Eight Days in May Quotes

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Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich by Volker Ullrich
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“17 de junio los primeros camiones, con sus valiosísimos cargamentos, abandonaron Altaussee. Los estadounidenses habían decidido instalar el Central Collecting Point, el «puesto central de almacenamiento», en Múnich, en concreto en el Verwaltungsbau (sede oficial de la NSDAP) y en el Führerbau, edificios que habían logrado seguir incólumes. Hasta finales de año no concluyeron las labores de recuperación y almacenamiento de las obras. Cuatro integrantes de los Monuments Men y más de cien colaboradores alemanes se dedicaron en exclusiva a fotografiar y catalogar los objetos y a localizar a sus anteriores propietarios. La restitución a sus legítimos dueños se prolongaría durante varias décadas, y todavía en la actualidad no se ha dado por concluida.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“El 8 de mayo de 1945 cerca del mediodía el comandante Ralph E.
Pearson, al mando de un regimiento de la 80. a División de Infantería estadounidense, abandonó la pequeña ciudad de Schwanenstadt, en Alta Austria, junto con dos jeeps y un camión, en el que iba un destacamento de soldados de infantería. Su objetivo era la localidad de Altaussee, en el Salzkammergut. El día antes había llegado a sus manos el informe de un oficial austriaco, cuyo nombre no se citaba, en el que se le comunicaba una extraordinaria noticia: en la mina de sal de ese pueblo habían sido almacenados unos tesoros artísticos de incalculable valor. Al cabo de casi cuatro horas de viaje, hacia las 15.30, Pearson y sus hombres llegaron a Altaussee. El pueblecito era todavía un hervidero de soldados alemanes, pero nadie pensaba ya en oponer resistencia. Como primera providencia, Pearson mandó destituir al antiguo alcalde y poner uno nuevo. A continuación, se trasladó a la mina de sal. Allí lo aguardaba ya el especialista en mineralogía Hermann Michel, que condujo al oficial estadounidense a las entradas clausuradas de las galerías y le explicó que allí detrás se encontraba una gran parte de los tesoros artísticos de toda Europa robados por orden de Hitler. Antes de marcharse, Pearson mandó asegurar las entradas y ordenó a Michel poner a su disposición todos los documentos y expedientes que hubieran podido llegar a sus manos.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“6 de mayo de 1945. En medio del ajetreo administrativo existente durante los últimos días de la guerra no había ni órdenes claras sobre cómo había que tratar a los prisioneros por el camino, ni tampoco sobre dónde había que llevarlos exactamente. La consecuencia de todo ello fue que muchas columnas de prisioneros se vieran obligadas a ir de un lado para otro, sin rumbo fijo, por el corredor, cada vez más estrecho, del territorio que aún no había sido ocupado, y que en gran parte se dejara al arbitrio de los guardianes encargados de vigilarlos si fusilaban o no a los desgraciados que eran incapaces de seguir caminando. Por consiguiente, la decisión sobre la vida y la muerte de los prisioneros dependería, entre otros asuntos, de la composición del personal encargado de su escolta y, en particular, de la situación existente en los lugares por los que pasaran y en los que quedaran atrapados justo antes de la llegada de las tropas estadounidenses, británicas o rusas.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“2 de mayo de 1945. La periodista Margret Boveri, que, a diferencia de su colega Ursula von Kardorff no había podido huir al sur de Alemania, sino que había permanecido en su domicilio de la Wundstrasse, en el barrio de Charlottenburg, oyó el 2 de mayo por la mañana que se repartía carne de caballo. «Salí corriendo I...] y me encontré con medio caballo, todavía caliente, en plena acera y, a su alrededor, hombres y mujeres provistos de cuchillos y hachas que iban cortándose buenos trozos de carne. De modo que yo también saqué mi navaja, logré hacerme sitio y me corté un buen trozo de carne. No fue fácil. Conseguí un cuarto de pulmón y un pedazo de pata, que llevaba pegada todavía la piel del animal, y me marché llena de salpicaduras de sangre”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“En el cementerio de Demmin hay un bloque de piedra que recuerda a esos muertos. La inscripción que figura ha sido extraída del comentario que la maestra hacía en su diario: «Suicidas, perdido el sentido de la vida».”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Lo que a continuación se produjo fue una cantidad ingente de suicidios, como no se dieron en ninguna otra ciudad alemana en la fase final de la guerra; no, al menos, en esa medida. Parece que se apoderó de la población una especie de pánico colectivo, una histeria de masas.
Familias enteras se quitaron la vida en grupos. Escuchemos una vez más al documentalista Florian Huber: «Entre los muertos había criaturas de pecho, niños pequeños, escolares y adolescentes, hombres y mujeres jóvenes, matrimonios maduros, personas en la flor de la edad, jubilados y ancianos. Los orígenes de todas esas personas, sus profesiones, su estatus social no siguen ningún patrón. Entre ellas había cientos de refugiados de Pomerania, de Prusia oriental y occidental y de otros lugares, pero también cientos de ciudadanos de Demmin y de sus alrededores. Perecieron obreros y empleados, funcionarios y artesanos, médicos y farmacéuticos, amas de casa, simples viudas y viudas de guerra, comerciantes y agentes de policía, directores y contables, jubilados y maestros. [...] Los suicidios de Demmin supusieron una significativa muestra y un fiel reflejo de la sociedad de una pequeña ciudad alemana».[ 121] El que pudo ingirió un veneno o se pegó un tiro en la cabeza. Otros se cortaron las venas o se ahorcaron. Pero la mayoría murieron ahogados. Las mujeres llenaron de piedras sus mochilas, ataron con cuerdas las muñecas a sus hijos y así se metieron en el agua, amarrados unos a otros. Todavía al cabo de las semanas había numerosos cadáveres flotando en el Peene y en sus afluentes. Los datos acerca del número de suicidios son muy variados. En un obituario improvisado, que comenzó la hija del jardinero del cementerio el 6 de mayo, se incluyeron los nombres de seiscientas doce personas, de las cuales más de cuatrocientas habían decidido suicidarse. El informe del ayuntamiento de la circunscripción de Demmin correspondiente a noviembre de 1945 recogía la cifra de setecientos suicidios en total, y los testigos de la época hablan incluso de más de mil. Haciendo un cálculo prudente habría que suponer un número de entre quinientos y mil”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Durante su retirada del Frente Oriental, a partir de 1943, los alemanes utilizaron el método de la «tierra quemada», esto es, destruyeron todo lo que pudiera resultar útil de cualquier manera al enemigo. Regiones enteras fueron convertidas en «zonas muertas»”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“«Les jeux sont faits». Tales fueron las últimas palabras que Goebbels dirigió al telefonista Rochus Misch, antes de relevarlo del servicio.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“La liberación de Dachau se convirtió, por tanto-más que la de Buchenwald el 11 de abril y la de Bergen-Belsen tres dias después—, en el símbolo del fin del sistema de terror nacionalsocialista, del mismo modo que el despliegue de la bandera roja en el tejado del Reichstag pasó a ser toda una metáfora de la definitiva derrota de la Alemania de Hitler.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Edgar Kupfer-Koberwitz, el cronista de Dachau, logró sobrevivir. En la última anotación de su diario, fechada el 2 de mayo de 1945, escribió:
«Ahora tengo que salir obligatoriamente de la enfermería y ver cómo está el campo. [...] Pero sobre todo conviene sacar de su escondite los manuscritos, el diario, el libro sobre Dachau y los demás escritos, en presencia de los estadounidenses, para que luego nadie pueda decir que aquí no se escribió nada».”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Dios mío, enmudéceme, no sea que termine en Dachau!» se convirtió en un dicho frecuentísimo susurrado por mucha gente durante el Tercer Reich.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Los radioyentes del área metropolitana de Múnich no podían dar crédito a sus oídos, cuando a primera hora de la mañana del 28 de abril escucharon la noticia de que una tal Operación Libertad de Baviera había «logrado derrocar la violencia gubernamental». Los insurrectos publicaron un programa de diez puntos en el que prometían la «erradicación del régimen sanguinario del nacionalsocialismo», que había «conculcado las leyes de la moral y de la ética de tal modo (...] que todo alemán decente debe apartarse de él con asco». Además, exigían la supresión del militarismo, la reinstauración del Estado de derecho y de la dignidad del ser humano, así como la creación de un «Estado social moderno», en el que «cada uno ocupe el lugar [...] que le corresponda en función de sus capacidades»”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“30 Abril de 1945.
Al término del análisis de situación, Martin Bormann, el poderoso presidente de la Cancillería del partido y «secretario del Führer», hizo venir a su despacho al ayudante de campo personal de Hitler, el SS-Sturmbannführer Otto Günsche, y le comunicó que el dictador tenía la intención de quitarse la vida esa misma tarde junto con Eva Braun, con la que acababa de contraer matrimonio. Según dijo, Hitler le había ordenado que los cadáveres fueran incinerados. Con ese fin, Günsche debía procurarse la cantidad necesaria de gasolina. Poco después, el propio Führer hizo prometer a su ayudante de campo que se encargaría de la estricta ejecución de su orden. No quería que se llevaran su cadáver a Moscú y que lo exhibieran allí. Evidentemente pensaba en la suerte que Benito Mussolini había corrido. El 27 de abril el Duce había sido capturado en el lago de Como junto con su amante, Claretta Petacci, por unos partisanos italianos, y un día después había sido fusilado.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Inseparablemente unido al interludio de esos ocho días está el Gobierno de Flensburgo, presidido por el gran almirante Karl Dönitz, al que el propio Hitler había nombrado su sucesor. Suya es la principal responsabilidad de que la guerra se prolongara una semana más, incluso tras el suicidio del dictador. Su plan-llevar a cabo capitulaciones parciales en el oeste y continuar la guerra contra la Unión Soviética-no solo pretendía facilitar la huida de muchos civiles y militares al otro lado de las líneas británicas y estadounidenses, sino asimismo sembrar la discordia en el bando de la coalición antihitleriana. Otro de los hilos conductores de nuestro relato es mostrar cómo se intentó hacer realidad ese plan, qué pasos se dieron y qué ilusiones estaban en juego en él.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Parecía que los relojes se habían parado literalmente. «Resulta tan raro vivir sin periódico, sin calendario, sin horario y como si fuera fin de mes», comentaba una berlinesa en su diario el día 7 de mayo. «Ese tiempo sin tiempo, que se escapa como si fuera agua, las manecillas de cuyo reloj son para nosotros únicamente los hombres vestidos con uniformes extranjeros». Esa sensación de vivir en una especie de «tiempo de nadie» confirió un carácter peculiar a los primeros días de mayo de 1945.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“Muchos individuos de la época vivieron los días comprendidos entre la muerte de Hitler el 30 de abril y la capitulación incondicional de Alemania el 7/ 8 de mayo de 1945 como una profunda cesura biográfica, como la «Hora cero» de la que tanto se ha hablado.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich
“for the first time in German politics, human stupidity has been completely mobilized.”
Volker Ullrich, Eight Days in May: The Final Collapse of the Third Reich