Melodías Sepultadas Quotes

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Melodías Sepultadas Melodías Sepultadas by Rodrigo Éker
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“Contempló a su mejor amigo, moviéndose de aquí a allá con el violín, escondido bajo una expresión austera, agitando de arriba abajo y de atrás para adelante aquel pulcro arco de cerdas de caballo, haciendo vibrar sobre las cuerdas miles de fantasías tonales de autoría propia. Hernán se había transfigurado por completo. Había dejado de ser un niño que jugaba a dar pinceladas musicales. Se había convertido en un hombre que se alzaba y florecía en una repentina explosión de virtud.”
Rodrigo Éker, Melodías Sepultadas
“No hay sustitutos para la dignidad personal, la autoestima o la integridad cuando lo único que queda en pie es la seguridad de haber renunciado a todo en nombre de una mentira. Y le horrorizó darse cuenta de lo bajo que había caído y de lo poco que le importó. Cada decepción que había vivido, cada dolor y cada miseria, podían ser soportables si le permitían esquivar un mal mayor al cual le tenía más miedo que a todos los demás: quedarse completamente solo. En eso, él y Hernán no habían sido tan diferentes.”
Rodrigo Éker, Melodías Sepultadas
“No escogemos nuestros corazones, ni mucho menos la mochila que se cierne sobre nuestras espaldas. No siempre decidimos ser conscientemente crueles o insensibles. A veces es un mero acto de supervivencia. Pero, en ocasiones, existe una fortaleza que sólo puede surgir de la necesidad, de haber experimentado circunstancias adversas. Federico comprendía que había sido un privilegiado y que todo lo que le afectaba eran pequeñeces ante los ojos de los demás. No había vivido en pobreza, en guerras, en abandono o negligencia. Sin embargo, tenía un dolor profundo que nunca desaparecía y que constituía un anhelo insaciable que había signado su vida. Y era la necesidad de amor.”
Rodrigo Éker, Melodías Sepultadas
“Los románticos del XIX idealizaban el suicidio. Lo pintaban con rubores en las mejillas de Ofelia, lo escribían con heroísmo en Werther, lo enfundaban en vestidos blancos y lo dibujaban con una mano sobre la frente y unos ojos cerrados, plácidos, soñadores, bellos. Lo que Hernán se había hecho destruía toda idealización. Era un acto de salvajismo,, de desesperación, de inexplicable brutalidad. Una vez imaginado, Federico no pudo desprenderse de ese cuadro horripilante que lo llenaba de dolor. No podía darle validez ni descartarlo, porque nadie le permitió ver el cuerpo. Nadie le permitió conocer su apariencia durante el funeral. La impotencia de no poder hacer nada, la fantasía de miles de cosas que habría hecho de hallarse en el lugar exacto y en el momento justo, se colaron en su pecho junto a la opresión de saber que el chico que lo había acompañado desde la infancia, a quien él mismo se había jurado proteger, había sucumbido de la peor manera ante una muerte horrible. Y no había sido capaz de evitarlo.”
Rodrigo Éker, Melodías Sepultadas