Luis García Montero's Blog, page 96

July 23, 2012

Acto de presentación de Izquierda Abierta en Málaga


Hoy lunes 23 de julio a las 20h, acto de presentación de Izquierda Abierta en el Centro Cívico, con la intervención de Luis García Montero y Gaspar Llamazares.


Lugar: Centro Cívico, Av de los Guindos, 48 (zona de la Misericordia) – MALAGA


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Published on July 23, 2012 04:14

July 20, 2012

La herencia recibida

Culpar por sistema al otro es una estrategia propia de la ratonería política. Eso es lo que hace el Gobierno actual cuando responsabiliza de los problemas de España a la gestión de Rodríguez Zapatero. España y Europa sufren una crisis política, económica y cultural de primera magnitud. Dentro de la crisis general europea, el declive de la situación española está llegando a unos extremos sociales alarmantes. Por eso conviene tomarse en serio la meditación sobre la herencia recibida y buscar la geografía profunda de las responsabilidades. ¿De qué herencia hablamos? ¿Por qué asistimos a este deterioro democrático en el que los derechos y los valores cívicos se han convertido en una mercancía prescindible, una conquista de usar y tirar?


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Published on July 20, 2012 02:51

June 6, 2012

Una forma de resistencia

En un mundo dominado por lo material pero en el que, paradójicamente, las cosas han perdido su valor, Luis García Montero emprende, con elegancia, ironía y gran sensibilidad, este hermoso inventario. Repasa y revisa algunas de sus pertenencias, guiado por la necesidad de «tocarlas una a una, como un deseo de rebeldía, como una forma de resistencia».


«Los banqueros cuentan sus beneficios, los políticos sus votos y los poetas sus cosas. Cuentan y recuentan las cosas en las que se quedó enredada su vida. En los días de meditación y soledad, de vagabundeo doméstico, tomo conciencia de que tengo la casa llena de cosas. No se trata exactamente de que me importe tirar cosas, sino de que tengo inclinación a conservar las cosas que son mi casa. Para no confundir una fiesta con un acto de barbarie, conviene pensar lo que se desecha cuando se tira la casa por la ventana. Las cosas con capacidad de convertirse en un recuerdo suponen el deseo personal de atender a la vida, de vivir con atención, con amor.»


Pequeñas piezas sobre objetos de uso tan cotidiano que a menudo nos pasan inadvertidos… Una copa, un reloj, una butaca… enseres rutinarios y aparentemente anodinos, todos ellos cobran vida y carácter propio en este hermoso libro que puede abrirse en cualquier página.


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Published on June 06, 2012 03:05

Un balón envenenado

La colección Visor de poesía tiene la costumbre de celebrar con un libro especial cada centena de títulos que alcanza su catálogo. Con motivo de la aparición del número 800 se presenta ahora esta antología de poemas dedicados al fútbol.


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Published on June 06, 2012 03:01

May 28, 2012

Presentación de Una forma de resistencia en Madrid

El próximo domingo día 3 de junio, a las 18:30 horas, en el pabellón de Actividades Banco Sabadell de la Feria del Libro de Madrid, se realizará la presentación del nuevo libro de Luis García Montero, Una forma de resistencia. El autor estará acompañado de Miguel Ríos y Juan Cruz.



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Published on May 28, 2012 23:45

May 26, 2012

Firmas en la Feria del Libro de Madrid 2012

Luis García Montero estará firmando Una forma de resistencia en la Feria del Libro de Madrid 2012 en estos momentos:


Fecha: 27 .05. 2012 | Hora: 19:00 h / 21:00 h | Caseta 70: LIBRERÍA GAZTAMBIDE


Fecha: 03 .06. 2012 | Hora: 12:00 h / 14:00 h | Caseta 126: LIBRERÍA MUGA


Fecha: 10 .06. 2012 | Hora: 19:00 h / 21:00 h | Caseta 128: PASAJES LIBRERÍA INTERNACIONAL


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Published on May 26, 2012 02:16

April 22, 2012

Conversación con un periodista

El 15 de abril se celebró un acto en homenaje del periodista José Couso, al cumplirse 9 años de su asesinato mientras cubría la guerra de Irak. La muerte de un periodista es el caso extremo de una realidad cotidiana muy difícil, en la que la dignidad de un oficio imprescindible para las sociedades democráticas se ve continuamente humillada por las presiones de los poderes económicos y por la falta de consideración a los profesionales y de respeto al trabajo bien hecho. El anuncio de que el Gobierno quiere controlar de forma férrea los informativos y la programación de RTVE es un atentado más contra el periodismo. Por eso reproduzco aquí el poema que leí en el homenaje a José Couso, “Conversación con un peridista”.


Conversación con un periodista


A José Couso

Tocar la piel del día.

Esa es tu tarea

hasta llegar al cuerpo de la historia.

Si las noticias pueden tener dueño,

los hechos no. Te llamará mañana

algún dios familiar o algún desconocido

para decirte lo que ocurre.

No aceptes su palabra

y mira con tus ojos,

habla con las razones de tu voz,

escribe con las dudas de tus manos.


Tocar la piel del día.

Debes estar allí.

Para contar la guerra,

oír la noche de los bombardeos.

Para nombrar el mundo,

sentir los ojos de la gente.

Para medir discursos,

sopesar las monedas y las sílabas

que caen en el suelo,

el funeral que llega por la plaza,

la mirilla que busca, el cañón que dispara.


Tocar la piel del día.

Estar allí para juzgar las causas,

hacerse responsable de los otros,

meditar soluciones,

el sudor de la vida, el testimonio

contra la primavera virtual,

contra el silencio de los ruidos.

Esa es tu tarea,

tu oficio maltratado,

el loco enigma de la dignidad,

el terco corazón de la conciencia.


Tocar la piel del día.

Si las noticias pueden tener dueño,

los hechos no. Procura

que la imagen no pierda su mirada,

que las palabras no traicionen

el calor de los cuerpos que las dicen,

en cada letra exista

el mundo que has vivido

para contar el mundo

y por las redacciones no se extienda

ni la rosa marchita, ni un murmullo de plástico.


Yo dependo de ti. Nunca lo olvides.


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Published on April 22, 2012 16:22

April 17, 2012

Yo no soy malo

Yo, señor, no soy malo, aunque no me falten motivos para serlo. A lo largo de estos días, he recordado muchas veces el célebre comienzo de La familia de Pascual Duarte, la narración de Camilo José Cela. En los debates públicos, parece que los ciudadanos tenemos la culpa de todo. La crisis no se debe al fracaso de la economía neoliberal, sino a la desmesura de unos ciudadanos que han vivido por encima de sus posibilidades. El respeto a la libertad sexual vuelve a convertirse en un problema para los que aspiran a regular la naturaleza según la lógica del infierno y el pecado. Y la degradación de los servicios públicos está relacionada con el deseo de los funcionarios de no cumplir con su trabajo. Cargamos todos con toda la culpa de todo.


El escepticismo prudente tiene su justificación y su virtud. Después de tantas decepciones graves, es mejor no dejarse arrastrar por quimeras y sostener una sensata conciencia crítica. Pero cuando el escepticismo se transforma en un descrédito fundamentalista de los ámbitos públicos y las ilusiones colectivas, acaba rebotando en el espejo del Estado y cayendo sobre los hombros de los ciudadanos. De ese modo las decepciones se resuelven con una sistemática criminalización de los individuos. Sí, la economía neoliberal, que con tanta insistencia defiende los ámbitos privados y la desregulación, conduce también, como los totalitarismo, a la criminalización de los individuos.


Este proceso lo ha hecho evidente el Ministerio del Interior al pretender penalizar la resistencia pasiva y pedir dos años de cárcel para los convocantes por Internet de concentraciones que desemboquen en actos violentos. Es difícil pisar un charco tan fangoso a la hora ofender la libertad. ¿Cómo se puede confundir la responsabilidad de una convocatoria y el comportamiento posterior de algunos participantes? En esa confusión corre un peligro muy serio la democracia.


Pues yo no quiero que me criminalicen. Yo no soy un extremista, ni un populista antisistema. Yo no soy malo.


Yo soy el estudiante que intenta defender la educación pública, con calefacción en las aulas del invierno y con profesores en los colegios y los institutos. Salgo a la calle y protesto.


Yo soy la mujer que se niega a ser tratada como asesina de niños por defender una ley digna de interrupción del embarazo. Soy la mujer que no está dispuesta a que desaparezcan las inversiones contra la violencia de género. Salgo a la calle y protesto.


Yo soy el homosexual que no comprende cómo se permite que un obispo, en la televisión pública de un Estado laico, pierda los papeles y se gaste mis impuestos en pregonar barbaridades contra la dignidad humana. Salgo a la calle y protesto.


Yo soy el ciudadano que quiere una democracia real, no un ámbito oficial manipulador de los programas electorales y los votos. Salgo a la calle y protesto.


Yo soy el funcionario que no resiste más desprecios y que no permite que se le falte el respeto a su trabajo con chistes sobre la hora del café, la lectura del periódico y la holgazanería. Salgo a la calle y protesto.


Yo soy el trabajador con derecho a organizar una huelga general y un piquete, cansado de que los gobernantes legislen al servicio de la economía especulativa. Yo soy incluso el pequeño y mediano empresario que defiende la economía productiva, porque la mayor parte de nosotros no son líderes del IBEX 35 o de la banca alemana, sino gente angustiada que necesita animar las ciudades, abrir sus tiendas, mantener sus negocios, y para eso hace falta que los individuos tengan un euro de más en el bolsillo y una culpa de menos en la cabeza.


Si el escepticismo se convierte en el descrédito perpetuo de los ciudadanos, el necesario sentido de la responsabilidad acaba diluido en el sumidero de la culpa. La desconfianza generalizada impide cualquier instinto de compasión y solidaridad. Y esa criminalización del individuo consigue enviar dos mensajes muy reaccionarios: cada cual es responsable de su pobreza y todo pensamiento crítico es un anticipo de la violencia. Esta mentalidad reaccionaria se ha hecho inevitable para mantener un orden desequilibrado e injusto. Todo acto de ilusión, de protesta colectiva, de defensa de derechos, puede caracterizarse así como un problema de orden público.


La pretensión de solucionar los desarreglos sociales endureciendo el derecho penal participa de esta lógica. El populismo interioriza con facilidad la desconfianza, la indignación contra el otro y contra uno mismo. El Estado injusto necesita hacernos culpables personales de sus injusticias. Pues no, yo no soy malo, aunque cada vez tenga más motivos para serlo.


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Published on April 17, 2012 07:58

March 25, 2012

Una nueva ilusión

La historia nos ha enseñado ya una lección: el fin no justifica los medios. Ahora resulta urgente aprender otra: los medios necesitan un fin. Si no somos capaces de generar una nueva ilusión, un fin compartido, todo se convierte en una retórica hueca. La democracia, la política, las leyes y los ejercicios intelectuales, si se olvidan de la realidad última de un mundo injusto, son una máscara, un ritual de tecnócratas, las reglas de un juego cínico. A través de esa estrategia, el dolor y el desamparo ordenan la vida y ocupan el terreno que deja nuestra falta de decisión. La conciencia de la injusticia funda la verdad. La raíz de la sabiduría es el desprecio de la injusticia. Cuando olvidamos su raíz y su conciencia, la democracia nos mira con los ojos vacíos de una máscara.

Las utopías han trazado un camino lleno de trampas y de infiernos. En nombre de un futuro perfecto, los comisarios borraron el presente, las víctimas se convirtieron en verdugos y se negó cualquier límite propuesto por la ética. Fue entonces necesario sospechar del discurso de la Historia, de las coartadas sugeridas por el porvenir, y recordar que el presente es el espacio de la decisión, el campo moral en el que nos definimos como individuos. Frente a los pragmáticos, los profesionales del futuro y los nihilistas, hizo falta volver a hablar de valores. Aún a riego de ser desacreditados como moralistas o buenistas, parecía imprescindible recordar que el fin no justificaba los medios.

Pero la conversación ética de la actualidad se juega ahora en otro escenario. Los medios, controlados por el poder financiero, son el disfraz de la injusticia, la buena letra de la mentira, la niebla que oculta el paisaje. Son la nocturnidad que facilita el crimen. Uno lee las constituciones y parecen novelas de caballería leídas por quijotes que confunden la realidad y la ficción. Los derechos funcionan en la mayoría de los casos como supersticiones. La retórica de las leyes está hueca. Estamos tan mediatizados que es imposible mantener un diálogo directo con el mundo, con nuestro cuerpo, con nuestra conciencia. Somos sujetos virtuales, estamos separados de una experiencia real de la historia.

De ahí que sea urgente recordar ahora que los medios son una máscara cuando se separan de sus fines. La democracia es una palabra inútil si se separa de la libertad social de los individuos. La política se convierte en una farsa si no aspira de manera prioritaria a reparar las injusticias reales. Las leyes son meros protocolos de cinismo si no se comprometen con la justicia y con la igualdad. Y los ejercicios intelectuales fluyen como un simple espectáculo de diversión para las élites culturales -muy parecido en el fondo a la zafiedad de la telebasura-, si se despreocupan de la transformación del mundo y de los compromisos del ser humano con la vida. Asumir el pensamiento ético es decidirse a habitar la extensión que hay entre el paraíso y el infierno, entre la sublimidad sin olores reales y la pestilencia de los vertederos.

Más allá de todas las interpretaciones, hay que ser muy cínico para negar que la democracia, las leyes y las nuevas formas del saber se han acomodado a una existencia dispuesta a convivir con la injusticia. Conviene, pues, recordarles que no son un fin en sí mismas, sino un medio para llegar a un fin. Olvidadas de este fin, carecen de sentido, si no es el de servir como coartada y embellecimiento de la desolación.

Recordarle a los medios que no pueden desprenderse de su fin supone recuperar la voluntad de relato, destacar de nuevo la importancia de las ilusiones históricas. La experiencia obliga a no desentenderse del presente, a no descuidar los valores, a no separar el futuro del presente. Pero en tiempos de descrédito y de protocolos huecos, es imprescindible apostar por la ilusión, volver a la historia, quizás a aquello que Albert Camus llamó las utopías modestas. Quitarle grandilocuencia a las promesas supone vincularse éticamente con la realidad. Las ilusiones no tienen derecho a negar la realidad, pero sí a decidir sobre ella y a imaginar horizontes menos injustos. Las leyes, las políticas y la inteligencia humana deben volver a ser algo más que un protocolo.

El descrédito propone la renuncia. Los tiempos de descrédito son una invitación a la parálisis. Volver al relato, a la ilusión, a la historia, es regresar a la decisión, reclamar la soberanía ante las máscaras del poder.


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Published on March 25, 2012 15:33

March 19, 2012

Tiempo de sequía

Un mar sin agua es el sueño de las ratas. No resulta difícil intuir la imaginación hirviente de estos animales acostumbrados a los sótanos. Aspiran a poseer el mar como un reino propicio. El agua marina les impide olfatear el fondo de los océanos, los restos de mil naufragios, la carne y la raspa de los peces, los helechos, los tesoros, el cadáver de los ahogados. Ese es el sueño. Cuánta superficie libre y sin normas al servicio de las ratas si el agua llega a evaporarse, como se están evaporando la democracia, las constituciones, los derechos cívicos y el respeto a las personas.

En tiempos de sequía extrema, la comunidad se deshace igual que cualquier ecosistema. La evaporación actúa como un desequilibrio, como una barbarie, sin la reparación minuciosa de la lluvia. “Bruscamente la tarde se ha aclarado / porque ya cae la lluvia minuciosa”, escribió Borges. La buena lluvia es minuciosa, llega a cualquier sitio, lo humedece todo. Son muchas gotas las que se reparten sobre la piel de una ciudad. Fragmentar el agua es bueno si cada gota sirve para conformar la lluvia, su minuciosa voluntad colectiva. Una gota por separado es un grifo que se desangra, un aliado de la sequía.

Confieso que me descompone la palabra emprendedor. No la resisto bien. Por mi reacción antipática cada vez que la pronuncia un optimista de los nuevos tiempos, pudiera entenderse que soy enemigo de las energías y el talento de los individuos. No es verdad, creo en el talento y en la energía. Leo Messi no juega el balón lo mismo que fulanito de tal, y un central correoso, con su insistencia, su dedicación, su disciplinada energía, es mucho más útil para un equipo que el cínico o el apático dispuesto a renunciar a la media hora de partido. La poesía enseña a ser partidario de la soledad consciente, el hallazgo personal, el adjetivo preciso, la singularidad. Pero también enseña la importancia del diálogo con el lector. La lectura es un juego de equipo. Si detesto lo que encierra la palabra emprendedor, es porque en tiempos de sequía parece utilizada para negar las palabras equipo y diálogo.

La economía actual afirma que el mundo es de los emprendedores y separa al individuo de la comunidad, es decir, al genio o al jugador correoso de sus equipos y sus diálogos. Una evaporación sin lluvia es el sueño de las ratas. De ahí que haya un esfuerzo seco por desacreditar las soluciones colectivas, los derechos, las defensas y las ilusiones compartidas. De ahí que se halague la iniciativa privada, el carácter emprendedor de los individuos separados de su capacidad de confiar en algo más que en sus propias fuerzas. Y una fuerza individual, en el mejor de los casos, sirve para dar testimonio ético de los valores justos de una comunidad, pero no para oponerse a las mafias poderosas que quieren asaltar los valores de esa comunidad.

Las tensiones entre el yo y el sistema fueron la clave de la crisis romántica, el eje de su literatura. La última gran encarnación de este argumento nos la ofrece el cine americano cuando un detective privado o un policía que no quiere renunciar a su honradez se enfrentan a la corrupción de sus jefes, de los alcaldes y los representantes del Estado. La insistencia de la terca rebeldía individual resulta imprescindible cuando está articulada con los valores sociales de la justicia, cuando sirve a la verdad y a la reparación. Desarticulado de la sociedad, olvidado de los vínculos, el lobo estepario es el mejor argumento de los cínicos que pretenden negar la convivencia.

Así funciona hoy la palabra emprendedor. No es raro que aparezca una y otra vez en la boca de los padres de la patria para coincidir con el desprestigio de las organizaciones sociales. En un lado de la balanza, el ataque a los sindicatos, a los partidos políticos, a los servicios públicos y a los derechos cívicos; en el otro lado, la magia individual del emprendedor, la nueva versión económica del lobo estepario.

El lobo estepario corre el peligro de convertirse en la rata que sueña con la desaparición del agua marina. Los verdaderos lobos románticos trabajan hoy para defender palabras como organización y comunidad. Esa es su soledad, su rebeldía, ante las ratas que sólo piensan en aprovecharse durante unos años de los fangos de un mar sin agua. Convierten la vida, con sus naufragios y sus ruinas, en un vertedero. Y no es lo mismo un naufragio que un vertedero. Y no es lo mismo un cambio de tiempo que un vertedero. No es lo mismo.

Tarea de resistencia: que los lobos esteparios se miren al espejo y no se vean convertidos en ratas emprendedoras.  

 


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Published on March 19, 2012 03:19

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