viven en la incertidumbre, de un lado, y el desinterés por la prosperidad material y espiritual de la nación en aras de una abstracta igualdad, del otro, conspiran contra ese centro virtuoso. La Concertación estalló, igual que hoy la Nueva Mayoría. La derecha tiende a cerrar posiciones en trincheras de Guerra Fría. Los intentos de apertura desde lado y lado hacia el reconocimiento y la construcción de ese centro -cualitativo, no estadístico- se enfrentan a múltiples obstáculos. Serán el único camino -que por eso se avizora largo- de salida a la crisis de legitimidad en la que nos hallamos.


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Published on April 29, 2017 01:05

Korn: nada mas ni nada menos

Para la fanaticada metalera de viejo cuño -generación Black Sabbath, fans de la NWOBHM y thrashers de los 80-, Korn nunca fue una alternativa a tomar en serio. Los elementos incluidos por la banda californiana desde su debut en 1994, contando una estética que abrazaba la influencia del hip hop de la costa oeste, afinaciones más graves y el destierro de los solos, jamás convencieron al promedio del público amante del rock con olor a azufre, que suele ser conservador. El nü metal, género que les identificaba, tampoco hizo mucho por su propia dignidad, refugiado en una especie de pataleta permanente. A estas alturas Korn podría montar shows de grandes éxitos concentrados en sus primeros cuatro álbumes, sólidos e influyentes (Sepultura produjo Roots copiándoles sin remordimiento), pero no descuidan el material reciente como lo hizo el jueves por la noche con el Teatro Caupolicán repleto, postal repetida en cada visita. Discos como Take a look in the mirror (2003), See you on the other side (2005) y The serenity of suffering (2016) figuraron en el listado.


A falta de novedades en la puesta en escena -siguen trayendo el mismo humilde telón con el nombre del grupo-, la gran noticia de esta pasada es la presencia de Tye, el hijo de 12 años de Robert Trujillo de Metallica, como suplente de “Fieldy” en el bajo. El chico no solo tiene actitud y una cabellera perfecta para avisaje de acondicionadores, sino que domina el instrumento y azota las cuerdas contribuyendo a la masa de sonido característica de Korn, compuesta de riffs gruesos y acompasados. Tye tuvo un momento solista quizás innecesario y de sonido apelotonado, pero su destino parece escrito como estrella de rock.


El resto se mantiene en el mismo punto de anteriores visitas. Korn sigue siendo una banda increíblemente original en su sonido y la manera de facturar metal -sin contar que el líder Jonathan Davis usa falda y toca gaita-, pero también lucen agotados no de energía escénica, sino de ideas musicales. Cada pieza parece competir con la anterior en la pretensión de ser lo más voluminosa posible, compuesta de un riff gigantesco y denso como un alud del que no hay cómo escapar y una infinidad de cambios de tiempo en la batería de Ray Luzier. Sin embargo, tras un rato los matices escasean.


Al público treinteañero no le importa en lo absoluto lo redundante que se ha vuelto Korn, porque entre medio pueden disfrutar de grandes clásicos del metal de los 90 como Somebody someone, Shoots and ladders (con la infaltable introducción en gaita a cargo del líder), Blind, Twist y Good God, todas de su primera etapa cuando renovaron el género. Korn seguirá viniendo, colmará teatros e interpretará sus mejores canciones con notable profesionalismo. Nada más ni nada menos.


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Published on April 29, 2017 01:00

Mega retorno

En un momento se pensó que el formato era cosa del pasado. Y no solo por el eventual cambio de hábito de un público que prefería gastar su dinero en los festivales masivos que se pusieron de moda a comienzos de esta década con el arribo de Lollapalooza. Sino también porque se impuso la idea de que ya no existían grupos o solistas capaces de convocar a tanta gente en un solo recinto.


A pesar de que se han hecho 23 shows masivos en el Nacional durante los últimos seis años -desde Iron Maiden (2011) hasta The Cure (2013), pasando por Pearl Jam (2015), Rihanna (2015) y The Rolling Stones (2016)-, los llamados “megaconciertos” terminaron eclipsados por la moda de los festivales, una tendencia que hoy ha decantado en unos pocos realmente sustentables (en las últimas semanas varias de ellos han comercializado sus tickets bajo la modalidad del “dos por uno”) y que por lo mismo está abriendo paso a una interesante lista de shows multitudinarios en recintos con aforos por sobre las 50 mil personas.


Bon Jovi el 14 de septiembre en el Monumental, Bruno Mars durante noviembre en el Nacional, un festival en Ñuñoa con The Who, Guns N’ Roses, Aerosmith y Def Leppard, además de Depeche Mode fijado para marzo del próximo año, confirman la tesis de que muchos todavía prefieren gastar su plata en este tipo de citas “exclusivas”. Sin contexto, ni “headliners” varios, ni con shows abreviados para respetar el programa: el consumidor local parece haber recuperado el interés por ver a nombres grandes en escenarios idóneos y sin más elementos que el propio repertorio del grupo o solista que se pagó por ver.


Se podrían sumar más nombres incluso, por lo pronto U2 con su gira de los 30 años de The Joshua Tree. Pero lo que ya está en el papel revive la tendencia que se impuso con fuerza en Chile desde 1989 con cinco shows en el Nacional que quedaron marcados a fuego: Rod Stewart, Cyndi Lauper, Amnistía, Silvio Rodríguez y Guns N’ Roses.


Algunos productores hablan de un ciclo cumplido y de que hay artistas que es mejor verlos a lo grande y no en recintos acotados. ¿Ejemplo? El mismísimo McCartney que impactó más en el Nacional en 2011 que con su show del Movistar Arena tres años después. Lo concreto es que vuelven los “mega recitales” y para muchos también los precios razonables. A pesar de que Chile nunca ha sido el mejor ejemplo de una plaza ahorrativa, el punto de partida de este tipo de eventos dista mucho de lo que se pide para los grandes festivales. Tiene lógica, así como también la tiene que después de largas temporadas con carteles poblados de grupos y solistas en eventos temáticos, los viejos recitales masivos, esos que quedan en la memoria, hayan vuelto para quedarse.


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Published on April 29, 2017 00:55

La trampa del muro

El muro ayudó a Trump a ganar votos en estados que suelen “columpiarse” de un partido al otro según el año electoral y en otros que antes votaban por los demócrata porque simbolizaba el proteccionismo que ansían. Pero desde que asumió la Presidencia, el muro se ha vuelto para él una trampa sin escapatoria.


No tiene votos suficientes en el Congreso para conseguir el dinero y la oposición, frotándose las manos, lo ayuda a cavar, cada día, un hoyo más hondo para que no pueda salir de él.


El último episodio que ilustra esta verdad es la tortuosa negociación para evitar el cierre del gobierno federal. Estos dramas presupuestarios vienen sucediendo desde 2010 y ya no puede decirse que exista un presupuesto gubernamental. Lo que hay son medidas de corto plazo, renovadas con modificaciones, para extender la vida del gobierno cada vez que está a punto de extinguirse. En la negociación de esta semana, Trump pidió incluir una partida muy pequeña -1,500 millones, el 0.038% de lo que cuesta el gobierno federal en un año- para el muro. Lo hizo para poder decir, si la propuesta era aceptada, que había empezado a cumplir su promesa. Una simple victoria retórica, pues construir el muro costaría entre US$ 20 y 25 mil millones.


Pero los demócratas, sabedores de que Trump no puede arriesgarse a que el gobierno federal se cierre por la falta de un acuerdo de corto plazo para extender el presupuesto, y menos por culpa del muro, le respondieron que no aceptarían ningún acuerdo que implicara destinar dinero a ese proyecto fronterizo.


Trump no tuvo más remedio que aceptar, a media semana, la realidad (¡ah, la frustrante democracia!). Acordó con los republicanos (entre los cuales muchos se oponen al muro) que aceptaría un presupuesto para reforzar la seguridad, fórmula gaseosa que no pasa por construir nada.


Trump, por supuesto, ha prometido volver a la carga cuando se negocie el presupuesto del próximo año y termine la extensión de corto plazo. Pero sucederá lo mismo en ese momento: sin los 60 votos necesarios para aprobar presupuestos en el Senado (tiene 52 republicanos pero no todos ellos apoyan la promesa fronteriza), la Casa Blanca no tiene forma de construir su muro.


Los demócratas y la prensa entienden, además, que cada día que pasa sin que Trump pueda construir el muro por falta de presupuesto, es un doble golpe a su promesa. Porque su promesa no era sólo construirlo, sino hacer que México lo pagara. Evidentemente, puede hacérselo pagar en aranceles proteccionistas o de otras formas indirectas y decir que cumplió también ese compromiso.


Pero, antes, tiene que construirlo y si no puede hacerlo por falta de dinero, se viene abajo la doble promesa. Ahora ha reemplazado el muro por un… simple aumento de la seguridad fronteriza. Esto no termina aquí. Pero cómo están gozando los cazadores al ver al oso metido en su propia trampa.


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Published on April 29, 2017 00:50

Simplificar

En su libro La Gran Degeneración, Niall Ferguson advierte sobre el riesgo de que el imperio de la ley devenga en el de los abogados. Una advertencia atingente al caso chileno cuya maraña regulatoria en varios ámbitos ha transformado a la asesoría legal en la regla de acción.


Chile va en su ley N° 21.003 y contando: cada año creamos otras 100, tal vez movidos por esa creencia que todo se soluciona con una nueva normativa. Si uno considera los DFL, reglamentos y circulares, hablamos de decenas de miles de textos adicionales. ¿Cuántas normativas están realmente activas? ¿Cuántas disposiciones son contradictorias? ¿Cuántas las duplicidades?


Navegar en este océano regulatorio puede ser una tarea titánica y en extremo costosa. Y nada mejora demasiado si uno desciende a los mares sectoriales en el ámbito económico. Tomemos dos ejemplos de discusión reciente: el tributario y el laboral.


Solo en la “normativa tributaria básica”, disponible en la web del SII, encontramos unas 1.000 páginas de reglamentaciones, un tercio entre el Código Tributario y la Ley de Impuesto a la Renta. A ello se agregan los cientos de circulares emitidas a un ritmo de 75 al año. ¿Es realista suponer conocimiento y entendimiento de la norma? ¿Puede un mortal navegar en este laberinto sin un ejército de abogados?


En el plano laboral, el Código del Trabajo por sí solo tiene la friolera de 513 artículos (¡y 1.000 notas al pie!) contenidos en 250 páginas. Sucede que mucho de lo que se podría acordar entre empresarios y trabajadores, en Chile queda definido desde arriba en una omnicomprensiva camisa de talla única para empresas de tamaño y naturaleza distintas. Ello no solo limita el poder de negociación, también restringe la necesaria capacidad de adaptación a los cambios del siglo XXI.


Este intrincado maximalismo se repite una y otra vez en otros ámbitos como el financiero, medioambiental, energético y un largo etcétera, generando altos costos para la economía. El todo complementado con un lenguaje inexpugnable caracterizado por la primacía de la coma en vez del punto y el abuso del gerundio, la voz pasiva y el futuro de subjuntivo.


Maximalismo y lenguaje configuran un cóctel deleitoso para los abogados, pero tan costoso como difícil de digerir para los agentes a quienes la norma se supone dirigida. ¿No habrá espacio para ordenar? ¿Para fusionar normas y suprimir las obsoletas? ¿Para eliminar duplicidades o detectar contradicciones entre textos? En definitiva, ¿no habrá espacio para simplificar?


Por supuesto, simplificar no significa desregular. Por el contrario, puede incluso robustecer los objetivos de la regulación. Al hacerla más simple y comprensible, facilitaría su cumplimiento y fiscalización. A su vez, permitiría abordar el cúmulo de recovecos y tratamientos diferenciados que, abogados mediante, se prestan para el arbitraje regulatorio. Y lo más importante, la simplificación contribuiría a mayores niveles de certeza en la toma de decisiones.


Reflexionar sobre el costo de nuestra complejidad regulatoria parece necesario. Particularmente cuando aumentar el crecimiento y la productividad es prioritario. Dotarse de una instancia permanente encargada de evaluar la coherencia regulatoria en áreas críticas y proponer simplificaciones al Ejecutivo y al Congreso podría ser una potente política pública en esa dirección.


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Published on April 29, 2017 00:45

Pedro Cayuqueo's Blog

Pedro Cayuqueo
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