Mikel López Iturriaga's Blog, page 18
October 5, 2014
La información que no necesitas
MATT MATERA
Ya lo he confesado otras veces en este espacio: soy un consumidor irredento de información inútil. Y con las redes sociales, mi enfermedad ha ido a peor. Sufro grandes dificultades para pasar más de una hora delante del ordenador sin caer en uno de esos enlaces-trampa con historias que no aportan nada, llenas de calorías vacías como la Coca-Cola.
En mi descargo, diré que soy como un yonqui al que constantemente le están ofreciendo heroína gratis, porque los medios de comunicación no paran de publicar contenidos de esa clase, y encima relacionados con mi zona de interés profesional, la comida. El otro día pasé un ratillo leyendo una pieza sobre los restaurantes de Madrid que frecuentan los reyes. Allí me enteré de que, según el periodista firmante, don Felipe y doña Letizia pisan DiverXO, Ten con Ten o Yatiri. Me costó imaginarlos en el barato y nada pijo Musashi, conocido en mis tiempos madrileños como Japotalego, e incluso me monté la egocéntrica y ridícula fantasía de que me leían, ya que en la lista había algún restaurante que yo recomendé en mi antiguo blog. Pero tras el gozo llegó el hartazgo, y ahíto de cotilleo pensé: en el fondo, ¿a mí qué me importa dónde mojen el sushi en soja Sus Majestades?
Cierto que las revistas ligeras de cascos siempre han vivido de estas irrelevancias. La novedad es que, sobre todo en internet, la bulimia de tráfico ha empujado a los medios serios a territorios antes reservados al Diez Minutos o al ¡Hola! En Barcelona, sin ir más lejos, periódicos de referencia han competido por contar dónde comió pan con tomate Mark Zuckerberg (el Martínez) o en qué restaurante se pusieron hasta las trancas Neil Patrick Harris y su marido en su paso por la ciudad (Espai Kru y Tickets), sin que algunos hayamos podido evitar devorar hasta el último de los detalles revelados.
Ingenuo de mí, yo pensaba que el clímax de esta tendencia había llegado con una información titulada “El rey Juan Carlos compra morcillas” (juro que no me la invento; la dio un diario nacional el 8 de septiembre de este año). Me equivocaba: el mismo medio nos dejaba turulatos esta semana con esta superexclusiva: “Bigote Arrocet compra churros en un puesto ambulante de Madrid”. Como decía alguien en Twitter, y todas las veces que habrá comprado churros y no nos hemos enterado, ¿qué? ¿En qué lugar nos deja esta noticia a los periodistas, incapaces hasta ahora de sacar a la luz semejante notición? Échale la culpa a la crisis, a la precarización o a la frivolidad imperante, pero mi profesión, en España, en 2014, está que lo tira.
Esta columna se publicó originalmente en la Revista Sábado de la edición impresa de EL PAÍS.
October 2, 2014
Aló Comidista: "¿El envasado al vacío mata el anisakis?"
Aló, Comidista vuelve como un clavo a su cita mensual. En este consultorio vale todo: dudas culinarias, enigmas gastronómicos, problemas psicológicos, cuestiones metafísicas y dramas de la vida contemporánea. Sólo tenéis que enviarme un mail a elcomidista[arroba]gmail.com. Responderé a vuestras chorradas preocupaciones el primer viernes de cada mes, salvo festivos, puentes, enfermedad grave o muerte natural.
Anónimo: ¿Que tal Mikelillo? Hace días escuche a un gran chef de Barcelona que el envasado al vacío mata el parásito anisakis, al igual que la congelación y la cocción a más de 60ºC. He estado indagando por internet, y no encuentro nada.
Querido Anónimo, me gusta que aclares que ya has buscado por internet lo que preguntas. Así te evitas que esa mezcla de la señorita Rottenmeier, Anna Wintour, Miss Trunchbull y Medusa Gorgona en la que me ha convertido este consultorio descargue toda su ira sobre ti. Si es cierto que ese chef de Barcelona ha dicho que el envasado al vacío mata al anisakis, más le valdría haberse callado, porque no es verdad: esta práctica doméstica no acaba con el parásito. Ahora bien, quizá este señor hablaba de otra cosa bien distinta -la succión por vacío inmediatamente después de la evisceración del pescado en alta mar, una técnica patentada por el FROMM en 2006-, pero tú estabas con la caraja y entendiste lo que te salió del toto. Insisto por enésima vez: al anisakis sólo lo mata una congelación a menos de 20º durante 48 horas, o una cocción de más de un minuto por encima de los 60º.
Ana: Acabo de ver un programa de comida americano en el que hacían el pollo frito en una freidora a presión. Me ha parecido una buena idea y me he puesto a investigar un un poco. Las freidoras a presión que he visto son todas industriales y valen un pastón, pero me he encontrado un post en el que dice que se puede hacer en la olla exprés o rápida. Me da un poco de miedo hacer la prueba, sobre todo por las advertencias finales. Le escribo para saber su opinión al respecto y por si conoce alguna freidora a presión doméstica.
Querida Ana, me alegra que me haya consultado antes de lanzarse a hacer experimentos y protagonizar algún titular del estilo "Mujer desfigurada por una explosión de aceite hirviendo" o "Muere al intentar replicar las alitas del KFC en su cocina". Para responder a su pregunta he consultado a un experto, Enrique Soriano, de las marcas Bra y Monix. Esto es lo que me ha dicho: "En España no se comercializan ollas a presión para freír a nivel doméstico. En EEUU creo que sí, pero desde luego no son lo que tú y yo conocemos en el mercado como olla a presión rápida o tradicional. La combinación de aceite-temperatura-presión tiene un comportamiento distinto al resto de cocciones, por lo que la olla debería trabajar en unas condiciones para las cuales no ha sido diseñada… con el consecuente peligro para el usuario". En resumen: sigue friendo el pollo en la sartén o en la freidora de siempre, a no ser que quieras abandonar este mundo volando por los aires.
Ana, si hubiera hecho el pollo. / DIVAN JAPONAIS
Álvaro: Me gustaría comentar una experiencia gastronómica en un famoso restaurante del Campo de Gibraltar: El Copo. ¿Tú publicas este tipo de opiniones?
Querido Álvaro, ¿tengo cara de TripAdvisor?
Gorro Rubio: Mikel, te envío el menú de un restaurante español que me encontré en San Diego. Mi plato favorito es la paella vasca, y me encanta eso de que "Te sentirás como en España".
Querido Gorro Rubio, no sé qué te hace tanta gracia. Está claro que los vascos inventamos la paella utilizando ingredientes como el arroz y el conejo, más vascos que el Agur jaunak. Así que estoy muy a favor de este restaurante, y más después de ver que ofrece también la legendaria paleopaella "Rupestre", que el hombre primitivo euskaldun ya preparaba en las faldas del Gorbea.
Mexicano Carnívoro: Te escribo desde La Castañeda (como la Sánchez Ibor pero en versión mexicana). Una duda que me has surgido últimamente. A mí me agrada la carne poco hecha, casi casi cruda (en algún lugar he leído que entre más cocida (quemada) mas oxidantes tiene y cosas por el estilo). ¿Pero habrá acaso alguna carne que se recomiende comer muy hecha?
Querido Mexicano Carnívoro, no sé a qué te refieres con lo de la "Sánchez" Ibor mexicana, pero por la sintaxis de tu mail deduzco que debe tratarse de un cotolengo. Tú sigue leyendo tonterías por ahí sobre los "oxidantes" de la carne cocida, que ya verás cómo acabas haciéndote crudimongolo. Claro que hay carnes que se deben comer muy hechas: en general, los músculos más duros del animal requieren cocciones largas y lentas. Y si entendemos como "carne" cualquier proteína de animal terrestre, yo lo del sushi de pollo o de cerdo no lo acabo de ver claro.
Hey It's Me: Una vez fui a comer al restaurante de Jose Andrés, Zaytinya, en Washington DC. Probé los caracoles 'skordalia', y nunca se me han olvidado. Mil veces he intentado copiar la receta (inventar) pero no hay manera. O me queda con mucho ajo, o con mucho limón, o muy espesa o muy... malísima. ¿Me ayudas?
Querido Hey It's Me, mi intolerancia estomacal al ajo crudo me impide ponerme hasta las cartolas de skordalia, aunque lo haría muy a gusto porque me rechifla. Yo nunca la he hecho en casa, pero mi cuñada May, vasca y griega adoptiva, sí. Éstas son sus recomendaciones: "Usa pan de hogaza con la miga bien prieta. Quitas toda la corteza y pones la miga en agua fría un buen rato. La escurres con las manos y la pasas a un mortero, donde la majas con un diente de ajo (o más si la quieres más fuerte), un chorro de vinagre y sal. Después vas añadiendo aceite de oliva y majando, hasta alcanzar la consistencia que quieras. Cuanto más aceite le pongas, más compacta quedará".
Sara: Imposible no acordarme de ti al ver cómo han quedado mis ¿cookies? en el horno.
Querida Sara, gracias por enviarme la foto. He visto cagarrutas metidas al horno más parecidas a unas galletas, así que te doy la enhorabuena y te animo a que sigas practicando el terrorismo contra la repostería.
Julio: Hola Mikel. Enhorabuena por tu programa. Sé que el desayuno es la comida más importante del día y que debe incluir infusiones, zumos, fruta, tostadas, galletas y hasta huevos benedict con salmón fresco. Sin embargo, supongo que como la mayoría de tus lectores, no vivo en la planta 25 del hotel Mandarin Oriental. Es más, tengo que fichar todos los días a las 8.00 a 20km de mi casa, por lo que por las mañanas no me da tiempo a dejar la salsa holandesa todo lo que trabajada que a mí me gustaría. Tiendo a abusar de cereales híperazucarados que alimentan al niño gordo que llevo en el interior. ¿Qué opinas de estos cereales? ¿Se te ocurre algún desayuno rápido a la par que equilibrado?
Querido Julio, estos cereales de los que me hablas son auténticas bombas de azúcar, que yo sólo recomendaría a mis más odiados enemigos o a mis propios hijos en el hipotético caso de que quisiera engordarlos para después comérmelos. Te recomiendo que leas una entrada que escribí el otro día sobre el abuso del azúcar en la comida procesada, porque los Frostis, Smacks, Chocapics y demás parientes son ejemplos perfectos de dicho mal. Yo a veces tomo cereales en el desayuno, pero de los que llevan muy poco o nada de azúcar añadido (mis favoritos son los de la marca Jordans). Por mucha prisa que tengas, un desayuno sano no es tan complicado: deja fruta pelada y cortada en la nevera en un táper la noche anterior, ponte una tostada con aceite de oliva y jamón, termina con un yogur con un poco de miel y tendrás un desayuno ultrarápido y bien sano.
Jacqueline: Que es la dieta paleolítica.
Querida Jacqueline... O mejor: planeta Tierra llamando a Jacqueline de Plutón. Planeta Tierra llamando a Jacqueline de Plutón. ¿Me recibes? Desde la NASA nos alegramos de que la moda de la dieta paleolítica no haya llegado a los confines de la galaxia, y esperamos que no lo haga nunca. Esta dieta mezcla buenos consejos (comer fruta, verdura, frutos secos y semillas, usar poca sal y evitar en lo posible el azúcar refinado) con auténticas majaradas (rechazar los lácteos, las legumbres o los cereales), así que los plutonianos podéis seguir viviendo sin ella con toda tranquilidad.
Jacqueline, preguntándose si la dieta paleolítica permitirá comer ratones vivos. / ARADANI
Dr. Top y Dra. Chef: Media España está esperando tu opinión respecto a la infusión del tierra que el profesor Bacterio hizo en 'Top chef'. No dudamos de que el sabor a tierra puede resultar cuanto menos curioso, pero recuerdo que un profesor de Microbiología nos dijo en la facultad que la mierda no se esteriliza. ¿Sabes de algún sitio donde se haga eso o algo parecido sin que el responsable esté chiflado? ¿Hay garantía suficiente como para no quedarse lerele después de probar el plato?
Queridos Dr. Top y Dra. Chef, reconozco que me quedé tan picueto como vosotros cuando vi lo de la infusión de tierra de Carlos, el César Pérez de Tudela de Top chef. Ante el descojone general, esa misma noche Chicote tuiteó que la idea era original de Joan Roca, que inventó hace algún tiempo un plato denominado "ostra con destilado de tierra". Ahora bien, de la creación del chef de El Celler a la guarrería que hizo Carlos hay un trecho: el primero infusionaba tierra húmeda de bosque en agua, la destilaba y luego la solidificaba con agar agar, mientras que el segundo lo que hizo fue un sopicaldo de tierra de labranza, bien cargadita de abono y, si te descuidas, de algún meado de los labriegos que andaban por allí.
Cecilia: Oreos caseras pinstruosas. Soy parte de la comunidad estafada por Pinterest, jajajjajajaa.
Otro caso de Pinterest contra el mundo.
Querida Cecilia, muchas gracias por tu foto. Me he permitido la licencia de incluir la imagen de unas oreo caseras pinterescas antes de tus tortitas de excremento churrumado, para contrastar. Como a la anterior lectora de las cookies, te doy la bienvenida a la fría y sucia realidad de la repostería, y te animo a que sigas intentándolo.
Alejandro: No me gustan los huevos fritos. ¿Soy rarito? ¿Tengo una tara mental? Es pensar en comer huevos fritos, con esa yema líquida chorreante que se desparrama por el plato en cuanto le metes el pan, y me pongo malo. No sé si en la López Ibor existe algún pabellón en el que apliquen alguna terapia de choque a personas ovofóbicas, o quizá tú me podrías dar algunos consejos que me animen a aventurarme en el (creo que) maravilloso mundo de mojar el pan en la yema.
Querido Alejandro, eres rarito y tienes una tara mental. Además de esto, creo que eres homosexual reprimido. O heterosexual reprimido, en caso de que seas homosexual declarado. Sea como sea, tienes una represión ahí dentro muy fuerte que te impide disfrutar del placer de mojar, y que se acaba manifestando en una ovofrigitofobia galopante. Mi consejo, inspirado en las rigurosas terapias psicológicas vistas en un programa de la TDT en el que salía una mujer con fobia a la mayonesa, es que empieces por meter del dedazo en la yema de un huevo frito y acostumbrándote a su textura. En la siguiente sesión, lo pruebas. Y en las 10 siguientes, insistes. Ya verás como al final te gusta, pirata.
MariPuri: Me pareces muy mono y un partidazo total (imagino tu cocina repleta de cachibaches y eso te da millones de puntos), pero soy consciente de que lo nuestro es imposible por razones obvias. Así que por motivos de cercanía, me gustaría que conocieras a mi amigo Javi. A él también le pareces muy mono y creo que seríais una pareja fetén. Mi madre es la mejor cocinera del universo (y lo digo con total objetividad) pero se empeña en guardar el chocolate en la nevera. Yo le digo que eso no se hace, aunque mi vehemencia se ve obstaculizada por mi falta de argumentos al respecto. Por favor, dile algo tú. Por último, en los últimos meses tengo fantasías eróticas con Javier Marca. Es todavía más mono que tú. ¡Y hetero! ¿Crees que es por su maravilloso pan o me sucedería lo mismo si el portento en cuestión fuera por ejemplo, tornero fresador?
Querida MariPuri, me gusta que quieras hacer de casamentera conmigo, y aún más que utilices mi consultorio para tirar los tejos a otras personas. En fin, como yo ya lo he dicho todo sobre el chocolate en la nevera en anteriores episodios, dejo que te responda el propio Javier Marca, mito sexual de la panadería Panic en Madrid.
"Le diría a MariPuri que:
A. Cachivache es con uve.
B. Estoy seguro de que su nombre es falso.
C. El chocolate no se mete en la nevera porque el frío hace que blablablanosequémierda de que pierde sabor. Vamos, que yo no lo meto ni loco. Peeeeero mi mujer sí, y tenemos unas peloteras monumentales. Y, mira, ahí tiene MariPuri una opción, porque a este paso vamos de culo como pareja. Si también le gusta el helado algo derretido ya tenemos muuuuucho en común.
D. Siempre he pensado que si Eduardo Noriega fuera tornero fresador no pillaba ni una. No sé qué tienen los torneros fresadores que cortan mucho el rollo, y con todo el respeto por el torneros fresadores. Así que es obvio que es por el pan, lo cual me congratula. Y no me comparo con Eduardo Noriega, ¿eh?".
Tómame sobre la mesa enharinada, Javier. / MIRTA ROJO
JC: ¿Conoces si hay algún método para que no se peguen las sartenes de acero inoxidable (esas que últimamente anuncian como "profesionales" y libres de recubrimientos)? He leído en algún blog que, antes de utilizarlas por primera vez, conviene "curarlas": embadunarlas de aceite y meterlas al horno durante una hora aproximadamente; luego se dejan enfriar, se lavan y se secan y se guardan, siempre untadas con una gotita de aceite. ¿Es un buen sistema? ¿Conoces algún otro método o el hecho de que se pegue o no una fritura es cuestión de temperaturas y tiempos? ¿O más vale que fría el lenguado y haga la tortilla en una sartén bien cargada de teflón, PFOA y PTFE?
Querido JC, el tiempo y la temperatura influyen en el pegoteo. Para evitar este problema, como regla general debes dejar que la sartén alcance una temperatura alta y dejar que el alimento se dore sin empezar menearlo a los dos segundos de ponerlo. En cuanto a las sartenes de acero o de hierro mineral, son un poco ladilla, que diría un venezolano, porque se deben cuidar con lo que los franceses llaman culottage, técnica que a pesar de su nombre no consiste en introducírselas en el fistro anal. Hay que hacerles un pequeño tratamiento antes del primer uso, consistente en hervir en ellas unas peladuras de patatas con agua -esto no es un ritual de brujería que me haya inventado yo: lo recomienda la marca De Buyer, una de las mejores del género-; calentar aceite en ellas, dejarlo enfriar y después secarlas con papel de cocina. Luego, tras cada utilización, hay que lavarlas y volver a untarlas con un poco de aceite limpio. No se pueden dejar en remojo ni meter en el lavavajillas, así que si algo se pega, a frotar con el estropajo. ¿Cuáles son sus ventajas entonces? Pues que distribuyen muy bien el calor, no dejan rastro de antiadherentes en la comida, se supone que con el uso ésta cada vez se pega menos, y si son de buena calidad y se cuidan bien, duran toda la vida. Personalmente, yo tiro más de las que llevan algún antiadherente porque son más cómodas para un zángano, pero si tienes tiempo y paciencia, las de acero no me parecen una mala elección.
October 1, 2014
Arroz con garbanzos y carrillera con all-i-oli de membrillo

Carrilleras sí, pero no necesariamente al horno / MIREIA RODRÍGUEZ
El arroz seco –tipo paella, para que nos entendemos: o sea, cocinado en un recipiente bajo y ancho, en caldo y cuyo grano tiene que quedar suelto y al punto– fue una de las preparaciones que más me ha costado clavar en mi vida como cocinera. Por lo que tengo entendido, en un estudio profundísimo basado en hablar con amigos, familiares y conocidos del tema, no soy la única a la que le ha pasado, sino que es un mal bastante habitual incluso entre cocineros más experimentados.
La solución puede pasar por irte a vivir una temporada a levante, practicar rollo ensayo-error hasta que, después de comerte varias pastuflis y algún que otro arroz crudo le pilles el punto o, opción más que recomendable, hacer un curso en el que expoliaréis a un experto millones de años de sabiduría arrocera. Como ni Mikel ni yo tenemos el don de la paciencia, optamos por esta última opción y, como ya os hemos contado alguna vez, dimos una clase de lo más reveladora con el maestro Xesco Bueno, cocinero del restaurante Ca l´Esteve, que además entró automáticamente en la categoría de "personas favoritas para irme de cañas en cuanto el tiempo nos lo permita". Y me inspiró para crear este arrozaco –que publiqué originalmente en un artículo en papel para El País Semanal– y muchísimos otros.
En ese curso aprendimos cosas como la importancia de un caldo sabroso y contundente –el que sirve de fondo a este plato se hizo con los huesos de 4 carrilleras tostados, zanahoria, cebolla y puerro cortados en dados y 2 horas de cocción a fuego lento–, que la cebolla del sofrito tiene que quedar prácticamente reducida a la nada para no aguar el arroz o que el caldo siempre-siempre-siempre tiene que echarse de golpe. Para que quede perfectamente seco y al punto también intervienen factores como el tamaño de la paella, la altura a la que se cocina, el tipo de arroz –el bomba es el más adecuado para este tipo de cocción– o la cantidad de agua que sueltan los ingredientes con los que se acompaña, por eso es el arroz que requiere más maestría y práctica. Incluso si el arroz seco tampoco es lo tuyo pero quieres preparar este plato podrás hacerlo con éxito, porque añadiéndole un poco más de caldo (unos 200 ml) pueden preparar la versión melosa del mismo y dejarte de sufrimientos.
Otra cosa importante de este plato es el all i oli de manzana, un invento sencillísimo de preparar que consigue rebajar el nivel de aceitazo sin renunciar a la melosidad de la salsa. Tunear el all i oli con membrillo o compota es habitual en la cocina catalana, consiguiendo una salsa más ligera y con unos matices mucho más, por decirlo de alguna manera, sofisticados que el de la salsa original. A mí me gusta con yema, como en esta receta tradicional, pero los puristas aseguran que eso es un sacrilegio y que hay que hacerlo sin. ¡Espero que lo disfrutéis!
Ingredientes
Para 4 personas
2 cebollas medianas picadas
1 diente de ajo
320 g de arroz bomba
150 g de garbanzos cocidos
250 g de carrillera de ternera deshuesada y pulida, cortada en dados de 1,5 cm
1,1 o 1,3 l de fondo de carne (dependiendo de si se quiere tomar seco o meloso)
100 g de all i oli
75 g de compota de manzana
1 cucharada de carne de pimiento choricero o ñora
Aceite de oliva
Sal
Pimienta
Preparación
1. Pelar y picar las cebollas, y sofreír en una paella a fuego medio con un chorro de aceite, hasta que se haya deshidratado del todo y presente un color marrón claro (es recomendable vigilar y remover a menudo el sofrito). Sumar la cucharada de carne de ñora o pimiento choricero y remover hasta que se integre.
2. Es el momento de añadir las carrilleras y saltearlas durante un par de minutos. Poner el arroz y darle unas vueltas hasta que esté semitransparente (nacarado), añadir los garbanzos, repartir por la paella y mojar con el caldo, rectificando de sal en ese mismo momento.
3. Dejar cocinar sin remover unos 15 minutos. Mientras, mezclar el all i oli con la compota de manzana, con la ayuda de unas varillas o la batidora. Dejar reposar el arroz 5 minutos, espolvorear con pimienta al gusto y emplatar con la salsa en un recipiente aparte para que cada comensal se sirva.
September 30, 2014
Del Tulicrem al Frigurón: productos que deberían volver
Frigurón perdedor. / COOKING IDEAS
“¡Que vuelva la Pepsi Crystal!" es un grito que difícilmente desatará una revolución. Como tantos productos fallidos que las marcas han lanzado a través de los tiempos, la Pepsi con pinta de gaseosa pasó sin pena ni gloria por un mercado español no demasiado receptivo a esta clase de marranadas dulzonas que ni siquiera parecían lo que eran. Por el contrario, unos pocos productos borrados de la faz de nuestros supermercados siguen causando suspiros de nostalgia entre sus fanses, y quizá haya llegado la hora de exigir su retorno.
Algunas de estas maravillas perdidas las fabricaban empresas que se hundieron. Otras no terminaron de ser rentables por no gustar a un público masivo, y otras superaban en calidad a sus competidores pero no aguantaron el combate comercial. Todas tienen su culto, sobre todo entre los que eran niños o adolescentes cuando existían y ahora, de adultos, sienten un doloroso mono por su ausencia.
Para seleccionar las desapariciones más injustas, el equipo de investigaciones profundas de El Comidista, formado por Mònica Escudero et moi, ha reclutado a cuatro expertos en la búsqueda y el análisis de joyas de la cultura popular: Iñaki Berazaluce, de mi favoritísimo blog Strambotic; Javier Ikaz y Jorge Díaz, autores del blog y el libro-exitazo Yo también fui a EGB, y Ángel Sanchidrián, héroe de las inconmensurables Sinopsis de Cine en Facebook y también en libro. Ellos son los que le dan la calidad a la película, y nosotros completamos con nuestras particulares obsesiones en forma de magdalena perdida o refresco extinto.
TULICREM
Hija marrón y dulzona del Tulipán y prima tercermundista de la Nocilla y la Nutella, Tulicrem arrasó entre los niños del pasado por su alto contenido en grasa y por usar reclamos como los personajes de Mortadelo y Filemón. "Leche, cacao, avellanas y azúcar… Nocilla. Semejante combinación no era del agrado de las madres conscientes, esa generación educada con los Consejos Nutrexpa, que necesitaban de una coartada para que sus retoños se hincharan de pan con chocolate", explica Iñaki Berazaluce. "Tulipán vino a satisfacer esta demanda latente con Tulicrem, una suerte de margarina impregnada en Cola Cao y con textura de sobrasada. Cuando mi madre se enteró de que Tulipán, la nave nodriza, discontinuaba la fabricación de la pócima, compró un palé en el Pryca para garantizarnos a los cinco hermanos el suministro hasta la mayoría de edad".
Esto era packaging. / TODOCOLECCIÓN
"Cuando todos nos habíamos enganchado al sabor de esta crema de chocolate aceitosa que nuestras madres compraban por ser la más barata, va y desaparece del supermercado de un día para otro y sin avisar" recuerda Jorge Díaz. "Hay quien todavía lo sigue buscando desesperadamente: a mí me trajeron uno de Portugal (dónde se sigue vendiendo) pero no sabe igual. ¡Que vuelva el Tulicrem original ya!".
DUPIS
El Dupis era "el hermano grasiento y deforme del donut", como bien lo define Ángel Sanchidrián. Sin embargo, este invento de Bimbo no tuvo fortuna a la hora de competir con el superbollo frito de Panrico, a pesar de su bajo precio. "No tenía azúcar por encima y era tan blandito que no tenía ni forma redonda, te venían en la caja aplastados. Pero aun así no había placer mayor que coger un dupis y mojarlo en el nesquik (o colacao, según el bando al que pertenezcieras) metiendo todos los dedos hasta los nudillos. Y qué bien absorbía la leche el dupis, qué festival del chorreo".
Imagina lo que hacía el hombre mono con los Dupis. / TODO COLECCIÓN / LA GULATECA
MAGDALENAS Y GITANITOS ORTIZ
Cuando desaparecieron las magdalenas Ortiz -mis favoritas en la infancia- y se mantuvieron las de La Bella Easo -las que más odiaba- aprendí que el mundo era un lugar intrínsecamente injusto, y puede que incluso dejara de creer en Dios en ese momento. Todavía hoy me pregunto el por qué de semejante cataclismo, que nos privó de la mejor magdalena industrial de todos los tiempos: jugosa, con un índice de consistencia al mojarla en leche perfecto y el retrogusto químico más delicioso que este zampabollos haya conocido jamás. Como es lógico, también me fascinaban los Gitanitos Ortiz, pastelito a medio camino entre el Phoskito y el Bony cuyo nombre pelín racista sería inviable en la actualidad.
El gitanito y su simpática hermana paya. / FOTOLOG
FRIGURÓN
¿Por qué el Frigurón era azul y sabía a piña? Iñaki Berazaluce descifra el misterio: "El amarillo está pillado por el limón y el naranja por la naranja, así que al sabor a piña le tocó el color azul en la ruleta cromática de los sabores. Los sugus de piña tenían envoltura azul, de modo que el Frigurón estaba condenado a saber a piña (el color precede al sabor en el diseño del polo)". Este producto nacido en los ochenta no tuvo la suerte que merecía, quizá eclipsado por otras superstars de la misma marca. "¿Qué hacía semejante paquete en la alineación de Frigo del 82, el dream team de la marca? Flanqueado por los legendarios Drácula y Frigopié, el Frigurón era el Prosinecki del equipo, un loser, un wannabe".
"Cuando nos daban la paga corríamos a la tienda a que no se agotara nuestro helado favorito", añade Javier Ikaz. "Yo siempre cogía el Frigurón. Era como un flash enorme de piña. ¿Hay algo más refrescante? Siempre he sido más de hielo que de crema". Cual plato de El Bulli, el Frigurón había que comerlo siguiendo un ritual específico. "Su gracia", asegura Berazaluce, "consistía en absorber de una chupada todo el colorante azul del helado y comerte luego el hielo transparente, que era lo mejor del combo".
PETIT SUISSE NATURAL
El Petit Suisse es en realidad un tipo de queso fresco de Normandía, pero Danone se apropió de la denominación y, para deleite de todos los niños de los ochenta, comenzó a fabricarlo de manera industrial. Este memorable producto fue la merienda favorita de la infancia de Mònica Escudero: "Me gustaban con trocitos de plátanos y fresa por encima, untados en una galleta María o poniendo dos en un vaso con dos cucharadas de azúcar moreno –en los ochenta, sí, mi abuelo era vegetariano y en casa tomábamos cosas que mis amigos de la época consideraban 'muy raras'–, removiendo lo mínimo para seguir notando la textura crunchi-crunchi del azúcar".
"El tío que inventó el Petit Suisse era un puto genio", confirma Iñaki Berazaluce. "Vender minitarrinas a precio de yogur mediano supone multiplicar por cuatro el precio del producto, una estrategia de packaging que más tarde emularon Mini Babibel y Actimel. Los Petit Suisse de sabores eran contingentes, con la apurada excepción del de fresa, pero el natural SIN AZÚCAR era necesario". Esta maravilla desapareció al transformarse el Petit Suisse en Danonino, una de esas bombas de azúcar con las que madres y padres contemporáneos engordan a sus crías. "Supongo que le cambiaron el nombre porque de queso le queda más bien poco. Ahora mismo lo usaría como base para salsas, como cobertura para pasteles y me lo seguiría comiendo con fruta, que estaba buenísimo".
Caducan en 2009. / FOTOLOG
FANTA DE MANZANA
"Hubo una época, muy añorada por Iban Yarza, en la que en las fiestas infantiles se tomaban ganchitos, medias noches con Nocilla, bocatas de pan Bimbo con paté la Piara y aceitunas rellenas de anchoa", cuenta Mònica. "No existía Pinterest, los cupcakes, Zombies VS Plants ni la Fanta light, y si mal no recuerdo las vida tampoco nos iba tan mal (a pesar de la colonia Chispas, que apestaba rollo radiactivo). En una de estas celebraciones descubrí la Fanta manzana sin gas, y las dos o tres veces que la probé en mi vida se han quedado grabadas a fuego en mi memoria. Como el anuncio de la misma, que no he sido capaz de encontrar en YouTube pero que aún puedo cantar de memoria (procedo): 'Sin gaaaas, sin gaaaas, ¡ya puedes beber, Fanta sin gaaaas! Fanta naranjaaaaa, Fanta limoooón, y ahora ademaaaás, Fanta Manzaaaana, ¡también sin gas!¡Sin, sin, siiiin! Los tres sabooores, en dos tamaaaños, y en teeetra brick, sin gaaaas, sin gaaaas, ¡ya puedes beber, Fanta sin gaaaas!'.
"Poco después", prosigue embalada, "Trina sacó una versión gasificada de sus bebidas, que si mal no recuerdo tampoco se comió un torrado, mientras que las versiones originales de ambas gozan de buena salud comercial en la actualidad. Moraleja: Si no está estropeado, no lo arregles". De forma muy poco usual en ella, Mònica combinaría este extinguido refresco con un poquitín de alcohol. "Si ahora cayera una en mis manos me la tomaría con un chorrito de vodka, mucho hielo y el zumo de media lima".
PAPADELTA NARANJA
Los Papadelta son un aperitivo de patata nacido allá por 1988 y elaborado por la marca española Grefusa, también responsable de las pipas El Piponazo o los maíces MisterCorn. Siguen existiendo, pero la versión que más le gustaba a Ángel Sanchidrián, la naranja, se han dejado de fabricar. "Hace ya más de 20 años que en el recreo del instituto compraba a media mañana un bocata y por 15 pesetas una bolsa de Papadelta naranja. Eran como el primer morreo de COU, una delicia de ponerte los ojos blancos. Si alguien me pedía un trozo de bocadillo le daba un bocao, pero los papadelta eran solo míos, to pa mí".
De los naranja no hay foto. / GREFUSA
DRAKIS DENTADURA
Un caso claro de producto que deriva en otro por oscuros motivos comerciales y acaba perdiendo su identidad. Los Drakis fascinaron a los niños por su condición de comida-juguete y su inconfundible sabor a chuchería industrial bien parida, pero cuando se transformaron primero en Pandilla Drakis y, luego, en Cheetos Pandilla, la magia se esfumó. "Con su sabor a queso y beicon (solo te faltaban un par de huevos para ir cenado), los primeros Drakis tenían forma de dentadura y era inevitable ponértelos de dientes antes de comértelos", dice Jorge Díaz. "¡Qué ganas de volver a pegarles un bocado!".
Dientes, dientes. / YOUTUBE
YOP
Yoplait fue la marca que apostó con más decisión por el yogur líquido en los ochenta, cuando esta clase de extravagancias no era muy común y la mayoría de los consumidores no se salían del natural, el de fresa y el de limón. Sin embargo, no contó con el favor del público, si exceptuamos a un reducido sector de heroinómanos que lo abrazaron con entusiasmo por ser barato y digerible incluso bajo el efecto de los opiáceos. Yop desapareció, y sin estar en la droga ni nada de eso, algunos lo echamos de menos por haber sido el producto perfecto para pegarle un lingotazo cuando llegabas a casa un tanto borrashio, no te daba la cabeza para cocinar nada y necesitábas algo que estabilizara tu estómago maltratado por el alcohol.
Let's get physical con Yop. / YOUTUBE
TAB
Sólo personas que han vivido muy al límite se atreven a reivindicar una bebida como el Tab, e Iñaki Berazaluce es una de ellas. "En las fresqueras de los bares ochenteros, junto a la tónica Kas y las mirindas de naranja y de limón, habitaba el único refresco del mundo que no sólo no engordaba… ¡sino que adelgazaba! Estamos hablando de Tab, por supuesto, una coca-cola un tanto flojeras creada por y para las mujeres, como insistían sus anuncios". El producto fue lanzado por la propia Coca-Cola en los sesenta en Estados Unidos, llegó a España dos décadas más tarde, y desapareció en la noche de los tiempos. "El día que apareció la Coca-Cola Light", explica Berazaluce, "Tab duró lo que dura un ultramarinos cuando abren un Día en el barrio".
Sin azúcar, sin cafeína, sin fuste. / ME CUIDO MUCHO
PALULÚ
"Palulú" es una de las muchas denominaciones que recibe el regaliz de palo, un ¿alimento? que, naturalmente, sigue existiendo, pero que ya no encontramos en las tiendas de chucherías como en el pasado. La explicación de su éxito -y quizá también de caída en desgracia- nos la da Ángel Sanchidrián: "El palulú era un asco, un cacho de árbol, una rama amarga que chupábamos como monos en la sobremesa. Pero algo tenía que enganchaba. No sé si sería la pose de vaquero del oeste cuando lo sostenías entre tus labios, o que nos comíamos cualquier porquería que nos vendiera la señora de la tienda de chuches, pero aquella ramita tenía un sabor único que no se parecía a ningún otro".
Lo peor eran las fibras babeadas. / GSM SPAIN
CHICLES BOOMER
"Era impensable el bolsillo de un niño sin chicles y, quitando los de las series televisivas de moda, estaban los Boomer con sabores a cada cual más delirante. ¡Hasta de natillas! Las posibilidades se multiplicaban por mil en la tienda", recuerda Javier Ikaz. En efecto, empeñada en causar caries a todos los niños de España, esta marca no sólo facturaba chicles gigantescos, sino que los impregnaba de sabores loquísimos como la clementina, la sandía, el coco o el melocotón. A pesar de su éxito se esfumaron del mercado hace unos años, sin que a día de hoy se conozca el paradero del superhombre elástico que los anunciaba.
¿Qué producto del pasado te gustaría que volviera? ¡Exige su retorno en los comentarios!
September 29, 2014
Pasta con sardinas y piñones
La buena pasta es simple. / EL COMIDISTA
¿Cómo conseguir que un plato de pasta vulgaris, de esos que te haces a todo correr cuando llegas muerto de hambre a casa a las 9 de la noche y no tienes más que una zanahoria medio mohosa en la nevera, se convierta en un festival de la lujuria? Esta pregunta, que muchos sabios se han hecho antes que tú y que yo, no tiene una sola respuesta.
Para triunfar debes tener en cuenta varios factores. Primero y fundamental: no comprar la primera pastuflis que encuentres en el súper o la más barata. Lo más importante de un plato de pasta es, ¡oh gran sorpresa!, la propia pasta, más que la salsa con la que la enguarrines. Puede que unos buenos espaguetis secos italianos o unos raviolis frescos locales elaborados con criterio salgan un poco más caros -no mucho si pensamos en el precio por ración-, pero la diferencia de calidad con los Gallo, los Barilla o los Buitoni de turno es abismal. También la puedes hacer en casa, si es que tienes paciencia, maña y algún antepasado que se llame Francesca o Giovanni.
Lo siguiente es entender que no hay que bañar la pasta en salsa, sino que la segunda debe simplemente impregnar a la primera. En España, aparte de tener cierta tendencia a recocerla, solemos abusar de la cantidad de añadidos, convirtiendo a la prota del plato en una vulgar secundaria. Y por desgracia, no es raro que en más de un restaurante o de una casa te sirvan cosas parecidas a estofados de espaguetis o sopas de fetuccini.
Además de vigilar el punto, un truco que ayuda mucho a la hora de conseguir un platazo es reservar una cucharada por ración del agua de cocción antes de escurrir la pasta. Una vez escurrida, la devolvemos a la cazuela, incorporamos el agua reservada y la salsa o los ingredientes con los que vayamos a acompañarla, y removemos unos 30 segundos al fuego. Es lo que se llama “mantecar” la pasta –según cuentan en los comentarios, también podría traducirse (un poco a la remanguillé) como "sartenear"–, y os aseguro que da unos resultados increíbles, sobre todo con salsas estilo pesto.
Una última recomendación: no complicarse la vida mezclando 200 sabores. Es mucho mejor contar con tres o cuatro ingredientes que congenien bien y sacarles el máximo partido. Piensa que pasta + aceite de oliva + ajo + queso ya es una combinación difícil de batir, y que el barroquismo se lo debes dejar a Manuela Trasobares. Bajo este principio me inventé el plato de hoy, para el que necesitas poco más que unas sardinillas en aceite, unos piñones y un poco de perejil. Y os juro que es una delicia propia de Sophia Loren.
Dificultad
La podría hacer Marianico el Corto.
Ingredientes
Para 4 personas
360 g de espaguetis o cualquier otra pasta
150 g de sardinillas en aceite (o sardinas normales quitándoles la espina)
80 g de piñones
1 diente de ajo
2 guindillas rojas secas
2 cucharadas de perejil picado
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Queso parmesano recién rallado (opcional)
Preparación
1. Poner 6 cucharadas de aceite de oliva en una sartén. Añadir el ajo cortado en láminas y las guindillas y rehogar a fuego muy suave hasta que el ajo se dore ligeramente. Si se quiere que sepa más a ajo o más picante, poner ambos ingredientes picados fino. Reservar.
2. Mientras el ajo y la guindilla se hacen, tostar los piñones en una sartén a fuego suave sin aceite. Cuidado porque se queman con facilidad. Reservar.
3. Cocer la pasta siguiendo los pasos del fabricante. Antes de que esté, reservar 4 cucharadas del agua de cocción, y después escurrir la pasta.
4. Devolver la pasta a la cazuela. Incorporar las sardinillas escurridas, los piñones, el perejil y el agua de cocción reservada. Retirar el ajo y la guindilla del aceite (este paso no es necesario si se ponen picados) y añadirlo rápidamente a la pasta.
5. Remover con energía al fuego con una cuchara de madera para que las sardinillas se deshagan un poco y la pasta se "manteque". Salar, añadir un poco de aceite si es necesario y servir inmediatamente, si se quiere con queso parmesano por encima.
September 28, 2014
El cliente que nunca tiene razón
MATT MATERA
Alguien debería empezar a recopilar los mejores carteles escritos por dueños en bares y restaurantes, para grabarlos en algún tipo de soporte indestructible que los extraterrestres puedan encontrar al llegar a la Tierra una vez extinguida la raza humana. Venía yo de admirar mi último hallazgo en este terreno, escrito con tiza en una pizarra del maravilloso Bar Casi de Barcelona (WE SPEAK POOR ENGLISH WE COOK VERY WELL... VERY GOOD), cuando me enteré de una historia que quizá revolucione el género situándolo en una nueva dimensión.
James Chu, chef y propietario del restaurante So Chinese de San Francisco, decidió cerrar hace unos días su negocio, y para explicar sus motivos pegó dos notas manuscritas en la puerta. La primera ya situaba la acción en pleno clímax dramático: “Estamos cerrados por VOSOTROS (clientes)”. La segunda explicaba los motivos de la acusación: “Sí, usamos GMS (glutamato monosódico). No creemos en la comida ecológica. Y... nos importa una mierda el gluten”.
Este caso de cartelismo pasivo-agresivo demuestra un hartazgo supino ante las exigencias de la clientela. Para entenderlo, uno debe imaginar hordas de progres quimiofóbicos y yogui-mamás jipitruscas —especies ambas nada escasas en California— dando la tabarra desayuno, comida y cena porque hay glutamato, pesticidas, transgénicos, gluten y otras modernas encarnaciones de Belcebú en su plato.
Ante la difusión que el hecho tuvo en los medios, el hostelero colgó un segundo cartel, esta vez escrito en ordenador. Aunque el mensaje era más templado, no estaba exento de cierta furia residual: “Trabajamos duro para satisfacer a todo el mundo, pero no podemos. Si eres difícil de complacer, por favor vete a otro sitio”. Traducido: plastas no, gracias. También explicó en la televisión que había estallado después de que un individuo pretendiera hacerse un sinpa con un singular argumento: "Si no me gusta la comida, no tengo por qué pagarla".
Como era de esperar, el caso del So Chinese ha partido en dos a las redes sociales. Desde un bando han calificado a Chu de borde, idiota y maleducado. Desde el otro, le han colmado de parabienes por su valentía. ¿Que dónde me colocaría yo? Pues más bien en el segundo grupo. Simpatizo con este señor porque escribió lo que pocos en su profesión se atreven a decir. Porque clama contra una máxima que siempre he detestado: la de que el cliente siempre tiene razón, cuando más de una vez el cliente es un imbécil que de ninguna manera la tiene. Y porque, en última instancia, lo suyo es un grito contra esa tontería muy primer mundo con la que muchos se aproximan a un hecho tan simple como el comer.
September 25, 2014
Espinacas salteadas con garbanzos y huevo duro

Más garbancera que Galdós / EL COMIDISTA
Hoy, como la Pantoja, quiero confesar. Pero no precisamente que estoy enamorada ni que tengo unos milloncejos por blanquear, sino algo peor: que soy una angurrias que a media temporada de verano ya está pensando en que sea invierno (y al revés, claro). Como las vacaciones de verano a los niños, las estaciones me duran demasiado, y a principios de agosto tengo ganas de que llegue el frío y poner las mantas, ansias de potaje y caldo y en marzo muero por cerezas, gazpacho, melón y por ir medio en culos por la vida.
Todo este rollo es para contaros que el otro día uno de mis proveedores de fruta y verdura, un payés con un huerto bastante completo que cada día se planta debajo de un toldo en uno de los muros del Mercat de la Llibertat, me dijo que tenía "las primeras espinacas majísimas" de la temporada, un poco prontas porque "este año no ha hecho demasiado calor". Prácticamente se las arranqué de las manos y me fui a casa pensando en garbanzos con espinacas tan fuerte que seguro que se me oía. Pero a la mañana siguiente, oh sorpresa, había llegado a traición el verano a la ciudad, estábamos a 35 grados a mediados de septiembre y no daban muchas ganas de ponerse a estofar, así que tocaba improvisar un plan B.
Teniendo la mente puesta en esa maravilla que son las espinacas a la sevillana (o la andaluza, depende del sitio), se me ocurrió hacer una versión más ligera –sin freír el pan del todo, sino más bien tostándolo un poco untado en aceite–, más rápida, porque los garbanzos y huevos que usé ya estaban cocidos y todo el proceso apenas me llevó 10 minutos, y que además funcionó perfectamente como plato único al ponerle un poco de huevo duro. ¿Se podría hacer con espinacas congeladas hervidas? Seguro. ¿Se puede poner todo el ajo al principio para que quede bien cocido y no afecte a los ajofóbicos? También. ¿Y si a alguien no le gusta en huevo duro? Puede ponerle gambas, lacón a tiras, bacalao desalado o el mismo huevo versión mollet. ¡Ale, a cocinar!
Dificultad
Necesitas unas espinacas más bien jovenzuelas.
Ingredientes
Para cuatro personas
750 g de garbanzos cocidos (en casa, de bote o de cocedero)
600 gramos (2 manojos, aproximadamente) de espinacas frescas
1 cebolla
2 dientes de ajo
4 rebanadas de pan de víspera
2 huevos duros
Vinagre de vino blanco
1/4 de cucharadita de comino en polvo
1/2 taza de caldo de verduras, pollo o carne (opcional)
1 cucharadita de pimentón (preferiblemente picante)
1/2 cucharadita de semillas de cilantro
Sal
Pimienta
Preparación
1. Poner un poco de aceite en un plato y mojar las rebanadas por los dos lados (no hace falta que empapen). Ponerlas en una sartén a fuego medio sin dejar de vigilarlas y, cuando estén doradas y crujientes, sacar y reservar.
2. En otra sartén –o en la misma, si el pan no ha dejado restos que se puedan requemar y fastidiar el plato– con un poco de aceite, saltear la cebolla pelada y cortada en tiritas. Cuando esté dorada añadir un diente de ajo, y un par de minutos después el pimentón, con cuidado de no quemarlo.
3. Poner las espinacas directamente en la sartén y saltearlas –a lo mejor tenéis que hacerlo en dos veces– removiendo a menudo. Mientras, poner el otro diente de ajo en el mortero junto a las semillas de cilantro, el comino y un poco de sal. Majar bien y añadir un buen chorro de vinagre (unas 3 cucharadas soperas, tiene que quedar alegre).
4. Mojar el pan frito con esta mezcla, romperlo a lo bruto –lo suyo es que queden trozos más empapados, otros menos, algunos crujientes...– y llevarlo a la sartén. Rehogar todo un par de minutos más, añadir los garbanzos cocidos y, si se quiere, el caldo. Cuando los garbanzos estén bien calientes, servir con el huevo duro picado por encima y un poco de pimienta recién molida.
September 24, 2014
Seis libros para cocinar con niños

Sandman contra todos. / EL COMIDISTA
Cocinar con niños es una de las experiencias más divertidas, satisfactorias y gorrinas –no todo iba a ser bueno, pero qué más da– que se puede tener en una cocina. Su curiosidad por descubrirlo todo de los alimentos con los que interactúan, el cuidado con el que pelan los huevos duros o cortan una manzana (a partir de cierta edad, claro) o la concentración con la que amasan son algunos de los motivos que hacen que me chifle cocinar con ellos. Además, es la ocasión perfecta para pasar tiempo juntos e introducir en su dieta nuevos alimentos que tal vez hasta ese momento, como decía mi hijo mayor no eran "tan favoritos".
Integrarles en las tareas cociniles diarias es complicado hasta cierta edad, aunque cosas como chafar patatas para un puré o cortar un plátano o alguna fruta blanda con un cuchillo de plástico pueden hacerse desde bien pronto. Pero por suerte tenemos los fines de semana y los momentos festivos para dejar que nuestros pequeños ayudantes se pongan el delantal y nos ayuden a bolear albóndigas, mezclar la masa de las croquetas y darles forma o lavar la lechuga. Como ya dimos varios consejos sobre meter a los niños en la cocina en un artículo publicado en El País Semanal, y un buen montón de ideas sobre talleres y otros sitios donde aprender y experimentar fuera de casa en un post, esta vez he escogido, con la inestimable ayuda de Elvis, mi hijo mayor (8 años), algunos de los libros con los que más nos gusta cocinar.
Los criterios que hemos usado para escoger los libros son diversos: desde la cantidad de información y recetas que ofrecen hasta su capacidad para abrir la mente a nuevos sabores, ingredientes o preparaciones, pasando por el hecho de que tengan algún añadido interesante para los padres o lisa y llanamente las filias freaks de mi familia (y en mi familia incluyo también a alguien que conocéis bien, otro gran fanático del tema en cuestión). Y empiezo ya con los títulos, no sin antes agradecer a MasterChef Junior –aunque se me rompe el corazón viendo programas en los que los niños compiten y pierden, y me siento fatal cuando algún niño repelente me cae mal– haber despertado el interés de los peques por la cocina.
LA COCINA DE STAR WARS (TIMUN MAS)
Los dos volúmenes de La cocina de Star Wars, Pastelitos wookie, scones clon y otras delicias galácticas y Polos láser y otras delicias galácticas fueron un regalo de la encantadorcísima Sandeea, posiblemente la persona más detallista de Valladolid y parte del universo. En el primero podemos encontrar platos dulces, salados y bebidas con nombres chulis, como las 'ensaimadas danesas Princesa Leia' (quien no haya hecho el memo con una ensaimada y los moñetes de fallera de Leia no ha tenido infancia), el 'brebaje midicloriano', que pone los ídem por las nubes o las wookie cookies, que hacen gritar de felicidad al bueno de Chewie. En el segundo, brochetas congeladas como la 'pistola láser Han Solo', helados cremosos como el de 'caramelo ewok', preparaciones como el 'sándwich de pan de jengibre Qui-Gon Jinn' y tres recetas de polos láser. Ambos libros vienen en formato kit, acompañados de una polera en forma de espada láser y unos cortadores de galletas con el perfil de Yoda, C3PO y Darth Vader (podéis verlos en la foto de apertura).
Ideal para: Fanáticos de Star Wars de todas las edades. Aunque posiblemente los más talluditos no estarán muy de acuerdo con que salgan personajes de la segunda trilogía (que en realidad es la primera y blablabla...).
YO QUIERO SER CHEF: COCINAS DEL MUNDO (EDITORIAL JUVENTUD)
Un libro fantástico para los niños con un poco de experiencia en la cocina y con paladar viajero (y los padres dispuestos a compartir la experiencia con ellos). Tiene más de 100 recetas ilustradas, la mayoría muy sencillas y todas sabrosísimas, divididas en desayunos, platos ligeros, platos únicos, acompañamientos y postres. Aunque no hace mucho que se ha incorporado a nuestra bibilioteca, las que hemos probado hasta ahora –el pastitsio griego, la tortilla vietnamita, el nasi goreng y el pollo a la mantequilla– han tenido un éxito arrollador.
Ideal para: Descubrir la cocina de otros países en familia, especialmente si no tenéis demasiados recetarios de este tipo (puede pasar perfectamente por un libro de recetas sencillas para adultos).
Este volúmen está pensado para niños que ya pueden cortar una cebolla, hervir unos huevos o un arroz o sacar una pizza del horno. El planetamiento es un poco diferente: partiendo de un niño capaz de ser relativamente autónomo en la cocina –siempre bajo supervisión adulta– ofrece recetas básicas, para entretenerse con los amigos, para fiestas y cumpleaños, hacer regalos dulces o para impresionar a los mayores. Un libro completísimo y con múltiples lecturas: además de recetas (paso a paso y muy bien explicadas), incluye montones de trucos, sugerencias y avisos del momento justo en el que debe intervenir un 'mayor' en el proceso.
Ideal para: Niños que ya quieren (y pueden) hacerlo todo solos.
PEQUEÑOS CHEFS, GRANDES COCINEROS (GRIJALBO)
La chef Ada Parellada se pegó el currazo de preguntar a unos cuantos de sus amigos –que, casualmente, son algunos de los mejores chefs del país, como Jordi Cruz, Elena Arzak, Quique Dacosta, Martín Berasategui o Joan Roca– por sus recuerdos gastronómicos de la infancia, y les pidió que prepararan un plato que pudiera haberles gustado. A cada una de estas recetas Ada les suma un menú completo de factura propia, pensado para introducir en la dieta de los niños esos alimentos que suelen hacerles menos gracia.
Ideal para: Además de preparar recetas un poco más sofisticadas que en el resto de libros, te enteras de cosas como que la primera vez que Arola frió un huevo se envolvió en trapos para no quemarse, que Dani García odiaba los frutos secos y que el tristemente desaparecido Santi Santamaría decía que su pescado favorito era el pollo (porque no le gustaban las espinas).
LA ENCICLOPEDIA DE LOS SABORES (DEBATE)
"¿Esto es un libro de cocina para niños?" os preguntaréis muchos de vosotros, que lo conocéis, llamando a la López Ibor para solicitar mi ingreso inmediato. Un poco de razón tenéis, y la idea de pasarme una temporada en un sitio en el que me dejarían dormir todo lo que quisiera no me parece para nada mala, pero antes de darle al botón verde escuchad mi mensaje. Cuando ya se tiene un mínimo conocimiento de técnicas, lo que hay que trabajar es la intuición, las combinaciones de sabores y texturas, los elementos complementarios y todas esas cosas que convierten la cocina en la cosa más infinitamente divertida del mundo. Y precisamente de eso va esta enciclopedia, que no es otra cosa que un manual de consulta que sugiere 'alimentos amigos' que se pueden deben usar juntos, como diría Jamie Oliver en lugar de recetas al uso. Con Elvis, que es algo más pequeño, lo usamos de otra manera: buscamos algunos de los alimentos que más le gustan –el mango, el chocolate, las almejas, la menta o el plátano, por poner algunos ejemplos– y buscamos mezclas nuevas y sorprendentes para inventar juntos nuevos platos.
Ideal para: Todo el mundo, es fantásico, uno de mis libros de cabecera.
¿Tenéis algún libro favorito para cocinar con niños? Por favor, compartidlo en los comentarios. Elvis, los demás lectores y yo lo agradeceremos mucho.
September 22, 2014
Fricasé de pollo al pimentón
Gracias, señora Child. / EL COMIDISTA
Unos la conoceréis por la película Julie y Julia. Otros, por libros como El arte de la cocina francesa. Otros, tras haber caído en algún programa suyo del año de la polca en YouTube. Y otros no tendréis la suerte de conocerla. Para todos está destinada esta receta, homenaje rendido de un fans a la gran Julia Child.
Esta mujer mayúscula fue la primera gran estrella de la televisión culinaria de la historia. Tras aprenderlo todo sobre la gastronomía francesa en los años que vivió en Francia después de la II Guerra Mundial, Child volvió a Estados Unidos en los sesenta para evangelizar a sus despistados compatriotas en las artes del buen comer. Tras aparecer en un programa educativo hablando sobre su primer libro y enseñando cómo se hace una tortilla, esta fuerza de la naturaleza comenzó su propio show de cocina, The french chef, en 1963, y no paró de hacer excelentes espacios de tele hasta los noventa. Su labor bien se podría comparar con la de Karlos Arguiñano en España: dotada de una socarronería única, logró transmitir sus conocimientos y su pasión por la comida bien hecha a un montón de personas que no tenían ni pajolera idea de guisar.
La receta de hoy es su fricasé de pollo. Los fricasés, según cuenta Child, están a medio camino entre el salteado (cocción sin caldo) y el estofado (con mucho caldo). Ella prepara este clásico francés a la manera clásica; yo me he permitido algunos cambios (espero que tu espíritu me perdone, Julia) para adaptarla a unos tiempos modernos en los que, para bien o para mal, necesitamos platos algo más ligeros y no tan laboriosos.
La adición del pimentón picante es una genialidad que ella misma propone como variante, y que en mi opinión saca al plato de lo convencional y lo hace aún más excitante. ¿Lleva mantequillaza? Sí. ¿Lleva harina? También. ¿Lleva nata? La original sí, aunque yo la sustituyo por leche evaporada, que no empapuza tanto. Para los melindrosos de lo light que se desmayen cual damiselas de época ante la visión de estos ingredientes, recordaré unas palabras de la propia Julia en una entrevista que dio al New York Times en 1990 y qué hoy suenan más actuales que nunca: ''Si el miedo a la comida continúa, será la muerte de la gastronomía. Debemos disfrutar y divertirnos comiendo, porque éste es uno de los placeres más simples y agradables de la vida''.
Por cierto, la segunda parte de El arte de la cocina francesa se publica en España en octubre. ¡Todos listos para un nuevo festín!
Dificultad
Es larguilla, pero fácil.
Ingredientes
Para 6 personas
1 pollo troceado, a poder ser de corral, de entre 1,5 y 2 kilos
2 zanahorias
2 cebollas
350 g de champiñones
Unas 20 cebollitas enanas
2 huevos
200 ml de leche evaporada (en su defecto, nata líquida con 18% de materia grasa)
1 litro de caldo de pollo
350 ml de vino blanco seco
1 atadillo de hierbas (laurel, tomillo, etcétera)
1/2 cucharadita de tomillo
2 cucharaditas rasas de pimentón picante (o rebajar con una de dulce, si se prefiere)
1 limón
Pimienta blanca
Harina
Sal
Mantequilla
Preparación
1. Pelar y cortar en rodajas no demasiado finas las zanahorias y las cebollas. Rehogarlas en una cazuela grande a fuego suave con una cucharada de mantequilla unos 5 minutos. Sacarlas y reservarlas.
2. En la misma cazuela, subir un poco el fuego e incorporar el pollo, dorándolo un par de minutos por cada lado.
3. Tapar la cazuela, bajar el fuego y dejar que se haga muy suave unos 10 minutos.
4. Mientras, ir calentando el caldo de pollo.
5. Espolvorear el pollo con dos cucharadas rasas de harina, sal y pimienta blanca. Dar unas vueltas para que la harina se reparta bien. Tapar y cocer 4 minutos más.
6. Incorporar por último el pimentón y rehogar un minuto más.
7. Mojar el pollo con el caldo hirviendo. Mover la cazuela para que ligar la harina con el caldo. Añadir 250 ml del vino y el atadillo de hierbas. Tapar y cocer unos 45 minutos (30 si es pollo no de corral), o hasta que esté tierno.
8. Mientras se hace el pollo, preparar las cebollitas y los champiñones à blanc. Escaldar las primeras en agua hirviendo para poder pelarlas. Ponerlas en una sartén (importante que no se amontonen) con una cucharadita de mantequilla, 100 ml de vino, el tomillo, sal y pimienta blanca. Cubrir casi del todo con agua y poner a cocer tapadas a fuego medio, vigilando que no se queden sin líquido, una media hora, o hasta que estén tiernas. Finalmente destapar y dejar reducir el líquido del todo, con cuidado de que no se doren. Reservar.
9. Cortar los champiñones en cuartos o en mitades, dependiendo del tamaño. Cocer en unos 250 ml de agua hirviendo con una cucharada de zumo de limón y sal unos cinco minutos a fuego vivo. Sacar y reservar. Añadir el agua de cocción al pollo.
10. Sacar el pollo del caldo y reservar. Reducir el caldo hasta que se forme una salsa no demasiado espesa, pero con cuerpo.
11. Batir en un cuenco las yemas de los huevos con la leche evaporada o la nata. Añadir un cazo de la salsa y seguir batiendo. Repetir este proceso tres o cuatro veces.
12. Verter la mezcla anterior en la cazuela en la que hemos hecho el pollo. Subir el fuego y sin dejar de remover, esperar a que hierva. Remover un minuto más, y añadir un chorro de zumo de limón y nuez moscada al gusto. Si se quiere que pique más, se puede añadir un poco más de pimentón. Rectificar de sal.
13. Devolver el pollo a la cazuela con los champiñones y las cebollitas (hasta aquí se puede hacer con antelación). Calentar y servir.
September 21, 2014
Dos misiles contra la vanguardia
MATT MATERA
Los cocineros de vanguardia, de alta cocina o como demonios quiera usted llamarlos se enfrentan cada día a dos trabajos: el de guisar y el de explicar que lo suyo no es ninguna fruslería. El cliché popular los pinta como seres estrambóticos dedicados a hacer espumas, nidos, nubes y otras absurdeces sobre platos, cuya función última es, por un lado, satisfacer su ego, y por otro, encubrir que nos echan poca comida. Para colmo, su carísimo trabajo sólo lo disfruta una élite, lo que les gana con frecuencia el desprecio de la mayoría que no puede pagar sus exquisiteces.
En los últimos años, el boom de la gastronomía y la omnipresencia mediática de los estrellados ha templado un poco este clima de vanguarfobia. A pesar de la insufrible palabrería con la que algunos chefs envuelven su discurso, cierta España comienza a entender el valor cultural y económico de la innovación culinaria, y lo que es mejor aún, a distinguir a los verdaderos cracks de los cantamañanas que se apuntan al carro con tres trucos de quimicefa. Sin embargo, detecto en el horizonte dos amenazas para la imagen pública de la gastronomía fina, ambas compitiendo a la misma hora en la televisión: El chiringuito de Pepe y Top chef.
La primera, que como buena serie española exige al televidente una edad mental de siete años, tiene como personaje principal a Sergi Roca, un chef de vanguardia pintado con todos los lugares comunes imaginables de la profesión. Es exigente hasta la histeria, creativo hasta la extenuación y conceptual hasta el ridículo, y mientras lo ves en acción sólo deseas que los guionistas acaben con él de una santa vez esferificándole el cerebelo o gelificándole los testículos.
Top chef, por su parte, incluye como supervillano para su segunda temporada a un concursante también poseído por el demonio de la cocina tecnoemocional. El comportamiento en el show del chef valenciano Carlos Medina, cruce prodigioso entre César Pérez de Tudela y el profesor Bacterio, invita a pensar que la adicción al alginato, a los licuados y a las infusiones de tierra acaban convirtiéndote en un ser engreído, malencarado y un pelín lunático.
Ante Sergi y Carlos, tiendes a poner en valor la comida viejuna de sus respectivos opuestos, un grasiento propietario de chiringuito interpretado por Jesús Bonilla y un cocinero de hotel venido de la era Varón Dandy llamado Honorato. Y caes otra vez en el error de siempre: considerar la tradición como algo intrínsecamente bueno, y la innovación como algo insoportablemente pretencioso.
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