Kate Lynnon's Blog, page 4

June 19, 2021

Secretos y otras confesiones

Ya estoy fuera del armario para la mayoría de mis alumnes.

Fuera del armario como escritora. Lo otro, «ya tal», que diría el gran humorista Mariano Rajoy. Y ha costado, no os vayáis a pensar.

Habrá quien se sorprenda. ¿Por qué no querrías que tus alumnes supieran que escribes? Fue una de las primeras preguntas que me hicieron en 1º de bachillerato cuando fui a darles una charla sobre escritura creativa, de hecho: «¿Por qué no nos dijiste nada de esto el año pasado, profe?» ¿El arte no es algo de lo que enorgullecerse? ¿No podría ser una buena oportunidad para vender más libros, incluso? ¿O para animar a les adolescentes a que lean más, aunque sea solo por la curiosidad de «Esto lo hizo la que me da Inglés»?

Pues sí, eso estaría muy bien… si todos mis libros fueran como Las lágrimas de los dioses. Si me dedicase solo a escribir fantasía con mensajes positivos sobre abandonar los prejuicios, ser valiente y no perder la esperanza en que el mundo puede ser un lugar mejor, tened por seguro que desde los primeros días de curso lo habría dejado caer sutilmente. Tampoco tendría ningún problema con El año de Emilia, que es como una sitcom adolescente de los 90 que defiende valores como la verdadera amistad, el ser tú misma y, de nuevo, sacudirse los prejuicios.

El problema está en las dos primeras novelas, aunque creo que a día de hoy es difícil conseguir una copia. E incluso en Perlas malditas, si no fuera porque a la mayoría de gente le nombras la poesía y es como mentarle la bicha. No me arrepiento de haber escrito erótica. Y, por lo que me ha dicho cierto alumno con el que tengo confianza, la mayoría han leído y visto cosas que harían que la escena más fuerte de cualquiera de mis escritos sea digna de My Little Pony en comparación. Aun así, una es pacífica y no quiere buscarse problemas con las familias. También reconozco que he mejorado mucho desde Deseos internos y Caer en la tentación en todos los aspectos… y que esto último no es más que una burda excusa.

Todo mi miedo viene de que es (¡sorpresa!) erótica lésbica.

Y eso podría hacer que mis alumnes se planteasen ciertas preguntas sobre mí. Quizás algunes ya lo sospechen, sobre todo uno que cada dos por tres cotillea mi cuenta de Twitter desde que sabe que tengo una. No es muy difícil imaginárselo teniendo en cuenta que tres de mis cinco libros tienen protagonistas sáficas, que de vez en cuando retuiteo o contesto a cosas en defensa del colectivo y que el nombre de Tara Maclay ha aparecido más de una vez, aunque a lo mejor el fangirleo con ella no ha sido tan intenso como con un tal Kirigan.  

A veces pienso que qué más da. De perdidos al río: me quedan un par de semanas allí; a partir de septiembre estaré a unos cuantos kilómetros de distancia y, como máximo, tendré contacto con elles a través de Internet si yo quiero. Mi lado cobarde, en cambio, no deja de pensar que en dos semanas —más las que me quedan de poner cosas en orden, mudanzas, papeleos, etcétera— pueden pasar muchas cosas y que no deja de ser un pueblo de trogloditas. Que tal vez ahora les caiga bien porque soy una profesora joven, poco exigente, tengo sentido del humor y de vez en cuando ejerzo de hermana más que de madre, pero quizás no les guste tanto si se enteran de que no soy tan «normal» y les da por hacerme alguna putada. Y hasta me he puesto el candadito en la cuenta por si acaso y he preferido publicar este texto en el blog con la esperanza de que la pereza les pueda más y no se lean algo tan largo.

Y luego está la activista que hay en mí, la guerrera. La que se emociona cuando Emma(*) le confiesa en una redacción que le gustan las chicas. La que se cabrea cuando Damián se enfurruña porque alguien de su clase bromea sobre que es bisexual. Y, para colmo, cuando le intenta explicar que, aunque lo fuera, no tendría nada de malo y no debería avergonzarse, quiere pegar al capullo de Nacho, que está por detrás en plan mosca cojonera diciendo «Bueno, según se mire, profe». A la que se le encoge el corazón al enterarse de que uno de los detonantes de la brutal crisis que ha llevado a Estela al hospital este año ha sido que su mejor amiga no aceptó bien que fuera sáfica. A esa yo en más de una ocasión se le pasa por la cabeza soltar «Pues yo soy bisexual, ¿algún problema?», aunque sea solo para darles un buen corte a los Nachos y otros trogloditas que pululan por ahí.

Habrá quien me diga que qué sentido tiene. ¿Para qué el Orgullo, para qué el activismo? ¡Si ya podemos casarnos todes con todes! ¡Si ya hay personajes queer metidos con calzador en todas las series! ¿Qué más queremos? ¿Imponer una dictadura en la que esté mal visto o incluso prohibido ser hetero? Obviamente no. Sí puede ser que dentro del colectivo exista gente tan llena de rencor que se le haya pasado por la cabeza, pero os puedo asegurar que la mayoría no somos así. Lo único que perseguimos es lo mismo que el resto de personas: poder llevar una vida normal y feliz, existir de una forma sana, sin tener que escondernos, sin dar explicaciones, sin pasar miedo

Y ahora viene la segunda parte que me suelen replicar: ¿tú de qué tienes que esconderte? ¡Si llevas mogollón de años saliendo con un chico! (esto sí que es salir del armario en toda regla, hoygan, yo que nunca hablaba de mi vida privada) PUES PRECISAMENTE DE ESO, MARICARMEN. Aparte de por proteger la privacidad de una de las personas más importantes de mi vida, uno de los principales motivos por los que nunca he hecho una sola referencia a mi pareja en este blog ni en ninguna de mis redes sociales —incluso estuve a punto de dedicarle uno de mis libros y cambié de idea en el último momento— es que tarde o temprano se me acabaría escapando su género. ¿Y sabéis qué pasa? Que todavía hay mucha gente dentro del propio colectivo LGBT+ a la que se le olvida que existe la letra B o que desconfía de ella, con lo cual, a ojos de más de una, me convertiría en «la hetero esa que está obsesionada con escribir bollodramas y apropiarse de nuestra erótica» o «la lesbiana reprimida con un novio florero». Ya, lo sé, ni siquiera soy lo suficientemente famosa como para que se arme tal escándalo, pero si ya tengo poco éxito ahora, imagina si empiezan a sospechar que soy una impostora. Y, francamente, a veces yo misma me acabo sintiendo como una.

¿Y qué decir del lado hetero, del lado normativo de la sociedad? Paso perfectamente por una más; debería contentarme con ello y ya está, ¿verdad? ¿Para qué meterme en líos? Pues no, señora. ¿Por qué debería alegrarme de «colar»? Sí, estoy muy de acuerdo con quienes dicen que no tengo necesidad de ir pregonando a los cuatro vientos por quién me siento o dejo de sentirme atraída, pero es tan parte de mi identidad como saber alemán, escuchar rock y metal y haber crecido en los 90. Si bien ninguna de esas tres cosas las voy contando y exhibiendo a todas horas, en más de una conversación han salido de forma natural y yo no he hecho nada por ocultarlas. Bueno, hay quien dice que mis gustos musicales son fáciles de detectar por mi forma de vestir y puede que me haya «quitado» algún año por pura coquetería, pero anda que no hemos comentado veces entre compañeres series de nuestra infancia, bandas míticas que nos gustan o países que hemos visitado.

Con mi orientación sexual, en cambio, es muy distinto. Y no creáis que es falta de oportunidades, que el tema «no surge»: soy yo quien juega activamente al despiste. Fue una de mis compañeras la que me recomendó ver Bridgerton porque era una serie bastante erótica y porque el protagonista estaba de muy buen ver; perfectamente podría haberle preguntado si había tías buenas además de tíos buenos. No lo hice. O más de una vez, en la cafetería o en la sala de profesores, se comparten anécdotas sobre parejas presentes o pasadas. ¿Sabéis qué suelo hacer yo? Cuando la relación que había entre la persona en cuestión y yo no es tan relevante en la anécdota, «Tuve una ex novia que» o «Mi ex novia» se convierte en «Una amiga mía» (por ejemplo: «Una amiga mía se volvía loca si no comía carne cada dos o tres días».) Y si no, contarla de tal manera que no quede claro el género de la otra persona («Mi ex estaba tan enamorada de Angelina Jolie que le cogí un poco de manía» se convierte en «No soporto a Angelina Jolie desde que salí con alguien a quien solo le faltaba construirle un altar»). Después de tantos años, soy una maestra en darles la vuelta a las frases para no despertar sospechas. Llevo haciéndolo desde el instituto para que mis amigas no se imaginasen que quien me gustaba no era Jorge de 4ºA, sino Silvia de 1º de bachillerato C. 

Contar todo esto me hace sentir como una hipócrita de mierda. ¿Dónde está todo ese activismo, toda esa vena reivindicativa? Puede que yo esté orgullosa y tenga claro que no tiene nada de malo que me gusten mi género y todos los demás, pero el problema es que no sé cómo se lo tomarán las chicas con las que me bebo el zumo de los recreos o si la onda acabará llegando a las familias de mis alumnes y protestarán a Educación por la pervertida que está adoctrinando a sus hijes… aunque yo lo máximo que haya hecho en clase haya sido reñirles por usar «maricón» como insulto.  

Y de ahí la eterna dualidad, la encrucijada, la pescadilla que se muerde la cola: ¿alzar la voz y asumir el riesgo de terminar lapidada real o metafóricamente o seguir callándome, agachando la cabeza y dejar que todo continúe igual? Porque alguien tendrá que hacer algo. Alguien tendrá que decirles a las Emmas y los Damianes en el armario —que alguno habrá, seguro— que no están soles. Alguien tendrá que demostrarles que existimos y que la elección no es o estar en las sombras o sufrir tanto como Estela, que algunes hasta llegamos a estudiar una carrera, darles clase y tener una vida bastante buena. Por muy genial e importante que sea la ficción, un personaje de una serie no puede reemplazar a alguien de tu entorno cercano.

Entonces leo este hilo de Nando López, un profesor y escritor famoso por sus novelas llenas de representación y su activismo dentro y fuera de las redes sociales, y a toda la gente aplaudiendo y diciendo que ojalá hubiera más Lydias en la educación… y duele. Duele pensar que, aunque yo ya he superado la fase de enfrentarme a un tribunal que me diga que no sirvo para esto, nunca podré ser una Lydia. No es ya porque no tenga sus ovarios, sino porque sigo sintiendo que, al no tener una pulsera arcoíris que enseñarles ni poder hablarles de mi vida con Raquel, no tengo la misma fuerza, tal vez ni siquiera el mismo derecho. Bifobia interiorizada, creo que lo llaman.

El otro día, Emma me entregó la redacción de tema libre que le pedí. Estaba muy bien escrita y argumentada y trataba sobre el Orgullo LGBT+, sus orígenes y por qué hoy en día aún es muy necesario. Me fijé en que en la muñeca llevaba una pulsera con los colores de la bandera lésbica. No tengo ni idea de si el resto de su clase sabe lo que significa ni si se lo ha contado a su familia. Solo sé que la admiro: con menos de la mitad de años que yo, se la ve mucho más valiente y segura de sí misma de lo que yo lo he sido jamás. Quizás ella no necesite ningún referente, sino que acabe convirtiéndose en uno. Tal vez con ella empiece el cambio, tan necesario en ese dichoso pueblo.

Aún hay esperanza.

PD. Han pasado unos días desde que empecé a escribir este artículo y han cambiado algunas cosas. Ya me he despedido de mis alumnes. Algunes han venido a hacerse fotos conmigo y a pedirme algún abrazo (¿COVID? ¿Qué COVID?), otres incluso me han dado regalos. Ha habido lágrimas, palabras muy bonitas y algún que otro mensajito muy sentido. No está bien decir que tengo alumnes favorites, pero debo reconocer que ha habido algunes con les que la relación ha sido más cercana o a les que sentía que tenía algo que decirles antes de marcharme, así que les he escrito cartas, con su papel de colores y sus sobres cerrados. A algunes de elles sí les he revelado ese detalle porque me parecía que merecían saberlo. ¿Servirá para algo? No lo sé. Tal vez simplemente sea un primer, pequeño paso para mí. Tal vez les ayude a entender, en parte, por qué hemos conectado especialmente.

(*) Ninguno de los nombres que aparecen en este artículo son reales. Todos se han cambiado por mantener la privacidad de les aludides.

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Published on June 19, 2021 02:42

June 14, 2021

Book Tag: Mes de junio

Después de buscar unos cuantos y no encontrar ninguno que me convenciera del todo, he decidido intentarlo por primera vez: ¡me he lanzado a crear mi propio book tag dedicado al mes de junio! Siempre ha sido uno de mis meses favoritos del año, si no mi favorito (vaya, vaya, ¿por qué será?), así que me parece bastante apropiado que este sea mi primer tag literario de cosecha propia. Será cortito porque, como ya sabéis, mis números favoritos son el 7 y el 9, así que he decidido reducirlo a 9 preguntas. Puede que algunas las haya tomado prestadas book tags similares que he visto en otros blogs, pero en general me he basado en fechas importantes y elementos que yo personalmente asocio con este mes tan emocionante y luminoso. Así que, sin darle más vueltas, ¡vamos allá!

Primeros días del mes: un comienzo con mucha fuerza

Para mí, los primeros días de junio siempre están llenos de emoción y promesas, así que esta primera pregunta tenía que estar relacionada con libros que empiezan fuerte, de esos que ya desde las primeras páginas te dejan K. O. Y, si he de ser sincera, tengo unos cuantos candidatos.

Por nombrar uno de los más recientes, aunque por desgracia lo he leído en el momento más inoportuno —he estado pasando por una época «complicada» en la que necesitaba leer algo mucho más ligero y cómico, y esta novela corta es todo lo contrario—, La perla de John Steinbeck encaja muy bien en la descripción. El primer capítulo ya nos muestra a una familia pobre y trabajadora que se quiere mucho… y nos deja con el corazón en un puño cuando un escorpión pica al bebé, lo cual nos da a entender que hay altas posibilidades de que muera. Dejando de lado que es un libro muy triste y doloroso de leer, lo recomiendo porque las descripciones son sublimes, el mensaje que transmite es muy importante y en ocasiones parece tener su propia banda sonora.

Mañanas de brisa fresquita con tardes calurosas: un libro que tenga todos los ingredientes que te gustan

A mí, personalmente, me encanta el tiempo de finales de mayo y principios de junio o el que solía haber antes de que el cambio climático lo trastocara todo: ese dulce equilibrio entre fresquito y calor, cuando la primavera todavía no se  ha marchado y el verano todavía no ha terminado de llegar; cuando ya puedes ir en manga corta, pero el viento aún te mordisquea.

Ya sabéis cuáles son algunos de mis ingredientes favoritos: salseo, magia elemental, escenas de entrenamientos, un grupo de amigos, identidades ocultas, intrigas… Lo dije una vez más y lo seguiré diciendo: ¡ojalá la saga de La Segunda Revolución se me hubiera ocurrido a mí!

O, alternativamente, puesto que ya los he mencionado muchas veces, podríamos poner la saga de Kyoshi, que además tiene una protagonista bisexual y está ambientada en el Avatarverso. ¡Sí, es mi book tag y hago trampas cuando me da la gana!

Día Mundial del Medioambiente: un libro que hayas leído únicamente en digital

Debo aclarar que no suelo leer en digital (lo sé, lo sé…) porque aún no me he comprado un e-reader y donde más me gusta leer es en la cama, así que los epubs y PDFs no son todavía muy prácticos para mí. Además, una tiene sus ciertos fetiches con los libros en papel… que espera superar algún día por el bien de nuestro planeta… y de sus estanterías sobrepobladas. Para quienes sí leen a menudo en digital, una alternativa a esta pregunta puede ser Día del Medioambiente: un libro con un poderoso mensaje ecologista.

En mi caso, un libro que he leído únicamente en digital —y ya le dediqué su propia entrada y todo, como es debido— fue Un puñado de relatos, de mi querida María Vázquez alias Frida. Ya comenté mis impresiones en su momento, así que solo me queda animaros a que vosotres también lo hagáis.

Últimos días de curso: un libro que sea una montaña rusa emocional

Si sois profes, ya sabéis de qué hablo; si fuisteis alumnos, tal vez tenga que refrescaros la memoria. Un examen tras otro, recuperaciones, clases en las que no se hace nada porque ya no queda temario que dar, unas ganas irrefrenables de que todo acabe y lleguen las vacaciones, pero a la vez un cierto vértigo por decir adiós al curso que dejas atrás, la incredulidad de que ya hayan pasado nueve meses, la incertidumbre de qué pasará en verano y de cómo será el siguiente año, perder de vista a profesores y compañeres, algún que otro recital o exhibición de fin de curso… ¿Os suena de algo todo esto?

Intento variar los libros de los que hablo, pero lo siento: si oigo la definición montaña rusa emocional, el título que me viene a la cabeza de inmediato es Tormenta de Espadas de George R. R. Martin, el tercer volumen de la saga Canción de Hielo y Fuego. A partir de cierto capítulo, para mí pasar de página era un «¿¡QUÉEEE!?» tras otro, cada escena era una sorpresa más grande y perturbadora que la anterior. Si hubiera tenido a Martin delante no habría sabido si zarandearlo por hacérmelo pasar tan mal o si darle un aplauso y declararle mi eterna admiración. Me encanta que me sorprendan.

Solsticio: un libro que se te hizo muy corto

¡Ah, la noche más corta del año! O el día más largo. Podría haber dicho lo contrario, pero eso supondría la oportunidad de hablar mal de una obra y su autore, y junio me transmite buenas vibraciones, así que prefiero quedarme en el lado más positivo de la balanza.

Incluir aquí cualquier novela gráfica sería hacer trampas descaradamente, así que voy a optar por algo un poco más honrado. Aunque es verdad que el libro no es demasiado largo, Futuros perdidos de Lisa Tuttle se lee muy bien —aunque al principio es pura paranoia y no tienes muy claro quién eres ni dónde estás—, se hace ameno y te lo acabas merendando en poco tiempo porque te deja con ganas de saber cómo se resolverá todo.

Comienzo del verano: un libro al que le tengas muchas ganas

Sí, podría parecer lo mismo que la anterior, pero no lo es. El solsticio es un fenómeno astronómico que se corresponde con el día más largo o la noche más corta del año y, por ello, marca el comienzo del verano, pero el comienzo del verano es algo social, cultural y emocional. El comienzo del verano puede ocurrir antes, al mismo tiempo o después del solsticio, es algo totalmente independiente. Yo, personalmente, lo espero con muchas ansias porque para mí implica buen tiempo, ropa más cómoda y ligera, más tiempo libre y volver a casa.

El libro al que más ganas tengo de mi interminable lista de pendientes, ahora mismo es Seis de cuervos de Leigh Bardugo. Me lo acabé comprando a raíz de la fiebre causada por el estreno de Shadow and Bone en Netflix, y como en el fondo mi corazoncito pertenece a la fantasía juvenil, tiene muchas papeletas para gustarme. Confieso que me leí los dos primeros capítulos, pero creo que tendré que volver a empezarlos porque han pasado unas cuantas semanas y han pasado otras cosas por mis manos entre medias.

Hoguera de San Juan: un libro al que prenderías fuego

No hay mucho que decir del título de esta pregunta. Creo que se explica por sí sola.

La aprovecharé para nombrar una de mis mayores decepciones de lo que llevamos de año: Mundo Infierno, de Philip José Farmer. Es uno de los pocos libros que he dejado sin terminar —y mira que no abultaba mucho— porque me estaba pareciendo infernalmente aburrido. No lo sé, quizás algún día lo retome y cambie de opinión, pero lo poco que recuerdo por mí podría arder en el lugar que le da título.

Aniversario de los disturbios de Stonewall: un libro con buenos personajes o tramas LGBT+

Ya que este mes no va a haber entrada especial para celebrar el Orgullo en mi blog, no podía faltar alguna referencia a tan señalada fecha: el 28 de junio.

Por suerte, entre las obras de autores jóvenes tengo unos cuantos para elegir y hay muy buenos ejemplos, así que de momento se lo voy a dar a mi lectura más reciente: la novela gráfica Princess Princess Ever After, que en español tradujeron como Érase una vez dos princesas. Creo que no hace falta que diga nada más, ¿verdad? Bueno, sí: hay dragones, momentos cómicos, stop gordofobia y transmite el importante mensaje de que hay muchas maneras diferentes de ser una heroína.

Vacaciones: ¿qué libros entran en tus planes para este verano?

Aparte de todos los que pueda quitarme de en medio de mi lista de pendientes (hay alguno de Martin, el que escribieron Martin y Tuttle juntos, la trilogía de Vance…) y el Seis de cuervos que he nombrado antes, uno que tiene que caer sí o sí este verano es Nacido de hombre y mujer, de Richard Matheson. Veréis: el título completo del libro es Nacido de hombre y mujer y otros relatos espeluznantes… y, por una vez, alguno de los relatos ha resultado cumplir lo que promete. Como soy un poco cagona sensible al terror, solo puedo leer y ver cosas de este género cuando sé que voy a pasar una buena temporada durmiendo acompañada y en un entorno en el que me siento a gusto, o corro peligro de sufrir un brote de insomnio que me dure tres meses.

No etiqueto a nadie porque no me gusta demasiado dar la lata con estas cosas, pero animo a quien le apetezca a hacerlo. También sentíos libres de tomar prestado este book tag para vuestros blogs y redes sociales pero, por favor, enlazad a este blog y dadme crédito. ¡Me haría mucha ilusión!

Saludos veraniegos,

Vuestra Kate

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Published on June 14, 2021 09:24

June 12, 2021

Mi refugio

No me gusta entrar en terrenos tan personales, pero no estoy pasando por un buen momento. Esto no es fácil de explicar ni de comprender, ni siquiera para mí pues, para muches, soy lo que llamarían una privilegiada de mierda: tengo un trabajo con unas condiciones más que decentes, una buena vida social, mi familia está bien —a bastantes kilómetros de distancia, pero bien—, parece que mis problemas de salud(*) se han ido solucionando en la medida de lo posible, se avecinan algunos cambios para mejor… Y, aun así, estas últimas semanas están siendo una pesadilla a nivel mental y emocional para mí. Se dice que los finales de curso siempre son caóticos y estresantes, pero este está siendo mucho peor que cualquiera de los dos anteriores.

Bueno, ¿qué coño el final de curso? Para mí esto está siendo la guinda de un pastel de mierda que lleva durando meses.

Está siendo un año muy raro. Visto desde fuera, tiene todos los ingredientes para ser glorioso, el mejor año que he tenido en mi vida (al menos en cuanto a eso que llaman mi «trabajo nutricional»); sin embargo, está siendo todo lo contrario. Yo lo achaco, en parte, a esa especie de enajenación mental transitoria que se ha apoderado de todes nosotres al volver a la realidad mal y pronto, con parches por todas partes, después del encierro y la pandemia. Supongo que eso es lo que ha hecho que muchas de las personas que me rodean se comporten de forma anómala y, de algún modo, me haya terminado «salpicando» a mí también. Es decir, si en tu entorno ocurren cosas extrañas cada poco tiempo, desde vandalismo, acoso, intentos de agresión y hasta suicidios, por mucho que no estuvieras delante o apenas conocieras a les implicades, digo yo que en algo te acabará afectando. Sobre todo cuando eres como yo y tienes una cierta cochina manía de pensar que tú podrías ser la siguiente.

Pero yo esta vez no había venido aquí a quejarme de mi trabajo. Tal vez no sea más que una millennial de piel fina que no sirve para la realidad. De lo que quería hablar es de otro problema: el de la desconexión, el cómo recargar las pilas para evitar que esto nos supere por completo. Una vez leí una frase muy acertada, creo que de Ray Bradbury que decía: «Hay que inyectarse de fantasía cada día para no morir de realidad». Una vía de escape es muy necesaria.

Precisamente, uno de los efectos secundarios de esto es que últimamente soy incapaz de escribir ficción. Desde el relato aquel con el que creí que por fin iba a volver a la escritura, no he logrado sacar una sola línea de esta cabecita. Todo lo que se me ocurre está inconexo, no vale como disparador para empezar nada, y las pocas ideas más definidas no me apetecen lo suficiente. Recibí una propuesta para participar en una antología, pero se aleja tanto de lo que suelo hacer que no me siento con fuerzas. Lo único que he conseguido componer han sido algunos poemas tristes, oscuros e introspectivos, una especie de vómito de sentimientos en los momentos en los que ya no aguantaba más.

Solo quedar con mis amigues los fines de semana o salir a tomar algo con compañeres de trabajo —en especial con un compañero de trabajo, ya que la mayoría están demasiado atareades estudiando para las oposiciones— me aliviaba momentáneamente de cómo se me caía encima la casa entre la frustración de «debería adelantar trabajo» y «ya no queda nada que pueda adelantar, solo puedo esperar a que llegue el plazo siguiente». Y debo reconocer que, aunque aprecio mucho a mis compañeres, siempre acabamos despotricando del trabajo, lo cual, por muy divertido que sea, resulta contraproducente.

Y mejor que no hablemos de las redes sociales. Mi querida Gusa Pira siempre dice que, si no te gusta Twitter, es porque no sigues a la gente adecuada pero, incluso aunque te rodees solo de gente afín a ti, hay cosas de las que no puedes huir. El llamado litetwitter —o sea, la comunidad de escritores en Pajaritolandia— no es, ni mucho menos, un oasis sin polémicas ni trolls. Sin ir más lejos, el otro día hubo pelea sobre si era mejor escribir en primera o tercera persona. Como si no dependiera del tipo de historia, la situación o los gustos de le escritore. Por otro lado, ¿no he comentado antes que llevo un tiempo en medio de un bloqueo creativo? Ver cómo les demás van avanzando mientras tú sigues estancada, toparte con interminables consejos de técnica y marketing que te llenan de una pereza increíble y te dan ganas de dedicarte a otra cosa y la sensación constante de ser una gota de agua insignificante en un océano inmenso en el que a cualquier otra gota le hacen mucho más caso que a ti no son de mucha ayuda que digamos.

Para colmo, recordemos que las redes sociales son un batiburrillo en el que todo se mezcla: el ocio y el activismo, las noticias importantes con el salseo, el fangirlismo con las llamadas de socorro… Ya lo explicó muy bien SarahZ en su vídeo. Junto a un simpático vídeo de gatitos te puedes encontrar con la noticia del día sobre un ser despreciable que no merece ni el tratamiento de humano padre que se llevó a sus dos hijas al medio del mar, las ahogó y desapareció solo para arruinarle la vida a su ex mujer. Y cuando tú ya te sientes lo bastante «ahogada» en todo el papeleo que tienes que hacer, ¿cómo cojones sacas fuerzas para terminarlo en vez de hacerte un ovillo? ¿Cómo no te sientes superficial para ponerte a hablar de tus libros en un momento como ese? Solo te queda tragarte el sentimiento de culpa, silenciar esos tuits y hashtags e intentar centrarte en el vídeo del gatito y los memes literarios. O cerrar la ventana y a otra cosa, mariposa. Para que os hagáis una idea, esto es un día normal en Twitter:

Ojalá me gustasen los deportes, a ser posible los deportes normales que puedes practicar incluso en un estúpido pueblo perdido en el medio de la nada. Ojalá me funcionasen cosas como el yoga y el mindfullness para eliminar el estrés, pero meditar nunca ha sido lo mío. Incluso la única vez que intenté escuchar podcasts de meditación contra el insomnio acabé teniendo pesadillas. Ojalá sintiera el poder terapéutico de limpiar y ordenar que experimenta otra gente, como una Marie Kondo cualquiera.

Menos mal que, justo el otro día, la clave que estaba buscando me llegó a través de mis alumnes. Mis Marujas Mayores™ —así les llamo con cariño— estaban comentando algo sobre la actualización más reciente de Minecraft, y aquello fue como despertar de repente de esa especie de neblina que aún te queda en el cerebro recién levantada. No recuerdo ya si lo había mencionado en este blog, pero es uno de mis videojuegos favoritos y lo tengo comprado desde hace años. Al igual que se suele decir de Los Sims, es uno de estos juegos a los que te enganchas brutalmente durante una temporada y luego apenas te vuelves a acordar de que existe hasta pasados unos meses.

Imagino que la mayoría de quienes leen este blog ya lo conocerán, pero por si acaso, os contaré por qué Minecraft es justo lo que necesitaba ahora mismo y no sabía. En primer lugar, es muy relajante. Aunque se considera que el fin último del juego es viajar al End y luchar contra el dragón, no es obligatorio: puedes dedicar tu tiempo simplemente a explorar el mundo, intentar recrear la construcción que te dé la gana, minar hasta encontrar diamantes y otras piedras preciosas, crearte tu fortaleza y tu granja y vivir en paz, buscar templos y barcos naufragados que saquear o aldeas con las que comerciar… Sí, todo lleva tiempo y trabajo —aunque no tanto como en la vida real, obviamente—, pero no importa porque no hay fechas límite, no hay misiones, tú eres quien decide dónde ir y qué hacer. Salvo por los monstruos que te atacan ocasionalmente, tienes absoluta libertad. Además, es muy gratificante ver cómo pasas de talar árboles con los puños a ir embutida en una armadura de diamante y tener un castillo con puerta automática.

Así que, si alguien me necesita en los próximos días, cuando no esté ocupada con burocracia y otros males del primer mundo, estaré en un universo paralelo: uno en el que puedes encontrar un desierto junto a una tundra nevada; en el que la mayor de tus preocupaciones es pegarte con una araña gigante o encontrar el camino de vuelta a casa después de haber juntado un buen botín; en el que nadie depende de mí ni yo dependo de otras personas.

(*)Al parecer, al igual que tantas otras personas, tengo migrañas y lo he descubierto este año. La diferencia es que, en mi caso, el dolor de cabeza es algo menos intenso, pero viene acompañado de estómago revuelto y vómitos para compensarlo.

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Published on June 12, 2021 08:16

June 7, 2021

Jamás te saldrás con la tuya

Un chirrido metálico me despierta. Abro los ojos con cautela, lo justo para ver cómo dos figuras pequeñas accionan los mecanismos que elevan la puerta de barrotes de la mazmorra. En la penumbra distingo la forma de sus pies, desproporcionadamente grandes, y sus orejas picudas: goblins. Entonces recuerdo que fueron varios de esos quienes asaltaron mi carruaje y me capturaron.

¿Goblins? ¿Una mazmorra oscura y mugrienta? Solo puedo estar en un sitio: la guarida de Onj, capitán de los orcos.

En cuanto mi celda está abierta, los dos goblins corren a sustituir mis cadenas por otras nuevas. Me obligan a punta de daga a ponerme en pie y seguirlos a través del corredor. Ganas no me faltan de propinarles unos buenos puntapiés en sus diminutos traseros.

Una escalera de caracol, algo más iluminada que el resto del calabozo, asciende hacia la planta superior. Supongo que me llevarán ante su amo. En efecto, al final de los interminables peldaños de piedra, me conducen a una sala que me recuerda al despacho de mi padre, aunque no tan amplia ni opulenta. No hay tapices en las paredes, ni alfombras en el suelo. Tan solo un secreter y una mesa de madera oscura. Onj me espera detrás de ella.

Había oído miles de historias acerca de él, pero su aspecto es aún más imponente de lo que imaginaba. Es el doble de grande que cualquier hombre que haya visto jamás, y su tamaño destaca más en comparación con el goblin de mirada aviesa que lo acompaña. Las ropas de cuero que viste apenas se distinguen de su piel, escamosa y de color gris oscuro. Sus brazos, gruesos como jamones de jabalí, terminan en manos que, si te atizasen, para que dejases de girar sobre ti misma necesitarían darte otro guantazo. El orco me examina con sus ojos amarillos, ojos acostumbrados a mirar todo cuanto le rodea como algo que destruir o devorar, y muestra sus colmillos afilados, que sobresalen de su hocico, en algo que parece una sonrisa malévola.

—Bienvenida a mi humilde morada, princesa.

Su voz es áspera, gutural, y hace retumbar todo. Aun así, reprimo el miedo y levanto la barbilla.

—Nunca te saldrás con la tuya.

Escupiría al suelo para enfatizar mi frase, como hacen los caballeros cuando se desata una pelea en una taberna, pero tengo la boca completamente seca. Onj suelta una carcajada que recuerda a un ataque de tos.

—¿Has oído, Wilfo? —dice a su compañero—. Dice que nunca me saldré con la mía. ¡Vaya, qué lástima!

Ambos ríen: el uno, con un gran estruendo; el otro, con hipos agudos que duelen en los oídos. Después, Onj se vuelve de nuevo hacia mí.

—¿Sabes acaso por qué estás aquí?

Se me ocurren pocos motivos por los que un orco querría secuestrar a la hija del rey, pero tengo claro que sus intenciones no son buenas. Lo más probable es que quiera chantajear a mi padre para que le ceda el reino o, al menos, parte de nuestros territorios. La otra opción, que me revuelve las tripas solo de pensarlo, es que quiera obligarme a casarme con él para convertirse en el heredero.

—Claro que lo sé —respondo con el mismo tono desafiante que he sido capaz de forzar—. Y no lo conseguirás. Me niego a colaborar con tu plan malvado.

La cara de Onj se contorsiona en una mueca de rabia.

—¡Qué lástima! —gruñe entre dientes—. Tenía la esperanza de hacer esto por las buenas, pero parece que pertenecer a la realeza no es sinónimo de tener buen juicio. ¡Wilfo!

El goblin, que hasta entonces ha estado anotando algo en una diminuta libreta, da un respingo al oír su nombre.

—¿Sí, señor? —responde con voz de pito.

—Manda llamar a los guardias. Que acompañen a nuestra invitada a la Gran Cámara.

—¿La Gran Cámara, señor? Temo que eso no será posible. Vivimos en un mundo en el que aún existe la monarquía, ¿cómo espera usted que ya se hayan inventado las cámaras?

El orco se lleva una de sus manazas a la frente ancha y rugosa.

—¡Goblin idiota! —ruge—. Cámara de sala, no cámara de aparato que aún no existe en esta realidad.

—¡Ah! Enseguida, señor.

Antes de cruzar el umbral, el goblin me dirige una expresión de «Te vas a enterar». Puedo suponer lo que me espera: latigazos, uñas arrancadas de cuajo, hierros candentes… Pretenderá doblegarme a base de tortura para que me case con él. Jamás lo permitiré.

Un grupo de goblins armados con lanzas mucho más largas que ellos me escolta a través de varios corredores y tramos de escaleras. Cabezas de animales en las paredes y jaulas que cuelgan del techo son la única decoración. A medida que nos acercamos a lo que entiendo que es la Gran Cámara, el olor a humedad que reina en el ambiente es sustituido por otro que me parece completamente fuera de lugar. ¿Comida? ¿Especias?

¿Irán a guisarme y comerme entre todos?

Miro en todas direcciones en busca de una salida, pero la huída es imposible. Una de las puntas de lanza me propina un pinchazo de aviso en el culo para obligarme a caminar más rápido. Al otro lado de una enorme puerta de hoja doble, me encuentro con un salón rectangular, presidido por una mesa ovalada y alargada. Una lámpara de techo, consistente en una argolla metálica rodeada de velas, ilumina la estancia. Los goblins me sientan en uno de los extremos de la mesa y me desatan las manos.

Una serie de pasos pesados y retumbantes anuncia la llegada del señor de la fortaleza, que se da un golpe en la cabeza con el dintel al entrar. Onj gruñe de dolor y se frota la zona dolorida con rostro malhumorado. Hace una seña a sus esbirros y todos ellos ocupan sus respectivas sillas; él se sienta frente a mí. Dos goblins de piel anaranjada, cuyas orejas quedan ocultas por gorritos blancos, entran por otra puerta en la que yo no había reparado. Portan una bandeja cubierta que colocan delante de mí sobre la mesa. Al retirar la tapadera, comprendo de dónde viene el olor desconocido: un estofado de carne con verduras y una salsa negra y espesa me saluda desde un cuenco de buen tamaño.

Levanto la vista. Un silencio expectante se ha instalado a mi alrededor. Los goblins observan expectantes. Onj, con los dedos como morcillas entrelazados bajo la barbilla, se revuelve inquieto en su asiento. Arrugo la nariz.

—¿Cianuro? ¿Arsénico? —aventuro—. ¿Setas mortales? ¿Cuál de todos has utilizado?

—¿Cómo dices? —pregunta el orco.

—Estás intentando envenenarme, ¿no es cierto? Los goblins ahogan un grito. Su líder golpea la mesa con los puños con tanta fuerza que el plato y los cubiertos tintinean.

—¡¿Cómo osas?! —me grita—. Después de todo el tiempo y esfuerzo invertidos en esa obra de arte culinaria, ¿te crees tan superior como para tildarla de ponzoña? ¿Sin siquiera haberla catado?

Da la impresión de estar ofendido de verdad. Echo un vistazo más al guiso. Aún humea y despide un aroma que hace que mi estómago ladre como un chihuahua. ¿Cuánto tiempo llevo sin comer nada?

—¿Poción mágica de algún tipo? —Continúo con mis suposiciones—. ¿Un filtro de amor, tal vez, para que acceda a ser tu esposa?

Unos goblins se tiran de las orejas. Otros se golpean la frente contra el borde de la mesa o se esconden debajo de esta, temerosos de lo que se avecina. Con furia en la mirada, Onj se yergue cuan largo es y la lámpara que cuelga del techo le pega un coscorrón. Debería haber mandado construir un refugio más a su medida. Emite un bufido rabioso antes de cruzarse de brazos y mirarme fijamente.

—Óyeme bien, princesita de pan pringado: no tengo ningún interés en tomarte como esposa. De hecho…

—¡Prueba la comida de una maldita vez, cabeza de melón! —interrumpe a chillidos uno de los goblins, impaciente.

Dedico una mueca burlona a mi anfitrión antes de hundir la cuchara en la masa oscura con tropezones. Si su intención es negociar un rescate con mi padre, me necesita viva. Quizás deba creerle respecto a la ponzoña. No entiendo en qué consiste su treta, pero me llevo el cubierto a la boca y mastico. Aún me temo lo peor.

Para mi sorpresa, la comida está deliciosa. La carne está tan tierna que se deshace en la boca, las verduras tienen un agradable crujir y la salsa… ¡Qué salsa! Es como un festival de sabores que danza en mis papilas gustativas, con el punto justo de amargo, el punto justo de picante y una textura cremosa.

—¿Y bien? —insiste Onj al tiempo que tamborilea con sus dedazos.

—¿Y bien qué?

—¿Cómo está?

—¿Cómo está el qué?

—¿Qué va a ser? ¡Lo que acabas de comer!

—Está bien.

—¿Solo bien? —inquiere—. ¿Bien en el sentido de «No me da ganas de regurgitarlo» o bien en el sentido de «Excelente»?

—¿Qué importa? —Me encojo de hombros—. ¿Acaso me has hecho traer hasta aquí para comprobar tus dotes culinarias?

—¡Un poco de respeto, humana cabezahueca! —me reprende el goblin de antes—. Estás ante el Maestro Onj, el mejor chef de toda la comarca.

Los demás goblins prorrumpen en vítores y aplausos. Onj los manda callar con una seña y se dirige a mí de nuevo.

—He recibido un encargo del reino vecino —explica el orco. Por una vez, su voz suena casi humana, si bien sigue siendo ronca—. Un noble humano me ha encomendado su banquete de bodas. Necesitaba la opinión de alguien de su raza, alguien acostumbrado a los manjares de la corte.

—¿Y no podrías habérmelo pedido en lugar de secuestrarme? —replico.

El orco arquea una ceja.

—¿Acaso habrías venido voluntariamente hasta aquí?

Pensándolo bien, tiene razón. Ambos sabemos la respuesta.

La idea de este pequeño relato, que fue un ejercicio del curso de escritura de Neil Gaiman, era escribir algo sorprendente y humorístico, algo que echase por tierra las expectativas del lector. ¿Quién iba a imaginar que un orco hubiera secuestrado a una princesa para que hiciera las veces de juez de Master Chef y no para algo mucho menos honrado?

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Published on June 07, 2021 09:25

May 27, 2021

Top 10: Temazos de Eurovisión

Entre series que no me han gustado y mamis de la ficción, este se está convirtiendo en el mes de los Top 10. Y ahora toca otro. Mayo no solo es el mes de la primavera por excelencia y el mes de María para los creyentes, sino también el del Orgullo Friki… y el de Eurovisión. Ciertos tuits recientes me han recordado que, a pesar de llevar un tiempo descolgada de ese mundillo, tengo un pasado eurofan y, ya que no he celebrado el Orgullo Friki, por algún lado había que dejar salir el frikismo. Así que hoy os dejo con un recopilatorio de mis canciones favoritas de nuestro amado festival de la canción a lo largo de los tiempos.

Debo aclarar que no están todas las que son ni son todas las que están, pues he intentado ceñirme a una canción por año y por país. Ya sabéis que hay años gloriosos de los que nos llevamos bastante material interesante y años que… meh. También me gustaría aclarar que, aunque todes somos conscientes de todo el politiqueo que hay detrás de Eurovisión, yo soy una de esas personas que de verdad lo veían por descubrir nueva música, sin importar quién gana. Bueno, por eso y porque de verdad aprecio una buena frikada, así que lo pasé igual de bien emocionándome con la interpretación de Niamh Kavanagh que riéndome de las pintas de Chikilicuatre. ¡Vamos allá!

10 Shake It (Sakis Rouvas, Grecia 2004)

Probablemente, cuando lo vi en su momento no me fijase tanto en esta actuación en particular, sino que lo descubrí unos años después. Un compañero de la universidad estaba bastante obsesionado con Sakis Rouvas (¿por qué será?), así que acabé escuchando bastante esta canción y cierta baladita del mismo tipo. Eso sí, no se puede negar que «Shake it» da ganas de bailar —y más después de haber pasado por la fiebre oriental—, preferiblemente de manera zorruna. Otra cosa no, pero si algo se les da bien a les representantes de Grecia es sacar canciones pegadizas con toques étnicos y ánimos muy festivos.

9 Don’t Break My Heart (Nicola, Rumanía 2003)

Hoy en día mis gustos musicales son muy diferentes, pero en su día fue la canción que más me llamó la atención y me extrañó que quedase en una posición tan baja. Recuerdo descargármela y que me siguió acompañando unos años después. La voz de Nicola es un poco nasal e irritante, pero la melodía popera con elementos electrónicos da buen rollito. También me resultaron simpáticos los discos y el suelo de colorines.

8 Fly on the wings of love (Olsen Brothers, Dinamarca 2000)

Reconozco que me pasó algo parecido a lo de Sakis Rouvas: tampoco supe que había salido de Eurovisión hasta un tiempo después. De hecho, la descubrí gracias a mi primo, que también solía ser muy eurofan. Me encanta el protagonismo de la percusión en la introducción, que me transporta automáticamente al verano y me transmite mucho positivismo. A pesar de ser nórdicos, las guitarras españolas le dan un toque muy mediterráneo a la instrumentación y el juego de voces que hacen los hermanos en los estribillos es irresistible. ¡No me extraña nada que ganasen!

7 7th Wonder (Ira Losco, Malta 2002)

Salvo algunas excepciones, como veréis más adelante, hay dos constantes para mí en este festival: no apoyar a España y no estar de acuerdo con la canción ganadora. En 2002, Ira Losco quedó en el segundo puesto con su canción y yo me cabreé mucho, pues me pareció que le pateaba el trasero a la que ganó por un truco barato de vestuario.

No sabría describir qué fue lo que tanto me cautivó de «7th Wonder». Tal vez fuera la presencia de los teclados o los sonidos de fantasía que decoran la que, por lo demás, es una canción de pop bastante normal y sencilla de la época. Podría colar como una baladita del primer álbum de Britney Spears sin mucho esfuerzo. O tal vez fuera el encontrarme con una voz relativamente dulce sin demasiados gorgoritos.

6 Hard Rock Hallelujah (Lordi, Finlandia 2006)

¿De verdad os sorprende encontrarla en un Top 10 hecho por mí?

Dentro del rock y el metal es puro pachangueo, todo hay que decirlo. Sin embargo, también es necesario reconocerle el mérito: fue la que nos dio esperanzas, la que nos abrió la puerta a los frikis de esos géneros. ¿Quién iba a esperar que cinco tíos disfrazados de orcos de El señor de los anillos que cantaban sobre el apocalipsis fueran a comerse un rosco en Eurovisión?

El videoclip no tiene desperdicio. Podría ser perfectamente la fantasía de poder de Kath Reilly hecha realidad, así que le tengo mucho cariño.

Nota: Esta vez no hay menciones honorables porque hay muchas canciones que no he podido incluir por coincidir con otras en país o en año. Me las reservo para un posible Volumen II porque de verdad lo merecen.

5 Crno i Belo (Kaliopi, Macedonia 2012)

Llegó la invasión de los idiomas raros. Sí, me aprendí la letra de esta canción y sé lo que significa. Soy una friki de las lenguas, así que no podía resistirme. Si de Ira Losco me conquistó la dulzura, de Kaliopi fue justo lo contrario: su fuerza, los cambios en su voz, cómo pasa de la fragilidad al brillo y después a la aspereza y la rabia. Por supuesto, la música también la complemente a la perfección. Empieza acompañada solo por un piano y un violín ocasional, para luego romperlo todo después del primer estribillo con guitarras eléctricas y batería. No llega a ser symphonic metal, seguramente apenas rock, pero conecté al instante con el estilo de este tema.

4 Wolves of the Sea (Pirates of the Sea, Letonia 2008)

Lo mío con los piratas ya viene de lejos. Y eso que de pequeña me asustaba de Alcachofo el de Los Fruitis.

Puede que hoy en día prefiera la versión de Alestorm, pero esta canción me caló muy hondo. Además de la estética que ya he mencionado, es fácil ganarme con un estilo parecido al de Aqua, una de mis bandas favoritas de la infancia e inicio de la adolescencia: un pop electrónico sencillo, bailable y que no se toma a sí mismo muy en serio. Recuerdo que fue el mismo año del Chikilicuatre y que celebramos una de mis famosas fiestas de Eurovisión en mi casa. Mi mejor amiga y yo nos levantamos a bailar la coreografía de esta canción —que ya llevábamos estudiada, por supuesto— mientras mi compañera de piso japonesa alucinaba en colores.

3 Rändajad (Urban Symphony, Estonia 2009)

Creo que ya hablé de esto en una de mis entradas sobre el Orgullo Friki, pero en las fiestas de la Facultad de Traducción y Documentación hubo un par de años en los que a alguien se le ocurrió la idea loca de celebrar nuestro propio festival de canciones: TraDocVisión. ¿Adivináis quién participó? ¡Exacto! Y sí, fue con esta canción, a dueto con una compañera que, por cierto, tuvo parte de la culpa de que el año siguiente me apuntase a clases de canto.

¿Qué puedo decir de «Rändajad»? Me fascinan las fusiones con géneros poco frecuentes como, en este caso, el pop con la música clásica. La voz aterciopelada de Sandra Nurmsalu también es un clarísimo punto a su favor, y el que hable de los nómadas del desierto, sin duda, le suma aún más originalidad.

2 Cvet z juga (Alenka Gotar, Eslovenia 2007)

Si solo con ver a Alenka Gotar no pensáis en mí, ¡MAL! Eso es que no me conocéis lo suficiente.

Por tercera vez, sí, otra canción en un idioma exótico que me empeñé en aprenderme entera y que hasta he cantado en público. Y aunque el agudo del final te las hace pasar putas, no os hacéis una idea de lo que mola cantarla, sobre todo cuando sabes lo dramática que es la letra y la interpretas como es debido.

¿He mencionado ya que me vuelve loca todo lo que coquetee con la música clásica, sobre todo si implica canto lírico? Entonces creo que no hará falta dar más explicaciones de por qué esta canción está tan arriba en la lista. De hecho, el único motivo por el que no está la primera es que…

1 Waterloo (Abba, Suecia 1974)

Abba, por favor. Abba son palabras mayores. Abba es sinónimo de himnos. Abba no podía faltar en una entrada como esta. Abba es un clásico que crea escuela, une generaciones y hace feliz a la gente.

Yo no había nacido cuando ganaron y creo que no estaba ni en proyecto cuando se separaron, pero me da igual: son y serán uno de mis grupos favoritos de la historia. Aunque lo trascendieron con creces, se dieron a conocer en el certamen, así que no se les podía dejar de lado en este Top 10. Además, «Waterloo» es una de las canciones que más me gustan del grupo, si no mi favorita. Y como no necesita presentación, os dejo directamente con el vídeo para que la disfrutéis.

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Published on May 27, 2021 19:22

May 23, 2021

Obvio: Capítulo 11

El estrecho túnel de madera, un buen rato después, iba a dar en una escalera de mano que terminaba en una trampilla. A la joven McGuffin hubo que sacarla a empujones, pues se negaba a hacerlo al grito de «Is very difficult todo esto». Cuando los tres estuvieron fuera, se encontraron al poderoso Kli Cheng sentado sobre una roca, leyendo el periódico tranquilamente.

—¿Ya telminal plimela plueba? —preguntó sorprendido—. ¡Muy lápido!

—Aún nos queda llevar a la joven con su familia —dijo Merisú—. ¿Dónde podemos encontrar al Clan McGuffin?

Kli Cheng señaló a una señal de madera en forma de flecha en la que podía leerse «Criadero de unicornios». Obvio, que para este capítulo ya había recuperado su forma humana, estiró los brazos y rodeo con uno de ellos los hombros de la pelirroja.

—No se hable más. Vamos para allá.

—No será necesario, amigos —interrumpió el mago al tiempo que se ponía en pie y les cerraba el paso—. Yo me ocuparé de ella a partir de aquí. Ya habéis demostrado vuestra habilidad al ser capaces de sobrevivir al Terrible Bosque Rojo de los Susurros y lograr mantenerla sana, salva y de una pieza; ahora debéis prepararos para la segunda prueba, que no será tan sencilla.

—¿Y en qué consistirá esa segunda prueba?

—Me alegra que me hagas esa pregunta.

Merisú puso los ojos en blanco. Esa frase nunca podía anunciar nada bueno. Kli Cheng se aclaró la garganta y levantó el dedo índice para captar la atención de nuestros héroes al tiempo que, con la otra mano, agarraba de la muñeca a la joven McGuffin y la atraía hacia sí.

—Pala chiguiente plueba tenel que visital Cueva de los Gabachos.

—¡Oh, la Cueva de los Gabachos! ¡Esa la conozco! —se emocionó Obvio—. Mi padre me llevó una vez de excursión cuando era pequeño. Supongo que fue una manera de compensar los partidos de beisbol que se perdió —añadió con un suspiro.

—No interrumpas al maestro —le reprendió Merisú.

Un periodicazo aterrizó sobre su cabeza con cacofónico resultado.

—¡Él sel elegido! —replicó Kli Cheng—. ¡Intelumpil cuando quelel! ¿Pol dónde il? ¡Ah, sí! Visital Cueva de los Gabachos. Una ves dentlo, debel enflentalse al telible Odal Dauk.

La sola mención de aquel nombre helaba la sangre, provocaba escalofríos y sembraba el terror en los corazones más valerosos. Obvio y Merisú, por supuesto, no eran una excepción, así que ambos ahogaron un grito. Incluso la joven McGuffin comenzó a sacudirse y repetir una y otra vez la frase «¡Viva el vino!» Por su parte, el sabio oriental realizó una pausa dramática para darles tiempo a asimilarlo.

—Oye, Merisú —susurró Obvio—, ¿qué es un Odar Dauk?

La primera respuesta que obtuvo fue una mirada escandalizada por parte de su guardaespaldas.

—¿Cómo es posible que no lo sepas? —Fue la segunda respuesta, en la que Merisú intentó no levantar la voz demasiado—. ¡Es la criatura más peligrosa de todo Genérico!

—Ya, si yo sí sé lo que es —reconoció Obvio—, pero nuestros lectores no. Alguien tendrá que preguntarlo para no tener que obligar a nuestra narradora a hacer infodumping.

—Ah, bien visto. A pesar de la cantidad de perífrasis que has metido en esa frase, me alegra que hayas usado el cerebro por una vez, imbécil —sonrió Merisú. Después, se volvió hacia los lectores y procedió a realizar las aclaraciones pertinentes—. Aunque Kli Cheng lo haya pronunciado como Odal Dauk, Odar Dauk es el nombre del capitán orco más poderoso de todo Genérico. Es un musculoso gigante de tres metros de altura cubierto de un pelo verdoso y grisáceo al que le gusta usar armas pesadas como mazas, espadones, cachiporras o hachas de guerra. Consta de largos colmillos superiores e inferiores, uñas afiladas en pies y manos y emite rugidos que podrían hacer temblar incluso los cimientos del castillo más robusto. ¿Os gusta la explicación?

Tras una breve pausa para esperar la respuesta de los lectores, se reanudó la escena como si nada.

—Chi, amigos —prosiguió Kli Cheng—, vosotlos debel entlal en Cueva de los Gabachos, luchal contla Odal Dauk y lobal alma al gigante.

Alarmados, tanto Obvio como Merisú se llevaron una mano al pecho.

—¿Robarle el alma? —exclamó Obvio—. Pero, pero… ¡nosotros no sabemos cómo se hace eso!

—No tenemos conocimientos de necromancia —dijo Merisú—. Necesitaríamos contar con la ayuda de algún experto en la materia para poder hacer algo así.

—¡No, no, no, no! —gritó Kli Cheng exasperado—. ¡Yo no desil eso! ¡Lobal alma, no alma! ¡No lobal alma de espílitu, sino alma de guela! ¡Alma de pegal hostias!

Obvio sacudió la cabeza. Se volvió hacia su compañera de viaje en busca de una explicación.

—Merisú, ¿tú sabes lo que ha querido decir?

Ella se encogió de hombros.

—Por una vez, creo que estoy tan perdida como tú.

—Supongo que lo mejor será esperar a ver si se le va el acento.

—Lo que he dicho, jóvenes aventureros —terció el sabio—, es que no he dicho que debáis practicar las artes oscuras contra Odar Dauk ni nada por el estilo, sino algo mucho menos complejo. Veréis, los rumores más recientes apuntan a que un arma legendaria, un artefacto que puede convertirlo en un adversario invencible, ha caído en su poder. Vuestra misión consistirá en combatir contra él, derrotarlo y sustraerle el artefacto para poder devolvérselo a su legítimo dueño.

—¡Claro! ¡Lo que yo decía! —exclamó Merisú—. ¡Arma suena parecido a alma! ¡Ahora lo entiendo todo!

Esta explicación, absolutamente innecesaria para los lectores, que ya habían descifrado el malentendido hace más de media hora, cayó sobre Obvio como la mayor de las revelaciones. Merisú se limitó a poner los ojos en blanco y tratar de obtener algo más de información útil para el trabajo.

—¿Y qué tipo de arma es? ¿Se sabe algo de su aspecto?

—No, cheñola, me temo que no. Pelo debel paltil lápido. Chi no, Odal Dauk chel cada ves más fuelte. Debel vensel cuanto antes.

Y así, tras otro capítulo de puro relleno pastelero en el que no ocurre absolutamente nada, nuestros dos héroes partieron a enfrentarse a su destino incierto, dejando a la joven McGuffin en manos de Kli Cheng a las puertas del criadero de unicornios de su familia.

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Published on May 23, 2021 20:23

May 20, 2021

Top 10: Series que no merecen la pena

Hoy voy a hacer una entrada de series algo distinta a lo que he estado haciendo últimamente: en lugar de un monográfico o recomendaciones, voy a hablar de algunas de las series que menos me han gustado. Lo sé, hay mucha gente que dice que no está bien repartir negatividad por Internet o perder tiempo comentando cosas que no te hacen feliz, pero ¿qué más da? De vez en cuando es divertido despotricar un poco. De algunas de ellas solo he visto un capítulo o un par, pero me bastaron para decidir que no eran para mí o que, al menos en ese momento, no eran lo que estaba buscando. Otras incluso las terminé o las dejé cuando me faltaban pocos capítulos para hacerlo. Y hasta hay alguna de la que me llegué a tragar una temporada entera o puede que más de una. A continuación, iremos de menos a más y os comentaré las razones por las que las abandoné (o no) o por las que una parte de mí se avergüenza de haber visto estas series.

10 La casa de papel

Sorry not sorry. Sí, acabo de meterme con esa gran serie española de la que todo el mundo habla. Para mí, es uno de los mejores ejemplos de cómo arruinar algo que podría haber sido casi perfecto por querer estirar el chicle. A La casa de papel le sobran dos temporadas, y le sobrarán tres cuando salga la siguiente. Si hubieran cortado al final de la segunda, habría pasado a la historia como una serie en la que una trama adictiva y emocionante que consigue resonar con el público hace que te olvides de una panda de personajes bastante desagradables y caricaturescos. Más que nada porque los pocos miembros del elenco medianamente realistas y que pueden despertarte algo de empatía van muriendo por el camino. El problema es que, una vez finalizado el famoso atraco a la Fábrica de Moneda y Timbre, a nadie le importan las andanzas de les atracadores; reunir a todo el equipo —o lo que queda de él— para un nuevo golpe resulta repetitivo, y la manera de resolver los problemas que les surgen, cada vez más inverosímil. Dicho esto, ¿veré la quinta temporada cuando esté disponible? Por supuesto, aunque sea solo para ver si matan a Tokio y a Denver de una puta vez seguir quejándome.

9 13 Reasons Why

Probablemente, la serie juvenil más tóxica jamás producida, famosa por trivializar y poco menos que romantizar el bullying, el suicidio y los abusos sexuales. Sin embargo, reconozco que yo misma piqué vilmente en la primera temporada. El misterio que rodeaba la muerte de Hannah, las cintas que había grabado explicando sus motivos para quitarse la vida y todos los dramas de instituto la convertían en algo irresistible. No obstante, a medida que vas reflexionando, leyendo otros puntos de vista y fijándote en otros detalles, te das cuenta de que 13 Reasons Why no es más que el morbo por el morbo y que, lejos de ayudar a nadie, transmite un mensaje muy peligroso: presenta el suicidio como una fantasía de poder y venganza. Y, como eso no es suficiente, en sucesivas temporadas se dedica a recrearse en toda clase de escenas violentas y crueles e incluso a justificar actos como los tiroteos en institutos que tanta fama han dado a Estados Unidos. Fue al final de la segunda, después de presenciar un momento que a mí me resultó especialmente desagradable, cuando decidí que ya había sufrido suficiente.

8 Rick & Morty

Muy aclamada por les fans de la ciencia-ficción, me la habían «vendido» mucho por su humor inteligente y adulto, pero vi el primer capítulo y me pareció un clon más de Padre de familia. Los diálogos me sonaron crudos y vulgares, y tengo la impresión de que hoy en día esa es la única manera de hacer «humor para adultos» que conoce la gente. Lo único de ciencia-ficción que le vi fueron un par de escenas en las que los protagonistas luchan contra una especie de cucarachas del espacio, lo cual no me atrae en absoluto. En cuanto a la animación, ya sé que la expresividad es mucho más importante que la estética, pero tampoco me dice nada. Así que ahí se quedó.

7 Locke & Key

De esta no recuerdo si llegué a ver uno o dos capítulos. Achaco la falta de interés que provocó en mí, principalmente, a la elección del momento: acababa de terminarme La maldición de Hill House, que me había dejado muy marcada, y creo que cualquier intento de terror me habría parecido fallido. También hay que tener en cuenta que Locke & Key va dirigida a un público infantil y juvenil, así que se ve en la obligación de rebajar mucho el tono. 

El caso es que ni el nuevo hogar de la familia Locke me impresionó tanto ni sus aventuras me parecieron tan emocionantes. Tenía la sensación de que se creaba mucha expectación para que luego no llegase a pasar nada. Vamos, creo recordar que lo más interesante que llegué a ver fue una llave mágica con la que podías… ¡aparecerte en la heladería del pueblo! ¡Fascinante! En dos palabras: me aburrió.

6 Julie & The Phantoms

Cuando leí la sinopsis, mi primer pensamiento fue que a mi yo de once o doce años le habría flipado, pues es el tipo de historia que habría escrito por aquel entonces: una adolescente traba amistad con los fantasmas de un grupo musical de los noventa que viven en el desván de su casa.

¿Cuál es el problema? Supongo que, por desgracia, ya han pasado unos cuantos años desde que tenía once o doce, así que una serie así ya no tiene tanta gracia. O a lo mejor tiene algo que ver con lo de incluir clichés como el clásico «Sí, yo era muy buena en música, pero desde que mi mamá murió no he sido capaz de volver a cantar». ¿Por qué? ¿Por qué no puede ser simplemente no tan buena cantando y que los fantasmas le den unas clases? ¿Y por qué hay que matar a nadie? En fin, que aunque era muy cuqui, decidí que, como diría un compañero mío «había formas mejores de invertir el tiempo».

Menciones honorables

—The One: La idea era prometedora (¿un portal de citas que te empareja con el amor de tu vida gracias a la ingeniería genética?), pero le falta acción y expresividad. Y a la villana se la ve venir a kilómetros.

—El pueblo: Se libra de entrar en esta lista porque al final, aunque sientes deseos de asesinar a la mayoría de los personajes y una gran incomodidad al recordar que, por desgracia, muchos de ellos existen realmente, en ocasiones logra hacerte reír.

—The Dragon Prince: Quiero que me guste y seguramente así sea si le doy una oportunidad, pues hasta ahora habré visto dos o tres capítulos. La animación es muy bonita y la temática me atrae mucho, pero es que es ver ciertos detalles y no poder tomármela en serio. Que hasta el mapa que sale en el primer capítulo sea EL MISMO que el de Avatar grita descaradamente «Hola, soy el Avatar de Hacendado» y hace que me entre la risa floja… y una pereza de mil demonios.

5 Cómo vender drogas online

Reconozco que solo empecé a verla por dos motivos: es alemana y es comedia. Lo primero acabó siendo el único aliciente para mí. Trata de un empollón despechado que monta un imperio de tráfico de drogas online —como promete el título— para recuperar la atención de su ex novia, que acaba de volver de un intercambio en Estados Unidos. Sí, la premisa es así de ridícula. La he visto entera, pero solo porque en ese momento no tenía opciones mejores, pues no es ni de lejos tan cómica como esperaba y el protagonista no despierta ningún cariño. Lo único destacable es el pequeño giro que da en los últimos minutos del último capítulo, y ni siquiera es para tanto.

4 Sangre de Zeus

¿Animación y mitología? ¿Capítulos cortos? Tenía varios de los principales ingredientes para gustarme, pero se fastidió muy rápido. En primer lugar, siempre he sido más de dioses que de héroes; también puede que me guste más el salseo que las aventuras, pero estaba dispuesta a darle una oportunidad de todas formas. De hecho, llegué a ver como siete de los diez capítulos, si no recuerdo mal. Se centraba demasiado en las batallas, la sangre y la violencia. No me considero especialmente sensible a ese respecto —os recuerdo que soy una fanática de Canción de Hielo y Fuego y Juego de Tronos—, pero tampoco son lo que más me interesa. Habría preferido algo con más magia y seres de fantasía.

3 Mindhunter

Me habían hablado muy bien de ella, pues es algo así como el origen de Mentes Criminales: cómo el FBI empezó en los años setenta a crear perfiles de los violadores y asesinos y a emplear la psicología como una herramienta más en sus investigaciones. Como alguien que creció con toda clase de series y películas policíacas y a quien la psicología siempre le ha parecido una ciencia fascinante (por inexacta que pueda ser), la empecé con mucho interés… y me cansé enseguida. Los capítulos se me antojaban largos, lentos y pesados. No lograba engancharme. Además, nunca le encontré un hilo, un objetivo.

2 Territorio Lovecraft

Seven Hells! ¡Qué decepción! La novela en la que está basada me encantó, así que cuando supe que HBO iba adaptarla, me suscribí expresamente para poder verla.

Bien, pues no aguanté ni las dos semanas de prueba gratis. No llegué a terminarla, y no me hizo falta.

Debería haber tenido en cuenta que era HBO, un canal que, si bien destaca por invertir mucho en sus productos, también lo hace por… ¿cómo lo diría? Subir al extremo el nivel de sangre y tetas de sus producciones. Si me conocéis, sabréis que no soy la clase de persona que se escandaliza fácilmente por ninguna de las dos cosas, pero en este caso me pareció bastante gratuito. Territorio Lovecraft es una novela —o recopilación de relatos, nunca me quedó claro del todo— que combina el terror propio de Lovecraft (seres venidos de otros mundos, pesadillas, paranoia, cultos diabólicos…) con la crítica social hacia el racismo imperante en Estados Unidos en los años cincuenta. ¿Qué demonios pintan escenas de gente follando o siendo sodomizada con tacones de aguja en todo eso? «¿Qué necesidad?», que diría mi amiga Patricia.

1 Sky Rojo

Ya está aquí, ya llegó: la pesadilla de tus pesadillas. Es más, si la pesadilla de tus pesadillas pudiera tener pesadillas, seguro que soñaría con esta serie. Creo que es lo más horrible que he visto desde el Telediario. Imagina todos los males del mundo, todas las cosas desagradables que existen, exagéralas por mil y mételas en una coctelera. Alíñalas con personajes asquerosos, escenas que no tienen ni pies ni cabeza, música horrible a un volumen excesivo y actores que no vocalizan.

Sky Rojo es la historia de tres prostitutas que, tras meterse en una pelea con su proxeneta y dejarlo gravemente herido, deciden escaparse del club en el que trabajan. Por supuesto, los matones de su jefe no se lo pondrán tan fácil y las perseguirán por toda la isla. Se supone que está ambientada en Tenerife, lo cual es gracioso porque no aparece un maldito personaje con acento canario, pero esa es otra historia. Os podéis imaginar lo que hay: escenas de violaciones de todo tipo, machismo y cosificación, drogas, torturas y mutilaciones, persecuciones de coches y hasta alguna que otra explosión. Encima la protagonista y narradora es básicamente Tokio de La casa de papel con zapatos de plataforma y puesta de tranquilizantes de caballo. El guionista es el mismo, al fin y al cabo.  

En fin, por el bien de vuestra salud mental, no la veáis.

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Published on May 20, 2021 20:57

May 17, 2021

Especial Día de la Madre: Top 10 mamis de la ficción

Hace un mes ya hice un ranking de mis papis favoritos de la ficción así que, como era de esperar, ahora les toca a las mamis. Tengo que reconocer que este Top 10 me ha sido mucho más difícil que el anterior. ¿Por qué? Porque, por desgracia, las mamis son una de las víctimas predilectas cuando se trata de neverizar personajes, así que solemos saber muy poco de ellas más allá de lo idealizadas que están por parte de sus hijes o sus cónyuges. Cuando sí llegamos a conocerlas, pueden darse dos situaciones: o bien que sean un puro arquetipo (cuidadora sabia, cariñosa, generalmente sin maldad) y, por lo tanto, sea difícil que destaquen; o bien, por el contrario, que sean la toxicidad personificada.

Aunque veremos que todas las que he escogido para esta lista encajan en mayor o menor medida en el arquetipo, he intentado que tengan alguna peculiaridad que las haga más atractivas: sentido del humor, espíritu aventurero, talentos especiales… Tampoco he podido evitar que algunas de ellas mueran o estén muertas incluso antes de empezar las obras en las que aparecen porque, por desgracia, la famosa mujer en la nevera es demasiado habitual. Por otro lado, al igual que en el caso de los papis, muchas de ellas son madres adoptivas o figuras maternas más que mamás en el sentido más tradicional de la palabra. Me da un poco de lástima que esta vez sean una mayoría aplastante de personajes televisivos en comparación con los literarios y que no haya ni una sola mami de videojuego, pero ¿qué se le va a hacer? ¡Que comience la cuenta atrás!

ATENCIÓN: SPOILERS GORDACOS DE MUCHAS SERIES Y LIBROS

10 Melanie Cavill (Snowpiercer)

Mi descubrimiento más reciente. Melanie es una científica e ingeniera brillante, una de las principales encargadas de diseñar el vehículo que salvará a unos pocos elegidos de morir cuando la Tierra se congele. Además, en cuanto es consciente de que su jefe va a convertir el tren en su dictadura y patio de recreo personal, se las ingenia para deshacerse de él sin que nadie se entere y tomar las riendas. Con un carácter tan admirable, tal vez os preguntéis por qué está en una posición tan baja; es sencillo: pasa la mayor parte de la serie lejos de su hija Alexandra, puesto que le hacen creer que esta murió de frío cuando el Rompenieves —así se llama el tren— partió por primera vez. Sin embargo, se nos muestra en todo momento que su hija era lo más importante para ella y, en cuanto se reencuentran, Alex vuelve a ser su prioridad número uno, aunque la joven se muestre algo reacia al principio.

9 Kya (Avatar The Last Airbender)

Y empezamos con los personajes neverizados. Por desgracia, la madre de Katara y Sokka lleva ya unos años muerta en el primer capítulo de Avatar, así que todo lo que sabemos de ella es a través de lo que dicen otros personajes, alguna alucinación y los flashbacks que aparecen en un par de capítulos. Sabemos que, como gran parte de la población del Avatarverso, murió durante los cien años de guerra que transcurrieron en ausencia de Aang y que fue a manos de algún soldado de la Nación del Fuego. Pero cuando nos cuentan exactamente cómo sucedió, su historia resulta aún más desgarradora: Kya se sacrificó para proteger a su hija. Los saqueadores que la Nación del Fuego envió a la Tribu del Agua del Sur iban en busca de waterbenders (lo siento, me niego a llamarlos maestros agua), pues eran los únicos que podían suponer una amenaza para ellos en la guerra. Kya se hizo pasar por la última de ellos para que no matasen a Katara. Da escalofríos solo de pensarlo. 

8 Catelyn Stark (Canción de Hielo y Fuego)[image error]

A pesar de cómo trata a Jon Nieve —lo cual, en parte, puede ser comprensible, pues en su cabeza es un recordatorio constante de aquella vez que el marido por el que tanta devoción siente le fue infiel— y de lo arraigadas que tiene actitudes que nos repelen como puedan ser los roles de género o un cierto clasismo, no se puede negar que Catelyn es una madre muy tierna y una gran consejera que sabe tomar las riendas cuando es necesario. Incluso sin haber empuñado un arma jamás, la veremos acercarse a los cuchillos cuando la vida de sus hijos está en juego: detiene uno dirigido a Bran con su propia mano y apunta con otro a la garganta del hijo de Walder Frey para pedirle que deje marchar a Robb en la Boda Roja. También es una mujer inteligente, con grandes habilidades como negociadora y que trata de transmitírselas a su familia. Si Ned Stark es el padre que todes quisiéramos en Poniente, Catelyn, sin duda, es su versión femenina.

Y hasta después de muerta regresa como zombi y se dedica a vengar a sus hijos. ¡Si eso no es amor de madre!

7 Joyce Summers (Buffy, cazavampiros)[image error]

Digamos que cierto capítulo en el que casi quema a su hija en la hoguera le hace perder unos cuantos puntos, y el que la eche de casa cuando se entera de a qué se dedica por las noches tampoco la convierte en la madre modelo, pero hay que perdonarla. Reconozcámoslo: si a las mamis de la vida real les cuesta aceptar que sus hijes sean cualquier cosa que se salga de la norma mínimamente por el miedo a que el resto del mundo se lo haga pasar mal, imagínate cómo se tomarían que sus bebés dediquen su tiempo libre a matar demonios, evitar apocalipsis y otros deportes de alto riesgo. Por suerte, Joyce poco a poco termina aceptando que su hija es y siempre será the slayer (ni idea de cómo se decía en español) y ayuda en lo que puede, sea invitando a cenar a sus amigues o dejando seco a algún que otro vampiro dentro de sus posibilidades. Otro detalle que me gusta mucho es la relación con Dawn, su otra hija: incluso cuando empieza a intuir que no es lo que parece, la sigue queriendo y tratando con el mismo cariño. No me extraña que su muerte fuera tan dolorosa para todos los personajes de la serie.

6 Ángela (La canción secreta del mundo)

Tiene muy poca presencia en el libro, ya que la encantadora familia de Ariadna muere brutalmente asesinada al solo sale hasta el final de la primera parte, pero es el tiempo suficiente como para que te conquiste por completo. Una de las cosas que caracterizan a Ángela es su sonrisa, su alegría permanente. Tanto es así que su propio hijo adoptivo, Steve, le pregunta «¿Cómo puedes estar contenta si siempre vas en silla de ruedas?» Y es que, efectivamente, su discapacidad jamás le impide disfrutar de la vida. La madre de Ariadna y Steve es la vitalidad hecha carne, un rayito de luz para todas las personas que se cruzan con ella, ya sea dando espectáculos callejeros de títeres o usando las rampas de su casa como si fueran toboganes. Parece salida de una novela de autoayuda y que, por ello, deberíamos odiarla, pero más bien es todo lo contrario: su optimismo resulta contagioso. Como he dicho antes, lástima que dure tan poco. 

Menciones honorables

Como siempre, dejamos un huequito para las mamis que estuvieron a punto de entrar en la lista, pero al final se vieron destronadas:

Regina Mills (Once Upon a Time): El miedo paralizante a perder a su hijo adoptivo, Henry, a veces la lleva a cometer estupideces.

Penélope Álvarez (One Day at a Time): Una madre soltera de origen cubano con dos hijes adolescentes que además se enfrenta al estrés postraumático causado por sus experiencias en Afganistán y se dedica a estudiar Enfermería. Si no entró en la lista es porque ya había demasiados personajes de series.

Nadeeha (La Compañía Amable): Apenas llegamos a ver esa faceta suya, pero sería el ejemplo de madre aventurera que se lleva a su hija a recorrer mundo en su propio barco.

5 Úrsula Iguarán (Cien años de soledad)

La matriarca del clan Buendía es una mujer activa, voluntariosa y entregada. Ella sola es quien saca adelante a su familia en todos los sentidos, sobre todo desde que su esposo pierde el juicio, y funciona como la voz de la razón. Hay quien considera que es una representación de las mujeres latinoamericanas, de esas madres fuertes y trabajadoras que lo dan todo por los suyos con «un buen par de ovarios». Probablemente, el personaje más cuerdo de toda la novela, y también uno de los más longevos: muere ciega ya pasados ampliamente los cien años.

4 Lorelai Gilmore (Las chicas Gilmore)

Y pasamos de un extremo a otro. Lorelai es la eterna adolescente, la mujer que se quedó embarazada demasiado joven y nunca perdió ese espíritu, por lo que conecta especialmente bien con su hija y las amigas de esta. De hecho, hay ocasiones en las que Rory —que también es diminutivo de Lorelai— es la adulta de las dos. Caótica, soñadora, adicta al café, poco amiga de la cocina y las tareas domésticas, Lorelai destaca también por su atractivo, su sentido del humor y sus constantes referencias a la cultura pop. Sin embargo, lo que la convierte en una mami legendaria es la relación que tiene con su hija adolescente: Rory y ella son íntimas amigas y a menudo las vemos hablar de temas o realizando juntas actividades que cuesta imaginar a una chica de diecisiete años compartiendo con su madre, así como bromeando con mucha naturalidad.

3 Blanca Rodríguez-Evangelista (Pose)

Poco más puedo decir de ella que no haya mencionado ya en esta entrada o en esta otra. Lo siento, sé que parecerá muy vaga, pero no me apetece repetirme de nuevo. ¿Qué se le va a hacer?

2 Molly Weasley (Harry Potter)

¡El equilibrio perfecto! Cuando tiene que echar broncas, es como un dragón desatado; cuando la ocasión lo merece, es de esas madres que hacen tartas, reparten mimitos y tejen jerséis. Molly es, indiscutiblemente, la que manda en la Madriguera, y lo hace muy bien. Como diría una gran compañera que tuve, representa a la perfección la expresión «mano de hierro con guante de seda». Te adoptará aunque no lleves su apellido, y eso que ya ha tenido que encargarse de siete retoños, entre ellos un par de gemelos bastante alborotadores. Además de todo eso, es una valiente (¿qué otra cosa se podría esperar de una Gryffindor?): miembro de la Orden del Fénix desde joven, leal al cien por cien en la lucha contra los mortífagos, gran sanadora… y creo que todos recordamos el mítico «Not my daughter, you bitch

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1 Joyce Byers (Stranger Things)

Si en España el nombre de mami por excelencia es Carmen, en Estados Unidos debe de ser Joyce. Y la de Hawkins es mi Joyce favorita sin duda. Puede que sea pobre y tenga un trabajo de mierda, pero se las apañará para que sus hijos sean tan felices como le sea posible.

Medio pueblo la toma por loca, pero en realidad es una mujer con mucha intuición que nunca pierde la esperanza y, por eso, es la primera en darse cuenta de que ocurre algo extraño. Cuando Will desaparece, por mucho que le hagan creer que está muerto, ella no se rinde en ningún momento y sigue buscando señales e ingeniándoselas de cualquier manera para comunicarse con él. Recordemos la famosa escena de las luces y las letras pintadas en la pared a modo de ouija. Siempre escucha a sus hijos y se los toma muy en serio, sean las normas del fuerte de Will, sus peculiares dibujos o el interés por la fotografía de Jonathan. También es comprensiva y protectora con otres niñes, como es el caso de Eleven: aunque esta se le presenta como la única oportunidad de encontrar a su hijo desaparecido, en ningún momento la presiona para que se interne en el otro lado. Más adelante, incluso llega a adoptarla. Por eso, no es de extrañar que los amigos de Will acudan a ella cuando necesitan la ayuda de alguien mayor.

Ah, ¿y recordáis que en la entrada anterior incluí a Jim Hopper como uno de los mejores papis de ficción? Pues adivinad quién le da los mejores consejos de cómo ser un buen padre. ¡Exacto!  

Para terminar, igual que la vez anterior, quiero dedicar esta entrada mi propia mami. Nuestra relación no es muy distinta de la de Rory y Lorelai Gilmore, y también comparte con esta última el gusto por el café y el sentido del humor. Eso sí, con bastante más cabeza, tipo Catelyn Stark. Aunque no sé si me la imaginaría en un consejo de guerra…

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Published on May 17, 2021 08:25

May 14, 2021

7 de Prime Time

En primer lugar, pido perdón si digo alguna tontería porque hace ya unos meses que leí esta novela y me gustaría haber hablado de ella cuando la tenía más fresca. El problema es que lo he ido dejando pasar, he ido leyendo otros libros entre medias, he ido olvidando detalles… Además, como no soy reseñadora profesional, no soy la clase de persona que toma notas mientras lee y tampoco me gusta demasiado lo de releer. También aprovecho desde el principio para disculparme porque seguramente haya spoilers del tamaño del submarino amarillo.  

Después de justificarme de manera estúpidamente innecesaria, voy a lo que voy: me lo pasé bastante bien con Prime Time (Raúl Caronte). Es inquietante —aunque no tan terrible como había oído decir a mucha gente, claro, que esto lo dice alguien que tiene la escala de la horribilidad contrapeada—, está lleno de sorpresas (¡como a mí me gusta!) e incluso tiene algunos momentos que pueden hacerte reír. Ah, y hay representación LGBT+ tanto en el bando «bueno» como en el bando «malo» (aunque ya veremos que eso es un tanto relativo) pero, por una vez, he decidido no incluirlo como uno de los puntos positivos porque, por suerte, se está volviendo tan frecuente en las obras que consumo que ya casi no tiene sentido dedicarle un apartado, y eso me alegra mucho. Ahora hablemos en detalle:

Originalidad al poder

Lo primero que me llamó la atención de esta historia es lo original que es la premisa. Las tramas de venganza llevan existiendo desde el principio de los tiempos. Que alguien resucite para cumplir su venganza ya es algo más extraño. Y ya no te cuento si resucita precisamente para vengarse de la persona que se la cargó. Pero… ¿reality shows en el Más Allá? ¿Y encima combinados con todo lo anterior? Eso me interesa.

No me decepcionó en absoluto. De hecho, es todo más loco y retorcido de lo que suena en principio. El universo de Prime Time nos pinta un Más Allá en el que los muertos están todavía más ávidos de carnaza y sufrimiento ajeno que los vivos (lo cual ya parece difícil, ¿verdad?), así que su principal entretenimiento son los reality shows, cada uno más descabellado y morboso que el anterior. Hache, uno de los primeros personajes que conocemos, tiene la idea del millón: devolver a la vida a una joven llamada Eileen Hayden para que localice a su asesino, Tansel Turner, y le devuelva el golpe; si lo logra, podrá quedarse en el mundo de los vivos con un nuevo cuerpo apropiado para su edad biológica —murió cuando tenía nueve años y han pasado quince—; si no, quedará eliminada para siempre. Al parecer, no sabemos por qué, el tal Tansel es una leyenda en el Más Allá, por lo que los ejecutivos de televisión se vuelven locos con la propuesta.

Variedad de puntos de vista

En Prime Time tenemos un buen número de protagonistas, y la mayoría de elles se convierten en narradores en algún capítulo de la historia, lo cual se agradece. A mí, por lo menos, me encanta conocer diferentes puntos de vista de personajes. Además de ofrecernos una mejor visión de cómo es realmente cada une, también es el equilibrio perfecto entre saber más y menos que elles. Pero no es el momento de meterse en tecnicismos de escritores.

Como he dicho antes, una de las primeras visiones que conocemos es la de Hache, quien tiene la idea original del programa Hayden. Además de elle —¡sí, es un personaje no binario!—, tenemos capítulos narrados por Eileen, su hermano Jack e incluso el famoso Tansel Turner. Probablemente me haya dejado a alguien por el camino, pero creo quienes más importan son elles. Ya el hecho de que tengamos la perspectiva de ambos bandos es todo un punto a favor de esta novela. Además, hay muchos flashbacks para que podamos conocer a la perfección sus pasados, sus motivaciones, las conexiones insospechadas que hay entre elles y recuerdos que no tendríamos otra manera de descubrir. Me parece un recurso muy útil e interesante.

Luz entre las sombras

Lo he dicho al principio: es un libro muy oscuro y perturbador. Nada más abrir las primeras páginas, te encuentras con un aviso de contenido porque en sus múltiples capítulos (y casi quinientas hojas) se tratan temas muy crudos. Daré más detalles sobre cuáles son en otro apartado, pero digamos que la familia Hayden debe de estar marcada con algún tipo de maldición porque la mala suerte que tiene no es normal. A sus miembros les ocurren cosas horribles —y suelen ser un diez de octubre, por algún motivo inexplicable— de todo tipo y, como cabe esperar de una historia sobre venganza y asesinatos, la violencia está muy presente. Podría ir aún más allá y decir que la verdadera protagonista de esta novela es la mismísima muerte pues, en realidad, todo gira en torno a ella.

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Si con esto parece que os estoy intentando ahuyentar, no es en absoluto mi intención. Lo que venía a decir es que, entre todos los horrores que desfilan por Prime Time, hay sitio para algo de esperanza. Encontramos tres historias de amor —algo trágicas, pero no por ello menos bonitas— e incluso momentos graciosos. Recordemos que Eileen ha pasado la mayor parte de su existencia en el Más Allá, así que hay muchos asuntos de la vida en la Tierra que le son completamente ajenos, lo cual da lugar a situaciones bastante cómicas. Otro de mis ejemplos favoritos de las pequeñas pinceladas de humor que nos presenta Raúl Caronte son las constantes referencias a «los dichosos Beatles». Como alguien que tiende a guardar una cierta antipatía a los grupos sobrevalorados míticos de la historia, me resulta más que comprensible que en una novela ambientada en Liverpool haya más de un personaje que ya esté aburride de oír hablar del cuarteto.

También me gustaría hacer menciones especiales a dos personajes. Por un lado, a Blanca Moriana, a la que muchos tienen como favorita. No es mi caso, pero reconozco que resulta bastante simpática y dulce y que su situación es mucho más optimista que la del resto del elenco. Sobre todo es muy refrescante ver a alguien triunfar en el mundo de la música sin morir en el intento y más para alguien que se dedica a ello, je, je, je. Hache, en cambio, sí es mi personaje favorito sin ninguna duda. En un reparto lleno de personajes que en algún momento son despreciables —vale, con la excepción de Blanca, hay que reconocérselo—, es le únique sin la más mínima maldad, que empatiza con el resto hasta el punto de cogerles cariño y lo único que quiere es hacer las cosas bien. Reconforta ver que hay algo que la energía oscura del Más Allá no ha podido corromper.

Crítica social, pero sin pasarse

Cuando Raúl Caronte, Andrea Arroyo y yo dimos aquella charla online el verano pasado, una de las conversaciones que tuvimos durante la preparación fue sobre cómo nacieron nuestras novelas. Esto, a modo de meme de la casa, pasaría a llamarse «lo de si fueron antes las bolas de fuego o el mensaje». Raúl decía que él quería hacer una crítica a los reality shows y el morbo en televisión, y que después se le había ocurrido escribir un thriller paranormal sobre ello (es decir, que en su caso fue primero el mensaje y luego las bolas de fuego).

Seré sincera: cuando supe esto, me asusté. Tengo un poco de miedo a las historias en las que el mensaje es muy importante porque me preocupa que la enseñanza que pretenden transmitir acabe fagocitando la trama, los personajes y el espectáculo en general. Es decir, que al final todo se convierta en un panfleto disfrazado de ficción.

¡Qué alivio cuando vi que no era el caso!

Efectivamente, en Prime Time se tratan muchos temas, a menudo en tono de sátira. Destaca especialmente la obsesión por el morbo y el sufrimiento de los demás, que se manifiesta a través de la pasión que levantan los reality shows, pero también hay crítica a la violencia doméstica, las relaciones tóxicas y el sexismo. Hay sitio para todo eso y, aun así, no perder de vista que a lo que hemos venido es a enterarnos de cómo se adapta Eileen de nuevo al mundo de los vivos y de si venga su propia muerte o no. Sin embargo…

Hay un autor en mi sopaCon esa carita tampoco me importaría encontrármelo, ni aunque fuera en mi comida

En algunos momentos se cuela la voz del autor. Esto no es nada grave; de hecho, es un mal menor. Es inevitable, y probablemente quienes escribimos seamos las únicas personas que nos demos cuenta de estos pequeños detalles. Comprendednos: se pasan la vida dándonos la lata con que no lo hagamos, así que luego lo vemos en todas partes.

¿A qué me refiero? Por un lado, a pequeñas pildoritas de información un tanto innecesarias —que no infodumps— que se escapan. Ya sabes: te has documentado muy bien para tu novela o sabes mucho del asunto que estás tratando y te hace ilusión que se note. De ahí que en determinado momento cierto personaje se ponga a explicarte términos de psicología. O que hablen de que alguien «está ingresado en el Saint Lawrence Hospital del Liverpool» (nota: me acabo de inventar el nombre porque no recuerdo ahora cómo se llamaba). Eso último queda muy bien en el Marca si estás hablando de no sé qué futbolista de la liga inglesa, pero si se supone que quien lo dice es un personaje que vive en el propio Liverpool suena como si yo le dijera a mi hermana que «mañana tengo una resonancia magnética en el Hospital Santísima Trinidad de Salamanca». ¡Pues no! Obviamente le diría que «tengo una resonancia en la Trinidad» o como máximo «en el Santísima Trinidad». No sé si se ve por dónde voy.

Por otro lado, está la —qué cosa me da utilizar esta palabra tan espinosa— ideología. Me encanta que el autor esté tan comprometido con la lucha feminista, le aplaudo por completo y me parece genial que intente usar su pequeña parcela de poder para esto, pero agradecería que fuera un poco más sutil. Es decir, que una Eileen recién llegada del Más Allá le pegue una hostia (por no decir más explícitamente lo que le hace) a un tío que intenta propasarse con ella en un bar me parece más que correcto, pero ya que la hostia vaya acompañada de un discurso… un pelín descarado, diría yo. Vale que se ha pasado quince años sin nada mejor que ver la tele, pero teniendo en cuenta los gustos de la gente del Más Allá, no creo que creciera precisamente con buenos referentes en materia de feminismo. Y creo recordar que hay algún otro momento del estilo.

De todos modos, lo dicho: esto es un mal menor. No se puede acusar a Raúl Caronte de hacer infodumping ni de ser excesivamente explícito con sus mensajes y su crítica social. En el fondo, todos los autores nos colamos en nuestras obras en mayor o menor medida.

Prepara los pañuelos

Lo he pasado bien con Prime Time, pero reconozco que tiene MUCHO drama. Así que, si no te gusta ver sufrir a los personajes, quizás no sea para ti. Si no tienes problemas con ello, entonces considera que este apartado está en verde en lugar de en rojo. Y ahora vienen los spoilers.

Como os dije antes, la familia Hayden está gafada. En 1986 asesinaron a Eileen, la hija pequeña. Unos años después, la madre ingresó en un psiquiátrico con demencia provocada por el trauma (de hecho, durante un tiempo te hacen creer que se suicidó). A raíz de estos hechos, el padre se alcoholizó y empezó a maltratar a Jack, el hijo que sobrevivió. Este encontró consuelo en una vecina y compañera de clase llamada Blanca y, más adelante, en Connie, que se convertiría en su novia. Por desgracia, esta última, que se estaba preparando para ser bailarina profesional, sufre un accidente de coche en el que pierde a sus padres y queda paralizada casi por completo. Debido a los dolores que sufre y la depresión que le provoca el no poder volver a usar su cuerpo, termina pidiendo al propio Jack que le practique la eutanasia.

Y la mayor parte de esto ocurre en los primeros capítulos. Me río yo de La catedral del mar.

Clímax ralentizado

Probablemente esta sea la única pega que es una pega de verdad, y no deja de ser tan subjetiva como las dos anteriores. Los últimos tres o cuatro capítulos se me hicieron algo cuesta arriba, como si se alargasen demasiado. No sé si sería el afán del autor por terminar de atar todos los cabos y dar todas las explicaciones o sus ganas de crear más y más tensión antes de cerrar por completo, pero conmigo tuvieron el efecto contrario. Quería gritarles a los protagonistas: «¿Qué hacéis todavía rajando? ¿Por qué no os matáis de una vez u os vais a vuestra puta casa a seguir con vuestras vidas? ¿Qué mierda os queda todavía?» Eso sí, el final-final (o sea, el desenlace absoluto, lo que pasa después de esos tres o cuatro capítulos de tira y afloja en los que las cosas se retuercen y parecen transcurrir a cámara lenta) es tierno y esperanzador… y no os lo voy a contar porque bastante he destripado ya.

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Published on May 14, 2021 08:09

May 10, 2021

Conoce a mis personajes (XIII): Nath

La pluma se hundió en el tintero y golpeó el borde tres veces para retirar la tinta sobrante antes de dibujar los trazos sobre el papel con precisión. Era hipnótico observarlo. Su caligrafía era impecable, y su concentración, absoluta. De hecho, el joven novicio no se dio cuenta de la presencia del abad hasta que este dejó escapar un suave carraspeo. El sobresalto casi provocó que la pluma se le resbalase de entre los dedos escuálidos.

—Disculpa, hermano, no quería molestarte —le dijo el abad con una palmadita en la espalda—, y mucho menos estropear tan exquisito trabajo. ¿Puedo preguntar qué estás copiando ahora mismo?

—Soy yo quien debe disculparse, señor. —El escriba se inclinó avergonzado—. Si hubiera sabido que estabais aquí, me habría detenido para poder saludaros debidamente. —Dejó reposar la pluma en el borde del atril, junto al tomo que estaba rellenando. En otro más bajo, situado a un lado del novicio, se encontraban unas hojas de papel raídas y amarillentas—. Son las anotaciones que mis hermanos requisaron a la anciana curandera a la que ajusticiaron hace tres noches. Hablan de diferentes plantas silvestres y sus propiedades.

—Muy instructivo.

—Sí. ¡No! —se apresuró a corregirse—. Es decir, supongo que es interesante conocer los usos sacrílegos que las brujas dan a las plantas, pero solo para poder proteger mejor a los inocentes de sus engaños. No tengo ningún interés en emplear la raíz de trueno con fines afrodisíacos, si es que acaso fuera cierto siquiera que los tiene…

El joven tragó saliva. Las manos le temblaban. ¡Pobrecito! Ese debía de ser el muchacho del que le había hablado el abad Vorctus, el que se habían encontrado medio muerto en el bosque cuando apenas levantaba dos palmos del suelo y habían criado en el monasterio de Adayne. Desde luego, se notaba que había pasado demasiado tiempo en compañía de Vorctus, constantemente temeroso de decir algo que pudiera desagradar a su superior y ganarse un severo castigo.

—Tranquilo, hermano. —El abad sonrió—. El conocimiento, por sí solo, no es un pecado; en todo caso, puede ser pecaminosa nuestra manera de emplearlo, y no tengo motivo para dudar de que tus intenciones sean puras. Dime, ¿cuál es tu nombre?

—Nath, señor.

—¡Interesante nombre! ¿Conoces su historia?

Nath asintió.

—Significa «el de la voz clara». Según el folclore, fue un músico y poeta que se enamoró de la décima diosa.

—La diosa Sirat, consagrada a la luna —completó el abad—. ¿Y qué más?

—Llegó a componerle más de mil canciones, y durante diez días con sus diez noches, se retiró al Monte Sirat con su zanfona y no hizo otra cosa que cantarlas. La diosa se sintió tan conmovida que descendió de los cielos y lo tomó como esposo y amante. Los demás dioses no lo vieron con buenos ojos, así que repudiaron a Sirat; por eso, desde entonces, solo veneramos a nueve dioses.

—Muy bien, veo que tienes un buen dominio de las viejas leyendas. Supongo que también sabrás que hoy en día el Monte Sirat se conoce como Monte Carae y se encuentra a las afueras de Manui, de donde yo vengo.

Una expresión de sorpresa invadió el rostro fino y alargado del novicio.

—¿Vos sois el abad de Manui? —exclamó—. Tenía entendido que no llegaríais hasta mañana. ¡Nadie me avisó de que debía salir a recibiros con los demás! ¡Lo lamento tanto!

Casi de un solo movimiento, se arrodilló a sus pies para besárselos. Antes de que pudiera hacerlo, el abad lo sostuvo por los hombros.

—Por favor, hermano Nath, puedes levantarte. Nunca me han gustado los recibimientos fastuosos ni todas esas paparruchas. No soy más que tú ni que ninguno de tus hermanos; ya ves que ni siquiera llevo joyas a excepción de mi triclo. De hecho, me duele no haber sido capaz de convencer a Vorctus de que no se celebre el banquete de esta noche en mi honor; todos esos alimentos estarían mucho mejor invertidos en repartirlos entre los pobres del lugar —suspiró.

En silencio, Nath asintió. Su mirada fue a las manos de aquel hombre, sin anillos, aún posadas sobre sus hombros. Era muy distinto de su superior. De no haber sido porque la túnica que vestía era de un tejido mucho más elegante y de varios colores en lugar del mismo marrón sucio que la suya, ni siquiera se habría dado cuenta de que estaba por encima de él en la jerarquía.

Una leve brisa se colaba por las ventanas abiertas de la biblioteca y hacía susurrar las páginas de los tomos abiertos. El abad carraspeó y se apartó del joven.

—Disculpa, a veces no puedo evitar airarme con ciertos asuntos —se justificó—. ¿De qué estábamos hablando?

—De la décima diosa, señor —respondió Nath.

—¡Ah, cierto! Y por favor, no es necesario que me llames señor. Ya te he dicho que no soy más que tú, así que llámame hermano Artal.

—De acuerdo, hermano Artal.

—Mucho mejor. Me preguntaba, hermano Nath, ¿qué opinión te merece la leyenda de Nath y Sirat?

Visiblemente incómodo, el aprendiz alzó los hombros. Una de sus manos huesudas jugueteó con los rizos castaños que le nacían en la nuca.

—Es un mito muy antiguo. Hoy en día apenas se recuerda el nombre de Sirat.

—¿Y eso te parece justo? —preguntó Artal—. Es decir, ¿crees que la diosa de la luna merece que su nombre se borrase de la historia y de la religión por enamorarse de un mortal?

—Hoy en día se considera una leyenda, así que no sabemos si ocurrió realmente o no. Sin embargo, si hubiera ocurrido, no sería justo en absoluto. ¿No es el amor en todas sus formas uno de los principales valores de nuestra fe, aunque fuera entre una diosa y un mortal?

El abad asintió con una sonrisa de aprobación. Al darse cuenta de lo que acababa de decir, Nath se encogió sobre sí mismo.

—¡Perdón! No, eso no ha estado bien. Lo que quería decir es… —Ante la falta de palabras con las que corregirse, negó con la cabeza—. Por favor, no le digáis nada de esto a Vorctus.

—No te preocupes. Aquí puedes hablar libremente, hermano. Tener espíritu crítico y reflexionar es un signo de inteligencia, y es algo que debería valorarse en nuestra iglesia en lugar de castigarse. Lo que me sorprende es que nuestro viejo abad te deje llevar el nombre de lo que según él sería un hereje.

—Lo cierto es que ha tratado de convencerme en numerosas ocasiones de que me lo cambie, pues me ordenarán el próximo otoño y no lo considera apropiado para un sacerdote.

Artal puso una mueca de desagrado.

—¿Y vas a hacerle caso?

Nath sacudió la cabeza. Aunque trataba de contenerlo, el orgullo de una travesura juvenil se escapaba por las comisuras de sus labios, que sonreían.

—Cuando los monjes me rescataron en el bosque de niño, estaba muy enfermo. Pasé varios días en cama con mucha fiebre y, al reponerme, solo recordaba mi nombre. Es lo único que me queda de mis padres y no quiero perderlo. ¿No dicen las sagradas escrituras que nuestros progenitores son los canales por los que la voluntad de los dioses se realiza en nosotros y, por ello, debemos honrarlos y respetarlos?

El abad sentía deseos de aplaudir. Daba gusto escucharle: era culto, conocía bien las escrituras, sabía argumentar, tenía las ideas muy claras… Si fuera capaz de creer en sí mismo, podría llegar a ser el gran líder que necesitaba la iglesia. Por desgracia, Vorctus y sus perros se encargarían de que eso jamás ocurriera. Las alimañas como ellos se aferrarían al poder hasta que se lo arrancasen de sus gélidas manos moribundas.  

—Tienes muchísima razón, hermano Nath. Has dicho que te van a ordenar el próximo otoño; ¿qué te parecería hacerlo en Manui en lugar de Adayne? Podría hablar con Vorctus yo mismo para solicitarle tu traslado. Nos vendría muy bien poder contar con hombres como tú, y creo que te sentirías muy a gusto allí.

Durante unos instantes, el joven rostro se le iluminó por completo. Incluso pareció que un rayo de luz acababa de filtrarse a través de una de las vidrieras para bañar aquel momento tan importante de luz sagrada. La brisa se detuvo y un silencio expectante se instaló en la biblioteca, como si cada piedra del edificio, cada mota de polvo y cada ser vivo o inanimado hubieran centrado toda su atención en escuchar la respuesta de Nath.

—Sería un honor formar parte de la hermandad de Manui —respondió al fin—, pero me temo que no puedo aceptarlo. Si lo hiciera pensando solo en mis propios intereses y deseos, estaría dejando de lado Adayne, que siempre ha sido mi hogar, y a todas las personas de aquí que me necesitan. Lo lamento mucho.

El abad asintió con pesadumbre. Una parte de él quería llamarle insensato y gritarle que lo único que iba a conseguir quedándose bajo las órdenes de alguien como Vorctus iba a ser sufrir y perder oportunidades; otra, no obstante, solo podía sentir aún más admiración por sus férreos valores.

—Te comprendo perfectamente, hermano Nath. Lo único que puedo decirte es que, si en algún momento te encuentras en Manui y necesitas algo, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Serás recibido con los brazos abiertos y te trataremos maravillosamente.

¿Quieres saber qué pasó con Nath un tiempo después de rechazar la oferta de Artal? Aquí puedes conocer sus aventuras.

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Published on May 10, 2021 08:38