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It strikes me that this may be one of the differences between youth and age: when we are young, we invent different futures for ourselves; when we are old, we invent different pasts for others.

But it's still the eyes we look at, isn't it? That's where we found the other person, and find them still.

The less time there remains in your life, the less you want to waste it. That's logical, isn't it? Though how you use the saved-up hours ... well, that's another thing you probably wouldn't have predicted in youth.

Who was it said that memory is what we thought we'd forgotten? And it ought to be obvious to us that time doesn't act as a fixative, rather as a solvent. But it's not convenient—it's not useful—to believe this; it doesn't help us get on with our lives, so we ignore it.

he thought logically, and then acted on the conclusion of logical thought. Whereas most of us, I suspect, do the opposite: we make an instinctive decision, then build up an infrastructure of reasoning to justify it. And call the result common sense.

He was too clever. If you are that clever you can argue yourself into anything. You just leave common sense behind.

This was another of our fears: that Life wouldn't turn out to be like Literature.

I need to return briefly to a few incidents that have grown into anecdotes, to some approximate memories which time has deformed into certainty. If I cam't be sure of the actual events any more, I can at least be true to the impressions those facts left. That's the best I can manage.

We live in time—it holds us and moulds us

what you end up remembering isn't always the same as what you have witnessed.

Habría dado cualquier cosa por estar solo, pero, al mismo tiempo, se daba cuenta de que no podría soportar la soledad un solo instante.

Me someto a la ética, pero no comprendo en modo alguno por qué es más glorioso bombardear una ciudad sitiada que que asesinar a alguien a hachazos. El respeto a la ética es el primer signo de impotencia.

Sangre, sangre... (...) Todo el mundo la ha derramado. La sangre ha corrido siempre en oleadas sobre la tierra. Los hombres que la vierten como el agua obtienen un puesto en el Capitolio y el título de bienhechores de la humanidad.

un hombre fuerte no debe temer a la vergüenza.

Nada hay en el mundo más difícil de mantener que la franqueza ni nada más cómodo que la adulación. Si en la franqueza se desliza la menor nota falsa, se produce inmediatamente una disonancia y, con ella, el escándalo. En cambio, la adulación, a pesar de su falsedad, resulta siempre agradable y es recibida con placer, un placer vulgar si usted quiere, pero que no deja de ser real.

Y cuando la piedad se apodera del corazón de una joven, esto es sumamente peligroso para ella. Le asalta el deseo de salvar, de hacer entrar en razón, de regenerar, de conducir por el buen camino a un hombre, de ofrecerle, en fin, una vida nueva.

Sé que es usted escéptico, pero abandónese sin razonar a la corriente de la vida y no se inquiete por nada: esa corriente le llevará a alguna orilla y usted podrá volver a ponerse en pie. ¿Qué orilla será ésta? Eso no lo puedo saber.

(...)si uno consigue convencer a otro, por medio de la lógica, de que no tiene motivos para llorar, no llorará. Esto es indudable. ¿Acaso no opina usted así? —Yo creo que si tuviera usted razón, la vida sería demasiado fácil.

yo no sabía que el hecho de interrogarme a mí mismo acerca de mi derecho al poder demostraba que tal derecho no existía, puesto que lo ponía en duda. Y que preguntarme si el hombre era un gusano demostraba que no lo era para mí. Estas cosas sólo son aceptadas por el hombre que no se plantea tales preguntas y sigue su camino derechamente y sin vacilar.

Entonces me convencí d que sólo posee el poder aquel que se inclina para recogerlo. Está al alcance de todos y basta atreverse a tomarlo. Entonces tuve una idea que nadie, ¡nadie!, había tenido jamás. Vi con claridad meridiana que era extraño que nadie hasta entonces, viendo los mil absurdos d la vida, se hubiera atrevido a sacudir el edificio en sus cimientos para destruirlo todo, para enviarlo todo al diablo

Y ahora sé que quien es dueño de su voluntad y posee una inteligencia poderosa consigue fácilmente imponerse a los demás hombres; que el más osado es el que más razón tiene a los ojos ajenos; que quien desafía a los hombres y los desprecia conquista su respeto y llega a ser su legislador. Esto es lo que siempre se ha visto y lo que siempre se verá. Hay que estar ciego para no advertirlo.

comprendí que esperar a que todo el mundo fuera inteligente suponía una gran pérdida de tiempo. Y después me convencí de que este momento no llegaría nunca, que los hombres no podían cambiar, que no estaba en manos de nadie hacerlos de otro modo. Intentarlo habría sido perder el tiempo. Sí, todo esto es verdad. Es la ley humana.

el alma y el pensamiento se ahogan en las habitaciones bajas y estrechas.

Pero dime: ¿por qué?¿Por qué no he tenido valor para llevar yo solo mi cruz y he venido a descargarme en ti, pidiéndote que sufras conmigo, ya que esto me servirá de consuelo?¿Cómo puedes amar a un hombre tan cobarde?

aquella demanda de auxilio, confiada, ingenua y desesperada a la vez, todo esto expresaba un dolor tan punzante, que era imposible permanecer indiferente ante él.

Esto le ocurría con frecuencia: se entusiasmaba ante el primero que se presentaba ante ella, lo adornaba con todas las cualidades imaginables, le atribuía mil méritos inexistentes, pero en los que ella creía de todo corazón, para sentirse de pronto desencantada y rechazar con palabras insultantes al mismo ante el cual se había insinuado horas antes con la más viva admiración.

Los reveses de fortuna podían abrumarla, pero no abatir su moral ni anular su voluntad.

Acaso aquel proceder obedecía a ese orgullo que en determinadas circunstancias, y especialmente en las ceremonias públicas ineludibles para todas las clases sociales, impulsa a los pobres a realizar un supremos esfuerzo y sacrificar sus últimos recursos solamente para hacer las cosas tan bien como los demás y no dar pábulo a los comadreos.

Todo lo que es útil a la humanidad es noble.

Aferrándose a un hecho que le parece, erróneamente, despreciable, se niega a considerar humanamente a un ser humano.