Manifiesto Contra-Sexual Quotes
Manifiesto Contra-Sexual
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Paul B. Preciado1,571 ratings, 4.16 average rating, 160 reviews
Manifiesto Contra-Sexual Quotes
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“They tell us that the world is in proper order because women lack penises, because men lack uteri and breasts, and because both lack the “transcendental phallus” – that is to say, the megadildo. They tell us that animals lack souls and that cybernetic machines lack flesh and free will. They tell us that electric connections compensate for this deficiency with an excess of information… We lack nothing. We do not lack a penis; We do not lack breasts. The body is already the crossroads of multiple intensities: we have as many organs as desire can produce. All we lack is gumption. The rest we’ve got in spades”
― Manifiesto Contra-Sexual
― Manifiesto Contra-Sexual
“The masculinity- and femininity-assignment table designates the sex organs as the generative areas for the whole body and the nonsex organs as merely peripheral. That is, based on a specific sex organ, this abstract epistemology of the “human” allows us to reconstruct the entirety of the body. The body becomes human only when it has been sexed; a sexless body, like a disabled body, is considered monstrous, non-human. According to this logic, only a visually identifiable penis or vagina can be considered a human-producing organ. Any other organ (the nose, the tongue, or the fingers) lacks the power of defining the human body as human. Thus, the sex organs are not only “reproductive organs”, in the sense that they make reproduction of the species possible, but also, most importantly, “productive organs” that give coherence to the properly “human” body.”
― Manifiesto Contra-Sexual
― Manifiesto Contra-Sexual
“Las teorías feministas y queer del último fin de siècle llevaron a cabo un gigantesco esfuerzo de desmantelamiento de la razón patriarcal, del lenguaje colonial y heterosexual que atraviesa toda la filosofía occidental. Extendiendo sus hipótesis críticas a los ámbitos del cuerpo y de la sexualidad, este Manifiesto intentaba utilizar la prótesis más desautorizada (el dildo) para perturbar las tres narrativas modernas del capitalismo patriarcocolonial: el marxismo, el psicoanálisis y el darwinismo. Frente a Marx, la contrasexualidad sitúa la reproducción en el centro de la economía política; frente a Freud, pretende descolonizar y rehabilitar el «fetiche» como tecnología cultural que permite la fabricación de cualquier cuerpo como cuerpo sexual soberano; frente a Darwin, cuestiona el binarismo sexual y la división animal/humano como algo compartido a lo largo de toda la rama así llamada «mamífera» de la evolución. La contrasexualidad es antiedípica y asintónica con respecto a las narrativas del progreso capitalista histórico y de la redención planetaria humanista.
Este Manifiesto puede leerse hoy como una respuesta cómica a los dilemas del esencialismo/constructivismo que acapararon, hasta casi inmovilizarlos, la filosofía, la teoría de género y los discursos antropológicos de finales del siglo XX, pero también como una reacción al psicoanálisis y la psiquiatría normativos que dominaban los foros tanto académicos como terapéuticos destinada a pensar la sexualidad y la liberación política. Habla el lenguaje de todos ellos. Pero lo habla, como Carla Lonzi, escupiendo a la cara Hegel, y de vez en cuando también a las de Freud y Lacan.
Siguiendo los pasos del giro feminista y queer, los ejercicios incluidos en este Manifiesto podrían ser entendidos como una clínica contrasexual. El psicoanálisis parte de la experiencia psicológica y sexual del cuerpo masculino entendido como cuerpo con pene potencialmente penetrante. Poco importa que al pene lo llamen falo. El modelo corporal y político del psicoanalista es la masculinidad blanca heterosexual con pene. Frente a este modelo corporal, el psicoanálisis reduce el dildo a una instancia fálica, a un objeto que permite mantener la ilusión de poder negar la absoluta y ontológica diferencia sexual evitando el complejo de castración. Contra Freud y Lacan, Deleuze y Guattari entendieron la noción de complejo de castración como una de las «construcciones ideológicas» del psicoanálisis. La experiencia política y teórica elaborada por los movimientos queer y trans en los últimos años ha ampliado y radicalizado la propuesta de El Anti-Edipo.
La noción psicoanalítica de castración depende de una epistemología heteronormativa y colonial del cuerpo, de una cartografía anatómica binaria en la que solo hay dos cuerpos y dos sexos: el cuerpo y la subjetividad masculinos, definidos en relación con el pene, un órgano genital (más o menos) extruido, y el cuerpo y la subjetividad femeninos, definidos por la ausencia de pene y por la invaginación; por el supuesto heterosexual de la penetración y el supuesto patriarcal de la reproducción.
[...]
De vuelta del callejón sin salida de la hermenéutica psicoanalítica y de los debates esencialismo/constructivismo, tomé el dildo, un órgano que me era familiar, pero al mismo tiempo seguía siendo extraño, como un fetiche teórico y un arma mutante anticastración. Este artefacto más bien banal parecía realizar una conversión de la sexualidad femenina y lesbiana en otra cosa, algo tan insoportable e incalificable que debía permanecer clandestino hasta en los círculos feminista más sofisticados. Lo curioso es que el dildo resultaba igualmente molesto para mi psicoanalista lacaniana y para mis amigas feministas. Tanto el psicoanálisis como el feminismo nos obligaban a escribir la política del dildo en un minúsculo papel y a ocultarlo secretamente dentro de ese mismo dildo en los muros de la Bastilla del feminismo liberal.”
― Manifiesto Contra-Sexual
Este Manifiesto puede leerse hoy como una respuesta cómica a los dilemas del esencialismo/constructivismo que acapararon, hasta casi inmovilizarlos, la filosofía, la teoría de género y los discursos antropológicos de finales del siglo XX, pero también como una reacción al psicoanálisis y la psiquiatría normativos que dominaban los foros tanto académicos como terapéuticos destinada a pensar la sexualidad y la liberación política. Habla el lenguaje de todos ellos. Pero lo habla, como Carla Lonzi, escupiendo a la cara Hegel, y de vez en cuando también a las de Freud y Lacan.
Siguiendo los pasos del giro feminista y queer, los ejercicios incluidos en este Manifiesto podrían ser entendidos como una clínica contrasexual. El psicoanálisis parte de la experiencia psicológica y sexual del cuerpo masculino entendido como cuerpo con pene potencialmente penetrante. Poco importa que al pene lo llamen falo. El modelo corporal y político del psicoanalista es la masculinidad blanca heterosexual con pene. Frente a este modelo corporal, el psicoanálisis reduce el dildo a una instancia fálica, a un objeto que permite mantener la ilusión de poder negar la absoluta y ontológica diferencia sexual evitando el complejo de castración. Contra Freud y Lacan, Deleuze y Guattari entendieron la noción de complejo de castración como una de las «construcciones ideológicas» del psicoanálisis. La experiencia política y teórica elaborada por los movimientos queer y trans en los últimos años ha ampliado y radicalizado la propuesta de El Anti-Edipo.
La noción psicoanalítica de castración depende de una epistemología heteronormativa y colonial del cuerpo, de una cartografía anatómica binaria en la que solo hay dos cuerpos y dos sexos: el cuerpo y la subjetividad masculinos, definidos en relación con el pene, un órgano genital (más o menos) extruido, y el cuerpo y la subjetividad femeninos, definidos por la ausencia de pene y por la invaginación; por el supuesto heterosexual de la penetración y el supuesto patriarcal de la reproducción.
[...]
De vuelta del callejón sin salida de la hermenéutica psicoanalítica y de los debates esencialismo/constructivismo, tomé el dildo, un órgano que me era familiar, pero al mismo tiempo seguía siendo extraño, como un fetiche teórico y un arma mutante anticastración. Este artefacto más bien banal parecía realizar una conversión de la sexualidad femenina y lesbiana en otra cosa, algo tan insoportable e incalificable que debía permanecer clandestino hasta en los círculos feminista más sofisticados. Lo curioso es que el dildo resultaba igualmente molesto para mi psicoanalista lacaniana y para mis amigas feministas. Tanto el psicoanálisis como el feminismo nos obligaban a escribir la política del dildo en un minúsculo papel y a ocultarlo secretamente dentro de ese mismo dildo en los muros de la Bastilla del feminismo liberal.”
― Manifiesto Contra-Sexual
