“«CUARENTA Y SEIS MIL DOSCIENTOS MILLONES DE DÓLARES —pensé. El corazón me retumbaba contra las costillas y tenia la boca tan seca como el papel de lija-. Tobias Hawthorne tenía cuarenta y seis mil doscientos millones de dólares. Tobias Hawthorne no se lo había dejado todo a sus nietos. No se lo había dejado todo a sus hijas. Los números de esa ecuación no salían.» Y mi cerebro se paró en seco. Me pitaban los oídos. ¿Por qué a mi? ¿Por qué era yo la principal heredera de su fortuna? Uno por uno, todos los presentes se voltearon a verme.”
Tobias Hawthorne no se lo había dejado todo a sus nietos. No se lo había dejado todo a sus hijas. Los números de esa ecuación no salían.»
Y mi cerebro se paró en seco. Me pitaban los oídos.
¿Por qué a mi? ¿Por qué era yo la principal heredera de su fortuna?
Uno por uno, todos los presentes se voltearon
a verme.”