En cuestión de una hora, en mi celda hay un colchón, sábanas gruesas y no una, sino dos sillas. También me han traído una muda limpia, así que ya no es necesario que siga llevando esta lana raída manchada con mi propia sangre. En un rincón me han dejado una cesta con botellas de agua y de vino, además de cuñas de queso, manzanas con miel y peras en el punto de maduración justo, hogazas de pan que todavía están calientes del horno y carne en salazón; más comida de la que podría zamparme en una semana.