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Hay quienes se condenan a la monotonía de la vida más mediocre porque han sufrido un dolor o por mala suerte, pero también los hay que lo hacen porque han tenido más suerte que la que se sentían capaces de soportar.

Pero ahora esta ensoñación con Lia con los ojos abiertos, este tipo de amor como un recíproco y continuo desafío o corrida o safari, ya no le parecía en contradicción con la presencia de aquellas sombras hospicianas: eran lazos del mismo nudo con que estaban atadas entre sí —dolorosamente, con frecuencia (o siempre)— las personas.

Y pensó: sí, este modo de ser es el amor. Y siguió pensando: lo humano llega donde llega el amor; no tiene otros límites que los que nosotros le ponemos.

...y, en el fondo, ¿qué es lo que podía haber cambiado en ella? Poca cosa : algo que todavía no era y que, por tanto, se podía relegar a la nada (¿en qué punto un ser empieza a ser realmente un ser?), una potencialidad biológica, ciega (¿en qué punto un ser humano empieza a ser humano?), un algo que sólo una deliberada voluntad de hacerlo ser humano podía hacer entrar entre las presencias humanas.

...hubiera querido seguir chocando con las cosas, batiéndose, y, al mismo tiempo, le hubiera gustado alcanzar la calma interior, más allá de todo... No sabía lo que quería. Lo único que sabía era cuán distante estaba —él como todos— de vivir como hay que vivir lo que deseaba vivir.

¿Qué es esta necesidad nuestra de belleza?(...) ¿Un carácter adquirido, un reflejo condicionado, un convencionalismo lingüístico? ¿Un signo, un privilegio, un dato irracional de la suerte, como (...) lo es la fealdad, la deformidad, la mutilación? ¿O es un modelo siempre distinto que nos inventamos, histórico más que natural, una proyección de nuestros valores culturales?

Quien parte a la guerra contra el escepticismo no puede ser escéptico acerca de su victoria, no puede resignarse a perder, de otro modo, se identifica con su enemigo

Para él, como para otros muchos, la experiencia había significado volverse un poco pesimista.

Las comitivas grotescas y antiestéticas de alemanes, ingleses, suizos, holandeses o belgas en vacaciones colectivas: hombres y mujeres de abigarrada fealdad, con pantalones hasta las rodillas, calzados con sandalias y calcetines, o zapatos sin ellos, trajes floreados, ropa interior al aire y carne blanca o roja, sorda al buen gusto y a la armonía hasta en el cambiar color.