Luis García Montero's Blog, page 97

March 11, 2012

La reivindicación de la política

Vivir a la intemperie significa quedarse solo ante el poder. Nuestro miedo y nuestra furia están marcados por la soledad. Es la geografía de vida que pretende el desprestigio de la política. Porque el fin último de la política supone el trazado de ámbitos de intermediación entre los ciudadanos y el poder. Eso es lo que intenta liquidar el poder financiero y su cultura de desprestigio de la política. Se trata de acabar con estos ámbitos de intermediación. El poder quiere relacionarse de forma directa con los ciudadanos. Es una operación que facilita el sometimiento, una condena a la docilidad. Cuando decimos que la economía especulativa desmantela hoy el Estado del bienestar, nos quedamos cortos. Es el Estado a secas, la intermediación entre el poder real y los ciudadanos, lo que está en juego.


¿Podemos permitirnos el lujo de una lucidez pesimista? Hace hoy demasiado frío en la realidad para añadir una inteligencia de hielo. Ninguna receta económica, teórica o intelectual aporta por sí sola el calor necesario para defendernos de este invierno. Necesitamos un poco de corazón, algo de ese sentimiento ocupado ahora por el miedo y la furia. Debemos rescatar parte de los sentimientos para encender una hoguera dentro de la razón. Es decir, para volver a reunirnos en torno a unos valores.


No es preciso insistir mucho en los mecanismos de los que el poder se sirve para desacreditar la política y quedarse en escena con las manos libres. Los escándalos mediáticos, la corrupción, el ataque de los unos contra los otros, de los otros contra los uno, la farsa parlamentaria a las órdenes de los intereses económicos, la quebradura de la soberanía cívica, debilitan la confianza. Nos han convertidos en unos aldeanos apegados al terruño de nuestra incredulidad y dispuestos a que nadie vuelva a engañarnos.


No hace falta insistir en el poder y sus maldiciones. Pero tal vez conviene meditar en la relación que, en sus buenos tiempos, se estableció entre la política y nosotros. ¿Qué esperábamos de ella? Todo. La política y el Estado han sido una fábrica de promesas, el mostrador en el que exigir un futuro perfecto. Hablar en nombre de la política y el Estado suponía tanto como poseer la verdad, saber el camino. Desde esta inercia, la política no suele reunirnos en el presente para imaginar el futuro. Más bien se sitúa ya en el futuro para imponer desde allí un orden en el presente.


Esta costumbre ideológica posibilitó males mayores, como el surgimiento de los comisarios y sus totalitarismos. Siempre actuaron como portavoces del futuro. También ha extendido males de tono menor, pero con efectos de largo recorrido: la decepción y la desconfianza. Poco a poco hemos dejado de ser ciudadanos y nos hemos transformados en clientes de los debates políticos. Vivimos dentro del consumismo democrático, nos acercamos a los mostradores del Estado y de los partidos para comprar el futuro. No nos sentimos responsables, sino consumidores, y por lo tanto acabamos fijando nuestra relación con la política a través de un libro de reclamaciones. Cuando alguien nos vende algo que no se puede vender es que nosotros queremos comprar algo que no se puede comprar. En vez de responsabilizarnos del futuro, de acercarnos a la política como una parte más del debate, la duda, la imaginación y el compromiso, hemos pretendido adquirir a plazos una parcela en una urbanización para ricos llamada felicidad. Y somos algo más que una clientela.


Antonio Machado vio unos brotes jóvenes en un olmo seco y anotó la gracia de la rama verdecida y el milagro de la primavera. El porvenir no es un cheque al portador, sino una esperanza, una ilusión. Reivindicar la política y la esperanza supone una tarea urgente de compromiso en esta intemperie que soportamos. Y lo primero que resulta necesario es cambiar de actitud. No pensemos en la política como un producto en mal estado, sino en nuestra responsabilidad como productores. ¿Qué puede hacer la política por nosotros? Exactamente lo mismo que nosotros por ella.


Defender la política empieza por el reconocimiento de su fragilidad, de su milagro. Resulta imprescindible quitarle su disfraz de libro de reclamaciones. No se trata de un mostrador, sino de una imaginación. Si queremos soberanía, debemos reconocer que somos parte del poder. Debemos reconocer nuestro poder.


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Published on March 11, 2012 03:55

March 3, 2012

Geografía e historia

Los desmanes del poder suelen apoyarse en los malentendidos entre la geografía y la historia. A las ambiciones ideológicas particulares se les coloca un nombre geográfico y, desde ese momento, todo se justifica en nombre de una falsa unidad natural o social. Los niños que crecimos bajo la dictadura franquista nos acostumbramos al sacrificio por el bien de la Patria. Todo por la Patria, se afirmaba en la entrada de los cuarteles de la Guardia Civil. Como la nación entera se parecía mucho a un cuartel, todo el mundo desfilaba al ritmo militar de la palabra España. Después del Misterio de la Santísima Trinidad, llegaba la trinidad marcial de España: una, grande y libre. No puede decirse qué trinidad era más enigmática, si el milagro divino de reunir tres personas en un solo Dios verdadero o el número de magia de definir a la España de Franco como una comunidad unida, grande y libre.


La geografía es invocada de forma insistente cuando se quieren borrar las diferencias históricas. La palabra España no aludía entonces a la variedad de ciudadanos, clases sociales, economías y pensamientos surgidos en el interior de las fronteras españolas. Defender España era más bien defender los intereses de sus dueños.


La geografía así utilizada tiende a convertir la responsabilidad social en sacrificio y el compromiso en una condena a la obediencia. Los deseos de la superioridad son leyes de obligado cumplimiento, algo tan natural como la lluvia, el frío, el calor o las necesidades corporales. Si España lo exigía, era imprescindible entrar en el retrete. Tener opiniones e intereses propios suponía un acto de traición, algo relacionado con la antiEspaña. Una larga tradición de afrancesados, masones, judíos y comunistas había reunido a los traidores de diversa ralea opuestos a la dignidad española. No es que mantuviesen un criterio, es que habían nacido como monstruos antinaturales para ofender a España.


Tal vez los niños de ahora estén sufriendo la palabra Europa con la misma crueldad. Lo manda Europa, lo exige Europa, es un acuerdo de Europa… ¿Y qué es Europa? Pues la voluntad de los dueños de Europa, que no son los ciudadanos. Cuando habíamos conseguido borrar un poco la geografía de España para tomarnos en serio su historia, cuando habíamos aprendido a respetar los distintos intereses de las personas, las clases y los territorios que conviven en la palabra España, llega Europa y nos devuelve de lleno al esencialismo. Afirmar que tal medida la impone Europa es tan estúpido como identificar a España con una opinión de la derecha, la izquierda, los obispos, los banqueros o los sindicatos.


Si en un mundo globalizado cualquier decisión puede vivirse ya como un asunto interno, en el caso de la Unión Europea los mecanismos de confusión entre la geografía y la historia han alcanzado extremos muy peligrosos para la democracia. La política europea no la decide una abstracción llamada Europa, sino unos gobiernos con intereses particulares. Resulta imprescindible politizar la palabra Europa, cambiar la fatalidad natural por el debate ideológico. Los mandamientos del neoliberalismo alemán y de la Comisión Europea, la política económica que está empobreciendo a los ciudadanos a favor de una acumulación salvaje de capital, no son demandass geográficas, sino decisiones de tecnócratas que trabajan al servicio de los poderes financieros.


La globalización económica ha llevado el juego de la geografía y la historia a un extremo que hace imposible la soberanía cívica. Si los ámbitos públicos y el Estado no crecen al mismo tiempo que las redes económicas, la palabra democracia pierde su realidad geográfica y su historia. Y eso es lo que está ocurriendo para descrédito de la política, protagonizada por personajes deshabitados, muertos vivientes, figurones que hacen el don Tancredo. Van y vienen con cara de tontos, sin voluntad de intervenir como representantes públicos en los verdaderos núcleos de decisión.


El caso español siempre tiene un plus de tristeza. Hemos pasado no sin transición, sino con una muy mala Transición, del Todo por España al Todo por Europa. Los herederos del franquismo aprovechan la crisis para borrar los acuerdos sociales conseguidos por la fragilidad de la izquierda, vuelven a la geografía y llaman antiespañoles a los que se atreven a disentir de Europa. A este paso serán afrancesados todos aquellos que critiquen las ideas del presidente francés Nicolás Sarkozy. Puede parecer absurdo, pero a otras mezquindades peores hemos llegado. Ahora, por ejemplo, son tratados como antidemócratas los ciudadanos que intenta recordar a los luchadores que dieron su vida por la libertad. Las víctimas del franquismo parecen un problema para la democracia. Aquí hemos hecho una Transición tan modélica que sólo ponen en peligro el espíritu democrático aquellos que critican a un dictador. El verdadero demócrata es el que participa con lágrimas en los funerales de un ministro fascista.


Luis García Montero


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Published on March 03, 2012 15:52

Acto de Izquierda Abierta lunes 5 de marzo en Granada

IzquierdaAbierta Granada 5 marzo 2012 cartel

IzquierdaAbierta Granada 5 marzo 2012 cartel



Por una Izquierda Abierta hasta el amanecer. Lunes 5 de marzo a las 19h en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada.
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Published on March 03, 2012 15:42

February 27, 2012

La condena al analfabetismo

Hubo un tiempo en el que el futuro y la educación firmaron un contrato de confianza. A finales de los años cincuenta, mientras España intentaba salir de la autarquía económica, empezaron a entrar en los hogares las fotografías académicas y las orlas. Lo que había sido normal en las familias acomodadas, empezaba a extenderse también por los barrios y los pueblos. No es que hubiese una ayuda generalizada por parte del Estado, las becas no eran muy numerosas, pero los padres estaban convencidos de que cualquier sacrificio merecía la pena. Los hijos debían estudiar, aprobar el bachillerato y conquistar un título en la Universidad.

Una orla en la pared, junto al aparador del salón en el que se enseñaba una cristalería modesta y brillante, era un motivo de orgullo. Se trataba en muchas ocasiones del primer universitario en una familia de obreros o campesinos. La palabra desarrollo suponía entonces una necesidad social y un medio de propaganda política. Se pusieron en marcha tres planes de desarrollo, se abrió un Ministerio de Planificación y Desarrollo, las ciudades estaban pendientes de conseguir para su horizonte un Polo de Desarrollo… y los padres querían una orla junto al aparador. La solemnidad de los profesores amparaba los sueños juveniles y las sonrisas de los hijos. Aunque la tecnocracia de López Rodó, la cara franquista del desarrollo entre 1967 y 1973, escondía el inicio de los litorales devorados y la perpetuación clasista de los poderes tradicionales, el orgullo de los padres con un hijo universitario anunciaba ya la democracia. La movilidad social y el derecho al futuro eran dos de sus valores imprescindibles.

La cristalería de los aparadores y las orlas desaparecieron del salón con el paso de los años. No parecía necesario enseñar nada a las visitas. El bienestar económico daba por supuesto que todo el mundo tenía en su casa un juego de copas para el champán o una hija con un título. Esa normalidad se mantuvo durante un tiempo, hasta que la burbuja inmobiliaria y los modernos usos del mercado cambiaron las costumbres. Muchos jóvenes pensaron que era una estupidez cansarse en los institutos y en las universidades si podían trabajar con facilidad. ¿Respetar al profesor? ¿Creer en el conocimiento? La buena educación lo exigía, pero el mundo evidenciaba una realidad irónica. El sueldo de profesor se hacía esperar y, además, no daba para mucho.

Este problema no se produjo en los colegios de pago, en los que se formaban las élites llamadas a dirigir la sociedad. Pero los institutos públicos se despidieron del siglo XX sintiendo la competencia de los andamios, las escayolas y las motos. Uno podía abandonar los estudios, incluso sentirse orgulloso de su propio analfabetismo, con un sueldo fácil y un préstamo hipotecario.

Y de pronto llegó la crisis. Llegó de pronto, es verdad, pero se había fraguado de forma lenta y minuciosa cuando los bancos y los grandes especuladores empezaron a preparar un avariento Plan de Subdesarrollo para España. Porque eso es lo que se ha puesto en marcha en los últimos tiempos. Los Laureanos López Rodós de hoy, han ideado el plan de subdesarrollo que los especuladores necesitan para seguir ganando dinero. Que se recorten las inversiones en educación cuando los jóvenes tienen menos posibilidades de encontrar trabajo es todo un síntoma de la negación del futuro, de nuestro avance en marcha atrás, de un camino consciente hacia el subdesarrollo. Este capitalismo es incompatible con la democracia social.

La pérdida vertiginosa de derechos y el empobrecimiento de la población tiene ahora un nuevo aliado: el descrédito de la cultura. Ese aliado le faltó al franquismo, pero está hoy a las órdenes del populismo, la demagogia y la mentira. Los que se dejaron convencer de que era más útil olvidarse de las orlas no están ya para bromas intelectuales. Han sido devueltos a la lucha por la supervivencia, al miedo, al rencor, al sálvese quien pueda. Pero no conviene renunciar a la conversación. La experiencia real acaba siendo el mayor antídoto contra las mentiras. Y de la dura experiencia que hemos vivido surgirá un respeto mutuo, una nueva ilusión y un nuevo orgullo ante los estudios de los hijos. Conviene intentarlo, por lo menos.


Luis García Montero


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Published on February 27, 2012 06:01

February 25, 2012

Intervención en la manifestación del 19 de febrero

El 10 de febrero de 2012, el Gobierno del Partido Popular, por un Real Decreto de Ley y sin contar con los agentes sociales, ha decidido imponer una reforma laboral que es una verdadera agresión a los derechos de los ciudadanos.


Se han roto todos los consensos sociales y se dejan libres las manos de la explotación. Cuando los poderes financieros actúan de forma más cruel, el Gobierno del Partido Popular deja a los trabajadores a la intemperie. Llueve sobre mojado. En el mes de septiembre de 2011 los sindicatos convocaron una huelga general porque el Gobierno anterior pasó de la lluvia a la tormenta. Con este Gobierno pasamos ahora de la tormenta al huracán. Las cosas estaban mal, pero se ponen mucho peor. Bajo las explicaciones burocrática, demagógicas y torticeras, el Decreto Ley se resume en una barbaridad: el despido será más rápido, más barato, más sencillo, sin regulación de las leyes y sin vigilancia ni arbitrio del los jueces.


En vez de solucionar la tragedia andaluza y española del desempleo, la derecha decide atacar la dignidad laboral de los que tienen trabajo. En vez de convenios colectivos, se anuncian despidos colectivos, tanto en el ámbito público como en el privado.


El Gobierno no ha querido crear empleo a través de la única manera posible: las inversiones públicas, la animación del consumo y la aprobación de normas financieras para que los bancos dejen de acumular capital en la economía especulativa y ayuden con créditos a la pequeña y mediana empresa en favor de la economía productiva.


Y es que el Gobierno no trabaja para los ciudadanos españoles, sino para los grandes intereses financieros multinacionales. El Gobierno no responde a la soberanía nacional. Por eso facilita nuestro despido no solo como trabajadores, sino también como ciudadanos. ¡Estamos perdiendo nuestro puesto de ciudadanos en esta democracia basada en las mentiras!


El Gobierno se cree legitimado para todo por las urnas. Es verdad, ganó las últimas elecciones. ¿Pero eso lo legitima para todo? Yo le recuerdo al Gobierno que pidió el voto de la gente para combatir el paro y para crear puestos de trabajo. Mentía. En su programa electoral no estaban unas medidas económicas que han generado ya y van a seguir generando más desempleo. En su programa electoral no se encontraba esta reforma laboral que facilita el despido y somete a los trabajadores a una precariedad cada vez más parecida a la indefensión del esclavismo. Y nosotros no somos esclavos. Somos ciudadanos. El programa electoral del Gobierno fue una gran mentira y sus votos no lo legitiman para dinamitar el diálogo social y la dignidad de los trabajadores.


Democracia es poder votar, pero es también no ser engañado por los programas electorales mentirosos. Democracia es que el trabajo forme parte de la justicia social, construir una comunidad equilibrada, defender el bienestar de las personas y asegurar los servicios públicos. La sanidad pública, la educación fundada en la igualdad de oportunidades, el trabajo digno y los salarios justos son los argumentos reales de la democracia. No pueden hablar en nombre de la democracia aquellos que agraden con recortes los derechos públicos para favorecer los intereses privados, aquellos que ponen en duda el sistema de pensiones del Estado para favorecer los fondos privados que después utilizarán los bancos para especular con sus inversiones despiadadas.


No puede hablar en nombre de la democracia quienes empobrecen de forma consciente la vida de sus ciudadanos, quienes acaban con la regulación de sus horarios y sus jornadas laborales, quienes juegan con el despido como medida preventiva y cierran los ojos ante una trágica situación de desempleo, quienes refuerzan una y otra vez los desmanes de una economía neoliberal propia de la acumulación salvaje y desalmada de capitales.


Que dejen de mentir. Que no intenten robarnos nuestra condición de ciudadanos.

Mienten cuando afirman que la culpa de la crisis económica la tienen los salarios.

Y mienten cuando afirman que la culpa del desempleo la tiene una legislación laboral atenta a los derechos de los trabajadores.

Y mienten cuando afirman que el sector público pesa demasiado. La verdad es que estamos muy por debajo de los países desarrollados de Europa en atención social y en puestos de trabajo. Así que mienten.

Y mienten cuando afirman que su intención es crear empleo.

Y mienten cuando afirman que imponer la precariedad laboral hasta los 30 años es animar el empleo joven.

Y van a seguir mintiendo en el Parlamento cuando utilicen las discusiones y el proceso de enmiendas para endurecer todavía más esta reforma con ayuda de la derecha catalana, esa derecha que quiere hacer con Andalucía lo mismo que la derecha Alemana está haciendo con España.


Mienten, mienten, mienten… La mentira es la condición de su estrategia política. Y ya está bien de mentiras, porque las mentiras fundan el dolor. Maldita sea una economía que aumenta las desigualdades y permite que en España haya hoy 11 millones de personas que viven bajo el umbral de la pobreza.


Cuando una comunidad descubren el asalto del enemigo, los vigilantes dan la voz de alerta y llaman a las armas. Nuestras armas democráticas son la movilización y la conciencia política. Llamemos a la movilización y también a la política.


¡A la política! Porque esta batalla no es sólo un problema de los sindicatos. La falta de respuesta no será sólo una derrota sindical. Esta batalla es de todos los ciudadanos y ciudadanas, los que están en paro, los que ven peligrar su puesto de trabajo, los que van a ser humillados con una legislación laboral tan mezquina y los que están a punto de perder su condición de ciudadanos en manos de la mentira, de los políticos que traicionan a la sociedad para ponerse del lado de la banca y de los poderes financieros.


¡A la movilización! ¡A la política verdadera! Que los políticos asuman también su responsabilidad en esta lucha, que den la cara, que no dejen solos a los sindicatos, que respondan al asalto contra la democracia, que denuncien las mentiras de los banqueros y de sus cortesanos.


Mienten con tanta desfachatez porque se sienten fuertes, porque han heredado la prepotencia de la dictadura franquista y su falta de compromisos sociales. Como están acostumbrados a los paraísos fiscales, quieren disfrutar también de un paraíso jurídico.

Quieren ser los dueños de un país en el que las leyes permitan la explotación libre de los seres humanos.

Quieren ser los dueños de un país sin pudor, capaz de inhabilitar al juez que intenta investigar los crímenes del golpe de Estado de 1936, el juez que quiere ofrecer justicia, verdad y reparación a las víctimas.

Quieren ser los dueños de un país que declara inocentes a los corruptos de las tramas económicas y castiga al juez se atreve a perseguirlos y a evitar la evasión de capital.

Quieren ser los dueños de un país en el que los valores sociales, la educación, la sanidad y la dignidad laboral no sean derechos cívicos, sino limosnas que dependan del buen humor o del mal humor de los señoritos.


Frete a la impunidad y la mentira social, no sólo basta con la verdad, con nuestra verdad de ciudadanos. Dependemos también de la esperanza. Hay alternativas, cambiar las cosas es posible, es posible una política distinta, una correlación de fuerzas distinta, un poder distinto, más justo, más solidario, menos cruel y mentiroso.


Yo sé que vivimos tiempos de descrédito. Desde luego es más cómodo descreer, no comprometerse, desconfiar de las ilusiones colectivas, de los políticos de izquierdas, de los líderes sindicales, de los sueños republicanos. Es más cómodo sentirse puro, despreciar a los demás. Pues bien, yo no vengo aquí como un poeta puro, sino como un poeta y un ciudadano comprometido. Sé que alguien estará pensando ahora que sólo hago poesía barata, que me he subido a esta tribuna para decir también mentiras. Pero os prometo que estoy hablando con el corazón en la mano. Y en el bosque de las mentiras y el fatalismo, el corazón es la fruta de la libertad. No dejemos que la derecha y el pensamiento reaccionario nos quiete la esperanza, porque eso es tanto como darnos por perdidos.


Frente a la mentira, verdad y esperanza. Frente a la ley del más fuertes y el sálvese quien pueda, espacios de unidad, plataformas de diálogo, acuerdos para defender nuestros derechos. Frente a la ambición insaciable de los avariciosos, una palabra colectiva que se levante para decir basta, basta ya de mentiras, basta ya de atropellos, porque no estamos dispuesto a que el siglo XXI y la vida de nuestros hijos estén gobernados por la explotación. Los mismos que quieren borrar nuestro pasado están dispuestos a dejarnos sin futuro. Pero tenemos memoria y esperanza, ejemplos de lucha y compromisos con el mañana. Vamos a estar de pie y abiertos hasta el amanecer.


Nos hemos reunido aquí para levantar, frente al silencio y la mentira, nuestra voz. Justas y juntas, indignadas y esperanzadas, repitamos las palabras que componen nuestro patrimonio: Trabajo, Dignidad, Cultura, Libertad, Igualdad, Fraternidad, Justicia Social. Y, por supuesto, compañeros y compañeras, Salud y República.


Luis García Montero


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Published on February 25, 2012 03:25

February 20, 2012

El derecho injusto

La ciudadanía menos manipulable y más comprometida ha tomado la palabra para criticar las decisiones del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial en las causas abiertas contra Baltasar Garzón. Los jueces pueden refugiarse en su saber de tecnócratas y cerrar los oídos a la crítica. Pero tal vez haya todavía demócratas que quieran una meditación social sobre la justicia.


Seguir leyendo en Publico.es – 19 febrero 2012


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Published on February 20, 2012 01:39

February 13, 2012

Hay alternativas

El economista John Maynard Keynes dio una conferencia en la Residencia de Estudiantes en junio de 1930. Sus palabras mezclaron el saber y los ejercicios proféticos. El insigne profesor del King’s College de Cambridge habló sobre la Posible situación económica de nuestros nietos. La admiración esperanzada que debió sentir el público se disuelve hoy en una sonrisa melancólica. Keynes anunciaba una próxima jornada laboral de tres horas. No haría falta más en un mundo de labores bien repartidas. Los grandes avances técnicos iban a facilitar la producción y a dignificar el trabajo.


Seguir leyendo en Publico.es – 12 febrero 2012


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Published on February 13, 2012 01:29

February 7, 2012

El paro como negocio

El paro supone una tragedia humana, pero es muy rentable para una determinada manera de entender la economía. Si no fuese un buen negocio, resultaría imposible comprender por qué, en un país tan castigado por el desempleo como España, se aprueban medidas destinadas a avivar el incendio. La obsesión por el déficit, el recorte en las inversiones públicas y la reforma laboral que marcan los pasos de la política en los últimos tiempos sólo sirven para generar más paro y debilitar los puestos de trabajo existentes. El Estado se ha convertido en una empresa con una alarmante afición al despido.


Seguir leyendo en Publico.es – 5 febrero 2012


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Published on February 07, 2012 01:24

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Luis García Montero
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