Fatelessness Quotes
Fatelessness
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Imre Kertész13,425 ratings, 4.09 average rating, 1,159 reviews
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Fatelessness Quotes
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“As we pass one step, and as we recognize it as being behind us, the next one already rises up before us. By the time we learn everything, we slowly come to understand it. And while you come to understand everything gradually, you don't remain idle at any moment: you are already attending to your new business; you live, you act, you move, you fulfill the new requirements of every new step of development. If, on the other hand, there were no schedule, no gradual enlightenment, if all the knowledge descended on you at once right there in one spot, then it's possible neither your brains nor your heart could bear it.”
― Fatelessness
― Fatelessness
“It was not very likely, of course, but then all kinds of things are possible, after all.”
― Fatelessness
― Fatelessness
“I already know there will be happiness. For even there, next to the chimneys, in the intervals between the torments, there was something that resembled happiness. Everyone asks only about the hardships and the “atrocities,” whereas for me perhaps it is that experience which will remain the most memorable. Yes, the next time I am asked, I ought to speak about that, the happiness of the concentration camps.”
― Fatelessness
― Fatelessness
“the confines of prison walls cannot impose boundaries on the flights of one’s fantasy”
― Fatelessness
― Fatelessness
“Despite all deliberation, sense, insight, and sober reason, I could not fail to recognize within myself the furtive and yet—ashamed as it might be, so to say, of its irrationality—increasingly insistent voice of some muffled craving of sorts: I would like to live a little bit longer in this beautiful concentration camp.”
― Fatelessness
― Fatelessness
“Мога да заявя, че няма по-мъчително, по-разочароващо нещо от това ден след ден да следиш, ден след ден да откриваш какво е унищожено в тебе.”
― Fatelessness
― Fatelessness
“Sólo en Zeitz comprendí que la vida de un preso también tiene días laborables, mejor dicho, que la vida de un preso sólo tiene días laborables, todos iguales. Era como si ya hubiera estado en una situación similar, en el tren, camino a Auschwitz. Allí también todo dependía del tiempo y de la habilidad de cada uno. Pero en Zeitz era peor; para seguir con el mismo ejemplo, tenía la sensación de que el tren se había detenido indefinidamente, pero, por otra parte, delante, a mi alrededor e incluso dentro de mí era como si corriera a toda velocidad: apenas podía asimilar los repentinos cambios que se producían a mi alrededor y en mi interior.”
― Sin destino
― Sin destino
“Seguramente así sería, como ella deseara, puesto que no existía ninguna cosa insensata que no pudiéramos vivir de manera natural, y en mi camino, ya lo sabía, me estaría esperando, como una inevitable trampa, la felicidad. Incluso allá, al lado de las chimeneas había habido, entre las torturas, en los intervalos de las torturas algo que se parecía a la felicidad. Todos me preguntaban por las calamidades, por los «horrores», cuando para mí ésa había sido la experiencia que más recordaba. Claro, de eso, de la felicidad en los campos de concentración debería hablarles la próxima vez que me pregunten. Si me preguntan. Y si todavía me acuerdo.”
― Sin destino
― Sin destino
“vez, todo estaba allí, en mi interior, todo hasta los mínimos detalles, todos los recuerdos, absolutamente todo. Sí: desde cierto punto de vista, allá la vida había sido más simple, más inequívoca. Me acordé de todo y de todos, repasando hasta a los que no me habían interesado para nada, y también a los que ya sólo existían en mis recuerdos, a todos: a Bandi Citrom, a Pietka, a Bohús, al médico y a todos los demás. Por primera vez pensé en ellos con un ligero sentimiento de reproche, de resentimiento, pero también de amor.”
― Sin destino
― Sin destino
“En ese momento no sólo el señor Steiner sino también el señor Fleischmann se puso de pie. Este último trató de contenerse pero no pudo. «¿Cómo?—me gritaba con la cara roja como un tomate, golpeándose el pecho—. Ahora resulta que vamos a ser nosotros los culpables, nosotros que en realidad somos las víctimas…» Yo traté de explicarle que no se trataba de culpas, que sólo había que reconocer las cosas, simplemente, humildemente, razonablemente, por una cuestión de honor. Que no se podía, que trataran de comprender que no se podía quitarme todo eso, no podía ser que yo no fuera ni el ganador ni el perdedor, no podía ser que no tuviera razón en nada, que no me hubiera equivocado, no podía ser que nada tuviese razones ni consecuencias, simplemente que trataran de comprender, ya casi les estaba rogando, que no podía tragarme la píldora amarga de que yo hubiese sido sólo, simple y puramente un inocente.”
― Sin destino
― Sin destino
“mirábamos hacia delante, las dos cosas estaban equivocadas. Al fin y al cabo, veinte minutos son bastante tiempo, de manera relativa y también de hecho. Cada uno de aquellos minutos empezó, transcurrió y acabó; y después empezó el siguiente. Ahora, seguí explicándome, cada uno de aquellos momentos en realidad habría podido traer algo nuevo. No trajeron nada, claro que no, pero habrían podido hacerlo. Había que reconocer que cada instante hubiera podido traer algo nuevo, algo diferente de lo que trajo, en Auschwitz y también en casa, por ejemplo en la noche que habíamos despedido a mi padre.”
― Sin destino
― Sin destino
“dependiendo de la velocidad del procedimiento.”
― Sin destino
― Sin destino
“no me di cuenta de que eran horrores.» Se quedaron”
― Sin destino
― Sin destino
“Se servían de ella para describir todos los cambios, los momentos, los acontecimientos, por ejemplo: «llegaron» los edificios con estrella, «llegó» el quince de octubre, «llegaron» los nazis húngaros, «llegó» el gueto, «llegó» lo de las orillas del Danubio, «llegó» la liberación. También observé el mismo fallo de siempre: como si todos aquellos acontecimientos—indefinidos y horrorosos, con detalles casi inimaginables que incluso para ellos se hacían totalmente irrecuperables—hubiesen sucedido, no en el transcurso de minutos, horas, días y meses, sino todos juntos, a la vez, como un remolino, un vértigo, como en una fiesta con mucha gente que acaba enloquecida porque todos han perdido la cabeza, y ya no saben qué hacer.”
― Sin destino
― Sin destino
“Permanecí sentado durante un rato con ellos puesto que hacía mucho que no había estado sentado así, en un sillón blando de terciopelo rojo. La señora Fleischmann nos había servido un plato de porcelana pintado en los bordes con unas rebanadas de pan con manteca, espolvoreadas con pimentón rojo y decoradas con finas rodajas de cebolla; se había acordado de que antes me gustaban, y le aseguré que me seguían gustando.”
― Sin destino
― Sin destino
“Como yo no le respondiera, con una leve sonrisa me explicó que «la profesión obligaba a veces al periodista a comportarse con poco tacto», pero que si yo no lo quería él no insistiría porque no deseaba «forzar» nada. Se volvió a sentar, sacó una agenda negra y la abrió, escribió algo sobre una hoja que luego arrancó, se levantó otra vez y me la dio. Allí estaba su nombre con la dirección y el teléfono de su redacción; se despidió de mí «con la esperanza de verme pronto», extendiendo la mano caliente, carnosa, un poco sudada y apretando la mía con simpatía. Esperé hasta que su figura se perdió entre la multitud y sólo entonces tiré el papelito.”
― Sin destino
― Sin destino
“es, por ejemplo, llegar a una estación, si no lujosa por lo menos aceptablemente limpia y cuidada donde cada cosa se nos va esclareciendo con el tiempo; poco a poco, de manera gradual, pasas un nivel, y cuando ya lo has pasado viene otro y otro, y entonces ya lo sabes todo, lo has asimilado todo. Mientras lo asimilas, también estás ocupado: haces cosas nuevas, te mueves, actúas, cumples con los deberes de cada nuevo nivel. Sin embargo, si no existiese este orden temporal, y todo el saber, toda la información nos llegara de golpe, quizá nuestra mente y nuestro corazón no lo aguantarían.”
― Sin destino
― Sin destino
“darme cuenta de que había cosas de las que no se podía hablar con desconocidos, con gente que no sabía nada de nada, con unos niñatos, por así decirlo.”
― Sin destino
― Sin destino
“para ellos mismos, pero todos parecían estar de acuerdo en una cosa: había que esperar y mucho. Yo me aburría también, por lo que pronto cogí mi bolso y regresé al patio para luego salir a la calle. Vi otra vez el cine y me acordé de que un par de calles hacia”
― Sin destino
― Sin destino
“otra cosa que pudiera ser posible y real en un campo de concentración, el derecho y el revés, todo allí era posible. Era justamente eso lo que me molestaba, me preocupaba, me volvía inseguro: porque mirándolo bien, no podía encontrar ninguna razón aceptable, lógica o admisible para estar justamente allí y no en otro lugar. Poco”
― Sin destino
― Sin destino
“Aquella visión y aquel olor me provocaron un sentimiento en el pecho entumecido que fue creciendo en oleadas y consiguió llenarme los ojos —completamente secos—de lágrimas. No servían ni la reflexión, ni la lógica ni la deliberación, no servía la fría razón. En mi interior identifiqué un ligero deseo que acepté con vergüenza—porque aun siendo absurdo, era muy persistente—, el deseo de seguir viviendo, por otro ratito más, en este campo de concentración tan hermoso.”
― Sin destino
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“Bandi Citrom”
― Sin destino
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“había dicho mil veces que me dejase en paz, que no me pusiera bajo su tutela, que se ocupase de su propia mierda. Me preguntó si quería morir allí o si quería volver a casa, y no sé qué respuesta habría leído en mi cara, pero yo vi en la suya un asombro repentino, una especie de susto como cuando miramos a los desgraciados, a los condenados o a los enfermos graves contagiosos: fue entonces cuando me acordé de lo que había dicho sobre los musulmanes. El hecho es que desde entonces me evitaba, y yo, por fin, me libré de esa última carga.”
― Sin destino
― Sin destino
“costumbre y de manera mecánica. En el trabajo no cuidaba ya ni las apariencias. Si tenían algún inconveniente, lo más que podían hacer era pegarme, y con eso tampoco me hacían mayor daño, sólo me hacían ganar tiempo, puesto que con el primer golpe me acostaba en el suelo y ya no sentía los otros porque me quedaba dormido. Una sola cosa se había hecho más fuerte dentro de mí: el enfado. Si”
― Sin destino
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“movimiento; sin embargo, los seguía haciendo, por lo menos de momento.”
― Sin destino
― Sin destino
“no podía ni verlo sin tener una sensación de desequilibrio, de horror. Con el tiempo dejé de quitarme la ropa y luego dejé de lavarme, puesto que eso también era desagradable y doloroso en medio de aquel frío. También estaban los zapatos.”
― Sin destino
― Sin destino
“e incluso en Buchenwald, pero no conocía el hambre «a largo plazo», por decirlo de alguna manera. Tenía un hueco, un espacio vacío, y quería, con todos mis esfuerzos, llenar ese hueco sin fondo, ese espacio cada vez más vacío, aniquilar, silenciar el hambre. Mis ojos no veían otra cosa que comida, mis pensamientos, mis actos, todo mi ser se ocupaba exclusivamente de eso, y si no me comía la madera, el hierro o los guijarros, era sólo por la imposibilidad de masticarlos y digerirlos. Sin embargo, he comido arena y también hierba; las comía sin pensar, pero no había mucha hierba ni en el campo, ni en el territorio de la fábrica.”
― Sin destino
― Sin destino
“a los muertos. Reconozco que no fue otra cosa que terquedad, la única y definitiva manera de terquedad, casi obligatoria, casi forzada, casi impuesta—hay que reconocerlo—, y al mismo tiempo inútil (puesto que allí delante nada se alteraba, no había ningún cambio, ningún movimiento más que las últimas convulsiones de los ahorcados); yo comprendí, sin embargo, el sentimiento que hacía que la cara del rabino casi se diluyera y que su nariz temblara de una manera extraña.”
― Sin destino
― Sin destino
“Por último, hay una tercera manera de escapar: la literaria, la verdadera.”
― Sin destino
― Sin destino
